escapado sin danos al asedio y a la batalla que le habia seguido. Las amplias avenidas estaban cubiertas de cascotes, y los arboles que las habian bordeado yacian desgarrados y arrancados en las cunetas. Las elegantes mansiones se habian convertido en cascarones de la noche a la manana, sus balaustradas aplastadas, sus fachadas derrumbadas, sus interiores consumidos por los proyectiles llameantes arrojados por las ballestas de los invasores. Y de los cincuenta bazares de Simhara, con sus murales de mosaico y sus toldos de seda y pergolas emparradas, no quedaba mas que un feo erial de piedras chamuscadas y desnudas adornadas con restos deshilachados de ropa como si se tratara de los lugubres estandartes de un ejercito fantasmal.
Las senales de muerte estaban por todas partes.
Se habia hecho desaparecer lo peor de la carniceria, pero todavia habia evidencia mas que suficiente del gran numero de bajas que los combates habian producido. Pasaron junto a dos de las cuadrillas de esclavos que trabajaban, bajo el mando severo y silencioso de los guardias del invasor, para recoger de las calles los cadaveres de ambos bandos y cargarlos en carretas mortuorias. Las cuadrillas hicieron un alto en el horrible trabajo para dejar pasar a los jinetes, y los ojos resentidos de nobles y campesinos khimizi se alzaron por igual para contemplarlos. Algunos se cubrieron el rostro en senal de respeto o hicieron signos religiosos al reconocer a su Takhina: un hombre intento liberarse y correr hacia ella, pero fue devuelto bruscamente a la hilera por dos soldados que portaban garrotes. Agnethe dejo caer la cabeza y empezo a llorar de nuevo, en silencio y llena de desesperacion; mientras el grupo seguia su camino, Indigo intento no bajar la vista a los oscuros riachuelos de sangre seca que se escondian en las cunetas, intento no prestar atencion al humo acre y grasiento que se alzaba en los extremos mas alejados de las avenidas por las que traqueteaban las carretas tiradas por bueyes. Se sentia enferma ya, tanto de espiritu como de cuerpo, y mantuvo la mirada firme enfocada en el cuello oscilante de su chimelo mientras intentaba controlar el sudor frio y los escalofrios que amenazaban con dominarla cada vez que respiraba.
Pronto se hizo evidente que la destruccion mas terrible habia quedado confinada a los limites exteriores de Simhara, ya que a medida que el grupo que regresaba se acercaba al centro de la ciudad, una peculiar tranquilidad se fue aduenando del paisaje. Tenia mas la naturaleza de un vacio que una autentica sensacion de paz; pero aun asi la devastacion parecia menor; la realidad de la guerra y los combates, mas remota. Y cuando por fin llegaron al palacio del Takhan, en el corazon mismo de Simhara, daba la impresion de que los viejos edificios se mantenian aparte y sin ningun contacto con la mas minima senal de disturbios.
Mientras contemplaba las elevadas paredes enrejadas de marmol con su verde capa de follaje trepador que rodeaban el palacio, para luego observar como se abrian las puertas de bronce y vislumbrar los jardines y el silencioso manar de las fuentes al fondo, los recuerdos que Indigo tenia de los relatos de su madre resurgieron como un viejo y querido sueno.
Y se les daba la bienvenida. Ya que los guardias se inclinaron ante Agnethe cuando esta paso, y se inclinaron de nuevo ante la pequena Jessamin en el interior de su cesto, Indigo no lo comprendia; era como si el tiempo y las circunstancias hubieran perdido su alineacion correcta y estuviera presenciando nada mas y nada menos que el regreso de la Takhina de Khimiz de algun acontecimiento social, en lugar de la entrega de una fugitiva en manos de sus enemigos.
Pero no tuvo tiempo de recapacitar sobre las implicaciones de lo que habia presenciado, ya que los chimelos, oliendo el agua, atravesaban aprisa las puertas, y cuando estas se cerraron tras ellos, apagando los sonidos de la ciudad y del mar hasta convertirlos en un vago murmullo, fue como si Indigo hubiera abandonado la realidad para penetrar en el exclusivo mundo de los suenos.
El asedio y los combates no habian tocado el palacio de Simhara. Se encontraban en un patio lleno de flores y refrescado por el centelleante correr de una docena de fuentes y pequenas cascadas que alimentaban un estanque artificial rodeado de plantas trepadoras, Indigo tuvo una fugaz vision del centelleo dorado y plateado de peces en el estanque, despreocupados y tranquilos, y al levantar los ojos, descubrio una sombreada avenida de columnas que bordeaba la pared del palacio, y apagados movimientos que se reflejaban en el cristal multicolor mientras los criados se dirigian apresurados a sus ocupaciones, en silencio. Era como si la invasion y el asedio y los combates no hubieran tenido lugar jamas; como si esta regia mansion continuara con su rutina, libre de cualquier trastorno.
El guerrero que conducia su montura volvio la cabeza, sobresaltado por la inarticulada exclamacion que broto de los labios de la persona que tenia a su cargo. Lo hizo justo en el momento en que Indigo se balanceaba sin control en su silla al verse derrotado finalmente su autodominio por el agotamiento, la confusion y el entumecimiento de sus musculos, pero no llego a tiempo de sujetarla antes de que resbalara del lomo del chimelo y fuera a caer totalmente inconsciente sobre las elegantes losas de marmol del suelo.
Se desperto con una sensacion de aire mas fresco en el rostro y el sonido de algo que crujia debil y ritmicamente. Por un instante penso que se encontraba aun en el desierto, y abrio los ojos esperando ver el resplandor de interminables acres de arena bajo la luz de la luna lejana.
Pero no habia arena, ni un paisaje enorme y vacio. En lugar de ello estaba tumbada en una cama baja, con la cabeza y los pies posados sobre almohadones de seda, y la luz que encontraron sus ojos no provenia de la luna, sino de una ornada lampara con un tubo de cristal ambar que brillaba tenue en el extremo opuesto de una habitacion amplia y de techo alto.
Desconcertada, Indigo se incorporo en el lecho y miro a su alrededor. Aunque era noche cerrada ya y el resplandor de la lampara suministraba la unica iluminacion, pudo ver que la habitacion estaba amueblada con un gusto ascetico pero suntuoso. Un friso pintado recorria toda la parte superior de las blancas paredes desnudas, alfombras tejidas cubrian el suelo, y entre las borrosas sombras pudo discernir la silueta de otro lecho, y una mesa redonda cuya superficie de cobre relucia vagamente como una enorme y brunida moneda. Y en el suelo, a menos de un metro de distancia,
Indigo se puso en pie despacio. Al llegar a la ciudad habia estado demasiado agotada para especular siquiera sobre el tipo de tratamiento que podria recibir a manos de los invasores; pero desde luego no hubiera esperado nada como aquello. Era como si, en lugar de una prisionera, fuera una invitada distinguida.
Un movimiento apenas entrevisto por el rabillo del ojo la sobresalto, y se volvio de nuevo, encontrandose con que a sus espaldas habia unos enormes ventanales dobles que se extendian desde el suelo hasta el techo. Estaban entreabiertos, y las ligeras cortinas que colgaban sobre ellos se balanceaban a causa de la suave brisa que venia del exterior. Con cuidado para no molestar a
Aspiro con fuerza para paladear la aromatica dulzura de los perfumes florales al mezclarse con el apenas perceptible sabor del mar. La noche era calida pero no sofocante, y el palacio parecia estar banado en la armonia y la paz. Rodeando por completo el patio pudo vislumbrar otros ventanales con balcones, la mayoria a oscuras ahora pero uno o dos revelaban el debil resplandor de la luz de una lampara detras de sus cortinas descorridas. La atmosfera resultaba tan apacible que por un momento se pregunto si seria un sueno, si no estaria dormida aun y se fuera a despertar de repente para hallarse en una humeda celda y esa magina escena se convirtiese en un fugaz recuerdo. Pero en aquel instante sintio un familiar cosquilleo en su cerebro, y una voz que conocia bien se introdujo silenciosa y con suavidad en su conciencia.
—
—Es... toy... muy bien —repuso
—Un lugar extrano y una rara forma de tratar a los prisioneros. No lo comprendo, — Indigo se incorporo—. Si tienes en cuenta que se nos cogio ayudando a la Takhina, no tiene