el menor sentido.
—Lo... se. Cuando te des... mayaste, los hombres se mos... tra... ron muy sol... sol... —
—?Solicitos?
—Si. Esa es la palabra. Llamaron a los cri... criados, y nos tra... je... ron a las dos aqui y se ocuparon de que es... estuvieras comoda. Me dieron a... agua, y un poco de carne. Y hay un ex... trrrrano aparato en la habitacion, que la mantiene fresca. No se como funciona, pero no deja de crujir, como un arbol viejo a punto de... caer.
?Un ventilador? Indigo habia oido hablar de tales cosas a su madre; alas de seda o de plumas sujetas a los techos de las casas pudientes y que funcionaban mediante un complejo sistema de poleas conectadas a una noria o movidas por los criados. Cuando era nina habia suplicado tener uno, pero no se necesitaban tales cosas en Carn Caille; habria sido mucho mejor, habia dicho su padre con tristeza, si los artesanos de Khimiz se hubieran dedicado a inventar algo que calmara el aire, en lugar de impulsarlo a mayor actividad.
Aquel recuerdo no deseado le produjo un aguijonazo de dolor y le dio la espalda al patio. Cuando regresaba al lecho, escucho el sonido de una llave al girar en la cerradura, y al levantar la cabeza vio entrar a tres mujeres. Por sus vestidos supo de inmediato que se trataba de sirvientas; dos andaban descalzas con los rostros cubiertos por velos semitransparentes, mientras que la tercera —bastante mas vieja— llevaba sandalias de cabritilla y el rostro descubierto, e iba vestida con unos ligeros pantalones amplios en lugar de las faldas plisadas de hilo de las otras. Se veia a las claras que estaba al cuidado de las otras dos muchachas, y al ver sus cabellos oscuros y el rostro moreno, Indigo comprendio que aquella mujer no era khimizi sino que tenia un gran parecido racial con los soldados invasores.
Las muchachas le dedicaron graciosas reverencias, mientras que la mujer de mas edad se quedo con la mirada clavada en Indigo con una mezcla de sospecha e incertidumbre. Indigo le devolvio la mirada y, tras entrecerrar los ojos con instintivo disgusto, dijo en khimizi:
—?Que quereis?
Las cejas de la mujer se fruncieron, pero aparte de ello su expresion no experimento ningun cambio, y una de las muchachas —una esbelta criatura con ojos de cervatillo, cuyo rostro mostraba las senales de haber padecido viruela en la infancia— respondio con deferencia:
—Os pido disculpas, senora, pero ella no habla khimizi. —La recelosa mirada de la mujer se volvio hacia ella; la muchacha vacilo, en espera del permiso para continuar, y recibio un laconico pero indeciso asentimiento—. Se nos dijo que vieramos si estabais despierta, y que os trajeramos un refrigerio y ropa nueva.
Indigo dirigio la mirada hacia la mujer mayor, quien observaba la conversacion con gran atencion.
—?Servias en la casa del Takhan? —pregunto a la muchacha.
Se produjo otra vacilacion. Luego, cautelosa, la joven respondio:
—Si, senora.
—Entonces dime que ha sucedido aqui. ?Donde estan la Takhina y su hija? Y el Takhan... —Vio como los ojos de la muchacha se dilataban de miedo, y anadio con mayor vehemencia—: ?En nombre de la Gran Diosa, muchacha, no voy a traicionarte! Mi propia madre era de Simhara; ?no soy ningun traidor!
La joven sacudio la cabeza con nerviosismo.
—No puedo deciros nada, senora —respondio en voz baja—. ?No me
Indigo suspiro. De nada servia apremiarla; estaba demasiado asustada para hablar con libertad. Le dio la espalda y se dejo caer de nuevo sobre el lecho, tras lo cual, con evidente alivio, la muchacha hizo una senal a su companera. Se escucho el tintineo del hielo contra el cristal mientras la otra muchacha avanzaba con una bandeja de cobre, que deposito sobre una mesita baja.
—Hemos traido zumo helado de lima y miel, senora, y torta de sesamo, y aceitunas y datiles. —La segunda muchacha dirigio una rapida mirada furtiva en direccion a su guardiana, luego anadio en un susurro—. El Takhan ha muerto, senora, y Au... —Se interrumpio precipitadamente, consciente de que habia estado a punto de pronunciar un nombre que la mujer de mas edad hubiera reconocido—. Otro gobierna aqui ahora. No puedo deciros nada mas. Lo siento.
Era muy poco, pero confirmaba los peores temores de Indigo. Bajo los ojos al suelo.
—Lo comprendo. Gracias.
La alimentaron y la banaron, y la instalaron con tanta comodidad como podia esperar cualquier dama de la nobleza en una casa donde su nombre era respetado. Solo una cosa traicionaba su autentica posicion: el silencioso pero enfatico chasquido de la llave al girar de nuevo en la cerradura cuando sus ayudantes la abandonaron.
Indigo se recosto en la cama y empezo a sorber su tercer vaso de zumo de fruta helado y azucarado. Se sentia realmente limpia por primera vez desde que dejara a Macee y a su tripulacion; su hambre estaba saciada, sus ropas nuevas eran suaves y comodas, y la atmosfera de la habitacion soporifera; todo ello contribuia a adormecerla. Y hasta que no pudiera averiguar mas cosas sobre sus carceleros y sus intenciones para con ella —lo cual, comprendio, no lo conseguiria hasta que ellos decidieran revelar la verdad— parecia totalmente inutil permanecer despierta solo para atormentarse con preguntas incontestables.
El punto de vista de
Se quedo dormida en cuestion de segundos, y tuvo suenos inconexos de barcos y desiertos y marchitas adivinadoras. Las pesadillas y el calor le hicieron pasar una noche agitada; se desperto varias veces y permanecio echada durante un rato en la sofocante y oscura habitacion, escuchando el continuo crujir del ventilador hasta que volvia a dormirse. Pero los suenos regresaban cada vez, y al final culminaron en una odiosa imagen fragmentada de unos ojos plateados inhumanos que la miraban desde la asfixiante oscuridad, y le sobrevino la sensacion de que un peso enorme e inamovible oprimiera su
cuerpo, la sofocara, le quitara el aire de los pulmones...
Se despeno con un violento sobresalto, reprimiendo su grito de auxilio antes de que este pudiera adoptar una forma fisica, y se encontro con que el sol de la manana penetraba a raudales en la habitacion. Se incorporo; apreto las palmas de las manos contra los ojos irritados, y entonces, al aclararse su vision, vio que
—Tengo ham... brrrre —dijo la loba en voz alta.
La prosaica queja libero la tension de Indigo en una oleada de alivio que desterro las pesadillas convirtiendolas en recuerdos fragmentados. Le dedico una sonrisa.
—Quiza deberiamos llamar a las sirvientas. Si hemos de guiarnos por lo sucedido anoche, parece que aun no han decidido si somos prisioneras o invitadas, por lo tanto creo que debieramos aprovechar su indecision mientras podamos.
—No creo que esto sea algo para tomar a bro... ma. Alli junto al agua, no habia la men... menor duda de nuestra po... sicion. —Se puso en pie y se sacudio—. Si; nos han trrra... tado bien desde que llegamos a la ciudad. Pero no confio en ellos. Y luego esta la pi... piedra-iman...
Indigo se sereno de repente al comprender lo que
Toco la tira de cuerpo que pendia de su cuello y sintio el peso de la piedra-iman en el interior de su bolsa. Una intuicion que no le gusto nada le dijo lo que la piedra indicaria, sin necesidad de mirarla. El dorado punto de luz estaria inmovil, colocado en el corazon de la piedra; le diria que el demonio que buscaba estaba aqui en la ciudad, y que no debia, ni
Entonces, como si algun poder caprichoso hubiera leido su mente y escogido con un amargo sentido de la ironia dar mas enfasis a su conclusion, alguien golpeo con fuerza la puerta cerrada.