— Pero sin lograr el resultado apetecido: no hemos limpiado la region y ahora tenemos que huir delante de los insectos.
— ?Como vamos a llegar hasta el mar?
— Seguir el borde del rio a traves del bosque es cosa en la que no se debe ni pensar.
— Ademas, no es facil abrirse paso, y las hormigas podrian adelantarsenos y atacar a nuestras companeros.
— ?Ya esta! Como no se puede ir a pie, iremos por el agua. Con estos dos troncos es facil hacer una balsa ligera, y el agua nos llevara mas de prisa que nuestras piernas.
— ?Buena idea! Pero hace falta ahuyentar primero a las hormigas para que no obstaculicen en nada nuestra partida
Los viajeros cargaron sus escopetas e hicieron cuatro disparos contra los insectos agrupados en la orilla opuesta. Mas de diez se desplomaron, algunos cayeron al agua y los demas huyeron. En unos minutos, los dos troncos que constituian el puente fueron echados al agua, sujetos por fallos flexibles de los arbustos. Los dos hombres saltaron a esta balsa improvisada y se alejaron de la orilla con una ultima mirada para la fortaleza en llamas de sus enemigos. La corriente les arrastro con rapidez y las escopetas les sirvieron de pertigas para alejarse de la orilla, siempre que la balsa se acercaba demasiado a ella. Unas cuantas hormigas fueron algun tiempo corriendo a lo largo del rio, pero la corriente iba mas de prisa que ellas y pronto quedaron atras.
Pasado el recodo que el rio formaba delante del bosque, alli donde Kashtanov habia construido su hoguera flotante, los remeros descubrieron con alegria la lancha, que la corriente habia empujada hacia la margen, quedando atascada entre la maleza.
Dejaron que la balsa fuese tambien llevada hacia el mismo sitio, recuperaron su barca, pasaron a ella y empunaron los remos.
Media hora despues atracaban sin novedad junto al campamento.
NUEVA EXCURSION AL INTERIOR DEL PAIS
El fracasado incendio del hormiguero obligo a los exploradores a abandonar inmediatamente el borde del golfo: a cada excursion hacia el interior del pais corrian ahora el riesgo de encontrarse con los insectos furiosos que, privados de su vivienda, andaban por todas partes y habrian tenido que consumir en la lucha contra ellos toda su energia y sus municiones, no muy abundantes ya. Ademas, en el propio campamento estaban expuestos a cada instante a un ataque de las hormigas, que habria podido terminar lamentablemente para ellos.
Durante el desayuno se discutio con mucho ardor, la cuestion de si se debia continuar navegando a lo largo de la orilla meridional del mar de los Reptiles, hacia el Oeste, o bien volver para atras y dirigirse al Este. Al fin optaron por continuar en direccion al Oeste.
Reanudaron la navegacion sin alejarse de la costa y pronto salieron del golfo. La orilla meridional continuaba siendo de una uniformidad abrumadora. Despues de dos semanas, pasadas entre el reino vegetal y animal del jurasico, nuestros viajeros se habian acostumbrado tanto a el que les parecia bastante monotono. Hubieran querido ahora adentrarse mas al Sur, con la esperanza de encontrar una flora y una fauna todavia mas antiguas, vivir nuevas aventuras y recoger nuevas impresiones.
Pero el camino del Sur estaba cortado por el desierto y la navegacion hacia el Oeste o el Este no les prometia mas que el mismo cuadro del periodo jurasico. Y todos empezaron a pensar en la vuelta hacia el Norte.
En la orilla advirtieron varias veces hormigas, llegando a la conclusion de que aquellos insectos hallabanse extendidos por toda la costa meridional del mar de los Reptiles y eran, efectivamente, los reyes de la naturaleza jurasica.
— Menos mal que duermen una parte del tiempo — observo Papochkin-. De lo contrario, no nos dejarian ni respirar.
— Si; estos bichos son peores que los tigres macairodos y los reptiles carniceros — confirmo Maksheiev-. Ni los unos ni los otros nos han causado la centesima parte de los contratiempos que debemos a las hormigas.
Durmieron sobre la playa. Luego decidieron que aun navegarian una jornada hacia el Oeste y se volverian para atras si no lograban adentrarse mas al Sur.
Aquella ultima jornada les trajo el cambio tan ansiado. Pronto empezo a torcer considerablemente la costa hacia el Sur, conservando el mismo caracter. Al cabo de unas horas de navegacion se vio que el muro verde del bosque iba a terminar pronto, dando paso a los acantilados.
— ?Otra vez la meseta del desierto negro! — exclamo, con una nota de desencanto en la voz, Kashtanov, que examinaba la region a traves de los prismaticos.
Sin embargo, cuando llegaron al lindero del bosque, los viajeros se dieron cuenta de que les separaba de los acantilados una vasta bahia, al fondo de la cual se abria un verde valle. En ultimo plano alzabase un grupo de altas montanas conicas oscuras.
— ?Otra vez los volcanes! ?Y ahora muy cerca de la orilla del mar! — exclamo Gromeko.
Las embarcaciones se dirigieron hacia la orilla meridional del golfo, hacia la desembocadura del valle, donde se extendia una playa lisa de arena.
Por el valle fluia un arroyo bastante grande, enmarcado de arboles, arbustos y pequenos prados. La tienda fue montada en la playa. En los prados que habia cerca del arroyo se encontraban escarabajos, libelulas y moscas; veianse igualmente huellas de iguanodones y de reptiles volantes, pero no habia hormigas.
Despues del almuerzo, los exploradores se dirigieron hacia los volcanes pero, por precaucion, escondieron las lanchas, la tienda y los objetos superfluos en la espesura, colgando incluso algunos de ellos de los arboles. General participaba tambien en la excursion.
Remontaron el valle por la margen del rio. Los sotos de las orillas no eran muy tupidos y los iguanodones habian trazado en ellos senderos. En los acantilados de las dos vertientes descubrio Kashtanov minerales que habian encontrado mucho mas al Norte, en el rio Maksheiev: olivina con vetas de hierro y de niquel. Pero las vetas se convertian aqui frecuentemente en nidos compactos de metal de medio metro a un metro de diametro.
— ?Que esplendido material para la produccion de acero! — lanzo el ingeniero, deteniendose sorprendido y admirado delante de un alto muro vertical, donde abundaban los nidos grandes y pequenos de metal que lanzaban un brillo mate bajo los rayos de Pluton. Contemplaba aquella pared con la misma mirada avida que un nino contempla un bollo de pasas.
— ?Vaya una fabrica gigantesca que se podria instalar aqui! — decia con sentimiento.
— ?A pesar de las hormigas? — pregunto Kashtanov con una sonrisa.
— ?A pesar de todo! ?Acaso no serian capaces los hombres de exterminar a estos odiosos insectos si se tratase de explotar semejantes riquezas? Un canon y unas decenas de granadas bastarian para acabar con todos los hormigueros de esta orilla y sus habitantes.
Sobre el valle verde pasaban de vez en cuando gruesos pterodactilos buscando una presa. Sus nidos debian estar cerca de alli, en las rocas inaccesibles. No se atrevian a atacar a los hombres, pero cuando General se adelantaba demasiado do a los viajeros o quedaba rezagado de ellos, algun reptil se ponia a girar en el aire, esperando un momento oportuno para atacarle. Gromeko disparo dos veces contra uno de los reptiles y le derribo a la segunda. El animal herido quedo aleteando en la copa de un gran helecho.
Se encontraron con un grupo de iguanodones, que descansaban en un pequeno prado, al pie de las rocas, pero aplazaron la caza hasta la vuelta para no ir cargados con la carne.
Despues de tres horas de marcha sin incidente, llegaron a un sitio donde el valle torcia bruscamente hacia el Oeste. A la derecha se alzaba la vertiente de los contrafuertes del grupo de volcanes. El camino se hacia mas dificil: habia que andar a cada momento por la lava y trepar a los negros bloques que formaba.
Los exploradores eligieron para descansar una pequena pradera con unas cuantas colas de caballo secas: para la hoguera, y dejaron alli los viveres y los objetos superfluos a fin de visitar la region sin carga inutil.
