tenia ningun adorno, pero en el mismo centro de su superficie frontal destacaba en un ligero relieve un pedazo cuadrado de aquel mismo extrano material. ?Un pestillo? Si asi era, su diseno le resultaba tan extrano como el resto de aquel curioso artefacto, y Anghara no tenia la menor idea de como podria funcionar.

Durante algunos minutos se quedo contemplando el arcon, sus pensamientos hechos un torbellino. Si, como afirmaba la leyenda, nadie habia puesto los pies en esta torre desde el dia de la venganza de la Madre Tierra, entonces este extrano cofre metalico solo podia haber pertenecido a una persona: el anonimo Hombre de las Islas, Hijo del Mar, que habia construido la torre y velado durante aquella terrible noche. Por que lo habia llevado hasta alli para luego abandonarlo cuando salio de la torre al nuevo mundo Anghara no podia ni imaginarlo, pero al pensar en lo que el arcon pudiera contener la hizo sentir mareada de excitacion. Aqui podian encontrarse las respuestas a innumerables misterios sobre aquella epoca remota; verdades enterradas que los historiadores, los estudiosos, los bardos y los adivinos darian todo lo que poseian y mas por comprenderlas. Un tesoro de conocimientos, que solo esperaba ser revelado. Y ella lo habia desenterrado...

Pero ?como abriria el arcon? Con la excitacion apoderandose de ella cada vez mas, Anghara ya no consideraba la sensatez de lo que hacia. El antiguo tabu se habia hecho trizas, el hechizo de la Torre de los Pesares estaba roto. Todo lo que importaba era averiguar su secreto definitivo.

Paso las manos con rapidez pero con indecision sobre la superficie del arcon. El metal —si es que en realidad era metal— tenia un tacto extrano, casi como si pasara las palmas de sus manos sobre una lamina de cristal petrificado. Aquella sensacion le resulto algo repulsiva, pero continuo hasta haber cubierto cada centimetro de su superficie. No habia junturas, y se echo hacia atras sentandose sobre los talones, irritada por su derrota. Su unica esperanza estaba en el pequeno panel elevado, y estiro una mano con cautela en direccion a el. Un ultimo resto de precaucion y supersticion la habia hecho evitar tocarlo con anterioridad, pero si el arcon podia abrirse, entonces ese era el unico medio posible. Ignorante de que se mordia el labio —una peculiaridad de su infancia que no habia vuelto a mostrar durante anos—, Anghara apreto las puntas de los dedos contra el pequeno recuadro.

No podia estar segura de si fue su imaginacion, pero le parecio escuchar un debil, sibilante siseo, como de aire que se escapase. Lo que no eran imaginaciones suyas fue el terrible hedor que invadio su nariz. Duro tan solo un instante, pero fue lo bastante fuerte y repugnante como para hacer que se echara hacia atras, boqueando y tapandose la boca con una mano. Y mientras se balanceaba sobre sus talones, una linea delgada y oscura aparecio a lo largo del arcon. Se ensancho con rapidez, y la muchacha se dio cuenta con sorpresa de que, en silencio, sin que se la incitara mas a ello, la anteriormente invisible tapa del cofre se estaba levantando.

Se alzo con un solo y suave movimiento hasta quedar vertical, para revelar su vacio interior. Durante un momento, Anghara permanecio paralizada, estupefacta tanto por la sencillez de su descubrimiento como por la extrana naturaleza del cierre; luego se abalanzo hacia adelante, sujetando los lisos extremos metalicos para atisbar en su interior.

Su exclamacion de rabia, frustracion e incredulidad resono huecamente en la habitacion cuando la princesa contemplo el interior del arcon. No contenia nada. Ni una reliquia, ni una clave; ni siquiera un resto de polvo como prueba de que algo se habia podrido alli dentro. El arcon estaba totalmente vacio.

Anghara se echo hacia atras y se puso en pie, mareada y sin aliento, con la sensacion de haber sido enganada. Habia estado tan cerca... Habia quebrantado todas las leyes, todos los tabues para llegar hasta la Torre de los Pesares, y la torre la habia decepcionado. Desolada, se volvio y dio un paso en direccion a la puerta, sin hacer el menor intento por reprimir su creciente enojo. La leyenda era un engano, despues de todo. El Hombre de las Islas no habia dejado ningun legado. Alli no habia nada a lo que temer, ?no habia nada alli! Queria abandonar aquel lugar asqueroso; queria alejarse de la llanura y sus infantiles y estupidas supersticiones y regresar a la confortabilidad de Carn Caille y de los suyos. Sus ojos se llenaron de lagrimas de colerica desilusion, empanando el rectangulo mas iluminado que era la entrada, y se dirigio al exterior tambaleante.

Una nube cubrio el sol, y la luz se oscurecio. A su espalda, algo lanzo un suspiro suave y satisfecho.

CAPITULO 5

Un cosquilleo recorrio la nuca de Anghara como si un rayo hubiera caido a pocos pasos de donde se encontraba, y un sudor frio empezo a banar su cuerpo. Estaba de espaldas al extrano arcon de metal, y no se atrevia a volverse, no se atrevia a mirar por encima del hombro. Se habia imaginado el sonido, se dijo, mientras su pulso martilleaba angustiosamente. Estaba sola en la torre. No podia haber nadie detras de ella.

No llego ningun otro sonido. El silencio resultaba horrible y por ultimo Anghara ya no pudo soportarlo por mas tiempo: su miedo a lo desconocido era mayor que el miedo a cualquier revelacion. Obligo a los pies a moverse y se dio la vuelta.

Entre ella y el arcon vacio se encontraba una criatura. Sus cabellos eran plateados, llevaba puesto solo un sencillo tabardo gris y la rodeaba un halo inquietante y fantasmagorico. La contemplaba con unos ojos plateados desprovistos de toda compasion o humanidad. Los ojos paralizaron a Anghara; desesperada, deseo apartar la mirada, pero la sujetaban con fuerza, los ojos fijos en aquellos dos vortices gemelos como un conejo hipnotizado por una mortifera serpiente. En ellos descubrio un abismo de crueldad que sobrepasaba su habilidad de comprension, una inteligencia terrible y odiosa que se burlaba del terror paralizante que la atenazaba.

Intento hablar, pero su garganta estaba bloqueada y su voz habia desaparecido. Intento moverse pero sus pies estaban clavados al suelo de la torre. Y el miedo se transformaba ya en terror, reprimido por una peligrosamente debil barrera que estaba a punto de ceder.

La criatura continuo contemplando a Anghara con tranquila e implacable malicia. Luego sonrio. Sus dientes eran como los dientes de un felino, pequenos, afilados, feroces: la mueca transformo su rostro en algo monstruoso y maligno; y, como un puno invisible que la golpeara en la boca del estomago, la barrera que se interponia entre Anghara y el terror ciego se partio.

Su propia voz reboto en estridentes ecos por la Torre de los Pesares cuando lanzo su grito, dando paso al negro maremoto de horror que la recorrio. La paralisis que la atenazaba se hizo pedazos y se precipito en direccion a la puerta, choco contra el dintel y reboto, y salio tambaleante de la torre para ir a caer con fuerza sobre el hombro. Incapaz de coordinar lo suficiente sus movimientos para ponerse en pie, se arrastro y avanzo a gatas en direccion a donde habia estado Sleeth, gritando desesperada el nombre de la yegua. El violento resplandor rojizo de la puesta del sol cayo sobre ella, pero desapareceria, desapareceria, muy pronto, y ella moriria, todo moriria...

El suelo parecio deslizarse bajo sus pies sin previo aviso, como si las mismas dimensiones del mundo se hubieran visto alteradas de repente. Anghara cayo cuan larga era al suelo, se debatio para levantarse de nuevo, y se balanceaba sobre sus dos pies ya cuando la vibracion dio comienzo. Se oyo un ruido sordo, como de una titanica tormenta en la distancia...; la tierra temblo, y a su espalda se elevo una enorme sombra, una sombra de oscuridad que ocultaba el moribundo dia. La torre se estremecia, las enormes piedras se entrechocaban unas con otras, la argamasa se resquebrajaba, las vigas se partian...

?Sleeth!

Anghara se tambaleo hacia adelante, cayo de rodillas, se levanto de nuevo con un esfuerzo sobrehumano. Delante de ella, en medio de la rojiza penumbra, algo se movio, interpuesto en su camino: las manos de la muchacha saltaron hacia fuera y se apoyo contra el costado de la yegua, sus dedos enredandose en la tira de un estribo. Sleeth se agito temerosa, la cabeza echada hacia atras y los ojos desorbitados; arrastro a Anghara con ella mientras la princesa luchaba por sujetarse al pomo de la silla y tomar las riendas, entonces le pisoteo la mano a su duena mientras esta luchaba en vano para contenerla. El dolor eclipso por un momento el panico de Anghara: su mano se cerro sobre un mechon de las crines de Sleeth e invoco todas sus energias en un desesperado esfuerzo por montarse en la yegua y sujetarse con ambas piernas sobre su lomo. Sleeth se encabrito y salio al galope, estribos y riendas revoloteando mientras la princesa se aferraba precariamente a su cuello; por fin consiguio sujetar una rienda cuando esta le dio en el rostro, y tiro de ella con determinacion, dandole una orden con voz aguda a la vez que conseguia refrenar la salvaje y erratica carrera de Sleeth.

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