rumor de que alguien tuviera los ojos puestos en su cargo.

A pesar de sus nueve anos de experiencia, solo superaba en jerarquia a otros tres magistrados, por lo que la mayoria de los miembros de la judicatura estatal en cierto modo seguian considerandola una recien llegada. Sus dictamenes escritos y el historial de sus votaciones desconcertaban a liberales y a conservadores por igual. Era moderada, siempre intentaba alcanzar un consenso, no era ni una constitucionalista acerrima ni una activista judicial, sino mas o menos una saltadora de obstaculos con gran sentido practico que, segun se decia, primero decidia el resultado que creia mas justo y luego buscaba la base legal que lo sustentara. Como tal, era un miembro influyente del tribunal. Era capaz de negociar un trato entre los derechistas mas recalcitrantes, que indefectiblemente eran los cuatro de siempre, y los liberales, que solian ser dos la mayoria de los dias y ninguno el resto. Cuatro a la derecha y dos a la izquierda significaba que Sheila tenia dos colegas en el centro, aunque este tipo de analisis tan simplista habia enganado a mas de un abogado que habia intentado predecir un resultado. La mayoria de los casos que llegaban a este tribunal eran inclasificables. ?Donde quedaban las simpatias liberales o conservadoras en un divorcio renido y amargo o en una disputa por limites de propiedad entre dos companias madereras? Muchos de los casos se decidian por una votacion de nueve a cero.

El tribunal supremo estatal tiene su sede en el palacio de justicia Carroll Gartin, en el centro de J ackson, frente al capitolio estatal. Sheila aparco en su plaza reservada, bajo el edificio. Subio en ascensor, sola, hasta la cuarta planta y entro en su despacho a las nueve menos cuarto en punto. Paul, su letrado jefe, un hombre de veintiocho anos, muy directo, arrebatador, soltero y heterosexual, al que Sheila tenia mucho aprecio, entro en la oficina segundos despues de ella.

– Buenos dias -la saludo Paul.

Era moreno, llevaba el pelo largo y rizado, un pequeno diamante en la oreja y conseguia mantener a raya una perfecta barba incipiente de tres dias. Ojos castanos. A Sheila no le hubiera extranado encontrarselo anunciando trajes de Armani en alguna de las revistas de moda que tenia amontonadas por toda la casa. Paul tenia mucho mas que ver con el tiempo que se pasaba subida a la bicicleta estatica de lo que le gustaria admitir.

– Buenos dias -contesto ella, friamente, como si apenas hubiera reparado en el.

– Tienes la vista del caso Sturdivant a las nueve.

– Ya lo se -contesto Sheila, echandole un vistazo al trasero mientras cruzaba el despacho.

Vaqueros destenidos. Culo de modelo. Paul salio del despacho con los ojos de Sheila pegados a su espalda.

La secretaria de Sheila ocupo su lugar. Cerro la puerta tras ella y saco un pequeno estuche de maquillaje. Cuando la jueza McCarthy estuvo lista, la secretaria llevo a cabo los retoques con presteza. Le dio unos toquecitos al pelo -corto, casi por encima de la oreja, medio rubio rojizo, medio canoso, y diligentemente tenido dos veces al mes a cuatrocientos dolares la sesion- y luego lo rocio con laca.

– ?Que posibilidades tengo con Paul? -pregunto Sheila, con los ojos cerrados.

– Un poco joven, ?no crees?

La secretaria era mayor que su jefa y llevaba encargandose de los retoques casi nueve anos. Siguio empolvandala.

– Claro que es joven. Ahi esta la gracia.

– No se. He oido que esta liado con esa pelirroja del despacho de Albritton.

A Sheila tambien le habian llegado los rumores. La guapisima letrada recien llegada de Stanford era el objeto de admiracion de muchos, y Paul solia poder escoger.

– ?Has leido el expediente del caso Sturdivant? -pregunto Sheila, levantandose para que le pusiera la toga.

– Si.

La secretaria se la coloco con cuidado sobre los hombros.

La cremallera iba al frente. Ambas estiraron por un lado y por el otro hasta que la voluminosa toga quedo perfecta. -?Quien mato al poli? -pregunto Sheila, subiendose la cremallera con suavidad.

– No fue Sturdivant.

– Estoy de acuerdo. -Se puso delante de un espejo de entero y ambas estudiaron el resultado-. ?Se nota que he engordado? -pregunto Sheila.

– No.

La misma respuesta para la misma pregunta.

– Pues he engordado. Por eso me encantan estas togas, son capaces de esconder hasta diez kilos.

– Te encantan por otra razon, querida, y ambas lo sabemos. Eres la unica mujer entre ocho hombres y ninguno de ellos es tan duro o inteligente como tu.

– Y sexy. No olvides lo de sexy.

La secretaria se echo a reir.

– En eso no tienes competencia. Esos carcamales solo ven el sexo en suenos.

Abandonaron el despacho y salieron al pasillo, donde volvieron a encontrarse con Paul, que recito de una tirada algunos de los puntos clave del caso Sturdivant mientras bajaban en ascensor hasta la tercera planta, donde estaban las salas del tribunal. Tal abogado discutiria esto mientras que el otro seguramente discutiria aquello otro. Aqui tienes algunas preguntas para pararles los pies a ambos.

A tres manzanas del lugar donde la jueza McCarthy presidia su sala, un grupo de hombres y (dos) mujeres apasionados se habian reunido para maquinar su caida. Se hallaban en una sala de conferencias sin ventanas de un edificio anodino, uno de los muchos que se apinaban cerca del capitolio estatal, donde miles de funcionarios y miembros de grupos de presion ponian en marcha la maquinaria del estado de Mississippi.

La reunion estaba presidida por Tony Zachary y Vision Judicial. Los invitados eran los directores de otras firmas de «relaciones gubernamentales» con ideas afines, algunas con nombres tan vagos que era imposible catalogarlas: Red Independiente, Corporacion Mercantil, Junta de Comercio, Defensa Empresarial. Otros, en cambio, no dejaban lugar a dudas: Ciudadanos Opuestos a la Litigacion Tiranica (COLT), Asociacion por un Juicio Justo, Supervision de Fallos, Comite para la Reforma de la Responsabilidad Civil en Mississippi. y tampoco faltaba la vieja guardia, las asociaciones que representaban los intereses de la banca, las aseguradoras, petroleras, farmaceuticas, fabricantes, los pequenos comerciantes, la industria y lo mejor del estilo de vida americano.

En el tenebroso mundo de la manipulacion legislativa, donde las lealtades cambiaban de la noche a la manana y un amigo podia convertirse en el peor enemigo de un dia para otro, la gente reunida en aquella sala era, al menos eso creia Tony Zachary, digna de confianza.

– Senoras y senores -empezo Tony, poniendose en pie, con un cruasan a medio comer en el plato-, el motivo de esta reunion es el de informarles de que retiraremos a Sheila McCarthy del tribunal supremo estatal en noviembre y que su sustituto sera un joven juez comprometido con el desarrollo economico y la limitacion de la responsabilidad civil.

Se oyeron unos debiles aplausos. Todos los asistentes estaban sentados y lo miraban con atencion y curiosidad. Nadie sabia a ciencia cierta quien estaba detras de Vision Judicial. Zachary llevaba varios anos por la zona y se habia ganado una buena reputacion, pero no poseia un gran capital personal y su grupo no estaba afiliado a ninguna asociacion. Ademas, nunca antes habia demostrado interes en el sistema judicial civil. Esa subita pasion por cambiar las leyes de responsabilidad civil parecia haber salido de la nada.

Sin embargo, no cabia duda de que Zachary y Vision Judicial estaban bien financiados, y en aquel mundo, eso lo significaba todo.

– Contamos con la financiacion inicial y con capital asegurado para mas adelante -dijo, con orgullo-. Por descontado, vuestras aportaciones tambien seran necesarias. Tenemos un plan de campana, una estrategia y seremos nosotros, Vision Judicial, quienes llevaremos la batuta.

Mas aplausos. La coordinacion siempre era el mayor obstaculo; habia demasiados grupos, intereses y egos. Recaudar el dinero era facil, al menos para causas y con asociaciones como aquellas, pero el problema solia radicar en su empleo. El hecho de que Tony hubiera asumido el mando, aunque fuera de una manera un tanto agresiva, era una buena noticia. Los demas estaban mas que contentos de tener que preocuparse unicamente de firmar los cheques y aportar a los votantes.

– ?Y el candidato? -pregunto alguien.

Tony sonrio.

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