futuro? ?Acaso esto es poco? ?Poco para Zargarian y Nikodimov? ?Y que prueba material podria llevarles del futuro? ?Seria acaso imprescindible ir a la biblioteca 'Lenin' -seguramente, aqui tambien existe- para hurgar en los catalogos e interesarse por la tematica de las revistas cientificas? Pero, supongamos que logre encontrar algo muy cercano a los trabajos de mis amigos cientificos, ?podria yo comprender los articulos de los hombres de ciencia de los anos ochenta si soy incapaz de entender las explicaciones de Zargarian? No, seria inutil. ?Y si aprendiera de memoria una formula? No, la olvidaria en seguida. ?Y si aparece un simbolo matematico desconocido? ?No! ?Es absurdo! ?No lograre nada!
Ensimismado en mis pensamientos, llegue a la parada de taxis. Delante de mi solo habia una persona, la que por lo visto estaba apurada, mirando intermitentemente su reloj.
– He esperado diez minutos y no ha aparecido una sola maquina -dijo-. Los autobuses son gratis y puntuales, sin embargo, estos autodirigidos son mas comodos.
– ?Como dijo? ?Autodirigido?
– Usted, seguramente, es forastero -apunto riendose-. Llamamos asi a los taxis de manejo automatico. ?Son encantadores!
El primer autodirigido aparecio por una esquina, acercandose. Temble. En esta maquina sin ruedas ni chofer, habia algo salvaje y antinatural. Venia hacia nosotros en silencio como boyando en un mar de petroleo, y lanzo cuatro patas de arana en la parada. El invisible guia abrio la puerta, la pasajera entro, pronuncio unas palabras por un microfono, el autodirigido recogio las patas y se alejo. Segui todos estos movimientos, con mirada pueril. Y me inquietaron dos preguntas: ?Que diras por el microfono? ?Y que haras caso de no tener suficiente dinero? Pense en correr, huir de la parada; pero me detuvo la presencia de otro pasajero que se acercaba. En su senalada delgadez y en sus cabellos canosos con raya, notabase cierta elegancia. Su barba, recortada con escrupulosidad, le daba un aspecto provocador y arrogante:
– Estoy apurado -dijo, mirando la plaza con impaciencia-. Parece que viene uno.
El autodirigido se detuvo.
– Con gusto le cedo mi turno -dije amable, y agregue-: No estoy apurado.
– ?Por que? Iremos juntos; si no se opone, primero lo llevare a su destino, despues seguire solo.
En sus ojos negros, brillaba algo conocido. La fisonomia de su rostro, me hacia recordar a una persona amiga: la frente deprimida y la mirada penetrante y burlesca. La barba, por lo contrario, desfiguraba su cara haciendola irreconocible. ?Sera posible que sea el?
UN ZARGARIAN ENVEJECIDO
Con curiosidad, lo mire de nuevo. Si, era mi Zargarian; pero veinte anos mas viejo. Fingi no conocerlo.
– ?Adonde va usted? -me pregunto.
Me encogi de hombros y repuse:
– Me da igual un sitio u otro. Estuve veinte anos fuera de Moscu.
– Entonces, vamos. Yo sere su guia. A proposito, ?Desea almorzar conmigo en el 'Sofia'? A decir verdad, no me gusta comer solo.
A pesar de los anos, no perdia su impetu juvenil: en el acto transformose en guia.
– No viajaremos por la calle Gorki. Todavia no la han reconstruido. Nos deslizaremos por la calle Pushkin, completamente nueva. Este es el programa.
Se sento en el autodirigido y repitio por el microfono lo que me habia dicho, agregando donde doblar y donde pararse. El taxi cerro las puertas en silencio y, tras contornear el jardin, echo a andar por la calle.
– ?Y como paga? -inquiri curioso.
– Muy facil. Solo tengo que depositar el dinero en esta alcancia -repuso senalando una ranura cerca del parabrisas.
– ?Y si no tiene cambio en los bolsillos?
– Entonces molestariamos a la maquina de cambio.
El taxi viro hacia la calle Pushkin, tan diferente a la de mi epoca como el Palacio de los Congresos a un club. Esta calle habia sido construida con veredas de dos pisos, como en las galerias comerciales, y se unian a traves de la calle por medio de puentes parabolicos. Estos puentes unian, ademas, las casas entre si, formando encima de la calle un paseo complementario.
– Este paseo fue hecho para los ciclistas. Arriba hay tambien piscinas, y plazoletas para los helicopteros.
Hacia el papel de guia concienzudamente, saboreando con fruicion mi asombro.
Nuestro coche cruzo el bulevar, atraveso la calle Chejov, transformada por completo, y nos condujo por la calle Sadovaia hacia el
La sala del restaurante sorprendia de tan solo entrar en ella: las habituales mesitas blancas con los manteles almidonados mezclabanse con figuras geometricas parecidas a tiendas tejidas con agua y luz.
– ?Que es eso? -pregunte absorto.
Zargarian se sonreia, como un mago que gozara de las reacciones futuras.
– Ahora vera. Sentemonos.
Nos sentamos en una de las habituales mesitas.
– ?No desea que lo vean o lo escuchen?
Haciendo la pregunta y sin esperar mi respuesta, levanto un angulo del mantel, toco alli algo y… la sala desaparecio. Nos separaba de ella una tienda de lluvia exenta de humedad donde se entrelazaban hilos luminosos. Nos rodeaba un silencio solemne, como en una iglesia desierta.
– ?Y se puede salir?
– Claro. Es aire sin transparencia. Se realiza gracias a un protector de luz-sonido. Nosotros utilizamos en el laboratorio un protector negro que crea una absoluta oscuridad.
– Lo se -apunte.
Ahora fue el quien se sorprendio.
Ya estaba aburrido de seguir jugando a las 'escondidas'.
– ?Es usted Zargarian? ?Ruben Zargarian? -le pregunte, seguro de no equivocarme.
– Me reconocio -afirmo riendose. ?Ni la barba me ayuda!
– ?Lo conoci por los ojos!
– ??Por los ojos?! -pregunto asombrado-. ?Pero si en las revistas y periodicos mis ojos no se distinguen bien! ?Donde me ha visto antes? ?En los documentos cientificos?
– ?Sigue usted estudiando la fisica de los biocampos? -le pregunte con cuidado.
– Si.
– Entonces no se asombre de lo que escuchara. Yo le menti al decirle que estuve veinte anos fuera de Moscu. En verdad, no he estado nunca en
– ?Ha leido mis libros? -inquirio desconfiado.
– Por supuesto que no. En nuestro mundo todavia no los ha publicado, porque alla estamos veinte anos en el pasado.
Zargarian salto de la silla.
– Un momento. Solo ahora he comprendido. ?Quiere decir que usted es de otra fase? ?Es asi?
– Exacto.
Quedo en silencio, absorto, y dio un paso atras. La mitad de su cuerpo fue cubierta por la cortina luminosa de agua. Al reaparecer, se sento de nuevo en la mesa, haciendo un gran esfuerzo por ocultar su inquietud. Su rostro empezo a brillar, y en este brillo, se insinuaba el asombro del hombre que ve por primera vez un milagro; la alegria del cientifico al notar que este milagro se realiza ante sus ojos y la suerte del cientifico al saber que es