— ?Tiene usted razon! Y ahi esta el hormiguero de esos malditos insectos — exclamo Papochkin senalando hacia el Oeste.

En aquella direccion se levantaba un enorme hormiguero exactamente igual al que habian destruido los viajeros.

Arrojar al agua los troncos secos y ligeros de las colas de caballo fue cosa de unos instantes, despues de lo cual los viajeros regresaron a la lancha con el fin de proseguir el viaje. Para gran sorpresa suya encontraron ya un intruso en la barca: una hormiga estaba husmeando en su equipaje mientras otra permanecia en la orilla.

— ?Pero si ya estan aqui estos demonios! ?Y hemos dejado las escopetas en las lanchas!

— Coja usted el cuchillo, y vamos a atacar primero a la que esta en la orilla, yo por delante y usted por detras.

Corrieron hacia la hormiga que, al ver a sus adversarios, se puso en guardia respaldandose en un arbusto. Mientras Kashtanov la distraia amenazandola con el cuchillo, Papochkin se inclino por encima del arbusto y partio al insecto en dos.

Pero el zoologo no habia visto a la hormiga de la barca saltar rapidamente a la orilla. Acercandose por detras le mordio en una pantorrilla, arrancandole un grito de dolor y de sorpresa.

Kashtanov corrio en su auxilio y mato tambien al otro insecto, pero le costo trabajo liberar a su companero: tuvo que cortar la cabeza de la hormiga en varios pedazos.

La mordedura, hecha por el insecto a traves del grueso calcetin de lana, no era profunda, pero el veneno hacia rapidamente efecto y el entumecimiento y la hinchazon empezaban a manifestarse en la pierna.

— Sientese usted en el suelo mientras traigo el amoniaco y las vendas del botiquin — dijo Kashtanov.

— No, Ayudeme a bajar a la barca. Mire lo que viene por detras.

Atravesando el calvero, acudian rapidamente a ellos unas veinte hormigas; si continuaban alli unos instantes, tendrian que entablar un combate desigual. Kashtanov agarro por debajo de los brazos al zoologo, que arrastraba la pierna, le ayudo a bajar la pendiente y meterse en la lancha, a la que luego salto el, y se alejaron de la orilla justo en el momento en que llegaban leas hormigas.

No habia ni que pensar en proseguir la excursion: una de los remeros yacia en el fondo de la barca gimiendo de dolor y las hormigas inquietadas podian perseguir a la barca, que avanzaba con excesiva lentitud en contra de la corriente, impidiendole atracar a la orilla. Por eso, sin mas reflexiones, Kashtanov volvio la barca en el sentido de la corriente y empuno los remos. Procuraba mantenerse en el centro del rio para evitar el ataque de los insectos. Papochkin se descalzo a duras penas la pierna herida y saco el amoniaco y las vendas. La pierna estaba ya hinchada, roja, y cada movimiento le producia un fuerte dolor.

Media hora mas tarde, la lancha habia llegado al borde del bosque que enmarcaba el calvero por el Norte y lo separaba del mar. No se veia a los enemigos, y Kashtanov hizo alto para instalar mejor al herido. Extendio los impermeables en el fondo de la barca y acosto a Papochkin sobre ellos; luego busco una camisa de repuesto y, habiendola mojado en el yagua fresca, la aplico como compresa en el sitio de la mordedura. Asi se calmo un poco el dolor y el zoologo se quedo traspuesto. Despues de descansar un poco, Kashtanov reanudo su camino.

Antes del comienzo de la boveda de verdura, el rio hacia un pequeno recodo. Cuando la lancha lo doblo, Kashtanov vio delante de el un espectaculo que le hizo estremecerse. Remando rapidamente empujo la barca hacia la orilla, donde se aferro a los arbustos para inmovilizarla y ocultarla a los ojos de los enemigos.

Las hormigas estaban cerca: varias decenas se afanaban en la margen izquierda, donde empezaba el corredor. Cortaban con las mandibulas los troncos de las colas de caballo que crecian cerca del agua y los lanzaban luego al rio para hacer una barrera que no pudiese trasponer la lancha. Estaba bien claro que querian cortar la retirada hacia el mar a sus enemigos bipedos. La situacion se hacia desesperada: Kashtanov y el zoologo herido no se hallaban en condiciones de superar el obstaculo defendido por numerosos insectos. «Una sola mordedura que me hicieran en esa lucha desigual — penso Kashtanov bastaria para dejarme fuera de combate lo mismo que a Papochkin».

«?Dar media vuelta y remontar el rio? Pero tambien alli pueden atacarnos las hormigas tarde, o temprano. De todas formas, el rio sigue siendo el unico camino para huir de sus dominios. Hay que pasar a toda costa. Quiza las espanten unos cuantos disparos; pero, ?y si no se asustan? Matarlas a todas es imposible. Se ocultaran en el bosque y, cuando empiece a destruir la barrera, nos atacaran por bandadas», pensaba Kashtanov.

La situacion llegaba a ser desesperada, cuando se le ocurrio de pronto a Kashtanov una idea que parecia prometer la victoria, siempre que se la ejecutase inmediatamente. Dedicadas por entero a su trabajo, las hormigas no habian advertido la lancha, acogida a los arbustos de la orilla: Por eso, evitando los movimientos bruscos, Kashtanov retrocedio poco a poco rio arriba, aferrandose a los matorrales, para volver detras del recodo del rio, donde la margen le ocultaba enteramente a los insectos. Alli comenzaba el bosque en el que habia abundancia de troncos secos de colas de caballo y de ramitas en general. Kashtanov atraco, ato la lancha donde dormia el zoologo, echo al rio unos cuantos gruesos troncos, los sujeto rapidamente con tallos flexibles de los matorrales y luego levanto sobre esta balsa un enorme monton de ramas, tallos y troncos secos, entremezclandolos con ramas verdes de colas de caballo y tallos de juncos.

Una vez hecho el monton, Kashtanov volvio a la lancha y dejo que siguiera la corriente mientras empujaba por delante la balsa, sujeta a una larga pertiga, que los ocultaba enteramente a la vista de los enemigos. Pasado el recodo, el rio fluia en linea recta hacia el lugar donde las hormigas estaban levantando la barrera, que se encontraba unos, cien metros de alli. Kashtanov atrajo la balsa, prendio fuego al monton de lena y siguio descendiendo el rio con la balsa por delante. El fuego se incrementaba, apoderandose de la madera seca, mientras leas ramas verdes, colocadas en capas entremedias, daban un intenso humo negro.

Cuando la embarcacion y la balsa estuvieron a un centenar de pasos del obstaculo, Kashtanov dejo que la balsa siguiera la corriente mientras el empuno la pertiga para inmovilizar la lancha en el centro del rio. La hoguera gigantesca se dirigio hacia el obstaculo, donde se detuvo, envolviendo en torbellinos de humo lacre y alcanzando con sus llamas a los insectos que alli se afanaban. Parte de las hormigas cayo al agua, unas quemadas y otras asfixiadas, en tanto las demas.huyeron a la orilla y se agruparon alli, sorprendidas por el insolito espectaculo. Entonces, Kashtanov cargo la escopeta con perdigones y se puso a disparar contra las hormigas conforme iba acercandose. Los estallidos de aquel fuego terrible, nunca visto, las llamas, los remolinos de humo, los disparos constantes que diezmaban a los insectos produjeran en ellos tan profunda impresion, que los que estaban indemnes o ligeramente heridos huyeron a toda velocidad. El fuego de la balsa se comunico a la barrera; hecha en parte de troncos secos y, mientras restallaban los disparos, se apodero de toda la parte central.

Una vez convencido de que el enemigo habia huido, Kashtanov atraco al lado mismo del incendio, remato a cuchilladas a las hormigas heridas y se puso a destruir la barrera, arrojando al agua los troncos secos que ardian y los troncos verdes humeantes. Al cabo de un cuarto de hora habia desaparecido el obstaculo y la balsa continuaba rio abajo con los restos de la hoguera. La seguia, sin intentar adelantarsele, la lancha del hombre que, con su ingenio, habia vencido a sus numerosos e inteligentes enemigos.

En aquel pasillo de vegetacion, rio abajo, la barca avanzaba mas rapidamente, y un claro dejo entrever ya al poco tiempo la superficie azul del mar.

Cerca de la desembocadura del rio, Kashtanov escucho unos disparos, ladridos de General y gritos de sus companeros. Remo con mayor energia y, a los pocos minutos, atracaba para lanzarse con la escopeta en la mano hacia el campamento.

Capitulo XLIII

LA BATALLA CONTRA LAS HORMIGAS

Cuando sus companeros se marcharon, Maksheiev y Gromeko se pusieron a pescar en la desembocadura del rio, con tan buen exito que, al cabo de una hora, uno de ellos tuvo que dedicarse a limpiar los peces y ponerlos a secar en unas cuerdas tendidas a este efecto.

Mientras Maksheiev continuaba la pesca, el botanico recorrio el lindero del bosque recogiendo plantas y descubrio una palmera de azucar que quiso aprovechar. La derribaron entre los dos, la tajaron a todo lo largo y extrajeron la medula comestible, extendiendola luego sobre unas mantas para que se secase.

Terminada esta labor, pusieron a la lumbre un caldero con sopa de pescado y se sentaron a tratar de lo

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