Cerca del lago, donde se juntaban los dos cauces del arroyo, los viajeros cruzaron el borde del antiguo torrente para dirigirse hacia el cauce de la izquierda. Pero tambien se habia convertido en una franja de barro viscoso. Aun quedaba otro camino: remontar, como el dia anterior, aquel cauce hasta el lago del Ermitano paria evitar el segundo torrente de lava, exponiendose a tropezar con el primera. Este cauce iba encajonado entre los muros verticales de la meseta y el flanco del volcan y quiza se pudiese encontrar en el un lugar bastante estrecho para hacer un paso con trozos de lava o incluso para cruzarle de un salto. Pronto dieron con lo que buscaban, pero en la otra margen del cauce se alzaban unas rocas a pico de varios metros de altura. Era imposible escalarlas y tambien era imposible contornearlas hacia arriba o hacia abajo por la base, porque la bordeaba el mismo fango.
Agotados por la carrera y la angustia, los exploradores se sentaron, con la cabeza gacha, sobre unos bloques de lava al borde del barro. No les quedaba mas que esperar una muerte inevitable: ahogarse en el fango en el intento de atravesar el cauce o ser achicharrados en la orilla cuando el torrente de lava les alcanzase. Las dos perspectivas eran igualmente horrorosas y, en esta situacion desesperada, la idea del suicidio acudia a la mente de cada uno de los hombres si no habia otra salida.
Despues de descansar un poco, Kashtanov se dio cuenta de que la lava avanzaba mas lentamente y grito, poniendose en pie de un salto:
— ?Vamos a remontar pronto por esta orilla del arroyo! Nos dara tiempo a pasar evitando el extremo del torrente de lava, porque se ha inmovilizado casi.
— Pero, cuando hayamos evitado este, tropezaremos con el otro, que ha sumergido el lago del Ermitano y ha vuelto, naturalmente, por el cauce abajo — declaro abatido Papochkin.
— ?Sin embargo, es la unica posibilidad que tenemos de salvarnos! — insistia Kashtanov-. En primer lugar, mas arriba quiza encontremos un vado para atravesar el fango en un sitio donde las rocas de la orilla opuesta sean accesibles. En segundo lugar, es muy posible que los dos torrentes de lava no se fundan, y entonces…
— ?Entonces — exclamo Maksheiev concluyendo su pensamiento —, entre ellos debe quedar un espacio mas o menos ancho libre de lava!
— Y en ese espacio podremos esperar a que la superficie del fango se consolide bastante para soportar nuestro peso.
— ?Hurra! — gritaron Gromeko y Papochkin.
Se levantaron y reanudaron con nueva energia su marcha hacia el Sur a lo largo del cauce, siguiendo el camino del dia anterior, trepando por los restos de los viejos torrentes. A la izquierda, a cien o doscientos metros mas arriba de ellos, se extendia la orla
— De un peligro hemos escapado ya — dijo Maksheiev con un suspiro de alivio.
El cauce se estrechaba en varios sitios suficientemente para poder saltar por encima del fango. Pero, en la orilla opuesta, el muro perpendicular cortaba el paso en todas partes. Habia que proseguir la marcha. Pronto iniciaron los exploradores 1a ascension del mas alto torrente de antigua lava condensada en la falda occidental del volcan. Luego estaba la depresion del lago. Una vez arriba, vieron que sus probabilidades de salvacion habian aumentado considerablemente.
Este viejo raudal habia dividido la lava nueva en dos partes y se alzaba entre ellas como un lomo aplastado. Desde su cresta, donde los viajeros se sentaron tranquilamente, podian ver delante, a sus pies, la depresion del lago apacible como un espejo enmarcado de verde que habia suscitado el entusiasmo de Papochkin. Ahora no habia lago ni palmeras ni hierba, sino que se extendia un campo de fango gris con algunos charcos de agua negra. Hacia el avanzaba desde el volcan el extremo del segundo raudal de lava, y el contacto de los bloques de lava incandescente con el fango humedo producia un redoble ininterrumpido de pequenas explosiones que emitian nubecillas de vapores blancos.
Aunque desde el sitio donde se habian instalado los viajeros estaban separados por quinientos o seiscientos pasos de los raudales de lava ardiente, la vecindad de las superficies recalentadas se hacia sentir mucho. La temperatura era infernal, mas aun porque abrasaban implacablemente los rayos de Pluton, al que las nubes no velaban en absoluto.
Los hombres, inmovilizados e inactivos, estaban aplanados de calor y se despojaron de las prendas superfluas. Empezaban a notar el hambre y el cansancio. Aquella noche habian dormido poco y se habian pasado el resto del tiempo corriendo inquietos.
— ?Lastima que no podamos tomar por lo menas una taza de te! — se lamento Papochkin-. El calor es inaguantable.
— El calor sera inaguantable, pero no tenemos ni una olla. Como no pongamos a calentar la tetera sobre lava reciente… — dijo en broma Maksheiev-. No tardara nada en hervir el agua.
— Y agua, ?tenemos todavia?
— Queda bastante — afirmo Gromeko echando una mirada al bidon.
— Entonces, ya que lo del te es imposible, vamos a mar un bocado. Tengo un hambre feroz.
Todos se sentaron en circulo, sacaron el pescado seco las galletas y comieron con buen apetito, echando algunos tragos de agua.
— Esta manana hemos hecho una soberbia tonteria que estamos pagando ahora — declaro Kashtanov.
— ?Cual?
— Al ver que se acercaba el torrente de fango, debiamos haber pasado inmediatamente a la orilla opuesta del arroyo en lugar de remontar la vertiente. Ahora estariamos al borde del mar, lejos de la lava y del fango.
— Es verdad, desde la otra orilla el acceso al mar estaba libre.
— No enteramente, porque el doble torrente de fango que ha bajado por el valle ha debido inundarlo todo.
— ?Y alli nos hubiera sorprendido!
— Pero habriamos podido subir a la meseta del desierto negro y llegar por ella hasta el mar.
— Efectivamente, hemos hecho una tonteria. Pero, ?quien podia prever todas estas consecuencias? En aquel momento parecia lo mas razonable subir apresuradamente todo lo posible para escapar al torrente de fango.
— De todas formas, si entre nosotros hubiera habido personas mas enteradas de la conducta de los volcanes en actividad, habrian acertado mejor con la direccion a seguir.
— Pues yo creo — intervino Papochkin— que hicimos ya una gran tonteria ayer quedandonos a dormir al pie del volcan a pesar de los indicios precursores de una erupcion.
— ?Pero si precisamente nos quedamos para ver esa erupcion!
— ?Bien que la hemos visto! Yo, por lo menos, estoy satisfecho para todo lo que me queda de vida y, de ahora en adelante, procurare permanecer lo mas lejos posible de estas turbulentas montanas. He sacrificado mi escopeta al Satan, y al Grunon…
— Al Grunon le hemos sacrificado Maksheiev y yo nuestras botas, cosa mucho peor. Usted va calzado y todavia se queja, cuando nosotros tenemos que andar sin botas hasta el mar por las piedras recalentadas del desierto negro.
— Tiene usted razon. Mi situacion es mejor, y debo callar.
— Bueno, ?que hacemos ahora?
— ?Ahora? Pues volvernos a acostar y dormirnos, si es que lo conseguimos, sobre estas piedras duras y angulosas.
— Vamos a probar. Pero tendremos que turnarnos montando la guardia para observar el volcan. Todavia se le puede ocurrir cualquier fechoria.
— ?Cuanto tiempo vamos a dormir?
— Todo el que nos permita el Grunon.
— Eso como maximo. Como minimo, hasta que el fango del cauce se seque suficientemente para poderlo atravesar.
Asi lo hicieron: tres de ellos se tendieron mal que bien sobre los bloques de lava mientras el cuarto velaba, observando la actitud del volcan y el proceso de endurecimiento del fango. Dicho proceso transcurria lentamente, a pesar del calor despedido por los torrentes de lava y por los rayos de Pluton. Solo al cabo de unas seis horas