Entre los extremos de dos anchos torrentes de lava que descendian del volcan habia un pequeno lago de medio centenar de metros de diametro, bordeado de grupos de pequenas palmeras y colas de caballo y de una estrecha franja de juncos. Del lago nacia un arroyo que atravesaba el torrente de lava inferior. La superficie del lago era lisa como un espejo y reflejaba hasta en sus minimos detalles el marco verde, los torrentes negros de lava y las rocas siniestras de la meseta.
— ?Maravilloso lugar para un ermitano que quisiera abandonar para siempre las vanidades de este mundo! — exclamo Papochkin-. Se construiria una cabana al amparo de la muralla negra y viviria entregado a la contemplacion del cielo puro, del sol eterno y del majestuoso volcan a la orilla de este apacible lago sombreado de palmeras.
— Y un buen dia moriria bajo una avalancha de piedras o un torrente de lava arrojada por este perfido volcan — dijo Kashtanov.
— Si no se habia muerto antes de hambre porque, a mi entender, estas palmeras no dan frutos comestibles y los juncos no son dulces — anadio Gromeko.
— Y no se ve nada de caza — dijo Maksheiev.
— ?Que desdichados realistas son ustedes! Ni siquiera le dejan a uno sonar. El ermitano podria cultivar un campo, tener un huerto, plantar hortalizas; aqui hay agua, y la vina crece muy bien sobre la lava antigua..
No habia terminado el zoologo su frase, cuando un estrepito parecido a un trueno llego del volcan, cuyo cono principal ocultaban unos amontonamientos de lava; a los pocos instantes cayo en torno a los viajeros una lluvia de piedrecillas negras.
— ?Ahi tienen ustedes! Su Excelencia avisa que no permitira al ermitano cultivar vinas en la lava antigua… — dijo Maksheiev riendo.
— Vamos a dar la vuelta al lago y volveremos adonde hemos dejado el equipaje. El sitio es menos peligroso — propuso Kashtanov.
Mientras los viajeros descendian por el torrente de lava hacia el lago, se repitio el estruendo y otra vez cayo una lluvia de piedrecillas.
— El volcan se enfada con los visitantes importunos. Tiene miedo a que robemos los tesoros de su crater como robamos el azufre en el crater de Satan, antes de que pudiera despertarse.
— Vamos a llamar a este volcan el Grunon — propuso Gromeko.
Aprobado el nombre por todos, se inscribio en el mapa que trazaba Kashtanov. Se dio al lago el nombre de lago del Ermitano y el de Papochkin al arroyo que fluia de el.
— Asi hemos perpetuado ya nuestros castillos de naipes —.observo riendo Makshelev, mientras apuntaba los nombres.

El agua del lago era fria y dulce, recordando incluso por su gusto el agua de Seltz. En cuanto se calentaba un poco despedia burbujas de gas.
Mientras daban la vuelta al lago encontraron un sitio agradable y se banaron con placer en aquel agua vivificante. Zambullendose comprobaron que su profundidad no pasaba de los tres metros. En el lago no habia peces ni plantas acuaticas ni insectos.
Como era demasiado pronto para volver al campamento, los exploradores decidieron subir a la meseta. La empresa no ofrecia dificultades, ya que el torrente superior de lava se apoyaba en la vertiente de la meseta y sus bloques formaban una especie de escalera gigantesca, de manera que, trepando de bloque en bloque, pronto llegaron los viajeros a la superficie.
A sus pies, al Este, se extendia el lago en una depresion muy profunda; detras se alzaban los flancos sombrios y recortados del Grunon, dominados por su cono abrupto. Una columna de humo negro escapaba de el, elevandose a enorme altura en el aire quieto. Al Sur, al Oeste y al Norte se extendia el desierto negro, identico al que rodeaba el macizo volcanico de Satan. Al Norte terminaba en el manto azul del mar y, por los otros lados, llegaba hasta el horizonte.
— El Grunon es mucho mas alto que Satan y sus vertientes son mas abruptas — observo Kashtanov.
— Desgraciadamente, la erupcion que comienza no nos dejara subir hasta la cumbre — dijo Maksheiev.
— Ya veremos manana. Como ahora no necesitamos ya azufre, podremos marcharnos en cualquier momento.
Descendieron de nuevo hacia el lago por el mismo camino, a traves de los torrentes de lava. Una hora despues, se encontraban de nuevo en el campamento.
LAS TRAVESURAS DEL GRUNON
Sin embargo, el Grunon no les dejo dormir a gusto. A las pocas horas, los exploradores fueron despertados por un estruendo horrible y se levantaron asustados.
— ?Es posible que tambien este volcan arroje nubes ardientes? ?Fijense! — grito Gromeko.
El Grunon estaba envuelto en tupidas nubes negras que descendian la vertiente, extendiendose hacia todas partes. En el aire se notaba un olor a azufre y cloro. Las nubes se arremolinaban, surcadas de relampagos brillantes, y el estrepito que se escapaba de las entranas del volcan se confundia con el redoblar de los truenos.
— No — declaro Kashtanov-. No es de temer ninguna nube ardiente. Esta erupcion tiene otro caracter; es del tipo de las erupciones del Vesubio. El volcan arroja ahora cenizas y bombas y luego aparecera la lava.
— Podemos despedirnos de la ascension.
— Naturalmente. Seria una locura subir al volcan en este momento.
— ?Que hacemos?
— Vamos a estarnos aqui todavia un rato o a reanudar el sueno interrumpido y luego volveremos hacia el mar.
— ?Y por que no ahora?
— Porque es interesante ver una erupcion desde tan cerca.
— ?Y si empiezan a llovernos bombas encima?
— Es poco probable. Estamos al pie mismo del volcan y no llegan hasta tan lejos.
— Pero, ?y si nos alcanza la lava?
— La lava fluye lentamente y siempre se puede escapar de ella incluso a pie.
— Bueno, entonces, quedemonos aqui contemplando al Grunon. Entretanto, siempre podriamos ir desayunando.
Encendieron una hoguera, pusieron a hervir la tetera y, mientras comian, observaron el volcan.
Las nubes 1e ocultaban enteramente y hasta el cielo estaba velado por una bruma gris, a traves de la cual Pluton parecia un disco rojo sin rayos que lanzaba una luz funebre y opaca sobre los tristes alrededores del volcan.
Pronto empezo a caer una ceniza negra, menuda como polvo, primero en particulas aisladas y luego mas densamente, hasta el punto de que los exploradores tuvieron que beber el te cubriendo los jarros con la mano para no tragar al mismo tiempo polvo volcanico. Poco a poco se ennegrecieron la hierba, los juncos y las hojas de las palmeras; el agua del arroyo parecia tinta.
— Menos mal que se nos habia ocurrido llenar de agua el bidon — observo Maksheiev-. De lo contrario, nos habriamos quedado todo el dia sin agua dulce. Pero, ?que ruido es ese?
Como el rugido del volcan se habia atenuado, se escuchaba, en los intervalos que dejaban los truenos, un ruido sordo semejante al rugido de la resaca, que iba en aumento. Los viajeros se miraron sorprendidos.
— ?No sera la nube ardiente? — pregunto inquieto Papochkin.