A pesar de que no podia entender ni una palabra de su locuaz conversacion, su actitud la tranquilizo, ya que parecia indicar que era una invitada, mas que una prisionera.

Casi habian terminado su trabajo cuando la puerta se abrio y un raudal de luz entro en la sala; la anciana de negro hizo su aparicion, acompanada de un hombre igualmente anciano, calvo y con una barba rala adornando su barbilla. Tambien el llevaba discos de cobre en la frente, y, por la rapidez con que sus dos cuidadoras se pusieron en pie respetuosamente, Indigo adivino que aquellos dos debian de ser los habitantes de mas edad del poblado.

Hizo un gesto apologetico para demostrarles que no podia alzarse para saludarlos, y el anciano levanto una mano, mientras su arrugado rostro le dedicaba una sonrisa cortes pero reservada.

—No levantar —dijo, en el mismo idioma de Indigo.

La muchacha parpadeo, sorprendida.

—Gra... gracias.

—Yo ser Shen-Liv —le comunico el anciano—. ?Tu ser...? —Enarco las cejas con gesto interrogativo.

—Indigo. —Efectuo una reverencia lo mejor que pudo desde su posicion de sentada—. De las Islas Meridionales.

—Islas Me-ri-dio-na-les. —Lo pronuncio con un enfasis peculiar—. Ah, si. Conocemos bien.

—Hablais nuestra lengua de un modo excelente, senor.

La sonrisa de Shen-Liv se cubrio de humildad.

—Comerciamos con Scorva, las Islas Meridionales, otros lugares. Caballos por... —busco la palabra apropiada—, por metal.

La anciana, que la habia estado observando con una inquietante falta de expresion, lanzo de repente una retahila de preguntas ininteligibles. Shen-Liv las contesto con rapidez, luego miro de nuevo a Indigo.

—La Abuela quiere saber: ?como tu llegas aqui, con pierna enferma, tu caballo tambien con pierna enferma?

Indigo sonrio con cierta tristeza.

—Me hice dano al caer y tuve que pasar la noche en el bosque. Esta manana iba de regreso a Linsk cuando mi yegua introdujo la pata en el agujero de una madriguera y se quedo coja. Dos de vuestros hombres me encontraron, y me trajeron aqui.

—Ah. —Shen-Liv asintio, luego la miro de arriba abajo—. Tu caes. ?Del caballo?

—Si.

—Los buenos jinetes no caer sin buen motivo, y tu yegua no parecer mal adiestrada. —La implicacion de que probablemente ella era una incompetente resultaba obvia.

—No —respondio Indigo con un ligero nerviosismo en la voz—. Un animal que encontramos en el bosque asusto a mi yegua. —Se interrumpio; recordo su enorme tamano, sus ojos relucientes, el panico. Shen-Liv interpuso con rapidez:

—?Animal? ?Que animal era ese?

Sacudio la cabeza y respondio con voz fatigada:

—No lo se. Sucedio tan deprisa... No estoy segura. —Se paso la lengua por los labios resecos—. Quizas... un lobo.

La Abuela dejo escapar un «?Ja!», como si esta fuera una palabra que conociera, y el rostro de Shen-Liv adquirio un aspecto mas severo y concentrado.

—?Lobo?

—Si. Eso... creo. Y mas tarde, durante la noche, algo se acerco al fuego que encendi: no lo vi con claridad, pero lo... lo escuche.

El anciano entrecerro los ojos y la estudio con atencion, como si sospechase que pudiera convertirse en un licantropo en cualquier momento y metamorfosearse ella misma.

—Crees que fue un lobo —dijo poniendo enfasis en el verbo receloso—. ?Que significar tu con eso? Un lobo es un lobo: o ver o no ver.

—No puedo estar segura. —No lo miro a los ojos, y la Abuela avanzo arrastrando los pies hasta que quedo a un paso del lugar donde Indigo se sentaba.

La anciana miro con fijeza a la muchacha, su expresion todavia ilegible, luego retrocedio y le espeto algo a Shen-Liv. Indigo recibio la impresion de que a la mujer o bien no le gustaba o desconfiaba de lo que habia visto.

—La Abuela decir que tu no contar toda la verdad —le informo Shen-Liv—. Decir hay algo mas, algo tu mantener en secreto.

Asi que la anciana era vidente. Debiera haberlo sabido; debiera de haberse dado cuenta de que, al igual que las brujas de las Islas Meridionales, percibiria las evasivas de la misma forma que un perro olia a la liebre. Ya habia perjudicado bastante su propia causa, seguir fingiendo solo empeoraria las cosas. Les contaria la verdad, por muy increible que esta pareciera.

Shen-Liv anadio con brusquedad:

—Esperamos.

Indigo suspiro.

—Muy bien. Hay algo mas. No os lo dije, porque pense que no me creeriais. — Levanto los ojos por fin con candidez—. Ni siquiera se si yo misma lo creo. Pero la criatura que se acerco a mi campamento, fuera lo que fuese, tuve la impresion de que... me hablaba. —Trago saliva, deseando tener a mano una jarra de agua—. ?Sabeis de algun lobo que pueda hacerlo?

Se produjo un gran silencio. El anciano la miro fijo; entonces la Abuela le golpeo con el codo con fuerza e inquino con energia:

—?Ja?

Se volvio hacia ella y le hablo rapidamente en voz baja, y la anciana efectuo una senal contra el mal de ojo y siseo una respuesta. Shen-Liv escucho con atencion lo que le decia, asintio, y le hizo una inclinacion de cabeza, tras lo cual, ella se volvio con brusquedad y se dirigio a la puerta. Las dos mujeres que habian atendido a Indigo salieron corriendo detras de ella y a los pocos momentos la desvencijada puerta se cerraba a sus espaldas, dejando a Indigo y a Shen-Liv a solas.

Shen-Liv se acomodo encima de un jergon al otro lado del fuego y cruzo las manos sobre el regazo. Bajo la vacilante luz de las llamas su rostro parecia tallado en granito, y unas rojas puntas de alfiler se reflejaban en sus ojos.

—Bien —dijo con suavidad, pero en un tono que no era para tomarlo a la ligera—. Contar toda tu historia, ahora.

Y de esta forma, Indigo relato todo lo que le habia sucedido desde su llegada al Pais de los Caballos a bordo del Greymalkin. Fue un relato muy breve; pero cuando llego a la descripcion de la criatura que habia merodeado alrededor de su fuego, y de los sonidos guturales que, a ella, le habian parecido escandalosamente similares al habla humano, Shen-Liv exigio conocer todos los detalles: lo que habia visto, como habia reaccionado, lo que pensaba que el inoportuno visitante le habia dicho. Indigo descubrio que su memoria era dolorosamente fiel: las atormentadas palabras, «Musica, me gusta la musica», resonaron en su cabeza mientras las repetia al anciano, y, cuando por fin termino su relato, este se sento sobre sus talones, con rostro solemne.

—Es como la Abuela decirme —dijo—. Tu mucha suerte de no morir en el bosque. Fue la musica, creo, la que salvar del demonio tu vida.

El color desaparecio del rostro de Indigo.

—?Demonio?

—Si. El lobo no era un lobo. Era un shafan.

Y, al ver que la joven estaba a la vez desconcertada y acobardada, Shen-Liv le explico de que se trataba. El shafan era un demonio del Pais de los Caballos, ni hombre ni animal pero con elementos de ambos; un devorador de carne, un merodeador, un asesino. Segun la leyenda podia tomar la forma de cualquier criatura, pero acostumbraba a escoger la de un depredador: lobo, leopardo blanco o carcayu. Que el recordase, dijo Shen-Liv, no se habia visto nunca un shafan en las praderas ni en el bosque: los ritos magicos y los sacrificios que celebraban las ancianas mantenian a raya a tales diablos. Pero durante la primera luna llena del invierno, dos vaqueros informaron haber visto un lobo de un tamano anormalmente grande cerca del rio. Los cazadores salieron en su busca temiendo por

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