despacio y de mala gana a sus habitaciones en el todavia silencioso Castillo.

Solo en la intimidad de su apartamento, saco la pequena y preciosa Raiz de la Rompiente y la deposito sobre su mesa de trabajo. Empezaba ya a marchitarse; tendria que trabajar de prisa para que no perdiese su poder, y el procedimiento de extraer y destilar su esencia requeriria algun tiempo.

Las manos de Tarod temblaban todavia un poco cuando empezo su fatigoso trabajo. De vez en cuando se le nublaban los ojos y su conciencia amenazaba con sumirse en un medio sopor. Pasaron horas mientras trabajaba detras de la puerta cerrada, olvidando la actividad cotidiana que se iniciaba mas alla de su ventana con el despertar del

Castillo. Nadie vino a molestarle, pues todos, incluso Keridil, creian que no habia regresado aun; al fin, cuando el dia declinaba y el sol empezaba a mostrarse como una amenazadora bola de fuego carmesi al otro lado de las negras murallas, termino su trabajo.

La esencia destilada era un liquido oscuro, rojo purpureo, turbio, que no llenaba una pequena ampolla. Su desagradable olor invadia la habitacion, pero esto no importaba ya a Tarod; aturdido por el agotamiento y la depresion, no estaba por consideraciones esteticas. Al contemplar el resultado de sus esfuerzos, aquel liquido de aspecto sucio y maligno, trato de recordar todas las etapas de la operacion y se pregunto si habia tomado todas las precauciones necesarias. La hierba podia ser mortal incluso en las manos mas expertas..., pero esto ya no parecia importar ahora. Un cansado fatalismo se habia apoderado de el y le habia convertido en un hombre temerario: ocurriese lo que ocu-niese, su futuro estaba en manos de los dioses.

Espero hasta que las sombras se hubiesen extendido sobre el patio para envolver su habitacion en la penumbra, y entonces vertio un poco del brebaje en una taza, mezclandolo con vino. El olor de la mezcla y un ultimo resto de precaucion le detuvieron, pero solo por un instante; echo la cabeza atras y trago de golpe el contenido de la taza.

Ni siquiera el buen vino podia disimular el sabor horrible de la hierba, y casi se atraganto. Durante unos momentos, se apoyo en el antepecho de la ventana y tosio violentamente; despues ceso el espasmo y Tarod se dirigio tambaleandose a la segunda habitacion, donde se tendio rigidamente en la cama.

El sabor de la Raiz quedo pegado a su garganta mientras observaba, tumbado en el lecho, como se extinguia la ultima luz en la ventana. A veces tenia la impresion de que se estaba asfixiando hasta que su respiracion se calmaba de pronto, y se relajaba. Pero cuando la droga produjo su primer efecto importante, se olvido de la causa; solo sintio que su mente se embotaba y casi dejaba de existir, reflejando la fatiga de sus miembros. Las piernas le pesaban como el plomo y sentia un peso sobre el pecho y los hombros que... afortunadamente... le sumia en el sueno. Cerro los ojos.

Pero la presion empezo a aumentar. Cada aspiracion era ahora una lucha fisica contra el dolor, al negarse sus pulmones a llenarse de aire, y sus musculos a responder. Su mente era impotente contra aquello; empezaba a asfixiarse.

Lanzando un grito ronco, salto de la cama y cayo pesadamente al suelo. Se incorporo dolorosamente, agarrandose a los barrotes de la cama, y se dio cuenta de que apenas podia sostenerse en pie. Su aturdido cerebro le dijo a duras penas que algo habia ido rotundamente mal, que se habia equivocado, que el narcotico se habia apoderado de su sistema y se estaba extendiendo con tal rapidez que nada podia contra el.

Socorro. Esta palabra penetro en su conciencia. Tenia que pedir socorro, o agonizaria y moriria aqui, en sus propias habitaciones, pues nadie podria abrir la puerta y encontrarle a tiempo. Abre la puerta... Esta parecia hallarse a mil millas de distancia, pero se arrastro desesperadamente hacia ella y a tientas agarro el cerrojo. No tenia mas fuerza que un chiquillo, pero, de alguna manera, consiguio abrir el cerrojo y salir al pasillo, donde a punto estuvo de caer al suelo.

Ardia una antorcha en el otro extremo, pero el corredor estaba desierto. Tarod se tambaleo en direccion a la escalera, sin poder respirar, sin poder aspirar aire suficiente para gritar, seguro que no podria sobrevivir un momento mas a ese horror. Sin embargo, todavia estaba vivo cuando salio al patio y cuando, sin encontrar a nadie, se tambaleo a lo largo de la columnata hasta encontrar la puerta que conducia a la biblioteca del sotano. El instinto le empujaba hacia el Salon de Marmol y, aunque no comprendia la causa, su sentido de autodefensa le obligo a seguir hasta el fin. Cuando entro en la biblioteca, apenas si podia tenerse en pie.

Las luces estaban encendidas, indicando que alguien habia estado hacia poco alli y pensaba volver. Pero nada se movia entre las turbias sombras. Tarod se derrumbo contra un estante, haciendo caer un monton de libros a su alrededor y, con ojos nublados por el dolor, vio que la boveda oscilaba y que la fuerte luz de las antorchas rebotaba en las paredes, haciendo que se torciesen y combasen. ?Por que habia venido aqui? Aqui no habia nada para el... Su confusa vision recorrio la estancia... , hasta que le parecio que veia mo verse algo en la puerta que daba al Salon de Marmol.

Con un tremendo esfuerzo, se levanto y se dirigio a aquella puerta. Tenia que haber estado cerrada, pero no lo estaba..., sino que se abrio al apoyarse en ella, de modo que cayo de rodillas y miro, medio a ciegas, al pasillo.

Un ruido como de huracan zumbo en sus oidos, y vislumbro una cara enloquecida, fantastica, que parecio avanzar contra el en el pasillo antes de desvanecerse. Despues, otra, y una tercera, todas ellas desencajadas, burlonas, mofandose de su delirio. La pesadilla empezaba de nuevo...

Recuerda... Vuelve...

Tarod jadeo, tratando de volver atras mientras el sibilante murmullo resonaba en la lejana puerta de plata del final del pasillo. Pero su cuerpo se nego a obedecerle.

Recuerda...

Algo venia por el pasillo, avanzando inexorablemente hacia el. No caminaba ni corria, sino que parecia deslizarse sin una fuerza motriz propia, como en suenos. La cara, su misma cara, sonreia, pero aquella sonrisa era una ilusion, una mascara humana que ocultaba algo mucho mas terrible. Los ojos rasgados cambiaban constantemente de color, y los cabellos rubios ondearon, agitados por una fuerte corriente de aire mientras la aparicion levantaba los brazos y extendia hacia el las manos delgadas y de largos dedos. El suelo empezo a vibrar debajo de Tarod, y una nota musical, debil pero estridente, broto de aquella lugubre figura, haciendo que quisiera taparse los oidos. Pero no podia hacerlo; sus musculos estaban rigidos, agarrotados...

Los labios de aquel ser se entreabrieron y pronunciaron una sola palabra. Un momento despues, Tarod oyo su propio nombre murmurado en su mente y, al extinguirse el eco, algo se rompio dentro de el, poniendo fin al espantoso hechizo. El terror le devolvio la fuerza que le habia quitado la droga, y volvio atras, cruzo tambaleandose la puerta y la cerro de golpe contra la vision que se acercaba.

—?Basta de pesadillas! —grito, y su voz cansada y enloquecida resono en el sotano—. ?Vuelve al lugar del que has venido! ?No puedo aguantarlo mas!

Las dos personas que bajaban en aquel momento la escalera del sotano y se dirigian a la biblioteca se detuvieron en seco al oir aquella voz demencial.

Themila Gan Lin palidecio visiblemente.

—En nombre de... —empezo a decir, y se interrumpio.

Habia algo familiar en aquella voz apenas reconocible, y un terrible presentimiento se apodero de ella.

Keridil le toco un brazo, haciendo ademan de que no se moviese.

—Espera aqui —dijo en voz baja—. Ire a ver que pasa.

Un fuerte golpe sono en la biblioteca mientras el bajaba los ultimos peldanos, y Themila vio que se llevaba instintivamente la mano a la espada de hoja corta que pendia de su cinturon. Era un signo de su rango mas que un arma util, y ella se pregunto, temerosa, si deberia ir en busca de mas ayuda. Si habia un peligro real en el sotano, Keridil estaria practicamente desarmado.

Pero era de tarde para preocuparse por la seguridad de Keridil. Este habia llegado a la puerta y la estaba empujando. Vio que vacilaba, y despues...

?Tarod!

— ?Oh dioses... !

Lo que mas temia Themila se habia confirmado, y bajo corriendo la escalera.

Al entrar en la biblioteca, un segundo ruido anuncio la caida de todo un estante de libros, que levantaron una nube de polvo al chocar contra el suelo. A traves de ella, vieron a Tarod de espaldas contra la pared, sacudiendo violentamente la cabeza, como si luchase por libra r-se de un monstruoso atacante que solo el podia ver. Tenia los dientes apretados en su tremendo esfuerzo por respirar, y estaba empapado en sudor. Sin detenerse a pensar, Themila iba a correr hacia el, pero Ke-ridil la contuvo.

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