que comprenderas, estoy en una posicion en la que por el momento debo tener el mayor cuidado, y por eso tendran que comprobarse algunos datos antes de que pueda autorizar tu libertad. —Hizo un gesto que queria dar a entender su propia impotencia—. Es por eso que debo insistir en que te quedes en palacio un poco mas; pero te aseguro que se te tratara como a un huesped respetado. Espero que eso te satisfaga.
Tan preciso, tan puntilloso; y, sin embargo, Indigo sabia que no le ofrecia otra alternativa. Pero se trataba de mucho mas de lo que hubiera esperado y —por el momento— estaba dispuesta a aceptarlo.
Sacudio la cabeza.
—Desde luego.
Sus ojos se encontraron con los de la mujer de pelo gris, y vio en ellos un nuevo interes que no supo como interpretar.
—Entonces te deseo muy buenos dias. —Augon Hunnamek se levanto, y tiro de una cuerda de hilos de oro que colgaba junto a su sillon. Una campana resono con fuerza en algun lugar a lo lejos, y la doble puerta se abrio—. Se te escoltara de regreso a tu habitacion. Y... —sonrio, y la sombra de lascivia presente en la sonrisa hizo que a Indigo se le helara la sangre en las venas— ... estoy en dejada contigo por tu cooperacion.
Indigo se puso en pie. Aquella mirada medio clandestina era como un soplo de aire caliente sobre las ultimas brasas de su colera, incitandola a contestar al desafio de los ojos del hombre. Sonrio, solo con los labios, y repuso:
—Una pregunta, senor.
El inclino la cabeza.
—Pregunta.
—La Takhina Agnethe, y su hija. —Se negaba a utilizar la palabra «viuda», y un tono acerado se habia deslizado en su voz—. ?Donde estan? ?Que les ha sucedido?
Augon le dedico una amplia sonrisa.
—Indigo, tu preocupacion te honra. Estan bien, y estan a salvo, y reciben todos los honores que les son debidos. Puedes estar segura de ello, de la misma forma en que puedes estar segura de que no redundaria en mi interes hacerles ningun tipo de dano. —La sonrisa se desvanecio en una mueca de regocijo, y ladeo la cabeza burlon—. ?Os satisface esto, senora?
El rostro de Indigo palidecio por completo, a excepcion hecha de dos manchas rojas en las mejillas. Su mirada podia hacer bajar los ojos a muchos hombres, pero bajo las firmes pupilas de Augon fue ella la primera en ceder.
—Gracias por vuestras garantias —respondio distante, y giro sobre sus talones.
Tuvo la impresion, mientras las puertas de bronce se cerraban tras ella, de haber oido el sonido de unas carcajadas ahogadas antes de que este quedara tapado por las pesadas pisadas de los hombres que la escoltaron fuera de la habitacion.
Augon Hunnamek contemplo como las puertas se unian para cerrarse nuevamente, luego se recosto en el sillon cincelado, se paso una mano por la boca y paladeo con indiferencia el sabor de su propia saliva. El incienso que habia ardido sin cesar en esa habitacion durante las ultimas veinticuatro horas empezaba a perder su eficacia, y habia rechazado las sugerencias para volver a llenar los recipientes de cobre. El humo dulce y embriagador habia hecho su funcion, le habia ayudado a permanecer despierto a pesar de las demandas de descanso de su cuerpo; pero ahora que la tarea principal habia concluido: tenia el trofeo fundamental, y dentro de algunos minutos podria descansar.
La perspectiva de irse a dormir desperto en el una agradable y sensual sensacion de anticipacion, y estiro sus musculosos brazos como un enorme e inmoderado felino. Habia ordenado que la cama del antiguo Takhan fuese llevada fuera del perimetro de la ciudad y quemada; la supersticion le impedia dormir entre las sabanas de alguien que habia muerto. Pero la habitacion privada del Takhan era otra cuestion. Era una lastima, penso Augon, que estuviera demasiado cansado para disfrutar con plenitud de tales incentivos en aquel momento. Manana, o al dia siguiente, todo seria diferente...
Se dio cuenta entonces de la presencia de un vortice de silencio a su izquierda, y bajo los ojos hacia la mujer que seguia sentada con las piernas cruzadas a sus pies. En su pecho se formo un suspiro, pero lo sofoco y se irguio para echar a un lado uno de los pesados cortinajes. La luz del sol penetro a raudales en la habitacion, contrastando con fuerza con el resplandor artificial de las lamparas, y Augon abrio la vidriera que conducia a un balcon mas ornado que la mayoria de los del palacio. Permanecio alli por unos momentos contemplando el patio que tenia a sus pies —el santuario privado del Takhan, cuidado por criados que podian esperar la perdida de un dedo, o incluso la de la mano entera, si se dejaba que una sola flor se marchitara antes de tiempo— y aspiro el aire torrido pero mas puro, hasta que por fin hablo.
—?Bien? —Utilizo su propia lengua, orgulloso de forma indirecta al saber que ningun oriundo de Simhara podria comprenderla—. ?Que piensas?
La mujer se incorporo con cierta rigidez y fue a reunirse con el en la ventana.
—Ha dicho la verdad, al menos en parte. No tuvo nada que ver en la huida de Agnethe, y no creo que tenga la menor idea de la importancia de la criatura. Pero hay algo mas...
—?Que? —Y, al ver que la mujer no le respondia, puso un dedo bajo la barbilla de esta y le hizo girar la cabeza, obligandola a mirarlo—. Phereniq. Dimelo. O me enfadare contigo.
Un parpadeo de emocion que parecia combinar resentimiento y resignacion aparecio por un momento en los ojos de Phereniq antes de que sus hombros se relajaran y se decidiera a responder.
—No lo se; aun no. Pero hay algo en ella que me preocupa; algo que nos esconde. —Se estremecio, mirando al cielo sin verlo—. He de consultar mis augurios.
—Como solo tu puedes hacerlo. —Mantuvo su dedo en la mandibula de ella y la atrajo hacia el, besando levemente su boca, de una forma fraternal que hubiera podido, bajo otras circunstancias, prometer algo mas—. Eres mis oidos y mis ojos, Phereniq. Eres mi buena suerte. Lo sabes, ?verdad?
—Si. —Levanto la cabeza para liberarse de el.
Augon se echo a reir, en voz muy baja.
—No tienes nada que temer de ella. No es mas que un simple marino; eso si que podemos creerlo, aunque me parece un vergonzoso desperdicio que un rostro y un cuerpo asi deban estar confinados a la cubierta de un barco. —Vio como Phereniq se quedaba rigida, y su sonrisa se volvio lobuna—. Puede que sea conveniente hacer lo que sugieres e investigarla
mas estrechamente.
—?Conveniente? —La voz de Phereniq mostro una cierta amargura.
—Si.
Los dedos de Augon siguieron la linea de los agarrotados musculos de su nuca.
—No olvides el valor de la conveniencia, mi querida vidente. Te aconsejo que lo recuerdes
Phereniq dejo caer la cabeza y cerro los ojos. Tan solo cuando la mano de el la solto se atrevio a respirar de nuevo. Escucho sus pisadas mientras el cruzaba el suelo alfombrado — aunque se movia con gran suavidad, el oido de la mujer era muy fino— y cuando juzgo que habia abandonado la habitacion se arriesgo a mirar por encima del hombro.
La estancia estaba vacia, las puertas de bronce basculaban en silencio sobre sus bisagras. Phereniq dirigio la mano a un bolsillo que colgaba de su cintura, y saco un pequeno frasco de cristal tallado, cerrado con un tapon de amatista. Se trataba de uno de los muchos regalos que Augon le habia dado, y tambien sabia la utilidad que ella le habia dado en los ultimos anos.
Destapo el frasco y se lo llevo a los labios. No demasiado; ni tampoco demasiado poco. Justo lo suficiente para calmar la sobreexcitacion que sentia.
El cordial —su propio eufemismo— era empalagosamente dulce. Dejo que este formara un pequeno charco sobre su lengua, luego lo trago y guardo el frasco, sintiendo como una calida sensacion empezaba a cosquillearle en la garganta. Dirigio una ultima mirada en direccion al patio soleado... Luego, Phereniq empezo a andar, con los hombros caidos como si sintiera algun dolor, en direccion a la puerta, y abandono la habitacion.