sus yeguas, pero no encontraron nada. Mas tarde llegaron noticias sobre ataques a las manadas de ponis, de un poblado situado a un dia de distancia a caballo. Un animal, o dos como maximo; no una manada de lobos, decia el mensaje; pero no habia en la region ningun animal salvaje lo bastante grande como para verselas con un caballo adulto a menos que fuera en grupo. Luego siguieron llegando mas noticias de gente que habia visto algo, todo ello anadio lena al fuego: un lobo enorme visto fugazmente en el bosque, una criatura que vagaba por los llanos que gritaba con la voz de un hombre y en lengua humana pero que cuando se le salia al paso huia entre grunidos, una aparicion oscura y delgada de ojos llameantes descubierta cuando atisbaba justo detras de la empalizada del poblado. Las sospechas y los rumores se convirtieron al fin en certeza: un shafan rondaba por las praderas. Y ahora la misma experiencia de Indigo lo habia confirmado mas alla de la duda.
—Tu tener mucha suerte —le dijo Shen-Liv con enfatica gravedad—. Es raro que un humano y un shafan se encuentren
Indigo reprimio un escalofrio.
—Dijisteis que mi musica me salvo la vida. No lo comprendo.
—Ah, si. La musica es algo magico, eso dicen las mujeres. Puede... —Vacilo al no encontrar las palabras adecuadas en aquel lenguaje con el que no estaba demasiado familiarizado—, puede
Cushmagar le habia ensenado a fondo la magia peculiar de la musica. Indigo asintio.
—Comprendo.
—De modo que tu tener favor de la Madre Tierra. Eso, creo yo, es una senal. —Shen-Liv se puso en pie con dificultad. Bajo los ojos hacia ella y la contemplo con atencion—. Debo contar esto a los otros het del poblado. Las mujeres regresar para terminar cuidar tu pierna mala; mas tarde comeremos aqui, entonces hablaremos mas. — Meneo la cabeza, un conciso pero cortes reconocimiento de su satisfaccion—. Habra mucho que decir.
Y con estas palabras, Shen-Liv abandono la casa.
Las dos mujeres regresaron, terminaron su trabajo y se fueron de nuevo, e Indigo no vio a nadie mas durante el resto del dia. Sus cuidadoras le habian dejado una jarra con agua, pero nada de comida; y aunque se sentia bastante comoda, y agradecida por su ayuda, se sentia a la vez un poco inquieta todavia por la actitud de los aldeanos hacia ella. Las atenciones de las mujeres y la reservada cortesia de Shen-Liv no daban a entender hostilidad, pero sin embargo la habian dejado sola e indefensa, despojada de sus posesiones, hasta que desearan volverla a interrogar. Su unica pizca de consuelo era la aseveracion de Shen-Liv de que debia gozar «del favor de la Madre Tierra»: una declaracion inconscientemente ironica pero que, estaba segura, le garantizaria su seguridad mientras el siguiera con esa creencia.
Mas alla de la alargada casa el sol giraba y lanzaba rayos de un polvoriento color pardo a traves de la estrecha ventana que Indigo tenia a su espalda. El fuego convertia la habitacion en un lugar sofocante; cansada todavia despues de la agitada noche dormito la mayor parte de la tarde, y cuando se desperto el sol ya se ponia, del fuego no quedaban mas que unas brasas y las sombras embargaban la casa. En el exterior escucho gran actividad, cascos que batian sobre el suelo y voces de hombres que se mezclaban con el agudo parloteo de las mujeres y los gritos de los ninos; un perro empezo a ladrar con ferocidad, luego aullo cuando alguien le dio una patada para que callara. Al parecer, los vaqueros habian regresado de los prados; y a los pocos minutos la puerta de la casa alargada se abrio para dar paso a varias mujeres y muchachas que empezaron a reavivar el fuego y mover los jergones hasta formar un circulo alrededor de la hoguera. Encendieron tambien velas de junco, las cuales daban muy poca luz pero si gran cantidad de humo que apestaba a sebo rancio, luego las mujeres trajeron bandejas cargadas de cuencos llenos de lo que parecia una variedad de pedazos de carne y verduras. Por ultimo instalaron un pesado trebede sobre el fuego, y sobre este un gran caldero de hierro en el que empezo a borbotear un liquido muy condimentado.
Cuando las mujeres se retiraron, penetro un joven en la casa. Era alto para ser un habitante del Pais de los Caballos, y vestia de forma menos complicada que la mayoria de los hombres que habia visto. Por sus modales y gestos, Indigo adivino que era, o al menos se imaginaba ser, un guerrero. Realizo un breve examen de los preparativos, y luego se aproximo al jergon donde ella se sentaba y le dedico una ligera inclinacion. Su expresion era hostil, o quiza desaprobadora, no pudo definirlo.
—Los het del poblado venir ahora a comer. —Sus palabras sonaban abreviadas y poco naturales; el dominio que el joven tenia de su idioma era mucho menor que el de Shen-Liv—. Tu estar con respeto, y contestar cuando hablar a ti.
Indigo comprendio de repente que su resentimiento provenia del hecho de que, para los habitantes del Pais de los Caballos, las mujeres —excepto las mujeres sabias como la Abuela— eran poco mas que muebles, y la idea de que ella disfrutara del privilegio de sentarse entre los ancianos durante su cena habia ofendido el sentido del decoro del joven guerrero. Ella le dedico una debil sonrisa ironica:
—Gracias. Creo que comprendo lo que quereis decir.
El joven fruncio el entrecejo, luego se volvio y avanzo, muy erguido, en direccion a la puerta, donde se coloco en posicion de firmes mientras los ancianos del poblado —los het— entraban uno tras otro. La Abuela, observo Indigo, no estaba entre ellos: aquella era una reunion solo de hombres. Ocuparon sus lugares sobre los jergones y formaron un semicirculo que irradiaba de Shen-Liv; se intercambiaron unas envaradas reverencias y dio comienzo la cena.
Existia, tal y como Indigo descubrio enseguida, un gran protocolo que debia observarse durante la sencilla funcion de cenar. Shen-Liv entono unas palabras rituales sobre el hirviente caldero, antes de que nadie pudiera empezar a comer, las cuales remato con un florido gesto al que sus companeros dieron su aprobacion con grunidos y golpeando el suelo con las palmas de las manos. Tras esto, todos los presentes bebieron, en estricto orden de prioridad, de una jarra comunitaria. Indigo fue la ultima; al igual que habian hecho los hombres, levanto la jarra con ambas manos, se llevo el borde a los labios y bebio un trago tan largo como se atrevio. El brebaje era un te de hierbas tibio, suave e inocuo. Completado todo este ceremonial, los reunidos empezaron a comer. Se tomaron pedazos de carne o de verdura que se sumergian con gran cuidado —una vez mas volvia a observarse un estricto orden de precedencia— en el hirviente caldero, y se comian sin la ayuda de platos ni de cuchillos. Indigo estudio a sus anfitriones y siguio su ejemplo, observando, tambien, que el banquete se llevaba a cabo en un petreo silencio. La comida era probablemente muy saludable, pero para su paladar resultaba poco apetitosa. Las verduras eran insipidas, y sospecho que la carne pudiera ser de caballo o incluso de perro, cuyo sabor se disfrazaba mediante una generosa adicion de especias al caldero.
Por educacion, no puso la menor objecion mientras los cuencos circulaban una y otra vez alrededor del fuego, pero se sintio agradecida cuando la comida toco a su fin.
Con terrible formalidad, los het sacaron unas pipas de cana corta, que llenaron con hojas curadas y empezaron a fumar. Con gran alivio por su parte no se esperaba que Indigo tomara parte en este ritual; y mientras el humo de las pipas se mezclaba con el del fuego para formar una cortina perfumada por entre las vigas, Shen-Liv rompio el silencio que persistia ya desde hacia mas de una hora.
—He hablado con los het —dijo a Indigo—, y la Abuela ha descifrado las senales. Nosotros de acuerdo que hay muy buen presagio en acontecimientos que trajeron a ti aqui.
Los demas ancianos contemplaban ahora a Indigo con atencion, y uno o dos que, al igual que Shen-Liv, era evidente que comprendian el idioma de las Islas Meridionales, traducian lo que se decia a sus companeros en susurrados aparte.
—La Abuela dice —continuo Shen-Liv—, que alguien que ha estada cara a cara con shafan y no resultar herido debe tener poder contra tales dominios.
—?Shen-Liv, yo no soy una hechicera! —protesto Indigo—. Si la Abuela cree...
—No interrumpir. —Shen-Liv levanto una mano y sus companeros arrugaron la frente en senal de desaprobacion—. Digo,
—Mi arpa... —La voz de Indigo sonaba muy debil.
—Arpa. —Repitio la palabra como para grabarla en su memoria—. Bien. Utilizaras arpa. Y tambien tienes un arma, como un arco pero no igual. Dispara muy lejos, creo, y con mucha mas fuerza.
Ella asintio.