Las antorchas llameaban y danzaban en sus soportes a causa de las corrientes de aire provocadas por los hombres que corrian. Por fin, Kalig salio al patio, y a una caotica y aterradora escena.
El sol se habia puesto, pero el patio estaba lleno de luces temblorosas que se movian de un lado a otro y convertian la oscuridad en una sombria pesadilla. Los hombres corrian mientras los sargentos rugian sus ordenes; un grupo subio a toda velocidad los escalones que conducian a las murallas mientras los centinelas gritaban y gesticulaban. Kalig no se detuvo, sino que se dirigio directamente a las escaleras al tiempo que grito a Kirra y a Fenran que lo siguiesen. Subieron los escalones de dos en dos y emergieron sin aliento sobre las estrechas almenas que rodeaban Carn Caille. Y alli, alzandose en la noche en direccion a ellos, se veia una enorme y cada vez mas amplia nube de oscuridad. Hasta donde se extendia, con que rapidez se movia, no podian decirlo: pero habia tapado los ultimos debiles rayos del sol que se ocultaba bajo la linea del horizonte, y nadie podia dudar de que se dirigia directamente hacia la fortaleza. En su espeso corazon centelleaban los relampagos, pero eran relampagos de una clase que nadie habia visto antes: plateados, purpura, escarlata. Y el viento embravecido que aquel monstruoso fenomeno provocaba traia unos sonidos sobrenaturales y espantosos: una cacofonia chillona, ululante y gimiente que asaltaba sus oidos con
—?Padre! —Kirra se agarro al brazo de Kalig—. ?Eso no tiene un origen terrenal!
Kalig lo sabia muy bien. Las espadas nada podrian contra tal horror, y con toda seguridad ningun hechizo conocido en Carn Caille podia esperar derrotarlo.
—?Senor! —Era una voz aspera de un soldado; en el otro extremo de la muralla un centinela gesticulaba frenetico—. ?Senor, en el cesped, a unos quinientos metros, se ve a un jinete! —?Que?
Fenran, viendo la conexion antes que ningun otro, se volvio en redondo para mirar, y bajo el terrible resplandor de los relampagos que brillaban en el corazon de aquella manifestacion vio las diminutas
—?Senor! —aullo por encima de todo el estruendo—. ?Es Anghara!
Kalig lanzo un sobresaltado juramento, y por un instante quedo paralizado.
—?Abrid las puertas! —rugio, y su voz se elevo por encima de todos—. ?Abrid las puertas a la princesa Anghara!
Fenran ya habia desaparecido. Salto los escalones que daban al patio y corrio en direccion al gran arco situado bajo el torreon. Anadio sus fuerzas a las de los hombres que luchaban por tirar hacia atras de las enormes puertas de madera y, cuando por fin se abrieron con un chirrido, intento cruzarlas.
—?No, senor! —Un fornido sargento lo echo hacia atras, mientras le gritaba al oido—: ?No podeis hacer nada, ya casi esta aqui!
Y emergiendo con gran estruendo de la oscuridad aparecio
—
Fenran la sujeto por los brazos e intento ponerla en pie. Por un momento ella se debatio; luego alzo su rostro y unos ojos totalmente apagados lo miraron por entre la humeda cortina de su pelo. Descubrio los dientes en un terrible rictus, y se dio cuenta de que estaba enloquecida.
—La Torre... —Sus manos se clavaron en sus hombros como garras—. Que la Madre Tierra nos ayude...
—?Anghara! —Era Kalig, que por fin habia alcanzado . a Fenran—. Criatura, ?que...? —Y se detuvo horrorizado al contemplar su rostro.
—Mi senor, dice... —Fenran trago algo que habia en su garganta y que intentaba impedirle que dijera aquellas palabras—. ?Dice que la Torre de los Pesares se ha derrumbado!
Aun en aquella oscuridad apenas iluminada por las antorchas pudo ver como el color desaparecia del rostro del rey. El puno de Kalig se crispo y se llevo los nudillos a la boca.
—
Miro de nuevo a Anghara, y de repente cada uno de los musculos de su cuerpo se tenso mientras su mente aturdida buscaba a tientas y descubria algo de la verdad de lo sucedido. Estiro la mano con violencia y sujeto un mechon de los cabellos de la princesa. Su voz sobresalto a Fenran por su desesperanzada ferocidad.
—Padre... —La cordura regreso a los ojos de Anghara, y con ella todo el reconocimiento del horror que habia provocado.
El aullido de la monstruosidad que se acercaba ensordecia los oidos de Fenran, pero Kalig y su hija no parecian percatarse, inmoviles como en un cuadro siniestro, ambos paralizados por la dimension de lo ocurrido. Fenran asio el brazo del rey y lo llevo aparte.
—?Senor, no hay tiempo para recriminaciones ahora! ?Lo que sea que haya sido liberado, esta casi encima de nosotros!
Mientras lo decia, las voces que aullaban y gemian llegaron a su punto maximo de potencia, acompanadas por los alaridos de advertencia de los hombres situados en las murallas. Un gran soplo, caliente como un horno, cruzo el patio, la vanguardia de la gigantesca ala oscura se precipito como una masa hirviente sobre las murallas y estallo en un millar de formas fantasmagoricas que descendieron como una oleada. Los alaridos humanos se mezclaron con sus insensatos y diabolicos chillidos, y las figuras desmadejadas caian desde las murallas con aleteos de brazos
—?Animo! —El rey Kalig paso junto a Fenran dando un traspie, llevado por la fuerza del golpe que habia asestado, y su rugido golpeo contra el griterio que inundaba el patio—. ?Carn Caille! ?Seguid a vuestros capitanes!
Su grito saco al joven de su paralisis. Fenran giro en redondo, a tiempo de ver a uno de los sargentos de las puertas que caia bajo el ataque de dos criaturas blanquecinas y farfullantes de espantosos torsos hinchados y piernas parecidas a husos. El alarido de muerte del hombre, en el momento en que le desgarraban el cuello, hizo que a Fenran se le encogiera el estomago, y se dio cuenta de que, sobrenaturales o no, diabolicas o no, estas criaturas no eran fantasmas, sino algo horrible y fisicamente
Kalig habia desaparecido en medio de toda aquella carniceria; gritaba todavia, y sus capitanes intentaban obedecer sus ordenes y formar a sus hombres en algo parecido a una escuadra de batalla. Salia ya otra gente de la fortaleza; no solo soldados, sino cortesanos, consejeros, sirvientes, mozos de cuadra, artesanos, todos los hombres que alli habia —y no pocas mujeres— capaces de empunar un arma. La escena era de un caos infernal: se veian los negros contornos de hombres y monstruos que luchaban en el patio, el brillo de las antorchas como lugubres cabezas de alfiler, seres humanos y cosas que no eran humanas chillando sedientos de sangre o llenos de dolor o furia; no habia tiempo para pensar con coherencia ni tampoco razonar; todo habia quedado reducido a una siniestra y cruda
batalla por la supervivencia.
Fenran se volvio y vio que Anghara seguia aun acurrucada, inmovil, sobre las losas del patio. No llevaba armas, y parecia como si no se diera cuenta de la carniceria que tenia lugar a su alrededor, como si se negara a dejar que penetrara en su conciencia.