— ?Hay que subir en seguida a la meseta! — grito Kashtanov-. Un torrente de agua o de barro baja por el arroyo. Se me habia olvidado por completo esta posibilidad. A recogerlo todo y a subir cuanto antes.

Despues de vaciar rapidamente los jarros y de reunir sus efectos y las escopetas, los viajeros subieron a toda prisa por el torrente de lava, trepando a los bloques, tropezando, presurosos de alcanzar una altura suficiente sobre el cauce del arroyo.

Cuando se detuvieron al fin para recobrar el aliento, unos cincuenta metros mas arriba del sitio donde habian acampado, y echaron una mirada hacia atras, descubrieron un cuadro que les demostro lo oportuna que habia sido su fuga precipitada. Por el cauce que descendia la vertiente del volcan se precipitaba un torrente furioso de agua negra que arrancaba de sus orillas grandes bloques de lava condensada. A los pocos minutos, la impetuosa tromba, que tendria unos tres metros de altura, llego hasta el sitio donde los exploradores habian estado desayunando tranquilamente y, en un instante, sus aguas sucias sumergieron los arbustos verdes; las palmeras oscilaron y cayeron, rotas o descuajadas, y desaparecio toda aquella superficie.

— ?Que manera de arrasarlo todo! — exclamo Papochkin-. Nos hemos marchado a tiempo.

En su fuga, los exploradores habian subido mas arriba del torrente de lava y, desde donde estaban, se veian bien las dos cumbres. El torrente de fango habia pasado por la cumbre derecha; ahora todos se volvieron hacia la izquierda para ver lo que alli ocurria. A los pocos minutos, por el estrecho valle de la cumbre izquierda, echo a rodar un segundo torrente de barro. Avanzaba mas lentamente porque el agua estaba saturada de ceniza y piedrecillas, formando una papilla negra en la que giraban arbustos descuajados y troncos de palmeras.

— Los arrastra del borde del lago donde estuvimos ayer — dijo Papochkin.

— ?Ahi tiene usted el. apacible e idilico refugio para un ermitano! — observo Kashtanov-. El lago no existe ya porque lo ha recubierto el barro.

— Es cierto: los volcanes de aqui son unos vecinos muy inquietos — afirmo Gromeko-. Satan nos ofrecio una nube ardiente y el Grunon un torrente de barro.

— De todas formas, hemos logrado salvarnos alli y aqui y hemos asistido a estos terribles e interesantes fenomenos de la naturaleza — dijo Kashtanov.

— Pero ahora estamos aislados del mar y de nuestras lanchas — exclamo Papochkin abatido-. Fijense: a derecha e izquierda corren unos torrentes impetuosos, y detras tenemos al Grunon, que puede prepararnos alguna otra sorpresa.

Efectivamente, como los viajeros habian buscado refugio de los torrentes de barro sobre una roca del volcan, ahora se encontraban cercados y no podian bajar por el valle hacia el mar. Detras, el volcan continuaba grunendo.

— Si ahora, ademas, empieza a descender la lava, nos encontraremos entre el fuego y el agua. ?Bonita perspectival — declaro Gromeko.

— Es verdad; el Grunon no ha dicho todavia su ultima palabra — observo Maksheiev.

— Yo pienso que nuestras inquietudes son prematuras — dijo Kashtanov tratando de tranquilizarles-. Los torrentes de barro se agotaran pronto y volveremos al mar artes de que la lava, si es que se dirige hacia este lado, llegue hasta nosotros.

— Y entretanto, nos vamos a calar hasta los huesos, porque aqui no hay donde cobijarse — refunfunaba Papochkin.

El zoologo tenia razon. De las nubes que despedia el volcan habia empezado a caer desde algun tiempo atras una lluvia fina, a la que no habian hecho caso los viajeros, preocupados por los torrentes de barro. Ahora arreciaba la lluvia y todos empezaban a mirar a su alrededor buscando algun refugio. Confiando en el buen tiempo, que duraba ya muchos dias, los viajeros habian emprendido la excursion sin los impermeables y la tienda, y ahora no tenian nada para protegerse.

— Me parece que algo mas arriba, donde hay tantos grandes bloques de lava, encontraremos mas facilmente un sitio donde cobijarnos — dijo Maksheiev, indicando la pendiente.

— ?Y estaremos mas cerca del volcan! — suspiro Papochkin.

— Alla usted si le apetece quedarse bajo la lluvia; nosotros subimos — declaro Gromeko.

El zoologo no quiso quedarse rezagado del grupo y todos escalaron la vertiente abrupta. Como las piedras estaban humedecidas y el calzado tambien, avanzaban dificilmente, resbalando. Sin embargo, pronto llegaron a una gran barrera de bloques de lava amontonados: eran el extremo de un torrente menos antiguo, que habia corrido por encima del anterior. Entre algunos bloques quedaban espacios suficientes, para cobijar a un hombre. Cada cual busco refugio en uno de aquellos agujeros y el perro, empapado, se hizo un ovillo junto a Maksheiev, nada satisfecho de tal vecindad. Los hombres, bastante mojados, encogidos en posturas incomodas sobre las piedras angulosas, estaban pasando unos momentos desagradables y, para conservar su buen animo, se interpelaban de refugio a refugio cuando el estrepito del Grunon cesaba un poco.

La lluvia no amainaba. Al poco tiempo, tambien por el torrente de lava empezaron a fluir chorros de agua sucia mezclada de cenizas, causando nuevos contratiempos a los viajeros.

Uno recibio una ducha fria en un costado; otro en la espalda. Papochkin, que se habia tendido boca abajo en una cavidad larga y estrecha, noto que corria el agua debajo de el. Abandono su refugio y se lanzo en busca de otro, saltando de bloque en bloque.

Maksheiev solto la carcajada al ver aquella escena: habia logrado instalarse con General en una pequena cueva que formaba la lava.

— ?Pues vaya un Grunon! — gritaba el zoologo, trepando por las rocas, bajo la lluvia-. Esto es todo lo que se quiera: un Lloron, un Regador, un Llovedero.

— ?Vamos a llamarle Aguador! — propuso Maksheiev.

Pero Papochkin no le escuchaba ya. Habia descubierto una pequena grieta, en la que se habia metido de cabeza. Como la grieta era demasiado corta, las piernas le quedaban fuera, bajo la lluvia.

De pronto, un estruendo formidable estremecio el aire. Los viajeros tuvieron la impresion de que las rocas iban a aplastarlos como ratones en una ratonera. Todos se precipitaron fuera de sus refugios.

— ?Un terremoto! — grito Gromeko.

— ?El volcan ha estallado, y cae sobre nosotros! — rugio Papochkin.

— ?Sera de verdad una nube ardiente? — murmuro Kashtanov, palideciendo.

El cendal de la lluvia y las nubes no dejaban ver nada; por eso, pasados los primeros instantes de pavor, todos se calmaron un poco. Pero en esto, una bomba del tamano de una sandia, cubierta de surcos en espiral, se estrello muy cerca de ellos y empezo a chisporrotear, crujir y humear bajo la lluvia. Ahora se escuchaban tambien a los lados, a derecha e izquierda, arriba y abajo, unos mas proximos y otros mas lejanos, los golpes y los crujidos de las bombas que caian.

— ?A esconderse pronto! — grito Maksheiev-. El Grunon ha empezado a disparar con proyectiles de grueso calibre.

Todos volvieron presurosos a sus agujeros, desde donde observaron, sobrecogidos e interesados, la caida de las bombas. Silbaban y eran de tamano distinto. Algunas, al estrellarse contra una roca, volaban en pedazos como granadas. En cambio, la lluvia ceso pronto. Un soplo de viento ardiente descendio rapido por la falda del volcan con un olor a azufre y a chamuscado. Las nubes empezaron a disiparse y a subir mas. Dejaron de caer las piedras. Maksheiev se aventuro a salir de su cueva.

— ?El Grunon se ha quitado el gorro y nos ensena la lengua colorada! — grito.

Los demas salieron tambien de sus refugios y levantaron la cabeza.

Arriba, entre las nubes negras, aparecia de vez en cuando la cima del volcan, que dejaba colgar por un lado una lengua corta de lava purpurea como si se burlase de los hombres que habian osado alterar la soledad secular de la montana.

— Si; eso ya es lava — declaro Kashtanov.

— ?Pues se van arreglando las cosas! — intento bromear Gromeko-. Primero queria ahogarnos en barro, luego sumergirnos en agua, luego machacarnos con las piedras y, como de nada le ha servido, ha puesto en juego el ultimo recurso y quiere recubrirnos de lava.

— ?Valor, porque esta vez ha llegado su fin! — dijo

Maksheiev riendo

— ?Vayase a paseo! — replico el zoologo-. Si el peligro fuera tan grande, ya se habrian largado a la misma velocidad que delante del torrente de lodo.

— De la lava podemos marcharnos sin prisa — contesto Kashtanov.

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