Cenaron en un restaurante del centro llamado 206 Front Street y a las siete aparcaron junto al Red Green Coliseum, en el campus de la Universidad de Mississippi. Estuvieron en el coche durante media hora observando como llegaba la gente en furgonetas, autobuses escolares reconvertidos para la ocasion y autocares de primera calidad, todos con el nombre de su iglesia pintado con trazos vigorosos en los laterales. Venian de Purvis, Poplarville, Lumberton, Bowmore, Collins, Mount Olive, Brooklyn y Sand Hill.

– Algunas de esas poblaciones estan a una hora de aqui -dijo Tony, satisfecho.

Los feligreses llegaban a raudales a los aparcamientos que rodeaban el coliseo y se apresuraban a entrar. Muchos llevaban carteles identicos, azules y blancos, donde se leia: «Salvemos la familia».

– ?De donde has sacado esos carteles? -pregunto Tony.

– De Vietnam.

– ?Vietnam?

– Los consegui por un dolar con diez, cincuenta mil en total. La compania china pedia un dolar con treinta.

– No esta mal saber que algo ahorramos.

A las siete y media, Rinehart y Zachary entraron en el coliseo y se abrieron paso hasta los asientos de la ultimisima fila, tan lejos como les fuera posible de la multitud exaltada que quedaba abajo. El escenario estaba situado en uno de los extremos, con unas enormes pancartas de «Salvemos la familia» colgadas detras. Un cuarteto de gospel muy conocido, cuyos miembros eran todos blancos (a cuatro mil quinientos dolares la noche, quince mil por un fin de semana), animaban el ambiente. La pista estaba cubierta de perfectas hileras de sillas plegables, miles de ellas, ocupadas por personas de un humor excelente.

– ?De cuanto es el aforo? -pregunto Barry.

– Ocho mil para un partido de baloncesto -dijo Tony, mirando a su alrededor. Varias gradas detras del escenario estaban vacias-. Con las sillas de la pista, yo diria que se acerca a nueve mil.

Barry parecio satisfecho.

El maestro de ceremonias era un predicador del lugar, que consiguio que los asistentes guardaran silencio con una larga oracion, hacia el final de la cual muchos de los feligreses empezaron a levantar las manos, como si quisieran tocar el cielo. Se alzo un audible murmullo durante el fervoroso rezo. Barry y Tony se limitaban a observar, complacidos en su aptitud pasiva.

El cuarteto volvio a enardecer los animos con otra cancion y, a continuacion, un grupo de gospel integrado por componentes negros (a quinientos dolares la noche) hizo vibrar al publico con una animada interpretacion de «Born to Worship». El primer orador era Walter Utley, de la Alianza de la Familia Americana de Washington, y, al verlo en el estrado, Tony recordo la primera reunion que habian tenido hacia diez meses, cuando Ron Fisk hizo la ronda. Parecia que hubieran pasado anos. Utley no era un predicador, ni tampoco un buen orador. Aburrio a los asistentes con una lista aterradora de todos los males que se estaban proponiendo en Washington. Despotrico contra los tribunales, los politicos y otras malas personas. Cuando termino, la gente aplaudio y enarbolo los carteles.

Mas musica. Otra oracion. La estrella del mitin era David Wilfong, un activista cristiano que siempre se las arreglaba para aparecer en todas las tertulias de importancia relacionadas con Dios. Veinte millones de personas escuchaban su programa de radio a diario. Muchas le enviaban dinero. Muchas compraban sus libros y cintas. Era un pastor culto, de voz imperativa y vibrante, que en cinco minutos consiguio que los asistentes lo ovacionaran de pie. Condeno la inmoralidad de cualquier tipo, pero se guardo la artilleria pesada para los gays y las lesbianas que querian casarse. La gente no podia permanecer en su asiento o en silencio. Aquella era su oportunidad de expresar verbalmente su postura contraria y de hacerlo de manera muy publica. Cada tres frases, Wilfong tenia que esperar a que cesaran los aplausos.

Iba a cobrar cincuenta mil dolares por el fin de semana, dinero que se habia originado meses atras en algun lugar de los misteriosos abismos del Trudeau Group, aunque nadie podria seguirle la pista.

Tras veinte minutos de actuacion, Wilfong se detuvo para hacer una presentacion especial. Cuando Ron y Doreen Fisk subieron al escenario, el recinto parecio a punto de hundirse. Ron hablo cinco minutos. Les pidio que fueran a votar el martes y que rezaran. Doreen y el se acercaron al borde del escenario acompanados de una rotunda ovacion, con todo el mundo en pie. Saludaron y agitaron los punos en senal de victoria, y luego se pasearon hasta el otro lado del escenario mientras la gente pateaba el suelo con los pies.

Barry Rinehart consiguio reprimir su entusiasmo. Ron Fisk era la mas perfecta de todas sus creaciones.

Al dia siguiente y a lo largo del domingo, salvaron a la familia por todo el sur de Mississippi. Utley y Wilfong atraian a mucha gente, y, por descontado, la multitud adoraba a Ron y a Doreen Fisk.

Los que prefirieron no subir a un autobus parroquial para asistir al mitin, fueron bombardeados sin compasion con anuncios de television, y el cartero siempre estaba cerca, arrastrando hasta los hogares sitiados mas propaganda electoral.

Mientras la campana seguia adelante publIcamente en un frenesi aturdidor, uno de sus aspectos mas oscuros tomo forma durante el fin de semana: bajo la direccion de Marlin, una docena de agentes se repartieron por el distrito y saludaron a viejos contactos. Visitaron a alcaldes rurales en sus tierras, a predicadores negros en sus iglesias y a dirigentes politicos comarcales en sus cabanas de caza. Se revisaron los censos de votantes, se llego a un acuerdo sobre la cifra y el dinero cambio de manos. La tarifa era veinticinco dolares por voto. Algunos lo llamaban «dinero para gasolina», como si pudiera justificarse como un gasto legaL

Los agentes trabajaban para Ron Fisk, aunque el jamas sabria de sus actividades. Las sospechas aumentarian tras el recuento, despues de que Fisk recibiera un numero increible de votos de los distritos electorales negros, pero entonces Tony le aseguraria que solo se trataba de gente prudente que habia comprendido lo que le convenia.

El 4 de noviembre, dos tercios de los votantes censados en el distrito sur emitieron su voto.

Cuando los colegios electorales cerraron a las siete de la tarde, Sheila McCarthy se dirigio derecha en coche al Biloxi Riviera Casino, donde sus voluntarios se preparaban para una fiesta, en la que no se admitian periodistas. Los primeros resultados fueron hasta cierto punto satisfactorios. Habia ganado en el condado de Harrison, su hogar, con el 55 por ciento de los votos.

Nat Lester supo que estaban acabados cuando vio la cifra en J ackson, en las oficinas electorales centrales de McCarthy. Fisk se llevaba casi la mitad de los votos del condado que menos les preocupaba del distrito. Las cosas empezaron a empeorar muy poco despues.

Ron y Doreen estaban comiendo pizza en la abarrotada oficina de campana en el centro de Brookhaven. Se estaba llevando a cabo el recuento de los votos del condado de Lincoln al otro extremo de la calle y cuando les anunciaron que sus vecinos habian acudido en masa a las urnas y les habian dado el 75 por ciento de los votos, empezo la fiesta. En el condado de Pike, alIado de casa, Fisk obtuvo el 64 por ciento de los votos.

Tras perder el condado de Hancock, en la costa, Sheila dio por finalizada la noche, asi como su carrera en el tribunal supremo. En un lapso de diez minutos perdio el condado de Forrest (Hattiesburg), el de Jones (Laurel) y el de Adams (Natchez).

A las once de la noche se habia hecho el recuento en todos los distritos electorales. Ron Fisk se anotaba una holgada victoria con el 53 por ciento de los votos. Sheila McCarthy habia obtenido el 44 por ciento y Clete Coley habia logrado conservar suficientes admiradores como para obtener el3 por ciento restante. Era una contundente paliza, Fisk solo habia perdido en los condados de Harrison y Stone.

Habia batido a McCarthy incluso en el condado del Cancer, aunque no en los cuatro distritos electorales dentro de los limites de la ciudad de Bowmore. Sin embargo, en las zonas rurales, donde los pastores de la Coalicion de Hermanos habian trabajado el campo sin descanso, Ron Fisk habia sacado casi el 80 por ciento de los votos.

Mary Grace lloro al ver las cifras definitivas del condado de Cary: Fisk, 2.238; McCarthy, 1.870; Coley, 55.

La unica buena noticia fue que el juez Harrison habia sobrevivido, aunque por poco.

Las cosas volvieron a la normalidad durante la semana posterior a las elecciones. Sheila McCarthy mostro su cara mas digna de buena perdedora en varias entrevistas. Sin embargo, tambien anadio: «Sera interesante ver cuanto dinero recaudo y gasto el senor Fisk».

El juez Jimmy McElwayne fue menos magnanimo. Se le citaba en varios articulos: «No me entusiasma

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