pero no se movio para rascarse. Permanecio quieta y dejo que los rayos del sol penetraran su piel.

Habia pasado una semana en el yate de su padre bordeando la costa de Saint Croix. Swan la habia dejado ir sola, tal corno ella le habia pedido, sin hacerle ninguna pregunta cuando Ryan se habia presentado en su casa para pedirle el favor. Se habia ocupado de todo y la habia llevado en persona al aeropuerto. Mas tarde, Ryan se dio cuenta de que habia sido la primera vez que no la habia metido en una limusina y la habia mandado sola a tomar el avion.

Llevaba varios dias tostandose al sol, nadando y tratando de dejar la mente en blanco. Ni siquiera se habia pasado por su apartamento despues del espectaculo. Habia ido a Saint Croix con lo puesto. Si necesitaba algo, ya lo compraria en la isla. No habia hablado con nadie, salvo con la tripulacion del yate, ni habia mandado mensaje alguno a Estados Unidos. Durante una semana, sencillamente, se habia borrado de la faz de la Tierra.

Ryan se dio la vuelta y, tumbada ahora sobre la espalda, se cubrio los ojos con las gafas de sol. Sabia que si no se obligaba a pensar, la respuesta que necesitaba surgiria espontaneamente con el tiempo. Cuando llegara, seria la decision acertada y actuaria en consecuencia. Mientras tanto, esperaria.

Estaba en la sala de trabajo. Pierce barajo las cartas del Tarot y corto el mazo. Necesitaba relajarse. La tension lo estaba consumiendo.

Despues de la grabacion, habia buscado a Ryan por todo el edificio. En vista de que no la localizaba, habia roto una de sus normas fundamentales y habia hecho saltar el cerrojo del apartamento de Ryan. La habia esperado alli durante toda la manana siguiente. Pero no habia regresado a casa. Pierce se habia vuelto loco, habia dado rienda suelta a toda su rabia para que esta bloquease el dolor de la perdida. La rabia, la rabia que siempre habia mantenido bajo control, lo desbordo. Link habia soportado su genio en silencio.

Habia necesitado varios dias para estabilizarse. Ryan se habia ido y tenia que aceptarlo. Sus propias normas lo dejaban sin opcion alguna. Pues, aunque supiese donde localizarla, no podria recuperarla.

Durante la semana que habia transcurrido, no habia trabajado nada. No habia tenido fuerzas. Cada vez que habia intentado concentrarse, se habia encontrado con la imagen de Ryan. Habia recordado el sabor de su boca, el calor de tenerla entre los brazos. Era todo cuanto podia evocar. Tenia que sobreponerse. Pierce sabia que si no retomaba su ritmo, no tardaria en estar acabado.

Se habia quedado solo mientras Link y Bess disfrutaban de su luna de miel en las montanas. Tras recuperarse del impacto inicial, habia insistido en que siguiesen adelante con sus planes. Los habia expulsado de casa con una sonrisa en la boca, obligandose a mostrarse feliz y transmitirles alegria mientras un vacio absorbente se cernia sobre su propia vida.

Ya era hora de volver a lo unico que le quedaba. E incluso eso le daba un poco de miedo. Ya no estaba seguro de que le quedara algun resto de magia.

Pierce dejo las cartas a un lado y se dispuso a preparar uno de sus numeros mas complicados. No queria ponerse a prueba con algo sencillo. Pero no habia hecho sino empezar a concentrarse y estirar las manos cuando levanto la cabeza y la vio.

Pierce miro fascinado el espejismo. Jamas se le habia presentado una imagen tan vivida de Ryan. Hasta podia oir sus pasos por la mazmorra camino del escenario. Cuando percibio su fragancia, el corazon empezo a palpitarle. Se pregunto, casi con indiferencia, si estaba volviendose loco.

– Hola, Pierce.

Ryan lo vio sobresaltarse, como si lo hubiese despertado de un sueno.

?Ryan? -la llamo el, pronunciando el nombre con suavidad, dudando todavia de su presencia.

– La puerta no estaba cerrada, asi que he entrado. Espero que no te importe.

Pierce siguio mirandola, incapaz de articular palabra. Ryan subio los escalones que daban al escenario.

– ?Estabas ensayando?, ?interrumpo?

Pierce siguio la mirada de Ryan y vio el frasco de cristal que tenia en la mano y los cubos de colores que habia sobre la mesa.

– ?Ensayando? No…, no importa -Pierce dejo el frasco. En el estado en el que se encontraba, no habria sido capaz de realizar ni el juego de cartas mas elemental.

– No voy a tardar mucho -dijo ella sonriente. Nunca lo habia visto tan descompuesto y estaba convencida de que jamas volveria a verlo asi-. Quiero que hablemos de un contrato nuevo.

– ?Contrato? -repitio Pierce, como hipnotizado por los ojos de Ryan.

– Si, he venido por eso.

– Entiendo… Tienes buen aspecto -comento. Estaba deseando tocarla, pero mantuvo las manos sobre la mesa. No volveria a tocar lo que ya no le pertenecia. Por fin, consiguio reaccionar y le acerco una silla-. ?Donde has estado?

Aunque sono como una acusacion, Ryan se limito a seguir sonriendo.

– Fuera -contesto sin entrar en detalles. Luego dio un paso al frente-. Dime, ?has pensado en mi?

Pierce dio un paso atras.

– Si, he pensado en ti.

– ?Mucho? -pregunto Ryan al tiempo que avanzaba hacia el de nuevo.

– ?Ryan, no! -dijo Pierce a la defensiva, retrocediendo otro paso mas.

– Yo he pensado mucho en ti -continuo ella como si no lo hubiese oido-. Constantemente, aunque intentaba evitarlo. ?Es posible que tambien hagas pocimas de amor?, ?me has hechizado, Pierce? Porque he intentado odiarte y olvidarte con todas mis fuerzas, pero ha sido inutil ante el poder de tu magia -anadio, dando un nuevo paso hacia el.

La fragancia de Ryan le embriagaba los sentidos.

– No…, no tengo poderes sobrenaturales. Solo soy un hombre, Ryan. Y tu eres mi debilidad. No me hagas esto -Pierce nego con la cabeza y se obligo a controlarse-. Tengo que seguir trabajando.

Ryan miro hacia la mesa y jugueteo con uno de los cubos de colores.

– Ya tendras tiempo. ?Sabes cuantas horas hay en una semana? -pregunto sonriente.

– No. Ya basta, Ryan… -dijo Pierce. La sangre le palpitaba en las sienes. La necesidad aumentaba hasta limites inmanejables.

– Ciento sesenta y ocho-susurro ella-. De sobra para recuperar el tiempo perdido.

– Si te toco, no dejare que vuelvas a marcharte.

– ?Y si te toco yo a ti? -Ryan le puso una mano en el pecho.

– No -la aviso de inmediato-. Deberias irte mientras puedas.

– Volveras a hacer esa fuga, ?verdad?

– Si… Maldita sea, si -respondio Pierce. Los dedos le cosquilleaban, ansiosos por acariciarla-. Ryan, por favor, marchate.

– Asi que la haras -prosiguio esta-. Y en algun momento haras otras fugas, probablemente mas peligrosas o, como poco, que den mas miedo. Porque asi es como eres. ?No fue eso lo que me dijiste?

– Ryan…

– Pues ese es el hombre del que me enamore -afirmo ella con calma-. No se por que pense que podia o debia intentar cambiarte. Una vez te dije que eras exactamente como quiero y era verdad. Pero supongo que he tenido que aprender lo que eso significaba. ?Todavia me quieres, Pierce?

Este no respondio, pero ella vio que los ojos se le oscurecian, noto que el corazon se le aceleraba debajo de su palma.

– Puedo marcharme y llevar una vida muy tranquila y rutinaria -prosiguio Ryan, dando un ultimo paso hacia Pierce-. ?Es eso lo que me deseas?, ?tanto dano te he hecho como para que me desees una vida de aburrimiento insufrible? Por favor, Pierce, ?no puedes perdonarme? -murmuro.

– No hay nada que perdonar-contesto el mirandola a los ojos-. Por Dios, Ryan, ?no ves lo que me estas haciendo? -anadio desesperado al tiempo que le retiraba la mano que le habia puesto en el pecho.

– Si, y me alegro mucho. Tenia miedo de que me hubieses expulsado de tu corazon. Voy a quedarme, Pierce. No puedes hacer nada para echarme -Ryan entrelazo las manos tras la nuca de Pierce y dejo la boca a un centimetro de la de el-. Dime otra vez que me vaya.

– No… No puedo -Pierce la aplasto contra su torso. Luego bajo la cabeza y se apodero de su boca. Devoro sus labios en un beso ardiente y doloroso y noto que Ryan respondia con la misma fiereza-. Es demasiado tarde… No volvere a dejarte la puerta abierta, Ryan. ?Entiendes lo que te digo? -murmuro sin dejar de abrazarla.

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