quedaban, habian sido retirados de los caminos enlosados; y entremezclados con los sonidos mas mundanos de la ciudad se escuchaba el ruido de martillos y sierras y los gritos de los hombres que se dedicaban a reconstruir las casas destrozadas y las fachadas derrumbadas. Pero ahora ya no habia cuadrillas de esclavos, ni sombria labor; de hecho la mayor parte de las figuras de trabajadores que Indigo vio pertenecian mas a invasores que a habitantes de Khimiz. Y en la principal de las muchas plazas de Simhara, los toldos de seda volvian a estar en sus lugares, y — aunque en pequeno numero todavia— unos pocos comerciantes se sentaban en sus alfombras bordadas y anunciaban sus mercancias a todo el que pasaba.
Indigo oyo una suave risita ahogada junto a su hombro, y se volvio para ver a Phereniq que la observaba.
—?Estais sorprendida? —inquirio la astrologa.
Indigo sacudio la cabeza, no como negativa sino para indicar su confusion.
—No esperaba tanto... orden.
—Ni la pacifica reanudacion de la vida cotidiana, ?verdad? —La astrologa paseo su mirada por la plaza con, eso fue lo que penso Indigo, un aire satisfecho y vagamente posesivo—. No sois la unica en caer en ese error, Indigo. La gente de Khimiz tiene mucho que aprender sobre su nuevo Takhan.
Su voz era afectuosa y un poco ardiente cuando hablo de Augon, e Indigo capto una insinuacion de algo mas que respeto en su tono. Consciente de que se trataba de la primera de las claves que buscaba, decidio incitar a su companera a que continuara, pero Phereniq no necesitaba que la empujaran.
—La gente espera que su nuevo senor sea un barbaro —siguio con algo mas que una sombra de acritud—. Pero pronto descubrira que esta equivocada. Augon puede que sea un guerrero, pero desde luego no es un barbaro.
Aparecio de nuevo aquel orgullo defensivo, Indigo no dijo nada.
—Mirad a vuestro alrededor. —Phereniq indico la escena con un movimiento de su baston—. Nuestro ejercito y los ciudadanos de Simhara codo con codo. ?Veis lucha? ?Veis hostilidad? ?Veis odio? No; no lo veis. Lo que contemplais es a hombres que trabajan por una causa comun: devolver a Simhara su belleza. Y eso es exactamente lo que Augon quiere, porque sus deseos y los deseos de todos los khimizi son una misma cosa.
Fue un discurso lleno de pasion, e Indigo no supo como responder sin arriesgarse a parecer esceptica o condescendiente. Decidio que una discreta honestidad podria resultarle mas conveniente, y por eso repuso:
—Comprendo lo que quereis decir. Pero ?creeis que todos los khimizi lo veran de esa forma? No podeis negar que Augon es, despues de todo, un usurpador.
—Si, lo es. —Phereniq la miro de soslayo,
—?En vuestra calidad de vidente?
—Exacto; aunque mi vision proviene de la ciencia que estudia las estrellas mas que de una autentica clarividencia. Pero yo hablaba en un sentido mas mundano. —La sonrisa adquirio un tinte de superioridad—. Como consejera y astrologa de Augon, comprendo sus intenciones mejor quiza que cualquier otra persona. ?Sabeis?, Augon valora por encima de todo las cualidades mas refinadas de la vida. Arte, musica, belleza, erudicion, invencion: todas las cosas que son el epitome de la cultura khimizi. Para el, Khimiz no es tan solo una conquista; y para los khimizi el no sera simplemente un conquistador, sino un gobernante cuyo amor por todo lo que representa Khimiz es igual al de ellos. —Sus ojos adoptaron una curiosa mirada distante—. Augon Hunnamek gobernara con justicia y sabiduria, y bajo su liderazgo Khimiz alcanzara tal apogeo en su prosperidad y gloria que se convertira en la envidia del mundo.
Indigo la miro fijamente, estupefacta ante el tono de enojo de su voz. Entonces, antes de que pudiera pensar una respuesta apropiada, la voz mental de
Una sencilla observacion, como sucedia tan a menudo; sin embargo,
Y, al recordar la ardiente mirada especulativa de los ojos de Augon cuando los suyos se encontraron con los de el por primera vez, Indigo empezo a comprenderla un poco mejor.
Caminaron en silencio durante un rato, e Indigo se encontro contemplando a su companera bajo una nueva perspectiva. Se dio cuenta de que era mayor de lo que habia parecido bajo la tenue luz de la habitacion del palacio; la fuerte luz del sol revelaba la verdad con mayor crueldad, resaltaba las canas de sus cabellos y las lineas de su rostro. Y el baston no era un capricho; aunque parecia gozar de buena salud, el paso de Phereniq era un poco envarado y el baston le proporcionaba un cierto apoyo. Pero su boca tenia una expresion amable y en sus facciones se apreciaba la compostura propia de la sabiduria. Debia de haber sido muy hermosa en su juventud, y resultaba dificil imaginar que pudiera estar realmente enamorada de un hombre como Augon Hunnamek, que parecia ser su antitesis casi en todos los aspectos.
Se acercaban ya al puerto de Simhara, y el fuerte olor a mar se mezclaba con los olores de la ciudad. Aunque aun no podian ver el agua, la luz del sol iba tomando un brillo diamantino que por un instante hizo que Indigo se sintiera como si estuviese de regreso en la cubierta del
—?Os entristece algo?
—?Que? Oh! no. Era tan solo un recuerdo.
—Me alegro. Este no es un dia para tristezas.
Indigo no pudo por menos que darle la razon. Esta parte de Simhara, que era la mas alejada del desierto, apenas si habia sido tocada por el asedio y los combates, y por lo tanto habia pocas senales de los danos causados en otras partes. A pesar de su poderio comercial, Khimiz no poseia una fuerza naval militar importante; paises mas pequenos como Davakos o incluso las Islas Meridionales siempre podian facilitar navios de guerra para proteger las flotas mercantes, y los prudentes comerciantes de Simhara estaban de acuerdo en que incluso los honorarios mas generosos por tales servicios resultaban mas baratos que el coste de mantener toda una armada. De esta forma, se daba el caso de que casi todos los dias del ano el enorme puerto natural de Simhara se veia lleno de barcos de todo tipo procedentes de todas las partes del mundo, desde los enormes cargueros de velas cuadradas, pasando por trirremes y galeones, hasta los navios de guerra de escolta de una docena de paises diferentes. Pero a medida que la calle empezaba a ensancharse y aparecia ante ellas el resplandor, se hizo evidente una gran diferencia entre este dia y cualquier dia corriente: el puerto estaba casi vacio.
Indigo y Phereniq llegaron al final de la calle, y se detuvieron mientras toda la panoramica del gran puerto se desplegaba ante ellas. Resultaba una vision impresionante: una amplia media luna enlosada de gran tamano se extendia a ambos lados, flanqueada por imponentes edificios de porticos, mientras avanzando en direccion al mar toda una red de escalinatas y rampas descendia hasta los muelles. El puerto en si era gigantesco, dividido en secciones mediante espigones de piedra que se adentraban orgullosos en el mar; pero la tranquila superficie azul- verdosa de las aguas se veia alterada tan solo por los cascos de apenas media docena de navios costeros anclados en ellas. Los bergantines, los trirremes, los galeones, los buques de guerra, se habian ido.
—Las flotas mercantes y sus escoltas antepusieron el pragmatismo a la lealtad, segun tengo entendido, y zarparon cuando se inicio el asedio —comento Phereniq con frialdad—. Ya se ha hecho correr la voz de que no tienen nada que temer; no creo que tarden en regresar.
Se volvio, mirando a derecha e izquierda y parecio embeberse en la atmosfera como si se tratara de un buen vino anejo. A pesar de la falta de embarcaciones, la enlosada media luna estaba atestada de gente, y el sol caia sobre un vivido panorama de formas que se movian, de colores que se entremezclaban, en medio de un zumbido de actividad.
—?Hay tanto que ver! —siguio—. Podria quedarme aqui todo el dia simplemente contemplando todo este bullicio. —Paso su brazo libre alrededor del de Indigo en un gesto sociable—. No obstante, debemos resistir la