– ?Sandra?
– Dijiste que el ya te llamo.
– Si -contesto Grace.
– Te aconsejo que esperes a que vuelva a llamarte.
– No quiero tus consejos, Sandra. Quiero saber que te dijo.
– Creo que deberias dejarlo.
– ?Dejar que?
– ?Hablas por un movil? -pregunto Sandra.
– Si.
– ?Donde estas?
– En una gasolinera de Connecticut.
– ?Por que?
– Sandra, quiero que me escuches. -Se produjo una rafaga de estatica. Grace espero a que pasara. Acabo de llenar el deposito y saco el recibo-. Eres la ultima persona que hablo con mi marido antes de su desaparicion. Y me mentiste al respecto. Insistes en no contarme que te dijo. ?Por que habria de contarte yo nada a ti?
– Tienes razon, Grace. Y ahora escuchame tu a mi. Voy a decirte una ultima cosa antes de colgar: vete a casa y ocupate de tus hijos.
La linea se corto. Grace ya estaba otra vez en el coche. Pulso el boton de rellamada y pidio que le pasaran con la linea de Sandra. No lo cogio nadie. Volvio a intentarlo. Tampoco. ?Y ahora que? ?Se presentaba otra vez en el bufete?
Salio de la gasolinera. Tras recorrer un par de kilometros, vio un cartel donde se leia residencia geriatrica asistida starshine. Grace no sabia muy bien que esperaba ver. Una de esas residencias de ancianos de su juventud, supuso, esos edificios de una planta de obra vista, la forma mas pura de lo «esencial por encima del estilo», que, por alguna retorcida razon, le recordaba a las escuelas primarias. La vida, lamentablemente, era ciclica. Se empieza en uno de esos sencillos edificios de obra vista y se acaba en otro. Una vuelta, otra y otra mas.
Pero la residencia geriatrica asistida Starshine era un hotel de tres plantas que imitaba la arquitectura victoriana. Tenia las torrecillas, los porches y el amarillo intenso de las mansiones de antano, todo ello mezclado con un espantoso revestimiento de aluminio. El jardin estaba cuidado hasta el exceso, tanto que parecia de plastico. El sitio procuraba ofrecer una apariencia alegre, pero el esfuerzo se notaba demasiado. El resultado final recordo a Grace al Epcot Center de Disneylandia: una reproduccion divertida pero que nunca se confundiria con la realidad.
En el porche habia una anciana sentada en una mecedora. Leia el periodico. Saludo a Grace, y ella le contesto. Tambien el vestibulo pretendia transportar la memoria a un hotel de una era pasada. Contenia oleos con marcos chillones semejantes a esos cuadros de los remates de los Holiday Inn, donde todo se vende por 19,99 dolares. Saltaba a la vista que eran reproducciones de clasicos, aunque uno no conociese
El vestibulo estaba sorprendentemente concurrido. Habia ancianos, claro, muchos, en diversos estados de deterioro. Algunos caminaban sin ayuda, otros arrastraban los pies; algunos llevaban baston, otros andadores; algunos iban en sillas de ruedas. Muchos parecian rebosantes de vida; unos pocos dormitaban.
Aunque el vestibulo estaba limpio y era alegre, se percibia -Grace se odio por pensar asi- ese olor a viejo, el olor de un sofa mohoso. Intentaban disimularlo con el aroma a cerezas de un ambientador, que recordaba a Grace esos arboles que cuelgan de los taxis, pero algunos olores son imposibles de ocultar.
La unica persona joven de la sala -una mujer de veintitantos anos- estaba sentada detras de un escritorio que tambien intentaba recrear el pasado pero parecia recien comprado en Bombay Company. Sonrio a Grace.
– Buenos dias. Soy Lindsey Barclay.
Grace reconocio la voz del telefono.
– Vengo a ver al senor Dodd.
– Bobby esta en su habitacion. En la segunda planta, la habitacion doscientos once. Ya la acompano.
Se levanto. Lindsey era bonita de una manera que solo lo son las jovenes, con ese entusiasmo y esa sonrisa que son patrimonio exclusivo de los inocentes o los captadores de las sectas.
– ?Le importa subir por la escalera? -pregunto.
– En absoluto.
Muchos residentes se detuvieron a saludar. Lindsey tuvo tiempo para todos, devolviendo cada saludo con alegria, aunque Grace, con su natural cinismo, no pudo menos que preguntarse si todo eso no seria una escenificacion para la visita. No obstante, Lindsey los conocia a todos por sus nombres. Siempre tenia algo que decir, algo personal, y daba la impresion de que los residentes lo agradecian.
– Parece que la mayoria son mujeres -advirtio Grace.
– Cuando estudiaba, decian que la proporcion nacional en las residencias geriatricas asistidas era de cinco mujeres por cada hombre.
– Vaya.
– Si. Bobby, en broma, dice que ha esperado toda su vida para una proporcion asi.
Grace sonrio.
Lindsey hizo un gesto para quitarle importancia.
– Si, pero todo eso no es mas que pura palabreria. Su mujer, la llama «su Maudie», murio hace treinta anos. Y creo que desde entonces no ha vuelto siquiera a mirar a otra.
Despues de eso callaron. El pasillo era de color verde bosque y rosado, y las paredes presentaban la decoracion habitual: grabados de Rockwell, perros jugando al poquer, fotos en blanco y negro de peliculas antiguas como
– En Starshine tenemos varios barrios -explico Lindsey-. A esta clase de pasillos los llamamos asi: barrios. Cada uno tiene un tema distinto. En el que estamos ahora se llama Nostalgia. Creemos que a los residentes los reconforta.
Se detuvieron ante una puerta. Una placa a la derecha rezaba: B. Dodd. Llamo a la puerta.
– ?Bobby?
Silencio. De todos modos, abrio la puerta. Entraron en una habitacion pequena pero comoda. Habia una cocina americana minuscula a la derecha. En la mesita de centro, colocada de manera que podia verse tanto desde la puerta como desde la cama, habia una gran foto en blanco y negro de una mujer de imponente belleza que se parecia un poco a Lena Horne. La mujer debia de tener unos cuarenta anos, pero obviamente era una foto antigua.
– Esa es su Maudie.
Grace asintio, quedandose por un momento absorta en esa imagen con el marco de plata. Volvio a pensar en «su Jack». Por primera vez se permitio contemplar lo impensable: que Jack no volviera a casa. Lo habia eludido desde el momento en que oyo arrancar el monovolumen. Quiza no volveria a ver a Jack. Quiza no volveria a abrazarlo. Quiza no volveria a reirse de sus chistes malos. Quizas -una idea pertinente en un lugar asi- no envejecer con el.
– ?Esta bien?
– Si.
– Bobby debe de estar arriba con Ira, en Reminiscencia. Juegan a las cartas.
Salieron de la habitacion.
– ?Reminiscencia es otro… eh… barrio?
– No. Reminiscencia es el nombre de la tercera planta. Es para nuestros residentes con Alzheimer.
– Ah.
– Ira no reconoce a sus propios hijos; sin embargo, puede ser un dificil adversario en una partida de poquer.
Estaban otra vez en el pasillo. Grace vio unas cuantas imagenes junto a la puerta de Bobby Dodd. Se acerco a mirar con mas detenimiento. Era uno de esos casilleros que emplea la gente para exponer baratijas. Habia medallas del ejercito, una vieja pelota de beisbol, pardusca por el paso del tiempo, fotos de todas las etapas de la