indemnizadas.

– Las puertas de las salas de tribunal se cierran a marchas forzadas -dijo, como colofon.

Aunque solo eran las diez de la manana, muchos empezaron a buscar un bar.

El siguiente orador consiguio levantarles el animo, aunque solo un poco. Presento a la antigua jueza Sheila McCarthy, que recibio una calida acogida. Sheila agradecio a los abogados litigantes su firme apoyo y les dio a entender que no estaba acabada en el mundo de la politica. Despotrico contra los que habian conspirado para derrotarla y, cuando su intervencion ya tocaba a su fin, consiguio ponerlos en pie al anunciar que se habia pasado a la practica privada, que habia pagado la cuota y que se enorgullecia de ser miembro de la Asociacion de Abogados Litigantes de Mississippi.

El tribunal supremo de Mississippi decide, de media, unos doscientos cincuenta casos cada ano. En su mayoria se trata de contenciosos rutinarios, poco complicados, aunque otros presentan cuestiones novedosas sobre' las que el tribunal nunca ha fallado hasta entonces. Practicamente todos los litigios se despachan de un modo ordenado, casi elegante; sin embargo, de vez en cuando, alguno inicia una guerra.

El caso trataba sobre una enorme desbrozadora de cuchilla conocida como zamparrastrojos. Esta en cuestion la arrastraba un tractor J ohn Deere cuando topo con una tapa de alcantarilla abandonada, oculta entre la maleza de un solar, y una de las piezas, de diez centimetros de acero afilado, de las hojas giratorias del zamparrastrojos salio volando por los aires. La pieza recorrio seiscientos metros antes de impactar contra la sien de un nino de seis anos llamado Aaron que iba de la mano de su madre, cuando estaban a punto de entrar en la sucursal de un banco en la ciudad de Horn Lake. Aaron quedo gravemente herido, estuvo a punto de morir en varias ocasiones y, en los cuatro anos que transcurrieron desde el accidente, se habia sometido a once operaciones. Los gastos de hospital superaban con creces el tope de quinientos mil dolares del seguro medico de la familia. Los gastos para su cuidado futuro se estimaban en setecientos cincuenta mil dolares.

Los abogados de Aaron habian dictaminado que el zamparrastrojos tenia quince anos de antiguedad y no estaba equipado con cubiertas laterales, ni con cubiertas que impidieran el salto de la broza, ni con ningun otro dispositivo de seguridad que gran parte de la industria llevaba utilizando en los ultimos treinta anos. Los demandaron. Un jurado del condado de DeSato indemnizo a Aaron con setecientos cincuenta mil dolares. Despues, el juez aumento la indemnizacion para que incluyera tambien los gastos medicos y dictamino que si el jurado habia encontrado responsabilidad, entonces Aaron debia tener derecho a una cantidad mayor por danos.

El tribunal supremo se enfrentaba con varias opciones: 1) confirmar la sentencia del jurado e indemnizar al nino con setecientos cincuenta mil dolares; 2) confirmar la indemnizacion aumentada por el juez a tres millones cien mil dolares; 3) desestimar la presuncion de responsabilidad o danos y devolverlo a un juzgado de primera instancia para que volviera a celebrarse el juicio; o 4) revocar la sentencia y desestimar el caso. La responsabilidad parecia clara, de modo que solo habia que discutir la cantidad de dinero.

El caso se asigno al juez McElwayne. Su primera opinion coincidia con el juez que habia presidido el caso y abogaba por aumentar la indemnizacion. De hecho, si hubiera podido, habria propuesto una cantidad aun mayor. No habia suma suficiente que pudiera compensar al nino por el dolor insufrible que habia soportado y que tendria que soportar en el futuro. Ni tampoco indemnizacion suficiente que subsanara una futura fuente de ingresos. La criatura, que solo iba de la mano de su madre, habia quedado incapacitada de por vida por una maquina inherentemente peligrosa que habia sido fabricada sin la debida atencion a las normas de seguridad.

El juez Romano del distrito central era de otra opinion.

Hasta la fecha no se habia enfrentado a una indemnizacion cuantiosa contra la que no pudiera arremeter, pero esta le suponia un reto. Decidio que el zamparrastrojos no tenia ningun defecto de diseno y que habia sido montado debidamente en la fabrica, pero que a lo largo de los anos sus multiples duenos habian ido retirando los dispositivos de seguridad pertinentes. De hecho, la cadena de propiedad no quedaba clara. Esa es una de las caracteristicas de aparatos como las desbrozadoras. No son maquinas limpias y seguras, sino que estan disenadas para realizar una tarea: cortar la maleza y la broza mediante una serie de hojas afiladas que rotan a gran velocidad. Son maquinas extremadamente peligrosas, pero, sin embargo, eficaces y necesarias.

El juez McElwayne acabo obteniendo tres votos. El juez Romano presiono a sus colegas durante varias semanas hasta obtener otros tres. Una vez mas el chico nuevo tendria la ultima palabra.

El juez Fisk estuvo batallando con el caso. Leyo los escritos poco despues de haber jurado su cargo y cambiaba de opinion de un dia para otro. Estaba de acuerdo en que el fabricante podia esperar que su aparato acabara modificado con el tiempo, sobre todo tratandose de algo tan, en principio, peligroso como una desbrozadora. Sin embargo, no quedaba suficientemente claro si el fabricante habia cumplido con todas las normas federales en la fabrica. Ron sentia gran simpatia hacia el nino, pero no iba a permitir que sus sentimientos se convirtieran en un factor de decision.

Por otro lado, en su programa electoral habia defendido la limitacion de la responsabilidad. Habia recibido los ataques de los abogados litigantes y el apoyo de la gente a la que a estos les encantaba demandar.

El tribunal esperaba, necesitaba una decision. Ron habia dado tantos virajes de ciento ochenta grados que acabo mareado. Cuando por fin emitio su voto a favor de Romano, perdio el apetito y se fue pronto a casa.

El juez McElwayne reviso la opinion de Fisk y expreso su manifiesta dIsconformIdad acusando a la mayoria de reescribir los hechos, de cambiar los estandares legales y de burlarse del proceso judicial en un intento de imponer su vision para reformar el vigente sistema de agravios. Varios de los jueces que formaban la mayoria contraatacaron -Ron no-, y cuando por fin se hizo publico el dictamen, este revelaba mas sobre la agitacion interna del tribunal supremo que sobre la dificil situacion de Aaron.

Aquellas desagradables invectivas entre juristas civilizados eran muy poco habituales, y los egos desmedidos y los sentimientos heridos no hicieron mas que ahondar el abismo que se abria entre ambas facciones. No existia un terreno propicio para un avenimiento, ni un lugar para el acuerdo.

Las companias aseguradoras ya podian estar tranquilas si un jurado concedia una indemnizacion sustancial.

34

Los amargos desacuerdos del juez McElwayne continuaron hasta la primavera, pero despues de la sexta derrota consecutiva, con un nuevo cinco a cuatro, perdio parte de los arrestos para seguir en la brecha. Debian decidir un caso sobre una negligencia grave cometida por un medico incompetente; cuando el tribunal revoco la sentencia, McElwayne se convencio de que sus colegas habian virado tanto a la derecha que ya no habia marcha atras.

Un cirujano ortopedico de Jackson hizo una chapuza en una operacion rutinaria de hernia discal y, al quedar el paciente paraplejico, este acabo denunciandolo. El medico ya habia sido demandado cinco veces, habia perdido su licencia para ejercer la medicina en dos estados y habia estado en tratamiento por adiccion a los calmantes en al menos tres ocasiones. El jurado concedio una indemnizacion de un millon ochocientos mil dolares al paciente paraplejico por danos reales y luego sanciono al medico y al hospital con cinco millones por danos punitivos.

El juez Fisk, en la primera opinion redactada que anadiria a la de la mayoria, declaro que los danos reales eran excesivos y que la indemnizacion por los punitivos era desorbitada. El dictamen final resolvio que la causa debia devolverse al juzgado de primera instancia para repetir el juicio solo por los danos reales. Sobreseidos los punitivos.

El juez McElwayne estaba tuera de sus casillas. Su disension estaba llena de vagas insinuaciones sobre ciertos intereses especiales del estado que ahora tenian mas influencia en el tribunal supremo que cuatro de sus miembros. La ultima frase de su borrador inicial era casi difamatoria: «El artifice de la opinion mayoritaria finge indignacion ante la cantidad de la indemnizacion por danos punitivos. Sin embargo, no deberian escandalizarle tanto cinco millones de dolares ya que, al fin y al cabo, ese fue el precio del cargo que ahora ocupa». Con animo jocoso, le envio una copia del borrador a Sheila McCarthy por correo electronico. Sheila rio, pero tambien le pidio que borrara la ultima frase. Al final, lo hizo.

McElwayne dejo constancia de su furibunda disension a lo largo de cuatro paginas. La opinion de Albritton concurria con la de los otros tres. En privado se preguntaban que satisfaccion podia reportarles redactar

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