pudo giro el cuerpo de la mujer, y aparto el velo que ocultaba su rostro. Era joven —no tendria mas de unos veinticinco anos— y una khimizi autentica. Los cabellos eran de un dorado oscuro y se enroscaban alrededor de sus mejillas y su frente; su piel tenia el color de la miel, y su boca de labios gruesos mostraba una expresion ligeramente quisquillosa. Una aristocrata, adivino Indigo, y sus ropas lo confirmaron. Fajas de seda de delicados colores, esplendidamente bordada con perlas marinas; anillos en cada uno de los dedos, adornos de oro en la frente y en las munecas, que tintineaban por la brisa nocturna que habia empezado a soplar... Nadie en su sano juicio llevaria tales galas en el desierto, y le era imposible creer que aquella mujer fuera un viajero corriente. Si, tal y como sospechaba, la mujer provenia de Simhara, entonces debia de tratarse de una fugitiva.
Se volvio hacia
—?El cesto! ?He visto mo... verse algo!
Indigo se puso en pie precipitadamente, impulsada por una sospecha irracional que fe costaba reconocer. Rodeo al chimelo deprisa, y cuando
La criatura abrio la boca y grito de nuevo, al tiempo que cerraba los ojos con fuerza y golpeaba el aire. Por un milagro, el cesto debia de haber salido despedido cuando el chimelo cayo, y el bebe no habia sufrido ningun dano; de hecho parecia como si hubiera estado profundamente dormido y acabara de despertarse, Indigo recogio el cesto y la criatura callo de inmediato y abrio los ojos de nuevo para contemplarla con solemne interes.
—?Una mujer y su hijo, solos en el desierto? No tiene sen... sentido.
—No. A menos que estuvieran con un grupo de refugiados, y de alguna forma se separaran.
Pero la teoria no era convincente, Indigo llevo con cuidado a la criatura hasta donde yacia la mujer; y cuando depositaba el cesto en el suelo; esta se agito. Intento levantar la cabeza y sus manos se clavaron en la hierba reseca, en busca de un punto de apoyo, pero estaba aturdida y no podia coordinar sus movimientos. De improviso empezo a dar arcadas, y mientras Indigo acudia en su ayuda empezo a vomitar en el suelo.
—Jess... ?Oh!
La mujer cayo hacia adelante mientras Indigo la sujetaba por los hombros. Una mano se cerro debilmente alrededor de la muneca de la joven y el contacto parecio sacar bruscamente de su aturdimiento a la mujer, ya que todo su cuerpo se puso rigido de pronto. Aparto la mano como si la hubieran pinchado, y su cabeza giro en redondo con los ojos llenos de terror.
—?Quien sois? —inquirio en khimizi.
—Todo va bien: soy una amiga —le respondio Indigo, conciliadora—. No voy a haceros danos; estais a salvo ahora.
—?Sois... de Simhara?
—No. Vengo de Huon Parita; iba de camino a la ciudad cuando me entere de que habia problemas en Khimiz. Me llamo... —pero no pudo continuar pues la mujer estallo en un torrente de lagrimas.
—?No, no, nooo! —Su voz se alzo en un agudo lamento puntuado por violentos sollozos, y se balanceo hacia adelante y hacia atras, tirandose de los cabellos—. Poderosa Madre del Mar, por favor, haced que sea un sueno, haced que sea una pesadilla, ?oh, por favor!
Volvio a sentir nauseas y empezo a dar boqueadas; Indigo le hizo una frenetica senal a
—Gra... gracias...
Tosio y consiguio incorporarse mas con un esfuerzo. No parecia estar malherida, por lo que Indigo se sintio aliviada; podria haber un poco de conmocion pero nada peor.
Se agacho y tomo las manos de la mujer entre las suyas.
—?Que os sucedio? ?Podeis contarmelo?
—Yo... —arrugo la frente; luego de repente la expresion frenetica regreso a sus ojos—. ?Je... Jessamin! Mi hija, ?donde esta?
Indigo dirigio una rapida mirada al cesto. El bebe no habia hecho el menor ruido durante el ataque de su madre y, al igual que antes, parecia contemplar los acontecimientos con infantil fascinacion.
—La nina esta aqui, y no ha sufrido el menor dano —repuso Indigo, con suavidad.
—?Dadmela!
El cuerpo de la mujer se agito espasmodicamente mientras intentaba alcanzar el cesto? pero lo unico que consiguio fue rodar sobre la hierba, Indigo la ayudo a sentarse, y, cuando intento levantarse de nuevo, apoyo con suavidad pero con firmeza las manos sobre sus hombros para impedirselo.
—Tranquila —dijo—. No os altereis. Vuestra hija esta bien, os lo juro. Ahora, ?podeis decirme que ha sucedido en Simhara?
La mujer aspiro entrecortadamente.
—Acabada —respondio—. ?Esta acabada!
—?Acabada? —Indigo estaba asombrada.
—Ha ca... caido. Nos asediaron, y nosotros... no teniamos defensas. Nuestro ejercito estaba desperdigado por Khimiz, intentando rechazarlos, y... y... —Desasio sus manos de las de Indigo y se cubrio el rostro—. Derribaron las murallas y penetraron en el interior como una oleada, y nosotros... ?oh, Gran Diosa! Nosotros...
Aspiro con dificultad.
—Tenia que sacar a mi hija.
—?Quienes son ellos? —Indigo se odio por tan cruel persistencia frente a la congoja de la mujer, pero tenia que saberlo: algo que no comprendia la empujaba a hacerlo y no podia contenerse—. Los invasores, ?quienes son?
—?No lo se! ?Maldita sea,
Intento ponerse en pie, una mano presionada sobre el estomago. Por un instante permanecio erguida, balanceandose, luego se doblo hacia adelante y al final se derrumbo en el suelo, inconsciente.
Indigo la contemplo, horrorizada por lo que habia oido. Solo tenia una muy pobre imagen de lo que esta mujer habia tenido que pasar, pero su mente evocaba ya terribles analogias mientras recordaba Carn Caille, su propio hogar, y la monstruosa horda que habia destruido su mundo. El desagradable ensueno se rompio solo cuando
—Si...
Indigo obligo al recuerdo a regresar a la parte mas recondita de su ser a la que habia aprendido a desterrarlo, se inclino sobre la mujer y aparto los enmaranados cabellos de su rostro. Estaba inconsciente, y su piel tenia una enfermiza frialdad. La muchacha levanto la mirada hacia el cielo. El sol se habia desvanecido ya casi por completo; las sombras se convertian en oscura penumbra y la noche caia rapidamente. La mujer necesitaba con urgencia cobijo y calor, si es que queria sobrevivir a la fria noche del desierto.
Se volvio hacia
—Tengo que encender un fuego. Vigilala, y avisame si se despierta.
Habia gran cantidad de maleza seca entre los arboles y matorrales que rodeaban el oasis, y para cuando la mujer empezo a recobrar el conocimiento, Indigo tenia ya un buen fuego ardiendo. Estaba desensillando el chimelo cuando el silencioso aviso de