pero, conociendo a Middigane, Anghara tenia para si que tal negativa provenia de su interes en los hombres mas viriles de su localidad, algo que le resultaria mas dificil permitirse bajo la mirada de la reina.

Cuando la princesa entro, Middigane se incorporo y le dedico una reverencia. Anghara beso a Imogen, y la reina la estudio con ojos de miope pero criticos.

—Has perdido mas peso, Anghara. ?Cuantas veces he de decirte que no comes lo suficiente? Middigane, me temo que tendremos que entrar un poco mas la cintura del vestido.

Middigane se inclino sobre sus rollos de tela y saco el traje de novia de Anghara. Hasta ahora consistia en poco mas que enaguas y corpino, pero el traje terminado seria una fantastica mezcla de seda gris perla recubierta de encaje plateado, y rematado con una enorme cola sobre la que Middigane planeaba coser un millar de diminutos opalos. Anghara hubiera preferido algo bastante mas sencillo, pero Imogen no habia querido oir hablar de tal idea: estaba decidida a que la boda de su unica hija fuera un acontecimiento de gran esplendor y solemnidad, y pensaba demostrar a los dignatarios visitantes procedentes de su pais natal que Carn Caille podia igualar a cualquier pompa del este. Se habian producido algunas escaramuzas entre madre e hija, pero Imogen se habia salido con la suya y Anghara hubo de resignarse a la perspectiva de una boda celebrada con todo el ceremonial.

Con Middigane moviendose y enredando a su alrededor, se quito sus ropas y se introdujo en el traje, luego subio al pequeno taburete para permitir que la costurera se pusiera a coser y sujetar alfileres. Imogen tomo un bordado que habia dejado a un lado y mientras alisaba la tela sobre el bastidor, dijo:

—Anghara. Tu padre y yo no estamos nada satisfechos de tu comportamiento en los festejos de anoche.

Anghara volvio la cabeza, con lo que provoco un gemido de protesta de Middigane y sus mejillas enrojecieron enseguida.

—Madre...

—No; quiero que me escuches, criatura. —Imogen levanto la vista, y sus ojos, que normalmente eran placidos y suaves, aparecian mas severos que de costumbre—. Tu temeridad al hablar como lo hiciste a Cushmagar podria haber arruinado toda la temporada de caza. Tal y como estan las cosas, no se produjo ningun perjuicio; pero me gustaria pensar que jamas volveras a comportarte de una forma tan estupida.

Anghara era muy consciente de que Middigane escuchaba con gran atencion; no obstante, segun la costumbre de los nobles del este, la reina Imogen no sentia el menor escrupulo en decir lo que pensaba en presencia de inferiores. Ahora, el relato de las fechorias de Anghara se extenderia sin duda por todas las islas exteriores en el mismo instante en que Middigane pusiera los pies de nuevo en su tierra, y la princesa se sintio como una criatura de cinco anos a la que reprendieran ante las mal disimuladas risitas de sus iguales.

Giro la cabeza enojada.

—Tal como dijiste, madre, no se produjo ningun perjuicio.

—Esa no es la cuestion. Quiero tu palabra, Anghara.

La joven apreto los dientes.

—La tienes. —E hizo una mueca cuando Middigane, distraida, hizo un torpe movimiento y le clavo un alfiler—. ?Ten cuidado, mujer!

—?Anghara! —La voz de Imogen sono helada, y, conocedora del tono y del poco frecuente pero implacable genio de su madre, Anghara se apaciguo.

La reina aguardo hasta que el fuego hubo desaparecido de los ojos de su hija, luego se puso en pie.

—Te dejare en las manos capaces de Middigane —anuncio—. Cuando ella ya no te necesite, puedes venir a verme a mi tocador, y daremos una mirada a las joyas que llevaras en tu boda. — Intercambio una sonrisa amable y un tanto resignada con la pequena costurera; luego le dio la espalda a su hija y salio de la habitacion.

Anghara miro por la ventana la brillante manana. Penso en la caceria, en Fenran, en el ladrido de los podencos y en la embriagadora excitacion de la caza. A sus pies, Middigane canturreaba desafinadamente con la boca llena de alfileres; la princesa cambio el peso de su cuerpo de un pie al otro y resistio la tentacion de pisar la mano de la menuda mujer y fingir que habia sido un accidente. Un mes, penso. Solo un mes.

Su suspiro fue como un debil soplo en la soleada habitacion.

La reina Imogen no volvio a hacer referencia al episodio de la noche anterior cuando Anghara se reunio con ella en su habitacion algo mas tarde; no obstante, la tension residual que flotaba en la atmosfera entre madre e hija resultaba palpable e incomoda. Durante dos horas, la princesa permanecio sentada junto a Imogen, examinando obediente la desconcertante coleccion de collares, diademas, brazaletes y anillos que su madre, con un gusto impecable, habia seleccionado para que ella escogiera. La joven no podia concentrarse; el hecho de haberse perdido la caceria aun le dolia, y —aunque no se atrevia a decirselo a su madre— se sentia muy poco interesada en todo aquello. Llevaria lo que Imogen aconsejara. Todo lo que deseaba era alejarse de los sofocantes muros de Carn Caille y encontrarse al aire libre bajo el sol.

Por fin la dura prueba termino. Anghara abandono los aposentos de su madre y recorrio a toda prisa los pasillos de la vieja fortaleza en direccion a su propia habitacion, ansiosa por librarse de sus ropas palaciegas y aprovechar lo mejor que pudiera lo que quedaba del dia antes de que regresaran los cazadores. Se celebraria otra fiesta por la noche, aunque de menor envergadura que la anterior; necesitaba estar a solas un tiempo, antes de que empezara, para reparar sus sentimientos heridos y lograr que su humor no se resintiera.

Por fortuna, Imyssa no estaba alli cuando Anghara llego a su dormitorio. Se quito el vestido con rapidez, lo arrojo con descuido sobre la cama, todo arrugado, y se puso una camisa, un jubon, pantalones y botas altas. A Imogen no le gustaba que llevara tales ropas, pero el estilo de vida tosco de Carn Caille era un argumento de bastante peso en si mismo para triunfar sobre las protestas de la reina: cualquier mujer que no siguiera de vez en cuando a los hombres en su forma de vestir se encontraba con que su radio de accion quedaba severamente restringido. Anghara termino de vestirse, y como una ocurrencia tardia coloco su cuchillo de hoja ancha favorito en la funda que colgaba de su cinturon. Aun no habia pensado que haria para animarse, pero empezaba a formarse una idea en su mente, y si decidia seguirla el cuchillo resultaria muy util.

Se sujeto los cabellos en la nuca, de modo que le colgaba en la espalda como una cola de caballo, y descendio a toda velocidad por la escalera de los criados en direccion a los establos. Alguien —y sospecho que Fenran habia tenido algo que ver en ello— habia tenido la delicadeza de asegurarse de que Sleeth, su yegua, no sirviera de montura a otro jinete de la caceria. En la suave penumbra del establo el animal la saludo con ansiosos relinchos; habia percibido la excitacion que flotaba en el aire aquella manana y no podia comprender por que lo habian dejado atras. Anghara paso algunos minutos cepillando con energia el pelaje de la yegua; era una tarea que le gustaba hacer pese a que habia una pletora de mozos encargados de ello, y cuando termino se sentia mas limpia en su interior y mas tranquila. Sleeth se mostraba inquieta, ansiosa por hacer ejercicio, y Anghara miro al sol a traves de la ventana con los ojos entrecerrados. Calculo que faltarian unas dos horas, quiza tres, para que regresaran los cazadores a Carn Caille. Tiempo suficiente para que pudiera disfrutar de una larga y estimulante cabalgada, y a lo mejor —sonrio para si— traerle a Fenran una sorpresa que este no esperaba.

No habia nadie por los alrededores cuando condujo a la yegua ensillada al patio; lo cual significaba que no habia nadie que le hiciera preguntas acerca de adonde iba o que insistiera en que un criado la acompanase. El patio estaba banado por una luz anaranjada, con largas sombras que se extendian desde la torre del homenaje y el edificio principal; soplaba un airecillo frio que anunciaba la cercania del otono, pero no habia la menor senal de que el buen tiempo fuera a terminar. Anghara no precisaria escolta. Se monto en la silla de Sleeth y volvio la cabeza de la excitada yegua en direccion a la puerta.

Al cabo de dos horas de cabalgar, la princesa se dijo a si misma que no habia sido mas que el azar el que la habia conducido a la escarpadura situada en el limite de la tundra. Habia evitado la zona donde se desarrollaba la caceria, y sus intenciones eran tomar una ruta a traves de la parte norte del bosque donde les gustaba tanto hozar a los jabalies de la region. Estos cerdos salvajes eran pequenos pero feroces; si conseguia matar a uno y lo llevaba con ella a Carn Caille, su padre y Fenran se quedarian estupefactos.

Pero de alguna forma las cosas no habian salido como Anghara tenia planeado. Con la misteriosa perversidad de su raza, las piaras de jabalies habian decidido desdenar sus acostumbrados terrenos de busqueda de alimentos, y la pieza mas grande que habia visto en toda la tarde fue un faisan macho de vivos colores que echo a volar ante su cercania, las alas zumbando por entre las hojas mientras graznaba su gutural grito de alarma. Al final, aburrida de buscar una presa que no se encontraba por ningun sitio, habia permitido que Sleeth escogiera el camino por entre los arboles, y cuando las lindes del bosque aparecieron ante ella y la ladera de la larga escarpadura se hizo visible a traves de las cada vez mas escasas ramas, no habia encontrado motivo para no

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