emitiera sus anuncios contra el matrimonio entre homosexuales. El estado de animo era sombrio. La pregunta era obvia: ?como habia podido salir a la palestra un tema como aquel? y ?que podia hacer la campana de McCarthy para contrarrestar el ataque?
Nat Lester estaba presente y resumio sus planes para las tres ultimas semanas. McCarthy contaba con setecientos mil dolares para seguir luchando, mucho menos que Fisk. La mitad del presupuesto ya estaba invertido en anuncios televisivos que empezarian a emitirse en veinticuatro horas. Lo que quedaba estaba destinado a la publicidad por correo y a algun que otro anuncio de ultimo momento para la radio y la television. Despues de eso, ya no tenian mas dinero. Llegaban pequenos donativos de organizaciones laboralistas, conservacionistas, defensores del buen gobierno y algunos de los grupos de presion mas moderados, pero el 92 por ciento de los fondos de campana de McCarthy los aportaban los abogados litigantes.
Nat les resumio la ultima encuesta. Por ahora los dos candidatos estaban empatados con un 30 por ciento de los votos, y el mismo numero de votantes indecisos. Coley seguia con un 10 por ciento. Sin embargo, la encuesta se habia realizado la semana anterior, por lo que no reflejaba el efecto de los anuncios del matrimonio entre homosexuales, por culpa de los cuales tendria que realizar una nueva encuesta durante el fin de semana.
Como era de esperar, todos tenian opiniones distintas y fundamentadas sobre lo que habia que hacer. Nat tuvo que recordarles una y otra vez que todas sus ideas eran caras. Les dejo discutir. Algunos tenian proposiciones sensatas, otras eran radicales. La mayoria daba por sentado que sabian mas acerca de las campanas que los demas, y todos asumian que, decidieran lo que decidiesen, la campana de McCarthy lo acataria de inmediato.
Nat no compartio con ellos algunos rumores que les habrian minado la moral. Un periodista del diario de Biloxi le habia llamado esa manana para hacerle algunas preguntas. Estaba investigando una historia acerca del tema candente del momento, el de los matrimonios entre personas del mismo sexo. Durante la conversacion de diez minutos que mantuvieron, le conto a Nat que la mayor cadena de television de la costa habia reservado un espacio a la campana de Fisk en horario de mayor audiencia durante las tres semanas restantes por un millon de dolares. Se decia que nunca hasta entonces se habia pagado aquella cantidad por un espacio de propaganda electoral.
Un millon de dolares en la costa equivalia a invertir lo mismo, como minimo, en el resto de mercados.
La noticia era tan preocupante que Nat se planteo si comentarselo a Sheila. En esos momentos se inclinaba por guardarselo para si y, desde luego, lo que no iba a hacer era compartirlo con los abogados litigantes. Aquellas sumas eran tan pasmosas que podian desmoralizar a Sheila.
El presidente de la ALM, Bobby Neal, al final consiguio acordar un plan, no con poco esfuerzo, que apenas requeriria inversion. Enviaria un correo electronico urgente a los ochocientos miembros, en el que les detallaria la critica situacion y les solicitaria su colaboracion. Se pediria a todos los abogados litigantes que 1) confeccionaran una lista de un minimo de diez clientes que pudieran permitirse enviar un cheque de cien dolares y estuvieran dispuestos a hacerlo, y 2) que confeccionaran otra lista de clientes y amigos a los que pudiera convencerse para que trabajaran en la campana, ya fuera yendo de puerta en puerta o para estar en las mesas electorales el dia de los comicios. El apoyo de las bases era primordial.
Cuando ya la gente empezaba a dar la reunion por concluida, Willy Benton se puso en pie en uno de los extremos de la mesa y solicito un momento de atencion. Tenia un papel en las manos, escrito por delante y por detras.
– Es un pagare, una garantia de una linea de credito del Gulf Bank de Pascagoula -anuncio, y mas de un abogado considero la posibilidad de esconderse debajo de la mesa. Benton era conocido por pensar a lo grande y por el dramatismo de sus intervenciones-o Medio millon de dolares -dijo, lentamente, mientras la cifra resonaba por toda la habitacion- a favor de la campana para la reeleccion de Sheila McCarthy. Yo ya lo he firmado y voy a pasarlo por la mesa. Somos doce y se necesitan diez firmas para que sea efectivo. Cada uno respondera de cincuenta mil dolares.
Silencio sepulcral. Todos se miraban nerviosos. Algunos ya habian contribuido con mas de cincuenta mil dolares, otros con mucho menos. Algunos se gastarian esa misma cantidad en combustible para su avion privado al mes siguiente, otros tenian que verselas cada dos por tres con sus acreedores. Independientemente del estado de sus cuentas en esos momentos, a todos y cada uno de ellos les entraron ganas de estrangular a ese bastardo.
Benton tendio el pagare al pobre desgraciado que tenia a su izquierda, uno de los que no tenian avion privado. Por fortuna, ese tipo de situaciones se darian pocas veces a lo largo de su carrera. Si firmaban, serian los tipos duros que no temian abandonarse a la suerte. Si lo pasaban sin firmar, mas les valia largarse a casa y dedicarse al negocio de las inmobiliarias.
Firmaron los doce.
28
El nombre del pervertido era Darrel Sackett. La ultima vez que se le habia visto tenia treinta y siete anos y estaba en una prision del condado a la espera de un nuevo juicio, acusado de abuso de menores. Desde luego parecia culpable: frente achatada, mirada inexpresiva, ojos saltones agrandados por unas gafas con cristales de culo de botella, barba irregular de una semana, una gruesa cicatriz en la barbilla… Un rostro que pondria en alerta a un padre o a cualquiera. Pedofilo con largo historial, habia sido detenido por primera vez con dieciseis anos. A esa primera detencion le habian seguido muchas otras y habia sido condenado al menos en cuatro ocasiones en cuatro estados diferentes.
Los votantes censados del sur de Mississippi conocieron a Sackett, con su rostro aterrador y sus antecedentes penales, a traves de una llamativa publicidad por correo enviada por una nueva organizacion, esta vez una llamada Victimas en Rebeldia. La carta de dos paginas era a la vez una biografia de un criminal y un resumen de los terribles errores del sistema judicial.
«?Por que esta libre este hombre?», decia la carta. Respuesta:
Porque la jueza Sheila McCarthy revoco una condena de dieciseis cargos por abuso de menores. Hacia ocho anos que un jurado habia condenado a Sackett y el juez lo habia sentenciado a cadena perpetua sin libertad condicional. Su abogado -pagado por los contribuyentes- apelo el caso, que llego al tribunal supremo, donde «Darrel Sackett cayo en los comprensivos brazos de la jueza Sheila McCarthy». McCarthy condeno a los honrados y trabajadores agentes que le habian arrancado una confesion completa. Los reprendio por lo que ella consideraba incorrectos metodos de busqueda e incautacion de pruebas. Arremetio contra el juez que habia presidido el juicio, una persona muy respetada y conocida por su mano dura con los delincuentes, por admitir como prueba la confesion y los objetos encontrados en el apartamento de Sackett. (El jurado quedo visiblemente afectado cuando se le obligo a ver el alijo de pornografia infantil de Sackett encontrado por la policia en un registro «legal».) McCarthy aseguro que sentia desprecio por el acusado, pero su excusa fue que no le quedaba mas remedio que revocar la sentencia y exigir la repeticion del juicio.
Sackett fue trasladado de la prision estatal a la del condado de Lauderdale, de la que escapo una semana despues. No se sabia nada de el desde entonces. Estaba ahi fuera, «un hombre libre», sin duda ejerciendo su violencia contra ninos inocentes.
El ultimo parrafo acababa con la habitual perorata contra los jueces liberales. En la letra pequena se decia que el panfleto contaba con la aprobacion de Ron Fisk.
Se habian omitido convenientemente varios hechos relevantes. Primero, que el voto del tribunal fue de ocho a uno a favor de la revocacion de la sentencia y de la repeticion del juicio. Las diligencias policiales habian sido tan chapuceras que cuatro jueces habian redactado dictamenes concurrentes incluso mas duros que el de McCarthy para condenar la confesion forzada y el registro injustificado e inconstitucional. La unica opinion disidente habia sido la del juez Romano, un insensato que jamas habia revocado una sentencia criminal y que en privado juraba no tener intencion de hacerlo nunca.
Segundo, Sackett habia pasado a mejor vida. Habia muerto hacia cuatro anos en una reyerta en un bar de Alaska. La noticia de su muerte no habia llegado a Mississippi y cuando se archivo su expediente en el condado de Lauderdale, no hubo ningun periodista presente que diera fe de ello. Gracias a su investigacion exhaustiva, Barry