—Si, si, desde luego.
— Bien. Le visitare con regularidad, pero quiero que alguien este continuamente a su lado. Si se produce algun cambio, debeis llamarme inmediatamente.
Keridil asintio con la cabeza y el medico apoyo una mano en su hombro.
—Lo unico que siento es no poder hacer nada mas por el.
—Estas haciendo todo lo humanamente posible.
Keridil convencio a Themila de que se marchase con Grevard y, cuando hubieron salido, se sento en el borde de la cama y miro a su amigo. La cara de Tarod estaba palidisima, a excepcion de sus hundidas ojeras; su respiracion era irregular, como un estertor. Parecia que podia morir en cualquier momento. Durante un rato, Keridil observo su rostro inmovil, tratando de no pensar en los tormentos que le habian llevado a tan desesperado y tal vez fatal extremo. Las senales habian sido claras para cualquiera que fuese capaz de verlas, y aunque el las habia visto, no habia actuado a tiempo.
Pero habia mas, mucho mas, de lo que hasta aqui habia podido ver cualquiera, penso Keridil, y se estremecio, de pronto, como presa de una premonicion. Habia hecho mal en no informar a Jehrek: con anterioridad... Ahora tenia que reparar el mal.
Si no era demasiado tarde...
Tarod no recobro el conocimiento durante aquella noche, ni en muchos dias y noches despues. Los que velaban no informaban de ningun cambio en la figura inmovil, y las ansiosas preguntas a Gre-vard, sobre todo por parte de Keridil y Themila, obtenian siempre la misma respuesta:
—Sin novedad. No puedo hacer nada mas.
Sin embargo, dentro del deteriorado mundo de su mente, Tarod estaba, en cierto modo, despierto y alerta. Tenia la impresion de estar suspendido, fuera del tiempo, en un crepusculo de sueno y delirio. Interminables secuencias de sucesos pasaban por su campo visual interior; revivia su pasado, aunque los recuerdos estaban tan deformados que solo servian para crear una monstruosa confusion.
Entonces, al hacerse el coma mas profundo, comenzaron a aparecer las caras. Al principio, eran furtivas y sutiles, pero al intensificarse las pesadillas, se hicieron mas atrevidas, de manera que, dondequiera que se volviese, se enfrentaba a horribles semblantes que chillaban y le hacian muecas. Las desencajadas facciones, los insensatos ruidos que hacian muecas, le recordaban otro tiempo y otra vida en que habia sido capaz de contender tranquilamente con estos espiritus menores y dominarles. Ahora era impotente contra sus ataques, y solo podia volverse y retorcerse como atado con cuerdas invisibles, mientras aquel mar de caras bailaba a su alrededor y sus gritos retumbaban en sus oidos como un fuerte oleaje. Al final, los ultimos hilos de su resistencia terminaron por romperse y el oscuro caos de la pesadilla se convirtio en la unica realidad.
Pero luego se produjo un cambio. Al principio, la mente trastornada de Tarod apenas lo advirtio, pero, en definitiva, se dio cuenta de que los continuos horrores se desvanecian y daban paso a un vacio peculiar y tenso. Habia algo familiar en la neblina de palidos y fantasticos colores que llenaba el aire a su alrededor; algo familiar en las columnas vagamente visibles que se alzaban hacia un techo invis i-ble..., y, de pronto, volvio el recuerdo y Tarod se dio cuenta de que estaban en el Salon de Marmol.
No podia pensar con bastante claridad para preguntarse como le habian traido aqui y, en todo caso, parecia que su presencia era puramente astral. Pero el alivio que sintio al encontrarse en un lugar que le era conocido y en el que podia anclar su conciencia, fue indescriptible. Se volvio, se deslizo, buscando el punto de referencia que le era mas familiar: los siete colosos de caras destrozadas que siempre le habian fascinado.
Estaban alli, amenazadoramente indiferentes en la resplandeciente niebla. Se lanzo hacia ellos, alargando mentalmente los brazos...
Una de las estatuas se movio. Tarod sintio una sacudida en su interior y se detuvo, mirando fijamente. De nuevo, y ahora de forma inconfundible, observo un temblor, como si la antigua piedra estuviese luchando contra siglos de inmovilidad, cobrando un fantastico aspecto de vida. Y mientras observaba, el perfil del coloso parecio oscilar y desintegrarse, metamorfoseandose en una figura humana, de tamano natural, que se apeo con ligereza del pedestal de granito.
La cara, tan parecida a la suya, sonrio, y sus ojos cambiaban constantemente de color dentro del marco de cabellos de oro. No era un hombre mortal; las facciones cinceladas, la boca bella pero cruel, la alta y graciosa figura, eran demasiado perfectas para tener una humanidad real. Era un morador efe un mundo inimaginable.., y, cuando aquel ser tendio una mano de largos dedos a modo de saludo, Tarod le reconocio y sintio un terrible escalofrio, una sensacion que le encantaba y repelia al mismo tiempo. Era el personaje que habia estado presente en sus suenos, ?el arquitecto de sus pesadillas!
— Tarod... — dijo aquel ser, y su voz sono clara y musical en la mente de Tarod.
Este lucho contra la fuerza que le retenia y, por fin, pudo articular unas palabras.
—Tu..., ?quien eres tu?
—?No me conoces, Tarod? ?No te acuerdas de Yandros?
Elementos de los suenos volvieron a el, y sintio un estremecimiento en lo mas profundo de su alma. Conocia aquel nombre, lo conocia tan bien como el suyo y, sin embargo, no podia comprender.
Y el recuerdo era tan intenso que toda la voluntad del mundo no habria podido borrarlo de aquella oscuridad profunda...
—?Por que? —gruno Tarod—. ?Por que me persigues?
Yandros no respondio a la pregunta, sino que le dirigio una mirada que le hizo palidecer todavia mas.
— Te estas muriendo, Tarod — dijo al fin—. El veneno que has tomado esta en tu sangre, y tal vez poner fin a tu vida mortal es lo que deseas, pero no es lo que nosotros deseamos para ti.
— ?Nosotros?
Yandros, con un ademan evasivo, dejo tambien esta pregunta sin respuesta.
—Desde luego, tu eres dueno de tu voluntad; puedes disponer de tu vida como mejor te plazca. Pero no creo que desees realmente morir.
?Lo deseaba? Se sentia terriblemente confuso, y trato de despejar su confusion y pensar mas claramente. Nada le habia importado su propia existencia cuando habia destilado y bebido la pocima; pero ahora, al enfrentarse con la realidad de la muerte, sus puntos de vista cambiaban. Y la voluntad de Yandros parecia imponerse a la suya con una fuerza que era inutil tratar de combatir...
—Dices que me estoy muriendo —dijo, con voz ronca—. Por consiguiente, ?que pueden importar mis deseos?
—No digas esto. —Aquel ser sacudio la cabeza; la aureola de colores temblo un momento, y se inmovilizo de nuevo—. Yo puedo salvarte, si me lo pides. Pero esto tiene un precio.
Un rastro del antiguo humor cinico y negro se dibujo en la sonrisa con que le respondio Tarod.
—Ya me has dicho que mi vida esta en tus manos, Yandros; no tengo nada mejor para ofrecerte.
—Al contrario. Hay una tarea... , un destino, podriamos decir... que debe cumplirse. Este es el precio, amigo mio.
—?Un destino? —El tono de Tarod era ahora burlon—. ?Yo no soy un heroe!
— Sin embargo, eres el unico habitante de este mundo que puede realizarlo. Y debe realizarse. —La voz de Yandros se hizo momentaneamente maligna—. Es algo ineludible, Tarod. Y un dia lo comprenderas... y te alegraras.
Los suenos... Tarod supo, de repente, que aqui estaba el origen de las pesadillas que le habian traido a este momento; la fuerza que le habia estado llamando durante tanto tiempo; la razon de que el fuese diferente. Y comprendio que Yandros no habia mentido cuando le habia dicho que esta fuerza era ineludible. Si ahora le volvia la espalda, continuaria hostigandole y ya no tendria otra oportunidad. Esto, o la muerte: no habia mas alternativa.
—?Que es lo que quieres de mi? —dijo, a media voz.
Yandros sonrio, triunfal.
—Nada, todavia. Tomate tiempo, y sabras todo lo que tengas que saber cuando llegue el momento oportuno.
No tenia eleccion...
—Entonces, acepto —dijo.
Aquel ser, fuese lo que fuese, asintio con la cabeza. Por un instante, un destello malicioso brillo en sus ojos multicolores.