que podrian hacer despues del almuerzo.

— Irnos muy lejos no podemos — observo Gromeko —, sobre todo porque no hay manera de dejar el pescado bajo la guardia de General.

— Naturalmente — aprobo Maksheiev-. Por muy fiel que sea, no creo que resistiese a la tentacion de hartarse de pescado seco que le recordase su patria.

— Entonces, vamos a seguir pescando y haremos una buena provision para nosotros y para el perro.

Quien sabe si encontraremos pronto un sitio donde abunden tanto los peces? Porque le confieso que esta carne de reptil no me gusta. La como con aprension, procurando pensar que es esturion y no un pariente de las ranas y los lagartos.

En este momento empezaba a hervir la sopa y Gromeko se dirigio hacia las mantas en busca de un poco de pulpa de palmera que anadirle.

— ?Mire usted hacia el Oeste! — grito a Maksheiev, que se habia quedado junto a la hoguera detras de la tienda.

Maksheiev fine corriendo a la playa.

Del Oeste llegaban, siguiendo la orilla del mar, unos monstruos cuyos flancos rayados los hacian reconocer facilmente por brontosaurios.

Avanzaban lentamente, arrancando las hojas tiernas de las cimas de las palmeras y los helechos y deteniendose a veces junto a algun arbol que les parecia mas sabroso.

— ?Que hariamos a su entender? — pregunto Gromeko-. Sabemos que estos monstruos son miedosos y no nos atacaran los primeros. Pero si les dejamos acercarse, nos van a aplastar y a pisotear el pescado y la tienda.

— Habra que disparar — dijo Maksheiev-. Primero con perdigones y, si no da resultado, con bala explosiva.

Echaronse las escopetas a la cara, apuntaron a los monstruos y cuatro disparos repercutieron sordamente sobre la orilla.

Este ruido inesperado y los perdigones que les cayeron encima espantaron a los animales. Pero, en vez de dar media vuelta, los pesados colosos se lanzaron al agua y echaron a correr a lo largo de la orilla a escasa distancia del campamento, levantando olas y surtidores de salpicaduras.

En unos instantes, los desdichados cazadores quedaron empapados de pies a cabeza. mientras trataban de retener la barca para que no se la llevaran los remolinos. Una ola derribo la pertiga que sujetaba la cuerda con el pescado puesto a secar y otra empapo la manta

donde estaba la pulpa de palmera. La cuerda de los peces cayo a la arena y la pulpa de palmera se mojo.

— ?Malditos sean! — juro Maksheiev sacudiendose despues de la ducha-. ?Por fin han conseguido hacernos una jugarreta!

— Ya tenemos en que entretenernos le consolo Gromeko-. No sabiamos que hacer despues del almuerzo y nos han dado trabajo. Tendremos que volver, a limpiar todo el pescado y lavar la pulpa en el rio antes de ponerla de nuevo a secar.

— Pero antes tendremos que empezar por secarnos nosotros. Y, entretanto, la sopa ha debido consumirse toda.

Despues de describir un semicirculo por el agua, los brontosuarios volvieron a salir a la orilla mas al Este de la desembocadura del rio y siguieron corriendo por la playa.

— Se conoce que tambien ellos han recibido lo suyo. No hay mas que ver el paso que llevan. Los perdigones les han pegado en todo el hocico — exultaba Maksheiev, desnudandose delante de la tienda mientras Gromeko quitaba del fuego el caldero de la sopa.

Despues de colgar su ropa para que se secara y de volver a colocar la pertiga con la cuerda como estaba, los viajeros se pusieron a comer en el traje de Adan. General, que desde por la manana se estaba hartando de cabezas y despojos de pescado, tendiose en la arena y se quedo traspuesto. Ni el ni los hombres; ocupados de su almuerzo, vieron que desembocaban del bosque, cerca de la tienda, seis hormigas una tras otra: se detuvieron, examinaron los contornos y volvieron a ocultarse silenciosamente entre la maleza.

Terminada la comida, Maksheiev y Gromeko se tendieron en la tienda para fumar una pipa antes de ponerse a limpiar de arena el pescado.

General se puso subitamente a grunir y, erguido de un salto; lanzo furiosos ladridos. Maksheiev y Gromeko salieron corriendo de la tienda y vieron que su campamento estaba rodeado por las hormigas. Una columna les habia cortado la retirada hacia la desembocadura del rio y la otra avanzaba desde el lado contrario hacia la cuerda de los peces y las mantas de pulpa de palmera.

— ?Y tenemos las escopetas descargadas! — rugio Gromeko lanzandose hacia la cartuchera.

— ?Con postas! — grito Maksheiev, cargando precipitadamente su escopeta-. Usted dispare contra las de la derecha y yo contra las de la izquierda.

La columna de la derecha habia caido ya sobre el pescado que arrancaba de la cuerda y la columna de la izquierda se hallaba a unos veinte pasos de la tienda, cuando resonaron los primeros disparos. Las detonaciones, el humo, la caida de las hormigas heridas sembraron el desconcierto entre las demas, y las primeras se detuvieron indecisas. Pero, como las de detras empujaban, atraidas por el olor del pescado, la columna volvio a ponerse en marcha. De pie a la entrada de la tienda, donde General, erizado, se habia refugiado ladrando, los cazadores volvian a cargar las escopetas para disparar otra salva y luego, con los cuchillos y las culatas, entablar un cuerpo a cuerpo con los adversarios, que avanzaban desde todas partes. Pero, en vista de la desigualdad de, fuerzas, la lucha parecia desesperada.

Repentinamente, dos disparos consecutivos fueron hechos contra las ultimas filas de hormigas desde los arbustos de la desembocadura del rio y Kashtanov surgio, de ellos con un punado de lena seca encendida en la mano. Agitando de derecha a izquierda su antorcha, lanzose sobre la banda de insectos, que huyeron en todas direcciones.

Maksheiev y Gromeko, por su parte, corrieron a la hoguera y se pusieron a lanzar tizones contra las hormigas. El procedimiento surtio efecto: la primera columna fue diseminada y huyo vergonzosamente hacia los matorrales abandonando muertos, heridos y quemados sobre el campo de batalla.

Habiendo terminado con esta columna, los tres exploradores, seguidos de General, — que setiase mas valiente ya, atacaron con los cuchillos y antorchas a los insectos que devoraban el pescado. Algunos expiaron su voracidad, otros pudieron huir con peces o trozos de pulpa de palmera mojada entre las mandibulas. Dos se llevaban a rastras una manta, pero fueron alcanzados y muertos. General remataba a los heridos mordiendoles el cuello.

Cuando los ultimos fugitivos se ocultaron en el bosque, los exploradores pudieron descansar un poco y contar sus trofeos y sus perdidas. Cuarenta y cinco hormigas habian quedado muertas o heridas.

De los cincuenta peces no quedaban en la cuerda mas que quince; unos cuantos mas, que las hormigas habian perdido sin duda durante su fuga, fueron recogidos junto al lindero del bosque. Mas de la mitad de la pulpa de palmera habia sido devorada o rebozada en la arena. Gromeko tenia una ligera mordedura en un brazo y Kashtanov en un pie, pero el grueso cuero de la bota no habia cedido, preservandole asi del acido formico.

— ?Que oportuna ha sido su llegada! — dijo Maksheiev cuando, despues de haber examinado el campo de batalla, los tres se sentaron delante de la tienda-. Sin su auxilio y su ocurrencia de la antorcha, no habriamos podido vencer a esa bandada y nos hubiera matado a mordiscos.

— ?Y donde ha dejado usted a Papochkin? — pregunto Gromeko.

— ?Es verdad! El ardor de la batalla me ha hecho olvidar que le traiga tendido en la barca.

— ?Tendido? Por que? ?Le ha ocurrido algo? ?Vive? — Los companeros de Kashtanov le asediaban ahora a preguntas, comprendiendo la razon de su regreso tan rapido.

— ?Vive, vive! Es que nosotros tambien hemos tenido un encuentro con las hormigas y a Papochkin le han dado tal mordisco en una pierna que se ha quedado invalido. Ayudenme a traerle a la tienda.

— ?Un — momento! Dejenos vestirnos — dijo Gromeko advirtiendo solo entonces que tanto el como Maksheiev continuaban desnudos.

— Es cierto. ?Por que andan ustedes de esta guisa? ?Estaban banandose cuando las hormigas han atacado el campamento? — pregunto riendo Kashtanov.

— No. Han sido otra vez los brontosaurios los que nos han duchado — contesto Maksheiev y, mientras se

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