vestia, le conto como habia ocurrido la cosa.
Maksheiev y Gromeko endosaron rapidamente su ropa y acompanaron a Kashtanov hasta el rio, donde habia dejado a Papochkin en la barca para lanzarse contra las hormigas. Papochkin dormia tan profundamente que no habia oido las detonaciones ni los gritos y solo se desperto cuando sus companeros le levantaron por las piernas y los brazos para llevarle a la tienda.
Cuando Papochkin estuvo acostado, los viajeros pusieron a secar el resto del pescado y arrojaron al mar los cadaveres de las hormigas. Solo despues de tan desagradable ocupacion refirio Kashtanov, mientras se comia el resto de la sopa, las aventuras de la excursion fallida.
Como se podia temer que las hormigas, habiendo sido dos veces victimas de los visitantes indeseables, volviesen en gran numero para vengar su derrota, surgio la cuestion de lo que debian hacer en adelante. Papochkin y Gromeko aconsejaban reanudar inmediatamente la navegacion para alejarse todo lo posible del hormiguero. Pero Kashtanov queria proseguir la excursion rio arriba interrumpida a causa de las hormigas, ya que asi era posible penetrar en el interior del misterioso desierto negro; Maksheiev apoyaba este plan. Para llevarlo a cabo habia que terminar de una manera o de otra con aquellos perfidos insectos, cuya existencia constituia un peligro constante para la excursion. Por eso decidieron aguardar el final de la jornada y acercarse entonces al hormiguero e incendiarlo aprovechando el sueno de los insectos. Si la empresa tenia buen exito, quedaba libre el camino para remontar el rio y era posible hacer la excursion los cuatro en las dos lanchas, dejando la balsa y la impedimenta superflua en la espesura de la orilla del mar.
EL INCENDIO DEL SEGUNDO HORMIGUERO
Despues de haber descansado bien, Kashtanov y Maksheiev embarcaron en una de las lanchas, llevandose las escopetas, un hacha y unas brazadas de ramiza. Papochkin no podia moverse aun y a Gromeko le dolia el brazo de la mordedura. Por eso, se quedaron los dos a cuidar de la tienda. Los viajeros atravesaron rapidamente los lugares ya conocidos. Dejaron atras los restos de la barrera levantada por las hormigas: algunos troncos humeaban todavia y se veia negrear los cadaveres de los insectos. Luego llegaron al calvero y, disimulados entre los matorrales, inspeccionaron los alrededores del hormiguero para evitar algun encuentro inesperado con los enemigos. Pero no se veia nada. Los insectos debian descansar en el interior de su fortaleza. Remontaron todavia un poco el rio hasta el antiguo puente, donde un sendero trazado por las hormigas conducia hasta su habitacion.
Y vieron que las hormigas habian construido ya un puente nuevo.
Los exploradores ataron la lancha a unos arbustos poco mas abajo del puente, echaronse las brazadas de ramiza al hombro, tomaron las escopetas, cargadas por si acaso con postas, y se encaminaron hacia el hormiguero. Antes de llegar a el se acurrucaron entre unos arbustos cerca del sendero para observar algun tiempo todavia y convencerse de que nadie iba a obstaculizar el cumplimiento de su plan.
Todo estaba en calma y podian poner manos a la obra. Depositaron en cada una de las entradas principales una brazada de ramiza y echaron encima troncos finos, todavia mas secos, tomados del propio hormiguero.
Luego prendieron fuego a la hoguera de la entrada Oeste, la mas lejana, y se precipitaron el uno hacia la entrada Norte y el otro hacia la entrada Sur para incendiarlas y luego reunirse en la entrada Este, donde, terminada su labor, podian correr hacia la lancha en caso de necesidad.
Mientras encendia la hoguera de la entrada Norte, Kashtanov advirtio en las profundidades de la galeria a una hormiga que corria hacia el fuego. Kashtanov se oculto detras esperando que el insecto saldria y podria matar a aquel centinela antes de que hubiese dado la alarma. Pero la hormiga examino la hoguera, intento dispersarla y volvio corriendo al interior, sin duda en busca de refuerzos. Estaba dada la alarma, y habia que correr hacia la ultima entrada.
Maksheiev se encontraba alli ya, encendiendo a toda prisa la hoguera. Acogio a su companero con estas palabras:
— ?Pronto, pronto! Hay que escapar en la lancha.
Echaron a correr a toda velocidad; sin embargo, se detuvieron en el sendero para lanzar una mirada hacia atras. Una enorme llama escapaba ya de la entrada Este. Por la parte Norte, el hormigueo ardia tambien ya en diversos lugares y un humo espeso salia de muchos orificios superiores. Pero en la parte Sur, donde Maksheiev se habia dado prisa al ver a los insectos alarmados, el fuego habia prendido mal y de todos los orificios superiores de aquella parte huian las hormigas. Unas transportaban los huevos o las larvas, descendiendo con ellos y llevandolos aparte; otras iban y venian azoradas, corrian hacia el fuego o los orificios humeantes, caian abrasadas o asfixiadas.
— ?Mal ha salido la empresa! — observo Kashtanov-. Parte de las hormigas podra salvarse, andara errando por la region sin cobijo y nos atacara. Tendremos que marcharnos de aqui, y manana mismo.
— ?Y ahora tambien tenemos que largarnos! — grito Maksheiev, senalando una columna de insectos que corria por el sendero camino del puente.
— ?Se les habra ocurrido ir a buscar agua para apagar el incendio? — dijo en broma Kashtanov, que se habia lanzado a correr junto a su companero.
Indudablemente, las hormigas habian descubierto a los incendiarios y los perseguian. Corrian mas de prisa que los hombres, y la distancia que les separaba iba disminuyendo.
— No puedo mas: me va a estallar el corazon — pronuncio Kashtanov sin aliento, ya que ni los anos ni el genero de vida le permitian rivalizar mucho tiempo con Maksheiev.
— Pues vamos a detenernos y disparamos contra ellas — propuso el otro.
Recobraron el aliento, dejando acercarse a las hormigas hasta una distancia de cincuenta pasos, y entonces dispararon. Las que iban en cabeza cayeron y las demas se detuvieron. Era lo menos una decena pero, ademas, un segundo grupa las seguia a escasa distancia.
En un ultimo esfuerzo, los perseguidos llegaron hasta el puente cuando el segundo grupo alcanzaba el campo de batalla.
— ?Demonios! ?Donde ha ido a parar nuestra barca? — exclamo Maksheiev, que habia alcanzado el primero la orilla.
— ?Pero no esta?
— No. Ha desaparecido sin dejar rastro.
— ?Es aqui donde la habiamos atado?
— Aqui; me acuerdo muy bien del sitio… Ademas, mire usted la cuerda, colgando todavia de este arbusto.
— ?Quien ha podido desatar la lancha y llevarsela?
— Quiza se haya desatado sola y bogue ahora rio abajo.
— ?No se la habran llevado las hormigas?
— ?Que hacemos?
— De momento, vamos a atravesar el puente y a destruirlo — propuso Kashtanov-. Por lo menos, el rio nos separara de las hormigas.
Sin perdida de tiempo cruzaron a la otra orilla por el puente, que cedia bajo su pego. Los perseguidores estaban ya a un centenar de pasas del rio.
— Vamos a tirar de los troncos hacia aqui, porque las hormigas son capaces devolverlos a pescar — dijo Maksheiev.
Un minuto despues, cuando los primeros insectos acudieron corriendo a la orilla, los dos troncos yacian ya a los pies de los exploradores. El rio, profundo, les separaba de las hormigas, que se habian detenido indecisas. Eran unas veinte, pero por el sendero se veian nuevos, refuerzos que venian presurosos en su auxilio. Detras, en medio del calvero, el hormiguero ardia igual que una inmensa hoguera. Las llamas subian muy altas, y remolinos de humo negro ascendian en el aire quieto formando una columna negra que alcanzaba enorme altura.
— ?Cualquiera diria la erupcion de un volcan! — observo Malcsheiev riendo-. De todas formas, bien les hemos hecho pagar sus fechorias.