Indigo dio un brinco como si la hubieran golpeado a ella. Espero a escuchar el chirrido de la llave, a ver abrirse la puerta; pero en lugar de ello el silencio siguio a la llamada.
—?Qui...? —La voz se le ahogo en la garganta; trago saliva y recupero el control—. ?Quien es?
—Senora. —Era una voz masculina; un oriundo de Khimiz a juzgar por su idioma—. ?Tengo vuestro permiso para entrar?
Una vez mas aquella cuidadosa cortesia, como si ella fuera una invitada distinguida... Indigo dirigio una rapida mirada a
—Si. Adelante.
La puerta se abrio. Habia dos hombres en el umbral e Indigo reconocio al primero de ellos en cuanto lo miro. Un hombre joven de cabello color miel, ojos atormentados, y una herida, tal vez producida por el golpe de una espada, que empezaba a cicatrizar en el rostro. Ella habia visto aquella cara ya en una ocasion, en el desierto, bajo la luz de la luna; la habia visto volverse con expresion culpable mientras Agnethe chillaba «?traidor!».
Se trago la sorpresa, ocultandola por el sencillo procedimiento de agacharse para posar una mano sobre el lomo de
—?Si? —repitio—. ?Que es lo que quereis de mi?
Se mostraba menos respetuoso que las mujeres. Pero sus ojos seguian exteriorizando, el dolor que aparecia en ellos era amargura; real.
—El Takhan nos ha dado instrucciones para que os llevemos...
Indigo lo interrumpio.
—?El Takhan?
El rostro del hombre enrojecio.
—El Takhan Augon Hunnamek, senora, nuevo Senor Supremo de Khimiz y protector de nuestra querida ciudad.
Ella se quedo mirandolo con fijeza mientras el significado de sus palabras penetraba en su cerebro. El
El companero de su visitante, que tenia los cabellos oscuros y el rostro moreno y llevaba una espada corta al cinto, extendio una mano y la poso sobre el hombro del joven.
—No pierdas tiempo.
Las palabras mostraban un fuerte acento pero eran claramente khimizi, poseian el tono entrecortado de un extranjero que aprendia con rapidez, Indigo empezo a comprender.
—Tendreis que acompanarnos, senora. —Sus palabras fueron seguidas de un veloz movimiento de soslayo de los ojos del joven, que su companero no debia ver—. El Takhan tiene muchos asuntos que atender y preferiria que no se lo hiciese esperar.
El pulso de Indigo empezo a latir lleno de nerviosa excitacion.
—Muy bien —dijo, y se levanto.
—No. El animal quedar aqui.
Se volvio para cortarle el paso, y
Indigo sujeto a
«No
La loba cedio de mala gana, e Indigo siguio a los dos hombres fuera de la habitacion. Volvieron a cerrar con llave la puerta, y un debil ganido surgio del otro lado antes de hundirse en el silencio.
La condujeron por iluminados y amplios corredores cuyas paredes exteriores eran mosaicos de cristales multicolores, descendieron una ancha escalinata de palidos escalones
de marmol decorada con urnas de plantas colgantes, y siguieron aun por nuevos corredores en los que moviles de cristal pintado colgaban delante de las ventanas y repiqueteaban suavemente movidos por el aire caliente que penetraba por ellas. En el exterior, Indigo vio patios llenos de flores, y detras de ellos las elegantes e intrincadas lineas de muros, torres y minaretes recortadas en el compacto y deslumbrante azul del cielo: y a pesar del calor se estremecio. Esta era la Simhara que su madre le habia descrito con tanto amor tiempo atras, y aunque nunca antes habia puesto los pies en la ciudad, su familiaridad resultaba desconcertante. Sintio como si una parte de ella hubiera regresado a casa, y la sensacion desperto recuerdos que estaban mejor enterrados y olvidados.
Cuando su escolta giro con brusquedad en direccion a otra escalinata, que esta vez subia, comprendio que debian de estar cerca de su destino; en la parte alta de la escalinata el paso quedaba cerrado por una doble puerta de bronce cubierta de filigrana de oro y custodiada por dos soldados invasores. Y sobre la superficie de ambas puertas Indigo reconocio las formas estilizadas de una red, un tridente y un ancora: el triple emblema de Simhara.
Se los esperaba. Los guardias se hicieron a un lado, uno de ellos extendio las manos para abrir las puertas. Ambas se abrieron de par en par, e Indigo se encontro en el umbral de una habitacion sorprendentemente pequena pero opulenta. Sobre las paredes de estuco colgaban tapices bordados y orlados, las ventanas estaban cubiertas de pesadas cortinas de terciopelo, que impedian el paso de la luz del sol; una neblina de perfumado incienso colgaba inmovil en el aire, difuminando el suave resplandor amarillo de las lamparas de aceite y daba a la escena una atmosfera irreal, como si se tratara de un sueno.
Habia dos personas en la habitacion. Una estaba sentada con las piernas cruzadas sobre un almohadon a los pies de un sillon tallado; cuando esta, que era una mujer, levanto la cabeza, Indigo tuvo la impresion de un rostro huesudo y envejecido, de unos ojos firmes e inteligentes, de cabellos grisaceos recogidos en una compleja trenza en la nuca. Pero su escrutinio duro tan solo un instante antes de que el otro ocupante de la habitacion se alzara del sillon y captara toda su atencion.
Era un gigante, de mas de dos metros de altura y cuerpo musculoso, con una resplandeciente tez oscura y unos cabellos que, en sorprendente contraste, eran casi por entero blancos. Unos ojos palidos y cansados se detuvieron frios sobre Indigo, y la gruesa y sensual boca se ensancho en una debil sonrisa. Una mano poderosa, el brazo adornado con varios pesados brazaletes enjoyados, se extendio hacia ella en un gesto de cortesia.
—Bienvenida. —Hablaba en khimizi, aunque con un acento que ningun nativo habria podido reconocer como propio del pais—. Soy Augon Hunnamek.
Indigo lo miro fijo y, surgiendo de la nada, una sensacion de repugnancia intensa, sofocante y totalmente irracional se alzo para apoderarse de ella. Abrio la boca, pero las palabras se negaron a salir: la conmocion de su violenta reaccion, surgida sin ton ni son, la habia cogido totalmente desprevenida.
Y una voz en su cerebro dijo:
CAPITULO 5
Se trataba de un hombre astuto e inteligente: no pudo evitar reconocerlo, fuera lo que fuese lo que su instinto pudiera decirle. Y desde el primer momento en que se dirigio a ella, Indigo supo tambien que Augon Hunnamek no era ningun despreciable tirano. Despiadado si; lo veia con toda claridad en sus ojos, y el no hacia ningun esfuerzo por ocultarlo. Ambicioso tambien; pero al contrario que muchos hombres ambiciosos poseia la fuerza