centro del patio; no escucho el golpear de miles de alas ni sintio el abrasador torbellino cuando se reunieron y convergieron girando como una peonza; ni siquiera se dio cuenta del momento en que se alzaron por los aires enrarecidos —un tornado viviente— y luego se proyectaron hacia arriba para desaparecer en la noche. De lo unico que se dio cuenta fue del sonido de su propia voz, hasta que el ultimo dique de contencion se quebro en su interior y cayo hacia adelante, la espada estrellandose sobre el suelo al caer de su mano temblorosa cuando se desplomo inconsciente sobre las losas empapadas de la sangre de Fenran.
CAPITULO 6
El amanecer se arrastro sobre las murallas de Carn Caille en una delgada y palida neblina mientras el sol mostraba sus primeros rayos rojos por el este. La fortaleza estaba en silencio. No habia lamparas encendidas en las ventanas; ningun centinela se recortaba contra el cielo que se iluminaba poco a poco. En alguna parte sobre el mar, una gaviota lanzaba un triste lamento; el ligero viento, que cambiaba de direccion de modo caprichoso, ora del noroeste ora del nordeste, anunciaba lluvia antes de que hubiera pasado mucho tiempo.
No sabia cuantos estaban muertos. Durante quizas un minuto, o acaso una hora, permanecio sentada alli donde habia estado desde que recuperara el conocimiento, las manos flaccidas e inutiles sobre el regazo, la cabeza girando despacio primero hacia un lado, luego hacia el otro, los ojos vacuos absorbiendo la escena que se presentaba ante ellos.
Hombres y mujeres de la corte de su padre. Habian luchado con toda su destreza y su fuerza formidables, y ahora yacian destrozados, desechos, caidos como si se tratara de trigo en un campo segado. Una cosecha de sangre y almas. Y ella, Anghara hija-de-Kalig, debia entonar su cancion funeraria, porque ella era la culpable de todo aquello.
Por fin —su sentido del tiempo tan muerto como los cadaveres que se amontonaban en el patio—, Anghara se puso en pie. Se movia como una anciana; arrastraba los pies para dar un paso, dos, tres. No se atrevio a mirar a su espalda al portal donde Imogen y sus damas habian ardido; siguio su avance cansino hasta llegar al primero de varios montones de cuerpos y clavo los ojos en la marana de brazos, piernas y armas.
Creagin. No lo habia visto caer, pero alli estaba, un ojo dirigido al cielo diurno; el otro, una cuenca vacia. Habia otros: conocia sus nombres pero no parecia tener ningun significado el enumerarlos. Uno de ellos no tendria mas que nueve o diez anos; un aprendiz de mozo, si la memoria no la enganaba.
Siguio adelante. Unos pasos mas alla estaba Kirra, su hermano, heredero de Carn Caille. Kirra el bromista, Kirra el alegre muchacho, tumbado sobre su propia sangre con la columna vertebral medio arrancada del cuerpo.
Siguio adelante. Una cadena de nombres, amigos, companeros. Caballos, rigidos y grotescos, con los cuerpos ya hinchados. Permanecio durante un buen rato con la mirada clavada en uno de los animales muertos; en su pelaje gris, las largas crines y la cola pasaban del acerado al blanco. Pronto, como si se tratara de un sueno, se percato, aunque con una peculiar indiferencia, de que era
Al principio creyo que estaba simplemente inconsciente, ya que yacia boca abajo sin la menor senal de heridas. La esperanza era algo que estaba mas alla de ella, pero sin embargo se inclino envarada y le dio la vuelta con manos temblorosas.
El rey Kalig, senor feudal de las Islas Meridionales, su padre, carecia de rostro. Lo que quedaba de la parte frontal de su craneo era algo tan diferente de cualquier cosa humana que ni siquiera le repugno. Dejo caer el cuerpo, y se volvio.
Carn Caille estaba ante ella. Se dirigio hacia la fortaleza, no por la puerta principal —porque a pesar de lo insensibilizada que se sentia le fue imposible pasar por entre lo que alli yacia— sino por una entrada lateral que la conduciria a traves de pasillos y escaleras a su propia habitacion. Y era alli donde queria estar. No encontraria a Fenran: Fenran estaba muerto. Ella lo habia visto morir; no habia podido salvarlo. Iria a su habitacion, a su cama, y si podia llorar, lo haria alli donde ningun ser, ni muerto ni vivo, pudiera verla. Y a lo mejor Imyssa le daria una pocion...
Anghara sabia que estaba loca, y ese conocimiento la consolo. Si estaba loca, con toda seguridad no la podrian culpar de sus acciones, y lo que habia hecho seria...
Se detuvo y se paso la lengua por los labios mientras una voz interior le advertia de no seguir con aquellas ideas. Luego siguio con lenta deliberacion y conto cada uno de sus pasos en direccion a la puerta. El sol, mas fuerte ahora, empezaba a tocar las murallas, y rozo su doblada espalda mientras arrastraba los pies para alejarse del patio.
Carn Caille, sin el ruido, sin la luz de las antorchas, sin el ajetreo de la actividad diaria, era un lugar frio y extrano. Anghara paso ante puertas silenciosas, sin detenerse para mirar en el interior de las habitaciones que habia tras ellas, sabedora de lo que ocultaban. La pequena sala del consejo de su padre. El comedor privado de la familia. La habitacion donde la regordeta Middigane habia cosido el traje de novia de Anghara que ahora ya no podria terminarse ni lucirse.
El pasillo toco a su fin y llego a unas escaleras. Las subio, llego a otro pasillo y empezo a andar despacio por el. No habia encontrado una sola alma, pero el dominio de los muertos no se habia extendido hasta estos corredores: estaban vacios e impolutos.
Por fin llego a su habitacion. Empujo la puerta y permanecio un instante en el umbral, su mirada en lento recorrido por el familiar mobiliario, aunque este no significaba nada para ella. La puerta que conectaba con el dormitorio mas pequeno de Imyssa estaba cerrada, y por primera vez desde que recuperara el conocimiento la princesa experimento un sentimiento de angustia. La anciana nodriza era su unico vinculo con el mundo que le habian arrebatado de una forma tan espantosa; si tambien ella estaba muerta, no le quedaria nada.
Su mano se poso en la fria y aspera plancha de madera, y empujo.
—?Imyssa...?
Su voz resono como el aliento de un espiritu. Nadie contesto al otro lado de la puerta.
—?Imyssa! —Sintio de repente tal opresion en la garganta que le parecio como si se asfixiara.
Y una voz —aunque no era la de Imyssa— respondio a su espalda.
—
Giro en redondo. No habia nadie alli. No obstante sintio una presencia, la vaga sensacion de la presencia de otra mente, de otro espiritu, que se inclinaba hacia ella desde algun lugar no muy lejano.
—
Algo se movio en el espejo que no era un reflejo de la habitacion. La oscuridad se arremolino en el interior del cristal, atravesada por venas rojas como la sangre, y la espalda de Anghara se estrello contra la pared cuando retrocedio espantada.
—
Conocia aquella voz. Y ahora, en el ovalo de cristal plateado de la pared empezaba a materializarse una figura. Vio una cabellera negra, un rostro y un cuerpo que reconocio...
—
El grito consiguio traspasar el bloqueo de su garganta y se precipito hacia el espejo, cayendo de rodillas frente a el. El estaba alli, dentro del espejo, envuelto en la cambiante oscuridad, y ella arano la inexpugnable superficie del cristal, en un intento por atravesarla y alcanzarlo. Sus unas rascaron la fria superficie, y el reflejo de Fenran siguio mirandola a ella y tambien mas alla de ella. Sujeto los extremos del espejo y lo sacudio con tal violencia que este se desplazo en su marco, al tiempo que gritaba su nombre una y otra vez. Entonces la imagen del joven empezo a disolverse; la oscuridad desaparecio con un remolino y Anghara se encontro mirando su propio rostro enloquecido y la imagen de la habitacion que tenia a sus espaldas.
Lanzo el espejo hacia atras, contra la pared, y se volvio; entre tropiezos se dirigio al otro extremo del dormitorio, se arrojo sobre la bordada colcha de su cama y empezo a tirar de esta mientras gritaba y maldecia con una combinacion de temor y colera al tiempo que la colcha resbalaba de la cama y la envolvia. Se libero de ella con un violento movimiento, se arrastro en direccion a la ventana, tendio la mano para sujetarse...