muchacha hubiera concluido. Y un pariente cercano seria un instrumento de confianza para tal venganza.

Unas zarpas invisibles y heladas le provocaron un hormigueo en la columna vertebral y reprimio un escalofrio, obligandose a concentrar sus energia en controlar a la yegua, que estaba totalmente recobrada de su torcedura y asustadiza despues de tres dias de inactividad. Logicamente, la idea de que un incidente tan insignificante hubiera podido poner su vida en peligro resultaba absurdo, pero era reacia a descartarlo como algo imposible. Hasta que tuviera un arma en las manos, y la libertad para utilizarla si era necesario, haria muy bien en tener gran cuidado.

El grupo se estiro en una fila de uno en uno a medida que el sendero que seguian se estrechaba entre dos extensiones de hierbas altas acribilladas de montecillos y madrigueras. A lo lejos, Indigo discernio la faja gris verdosa del bosque que invadia el paisaje, y calculo que alcanzarian sus limites justo cuando el sol se hundiera del todo en el horizonte. Esto, segun la explicacion que por fin, aunque a reganadientes, habia recibido de Shen-Liv, queria decir que los cazadores podrian colocar su trampa al amparo de la hora posterior al ocaso, y sin embargo estar listos para hacerla funcionar cuando cayera la negra oscuridad de la noche. El shafan, habia dicho, era ante todo un habitante de la oscuridad, y con cuidado y buena suerte no sospecharia nada raro hasta que fuese demasiado tarde.

A Indigo le parecia que Shen-Liv y los demas ancianos confiaban demasiado en factores tan poco solidos como la cautela y la buena suerte al urdir su plan para atrapar al shafan. Cuando le fueron revelados los detalles se habia sentido asombrada y disgustada: la estratagema era muy simple, ingenua, y no preveia ninguna salida para la media docena o mas de cosas que podian salir mal. Habia intentado comunicar sus recelos al anciano, pero cada uno de sus argumentos le fue rechazado por inutil. Nada iria mal, le aseguro Shen-Liv. Los het habian dado su aprobacion al plan; y ?no recordaba la afirmacion de la Abuela de que ella tenia poder contra los demonios, que estaba bendecida por la Madre Tierra? ?Que otra seguridad necesitaba? El exito era seguro: Indigo no tenia que hacer mas que seguir sus instrucciones.

Y sus instrucciones eran completamente claras. Ella seria el cebo de la trampa, el cebo solitario colocado para atraer al shafan. Con su arpa deberia primero atraerlo y luego arrullarlo, y con una saeta de su ballesta, sobre la que la Abuela habia murmurado las palabras magicas apropiadas, lo mataria.

Cuando comprobo que los het no atendian a razones, les grito. Fue una protesta inutil, pero la frustracion invocada por su ciega complacencia la habia puesto fuera de si, y maldijo, rabio, y les lanzo improperios hasta quedarse sin aliento. Ellos se limitaron a aguardar impasibles hasta que su furia se apaciguo, entonces Shen-Liv repitio sus instrucciones como si ella no hubiera pronunciado ni una sola palabra de desacuerdo. Hubo, no obstante, una sutil pero inconfundible sombra de amenaza en su voz; reforzada por la repentina y silenciosa aparicion, mientras el hablaba, de dos hombres armados con lanzas que surgieron de entre las sombras del extremo opuesto de la habitacion. Ante aquello, la colera de Indigo se desmorono y choco con la cruda realidad. No podia luchar contra ellos. Si lo intentaba, la matarian: les habia presionado todo lo que ellos estaban dispuestos a tolerar.

Asi que ahora cabalgaba en direccion al bosque acompanada de seis guardas, conducida por un hombre al que aborrecia y en el que no confiaba, para ir a matar a un demonio. Y deberia luchar contra el demonio sola, con tan solo un arpa y una ballesta sobre la que la anciana habia murmurado unos conjuros. Era una locura. Una locura.

Tarn-Shen volvio la cabeza en aquel momento y sus ojos se encontraron con los de ella por un breve instante cuando paseo la mirada por el convoy. Le dedico una sonrisa, sin la menor simpatia, e Indigo recibio la desagradable y supersticiosa sensacion de que de alguna forma habia leido sus pensamientos y estaba de acuerdo con sus sentimientos. Y si el creia, tambien, que era mas probable que fuera ella y no el shafan quien muriera aquella noche, no intentaba fingir la menor lastima.

Sus dedos se cerraron con fuerza alrededor de las riendas y desvio deprisa la mirada al tiempo que intentaba contener la sensacion de nausea de su estomago.

El unico sonido presente en la periferia del bosque era el insidioso susurro de las hojas que el viento agitaba. Indigo se quedo junto a la cabeza de su caballo, con los ojos clavados en la oscura penumbra ante ella mientras esperaba que tres vaqueros-cazadores encendieran sus linternas. Con los ultimos rayos del sol relucientes aun en el cielo, la ausencia de trinos de pajaros resultaba horripilante, ya que daba la impresion de que el bosque carecia de vida, una puerta a un mundo muerto y petrificado. La yegua estaba nerviosa, e incluso cuando las linternas por fin estuvieron encendidas y dibujaron sombras sobre los troncos de los arboles con su desnudo resplandor azulado, se nego a tranquilizarse, como si su instinto animal le dijera que algo no iba bien.

Tarn-Shen se dirigio con paso altivo hasta donde aguardaba Indigo, y se quedo mirandola. Bajo la luz vacilante de las lamparas su rostro tenia la palidez enfermiza de un cadaver.

—Venir con nosotros —ordeno autoritario—. Deja caballo aqui. —Y la sujeto por el brazo, retorciendoselo para alejarla de alli.

—?Quitame las manos de encima! —le espeto Indigo, los dientes apretados con una mezcla de furia y de dolor.

El joven la solto, con un gesto de sumision que no confirmaron sus ojos, e hizo una sardonica reverencia en direccion a los arboles.

Un hormigueo recorrio la espalda de Indigo mientras penetraba en el bosque con dos hombres a sus flancos y Tarn-Shen justo detras. Escucho el apagado golpeteo de los cascos de los caballos que el resto de los hombres conducia detras de ellos, a cierta distancia. Se alzaban extranas y amenazadoras sombras a la luz de las linternas, desnudos contornos de ramas, masas informes de oscuridad que se contorsionaban como furtivas amenazas y luego quedaban atras. La maleza crujia bajo sus pies con un chapoteo; las hojas humedas acariciaban su rostro con un roce que la hacia estremecer. Siguieron internandose en el bosque. Nadie hablaba. En una ocasion, un caballo relincho inquieto, pero un sonido suave y zalamero hecho por uno de los hombres lo tranquilizo.

Por fin llegaron a un claro. No aquel en el cual Indigo habia acampado sino otro mas pequeno. Los arboles se amontonaban en un estrecho circulo alrededor de un pedazo de verdes pastos cubiertos de zarzamoras. Tarn-Shen se abrio paso hasta colocarse delante de ellos y avanzo hasta el centro del claro. Tras una rapida evaluacion del lugar dijo algo en su propia lengua, y uno de los hombres se adelanto con el arpa y el arco de Indigo y los coloco sobre el suelo humedo. Otro entrego a Tarn-Shen el cuchillo, el morral y un pequeno paquete de saetas de ballesta; el jefe del grupo examino los utensilios por encima, para luego entregarselos a Indigo.

—Aqui tu sentar y hacer fuego. —Le dedico una mueca, mostrando unos dientes torcidos, y la mandibula de la muchacha se tenso ante la implicacion de que ayudarla a encender la hoguera era una tarea indigna de el y de sus hombres—. Luego coger arpa y arco, y esperar. Cuando shafan venir, tu saber que hacer.

—Si. —Indigo no disimulo el desprecio que sentia, tanto por Tarn-Shen como por el plan de los het—. Lo se muy bien. ?Y si fuera un jugador, no apostaria por sus posibilidades de exito!

Tarn-Shen le sonrio de nuevo y se encogio de hombros.

—Ese problema ser tuyo.

—Gracias. Aprecio tu preocupacion. —Indigo le dio la espalda mientras el se alejaba con paso majestuoso.

Cuando se instalo por fin ante su recien encendida hoguera, la idea de pasar toda la noche en vela no le resultaba nada atrayente. La unica lena que pudo encontrar estaba humeda, y las llamas se negaban a arder con fuerza y eran azuladas y perezosas, proyectando muy poca luz.

Ni siquiera tenia la compania de la yegua; Tarn-Shen y sus companeros se la habian llevado con ellos cuando abandonaron el claro y se desperdigaron a sus escondites. El saberlos cerca resultaba un pobre consuelo: la verdad es que se hubiera sentido mas segura si hubiera estado realmente sola.

Dirigio una ojeada a su ballesta, que reposaba sobre la hierba a su lado. Estaba cargada, la cuerda tensada, y una de las cinco saetas que sus captores le habian dado relucia con un perverso brillo negro azulado a la luz del fuego. Un disparo. No habia tiempo para volver a cargar. Un disparo, y si el shafan no moria entonces ella seria su siguiente victima, por mucho que Shen-Liv le hubiera asegurado lo contrario. Indigo noto un sabor sulfuroso en su garganta y trago saliva, obligandose a volver su atencion del arco al arpa que reposaba a su otro lado. Nadie la habia manoseado; solo con que calentara un poco la fria madera, y un poco de afinacion, la tendria lista para tocar.

No habia motivo para retrasarlo mas de lo necesario. Apoyo el arpa sobre su regazo y paso sus dedos sobre las cuerdas de forma experimental. El murmullo que obtuvo como respuesta sono como una cascada, con tan solo unas pocas notas fuera de tono. Indigo paso algunos minutos —mas tiempo, era consciente de ello, del realmente

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