tres hasta la otra.
– Tu disension no cambiara absolutamente nada. El tribunal volvera a pasarte por encima con un seis a tres, incluso con un siete a dos, o tal vez con un ocho a uno. Los numeros no importan. Confirmaran la sentencia y Frankie lo que sea se quedara exactamente donde esta ahora y durante los siguientes diez anos. No seas imbecil, Sheila.
Sheila apuro el vaso de zumo y no contesto.
– No me gusta esa sonrisilla -dijo Nat. La senalo con un afilado y nervudo dedo-. Escuchame, si redactas una disension antes de las elecciones, dimito y salgo por esta puerta.
– No me amenaces.
– No estoy amenazandote, estoy haciendote una promesa. Conoces diez modos diferentes de retrasar ese caso durante cinco semanas. Mierda, podrias alargarlo hasta seis meses.
– Me voy a trabajar -dijo Sheila, poniendose en pie.
– ?No estoy bromeando! -le grito-. ?Me ire!
– Ve a buscar dinero -contesto Sheila, abriendo la puerta con brusquedad.
Tres dias despues, empezo la magistralmente orquestada avalancha. Solo un punado de personas sabia que se avecinaba.
Ni el propio Ron Fisk conocia el alcance de su campana de saturacion. Habia actuado para las camaras, se habia probado varios trajes, habia memorizado el guion, habia arrastrado a su familia y a algunos amigos hasta alli, y estaba al tanto del presupuesto, de los gastos en medios de comunicacion y de la cuota de mercado de varias cadenas de television del sur de Mississippi. En una campana normal, se habna preocupaao ae como financiar un marketing tan caro.
Sin embargo, la maquina que llevaba su nombre tenia muchas piezas que el desconocia.
Los primeros anuncios fueron los blandos, estampas entranables que abrian las puertas y dejaban entrar a ese joven encantador en los hogares. Ron de
El segundo anuncio era una sucesion de fotos en blanco y negro, que empezaba con Ron en los escalones de su iglesia, vestido con traje, charlando con su pastor, que contaba: «Ron Fisk fue ordenado diacono de esta iglesia hace doce anos». Ron sin la chaqueta, impartiendo catequesis. Ron con la Biblia mientras explica algo a un grupo de adolescentes a la sombra de un arbol. «Demos gracias a Dios por un hombre como Ron Fisk.» Ron y Doreen recibiendo a la gente en la puerta de la iglesia. y el mismo colofon: «Ron Fisk, un juez que comparte nuestros valores».
Ni la mas leve insinuacion de asuntos conflictivos, no se mencionaba la campana, no se oia ni un solo insulto, nada que pudiera predecir el giro radical que se avecinaba. Solo se trataba de la encantadora presentacion de un joven y sano diacono.
Los anuncios se emitieron en el sur de Mississippi, asi como en el centro, ya que Tony Zachary era el que corria con las sumas astronomicas que pedian en Jackson.
El 30 de septiembre era una fecha crucial en el calendario de Barry Rinehart. N o tendrian que informar de las contribuciones que se hicieran en octubre hasta ellO de noviembre, seis dias despues de las elecciones. Nadie se enteraria hasta que fuera demasiado tarde, del torrente de dinero procedente de fuera del estado que estaba a punto de dejar entrar. Los perdedores se llevarian las manos a la cabeza, pero no podrian hacer mucho mas.
El 30 de septiembre, Rinehart y compania pusieron la directa. Empezaron por la lista de los peces gordos: grupos partidarios de la reforma del sistema de agravios, organizaciones religiosas derechistas, grupos de presion y comites de accion politica empresariales, y cientos de organizaciones conservadoras que iban desde la famosa Asociacion Americana del Rifle hasta la enigmatica Tributacion Futura Cero, un pequeno grupo dedicado a abolir Hacienda. Mil ciento cuarenta grupos en los cincuenta estados. Rinehart envio a todos ellos un informe detallado y una peticion de una donacion inmediata a la campana de Fisk por un total de dos mil quinientos dolares, el maximo que podia donar una entidad. Su objetivo era llegar a los quinientos mil.
En cuanto a las aportaciones personales, cuyo maximo era cinco mil dolares, Rinehart contaba con una primera lista de miles de ejecutivos y directores de empresa de industrias propensas a recibir las demandas de los abogados litigantes. Las mas afectadas de todas eran las aseguradoras, de las cuales preveia obtener un millon de dolares. Carl Trudeau le habia proporcionado los nombres de doscientos ejecutivos de companias controladas por el Trudeau Group, aunque nadie de Krane Chemical firmaria un cheque. Si la campana de Fisk aceptaba dinero de Krane, entonces seguro que acabarian apareciendo en la primera plana de los periodicos y Fisk se sentiria obligado a retirarse, un desastre que Rinehart ni siquiera estaba dispuesto a considerar.
Esperaba un millon de los hombres de Carl, aunque no iria directamente a la campana de Fisk. Rinehart derivaria el dinero a las cuentas bancarias de Victimas Judiciales por la Verdad y la Asociacion por el Respeto al Manejo de Armas (ARMA), para mantener sus nombres a salvo de las miradas de periodistas curiosos y para asegurarse de que nadie pudiera relacionar jamas al senor Trudeau con aquellas donaciones.
La segunda lista contenia miles de nombres de donantes con un historial a favor de candidatos afines al empresariado, aunque no con aportaciones de cinco mil dolares. De esa lista esperaba sacar otros quinientos mil.
Tres millones era su objetivo, y dormia muy tranquilo sabiendo que lo alcanzaria.
26
Con la emocion del momento, Huffy habia incurrido en un terrible error. La expectativa de un pago considerable junto con la presion constante ejercida por el senor Kirkabron, le habian llevado a cometer un desliz.
Poco despues de que Wes se pasara por alli para prometerle cincuenta mil dolares, Huffy habia irrumpido en el gran despacho y, orgulloso, habia informado a su jefe de que la deuda de los Payton estaba a punto de reducirse. Cuando recibio la mala noticia dos dias despues, prefirio no decirselo a nadie.
Despues de apenas pegar ojo en una semana, finalmente se obligo a volver a enfrentarse al diablo. Se planto delante de la gigantesca mesa y trago saliva.
– Malas noticias, senor.
– ?Donde esta el dinero? -pregunto el senor Kirkhead.
– No ocurrira, senor. Al final no llegaron a un acuerdo.
– Vamos a reclamar el pago del prestamo. Hagalo ahora -dijo el senor Kirkabron, reprimiendo un juramento.
– ?Que?.
– Ya me ha oido.
– No podemos hacer eso. Han estado pagando dos mil al mes.
– Maravilloso, con eso no cubren ni los intereses. Exija el pago inmediato del prestamo. Ahora.
– Pero ?por que?
– Por un par de razones de nada, Huffy. Uno, llevan sin pagar un ano como minimo, y dos, no tienen garantia. Como banquero, estoy seguro de que entiende estos dos problemillas.
– Pero lo estan intentando.
– Exija el pago del prestamo. Hagalo ya, porque si no lo hace, sera reasignado o despedido.
– Esto es un escandalo.
– No me importa lo que usted piense.
– Se calmo un poco antes de continuar-. No he tomado yo la decision, Huffy. Tenemos un nuevo dueno y me han ordenado que exija el pago del prestamo.