me llenaba todo. Penetro por los poros, por los ojos, por la boca, lleno mi estomago y mis pulmones, lavo mi sangre y cambio, tal vez, su circulacion. Tenia la impresion extrana y persistente de que alguien no visible me examinaba atentamente, atravesandome todo el cuerpo, tocaba con su mirada escrutadora cada nervio y cada arteria y observaba cada celula de mi cerebro. Y no experimentaba ningun terror o dolor, dormia y no dormia, veia un sueno deforme e inconexo y, al mismo tiempo, tenia la seguridad de que no era un sueno.

Cuando finalmente recobre la conciencia, todo estaba tan claro y tranquilo como antes. Mis pestanas se levantaron con dificultad, provocandome un dolor agudo y punzante en las sienes. Ante mi se erguia un tronco rojo, liso y como pulido. ?Que es esto, un eucalipto o una palma? Quizas es un pino, cuyas ramas no logro ver: el dolor me impedia volver la cabeza. Mis manos tocaron algo duro y frio, tal vez una piedra; le empuje y rodo por el cesped. Mis ojos buscaron la verdura del parque moscovita, pero, sin explicarmelo, todo tornasolaba ocre. Y arriba, desde la ventana o desde el cielo, difundiase una luz blanca encegadora, tan encegadora que la memoria me trajo en el acto la inmensidad del desierto blanco y el brillo azul de la pared helada. Al momento lo comprendi todo.

Superando el dolor, me levante un poco y me sente. Cuando mire alrededor cai en la cuenta: el cesped marron resulto ser el linoleo; el tronco rojo, la pata de la mesa, y la piedra bajo mi mano, la camara de filmar. Ella fue posiblemente la que me golpeo en la cabeza cuando el cruzanieves se precipito hacia abajo. ?Mas, donde estara Diachuk? Le llame, pero no recibi respuesta. Zernov tampoco respondio, asi como Vano Chojeli.

En este silencio, diferente del silencio de la habitacion donde se habita y trabaja (casi siempre hay algo que hace ruido: el goteo del agua, el crujir del piso, el tic-tac del reloj o el zumbido de una mosca que entra por la ventana) resonaba solo mi voz. Lleve mi reloj de pulsera a mi oido: eran las doce y veinte minutos.

Logre levantarme y, sosteniendome contra la pared, me acerque al puesto de mando. Se encontraba vacio: de la mesa desaparecieron hasta los guantes y binoculos, y del respaldo de la silla, la cazadora de piel que pertenecia a Zernov. No se encontraba alli ni la libreta de apuntes de Zernov. Vano desaparecio tambien, asi como su cazadora y manoplas. Eche una mirada a la escotilla anterior: su vidrio exterior estaba aplastado y abollado hacia adentro. Tras el, como si no hubiera ocurrido una catastrofe, resplandecia la nieve llana y diamantina.

Pero la memoria y el dolor de cabeza me convencian de que todo habia sido real. En el espejo de a bordo vi la sangre coagulada sobre mi frente. Palpe la herida; el hueso estaba intacto: la camara habia abierto solo la piel. Entonces, pese a todo, habia ocurrido algo. ?No se encontrarian ellos cerca de aqui, en la nieve? Examine la secadora en busca de los esquies: no habia esquies. Tampoco estaba el trineo de duraluminio utilizado en los casos de emergencia. Se esfumaron todas las cazadoras y gorros, a excepcion de los mios. Abri la puerta de salida y salte sobre el hielo: este brillaba con un color azul bajo la nieve granulosa azotada por el viento. Zernov tenia razon al hablar sobre lo enigmatico que era encontrar una capa tan fina de nieve en el interior del continente polar.

Cuando mire atentamente a mi alrededor, crei comprenderlo todo. Junto a nuestra 'Jarkovchanka' se encontraba su hermana, igual de alta, igual de roja y cubierta por una ligera neviza. Seguramente esta nos habia alcanzado en el camino o, tal vez, nos habia encontrado cuando regresaba a la estacion Mirni. Ella misma fue la que nos salvo de la catastrofe. Asi fue. Nuestro cruzanieves realmente cayo a una grieta, porque yo vi la huella de la caida a diez metros de alli: un agujero negro abierto en la nieve que ocultaba la grieta. Los tripulantes del otro cruzanieves vieron quizas nuestra caida (nos atascamos, evidentemente, en algun lugar cercano a la boca de la grieta) y lograron sacarnos junto con el desgraciado aparato.

– ?Eh! ?Hay alguien en el cruzanieves? -grite, en tanto que contorneaba su parte frontal.

Ni un solo rostro asomo por ninguna de las cuatro escotillas, ni una sola voz respondio a mis gritos desaforados. Al examinar con curiosidad el cruzanieves-gemelo, quede petrificado: su vidrio frontal estaba aplastado y abollado hacia adentro. Nuestro cruzanieves tenia un rasgo caracteristico que lo distinguia de los otros: la costura de su oruga izquierda habia sido soldada de nuevo. Ahora, al observar la oruga izquierda del cruzanieves-gemelo, veia la misma soldadura. Ante mi se encontraban, no dos maquinas afines producidas en serie en una misma fabrica, sino dos maquinas-dobles, que se identificaban hasta lo absoluto. Al abrir la puerta de la 'Jarkovchanka' doble, un temor de algo terrible hizo estremecerse todo mi ser, presintiendo algo funesto.

Mis presentimientos se cumplieron. El cancel estaba vacio. No encontre en este ni los esquies, ni el trineo, halle solo mi cazadora de cuero forrada de piel colgando solitariamente en la percha. Justamente 'mi cazadora': la misma manga rota y cosida, la misma piel en la bocamanga y las dos mismas manchas de grasa en el pecho, que alguna vez hice al tomarla con las manos sucias de aceite. Entre rapido en la cabina y… tuve que apoyarme en la pared para no caer de la sorpresa… creia que mi corazon se habia detenido: en el suelo, junto a la mesa, con el mismo sueter marron y pantalon de guata… yacia 'yo'. 'Su' cara se apoyaba contra la pata de la mesa tal como se apoyo la mia; en 'su' frente se coagulaba tambien la sangre y 'su' mano agarraba, tal como lo hice yo, la camara de filmar. 'Mi' camara de filmar.

?Era esto un sueno del cual no habia despertado y que me obligaba a verme en el suelo como en una segunda vision? Me pellizque la piel de la mano para comprobar si dormia: senti dolor; por consiguiente, ya estaba despierto y no dormia, lo que significaba que me habia vuelto loco. Pero es que los libros me han ensenado que los locos nunca se dan cuenta de sus anomalias. Entonces, ?que es esto? ?una alucinacion? ?un espejismo? Toque la pared para verificarlo, pero ella no era una ilusion. Siendo asi, mi cuerpo que descansaba sin conocimiento en el suelo no era un fantasma. ?Absurdo! Recorde mis propias palabras sobre el enigma de la Reina de las Nieves. ?Sera posible que ella exista, asi como los milagros y los fantasmas-dobles, y la ciencia sea solamente un absurdo y un autoconsuelo?

?Que hacer pues? ?Correr a todo pulmon o encerrarme en el cruzanieves-doble y esperar que suceda algo que me enloquezca por completo? Me llego a la mente el proverbio: 'si lo que ves contradice las leyes de la naturaleza, el equivocado eres tu y no las leyes de la naturaleza'. Mi temor habia pasado, solo me quedo la incomprension y la ira. Entonces, sin esforzarme siquiera por tener cuidado, le pegue un puntapie al que yacia en el suelo. Este gimio y abrio los ojos. A poco se levanto sobre los codos, como lo hice yo, se sento y miro inexpresivamente a su alrededor.

– ?Donde estan los otros? -inquirio.

Yo no reconocia su voz: no era la mia, o tal vez era la mia, pero en grabacion magnetofonica. Pero este fantasma era tan identico a mi, que ?hasta pensaba en lo mismo en que yo habia pensado cuando recobre el conocimiento!

– ?Donde estan ellos? -interrogo de nuevo y grito-: ?Anatoli! ?Diachuk!

Nadie le respondio, talmente como a mi.

– ?Que ha sucedido? -quiso saber.

– No lo se -conteste.

– Crei que nuestro cruzanieves se habia caido en una grieta y que algo nos habia estremecido y lanzado contra la pared de hielo. Yo cai… despues… Pero, ?a donde se fueron?

El no me reconocia.

– ?Vano! -llamo de nuevo mientras se levantaba.

Luego impero el silencio, y todo lo que habia sucedido quince minutos atras se repetia asombrosamente igual. El llego tambaleandose hasta el puesto de mando, toco el sillon vacio del conductor, echo a andar hacia la secadora, noto alli, como yo, la ausencia de los esquies y del trineo; luego recordandose de mi, se dio la vuelta:

– ?De donde ha venido usted? -inquirio mientras me miraba con atencion y, de pronto, tapandose el rostro con la mano, dio un paso atras y exclamo-: ?No puede ser! ?Estoy durmiendo?

– Yo tambien creia eso… al principio -le dije.

Yo ya no tenia miedo.

Se sento en el divan.

– Usted… tu… perdon… ?Oh, diablo…! tu eres tan parecido a mi, que creo estar ante un espejo. ?No eres tu un fantasma?

– No. Puedes palparme y comprobarlo.

– Entonces, ?quien eres?

– Yo soy Yuri Anojin, el operador de cine y radista de la expedicion -apunte con firmeza.

El dio un brinco.

– ?No, eso no es cierto! ?El Yuri Anojin soy yo; operador y radista de la expedicion! -grito el y se sento de nuevo.

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