para la fiesta. Pero Anghara no estaba alli.

Si la anciana nodriza hubiera estado despierta, y hubiera mirado por la ventana en direccion a donde el cielo se tenia lentamente de un vivo tono naranja, habria podido ver al cormoran que sobrevolaba la gran torre del homenaje de Carn Caille. Una solitaria silueta negra recortada contra un cielo en llamas, y un pajaro cuya vision presagiaba acontecimientos siniestros. Si lo hubiera visto, Imyssa habria corrido a sus runas y sus hierbas, y habria conjurado un hechizo para ver y de esa forma determinar el significado de la aparicion del cormoran. Pero no lo vio. En lugar de ello, inmersa en su sueno sin forma, se movia espasmodicamente como si fuera victima de convulsiones, y sus arrugados parpados se agitaban en un inconsciente y temeroso espasmo.

Anghara abrio los ojos y se encontro con un pedazo de esquisto a pocos centimetros de su rostro. Las costillas y el brazo derecho le dolian; cuando, con una accion refleja involuntaria, sus piernas se movieron, descubrio que estaba tumbada boca abajo sobre una tierra seca y marchita, la cabeza torcida en un angulo imposible. Algo se agito a su espalda; sobresaltada, hizo un movimiento brusco para alejarse y entonces se dio cuenta de que no era mas que un matorral enano, y que uno de sus pies estaba enredado entre sus ramas marchitas y resecas.

El matorral habia amortiguado su caida...

Se incorporo apoyandose en los codos, y por un momento penso que iba a marearse. La cabeza le daba vueltas, y cuando exploro su craneo con dedos vacilantes, la mas leve presion sobre su sien izquierda le produjo un dolor lacerante.

Le dolia todo el cuerpo. Sus ropas estaban rasgadas, habia arena en sus cabellos, y las palmas de las manos estaban aranadas; tenia el vago recuerdo de que, en un momento dado, habia extendido los brazos en un futil intento por evitar golpearse demasiado fuerte contra el suelo cuando Sleeth...

Una sola imagen puso en marcha todas las demas, y una furiosa sensacion de contrariedad la invadio. Hacia anos que no se caia de un caballo, y el comportamiento de Sleeth habia sido siempre

predecible.

Solo que Sleeth no se habia mostrado terca ni temperamental. Se habia mostrado aterrorizada.

Anghara no habia tenido mas que problemas con la yegua mientras cabalgaba por la llanura. Sleeth esquivaba las sombras, veia fantasmas y enemigos detras de cada nudoso matorral y en los contornos de cada roca. Se movia de lado, resoplaba, sacudia la cabeza en un esfuerzo por deshacerse de su jinete... Habia resultado cada vez mas ingobernable con cada metro recorrido. Pero ?a furia de la princesa se negaba a aplacarse; controlaba a Sleeth con ferocidad y la obligaba a seguir adelante, y la reticencia de la yegua solo servia para reforzar su propia determinacion. Por ultimo, empero —y Anghara no podia recordar cuanto tiempo habia transcurrido o cuanto camino habian recorrido, antes de que sucediera—, Sleeth se habia dejado dominar por el panico. Un relincho agudo, un encabritamiento incontrolable, y la princesa habia salido despedida de la silla, pasando ignominiosamente por encima de la cabeza de Sleeth para estrellarse, perdiendo el conocimiento, contra el duro suelo.

No hubiera debido de ser tan temeraria. La rabia que la habia corroido durante todo el dia se habia convertido en cenizas ahora, y lamento con amargura su terquedad. Olvidalo, habia dicho Imyssa; e Imyssa estaba en lo cierto. Su insistencia por cabalgar hasta aquel abandonado y agreste lugar no le habia acarreado mas que problemas; ahora con toda seguridad Sleeth se habria desbocado y huido a casa, dejandola sola, aturdida y posiblemente perdida en aquella vasta y hostil tierra de nadie.

La princesa se sento con movimientos lentos y deliberados y se froto los ojos. Las pestanas estaban incrustadas de arena y todo le parecia borroso. Se pregunto cuanto tiempo habia permanecido en el suelo; a traves de sus ojos llorosos podia ver que el cielo aun estaba iluminado, pero el calor del dia habia dado paso a un desagradable y hostil viento helado. Algo se movio a poca distancia, pero no era mas que una mancha borrosa: se froto los ojos otra vez, y por fin el mundo se aclaro ante ellos.

Sleeth no habia huido. En lugar de ello permanecia a unos veinte metros de donde se encontraba Anghara. La yegua tenia la cabeza gacha y mostraba un aspecto deprimido y derrotado; contemplaba a Anghara inquieta, y no hizo la menor intencion de acercarse.

Sleeth. Acercate, chica. Acercate. —La voz de Anghara sono temblorosa; la caida le habia hecho perder casi por completo el control de sus facultades.

Sleeth agito la cabeza nerviosa, pero no se movio.

?Sleeth!

Sleeth siguio sin querer obedecer; aunque ahora Anghara se dio cuenta de que la yegua se debatia entre las exigencias conflictivas de las ordenes que se le habia ensenado a obedecer y su propio miedo innato. Queria acercarse a su duena, pero no podia. No se atrevia.

El ultimo sorprendente fragmento de su dispersa memoria encajo en su lugar, y la princesa comprendio por que estaba tan asustado el animal.

Sleeth estaba a la luz del sol; pero Anghara estaba en la sombra. Una sombra alargada, angulosa y extrana. Supo lo que era antes de reunir el valor necesario para volver la cabeza: la habia visto crecer a partir de un lejano punto mientras forzaba a la poco dispuesta yegua a recorrer la llanura, tomar forma, desarrollar consistencia, convertirse en algo tridimensional, hasta que finalmente ya no era una sombra de su imaginacion sino una amenazadora y tangible realidad.

La Torre de los Pesares.

Una sensacion de nausea la recorrio y su estomago se contrajo. Reprimio el espasmo tan bien como pudo, en un intento de convencerse de que su terror era irracional. Pero no podia deshacerse de el. La leyenda tenia demasiados anos, el lugar habia estado abandonado demasiado tiempo; y las palabras de la balada de Cushmagar resonaron como un eco sobrenatural en sus oidos. Ningun ojo humano se posara sobre su puerta y ningun pie humano mancillara la tierra que la rodea. Tabu. Un lugar prohibido. Una voz interior le grito que se levantara y corriera hacia Sleeth, cabalgara hacia el norte tan deprisa como le fuera posible a la yegua y no volviera ni una sola vez la vista atras. Sus dedos escarbaron entre el polvo mientras se ponia en cuclillas, dispuesta a obedecer aquel impulso...

Y antes de que pudiera detenerlo, algo oscuro, primario, mas alla de su control, la obligo a volver la cabeza.

Aspiro con fuerza de forma involuntaria y el sonido fue como un chasquido en medio del silencio que la rodeaba. A menos de treinta metros de ella la Torre de los Pesares se elevaba hacia el cielo, ocultando el sol que empezaba a descender hacia su ocaso. La gran pared que tenia frente a ella estaba de perfil, y desde alli la sombra proyectada por la torre se extendia como un dedo gigantesco y maligno para tocarla. Casi le parecio como si la sombra la hubiera rodeado en un impuro abrazo que, incluso aunque se apartara de sus garras, seguiria llevando su mancha bajo la luz del sol. Clavo los ojos en el enorme monolito, sintiendo como si por su sangre corrieran serpientes, paralizada por la terrible enormidad de su transgresion.

Era una construccion solida, una estructura rectangular que resultaba extrana a las suaves curvas de la arquitectura de las Islas Meridionales. Y aunque los siglos habian desgastado y suavizado sus contornos, algo en aquella anormal estructura de cantos duros lleno a Anghara de repugnancia. Era fria, anonima, su fachada de lisa e imponente piedra carecia por completo de ventanas y del mas minimo adorno. Anghara se sentia empequenecida. La torre, como un gigantesco animal de presa, parecia absorber la vida y la fuerza de su cuerpo, y tuvo la terrible sensacion —ilusion, se dijo, ilusion— de que si no escapaba de su influencia rapidamente se quedaria paralizada alli mismo y echaria raices como los retorcidos matorrales en aquel horrible lugar.

Sleeth lanzo un agudo relincho. El hechizo de la torre se hizo anicos, y Anghara giro la cabeza con rapidez. Vio que la yegua parecia alerta, la cabeza levantada ahora como si hubiera escuchado un sonido que estuviera fuera del alcance de los oidos de la muchacha. Percibio el temor de la yegua, y de nuevo se apodero de ella el impulso de huir.

Pero no podia. No ahora que estaba tan cerca. Muy despacio, se volvio para mirar de nuevo a la Torre de los Pesares, y consiguio controlar su desbocada imaginacion. Era una torre, nada mas; un edificio construido por manos tan humanas como las de los artesanos que habian levantado Carn Caille. Piedra y mortero, vulnerable a los elementos. No poseia ningun poder sobrenatural, no alojaba ningun demonio excepto aquellos que sus propias pesadillas habian creado. Y deseaba exorcizar a esos demonios, de una vez por todas.

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