y la tarde, y bajo la luz de las estrellas durante gran parte de la noche, para descansar —aunque resultaba casi imposible encontrar una sombra— durante la parte mas torrida del dia. El chimelo parecia incansable; eran animales criados en el desierto, y aunque a simple vista parecian caballos de piernas y cuellos extraordinariamente largos, sus pies planos y almohadillados, el pelaje palido y ralo y la habilidad que poseian para avanzar durante horas —incluso dias— sin beber, los convertian en seres adaptados a la perfeccion a la dura vida del desierto, Indigo se habia acostumbrado ya al casi hipnotico trote peculiar del chimelo, y calculo que a su actual velocidad podrian virar hacia el sudoeste a la manana siguiente y avistar las murallas de Simhara al cabo de otro dia de viaje.
Acababan de escalar la ladera de una amplia duna, los pies del chimelo se movian sin dificultad sobre la suave y amontonada arena, cuando
—?Hay algo ahi delante! ?Es verde!
Indigo forzo la vista, pero la interminable arena le devolvio su brillo y no pudo ver nada. Se froto los ojos, los resguardo con una mano y, tras grunir una maldicion, lo intento de nuevo. Y esta vez le parecio ver una mancha oscura en el horizonte, una salpicadura de color que rompia la monotonia del desierto.
El chimelo tiro de la brida, en un intento por seguir adelante, pero ella lo retuvo. Cuando volvio a mirar, la mancha seguia alli. Podia tratarse de un espejismo. O podia ser un grupo de falorim. O un campamento de soldados...
De repente empezo a soplar el viento y arrojo contra su rostro desprotegido particulas de
arena que picaban como avispas.
—?A... gua! ?Huelo a... gua!
Un oasis, Indigo se echo a reir de alegria, al recordar la ultima vez que habia consultado el mapa que llevaba. Habia visto la senal verde que representaba una charca, pero habia decidido muy a su pesar que visitarla las alejaria demasiado de su camino, y habia lamentado luego su decision cuando sus reservas empezaron a volverse mas salobres y desagradables con cada hora que pasaba. Ahora, no obstante, parecia como si sus calculos hubieran estado equivocados, y habian ido a parar al ansiado oasis despues de todo.
Recupero la calma, apresuro al chimelo para que fuera hasta donde los esperaba
—Lo mejor sera que vayamos con cuidado, carino —aconsejo a la loba—. Si hay alguien mas alli, puede que no le guste nuestra presencia.
La lengua de
—No hay... nadie —dijo—. ?Lo veo. Y... quiero be... ber!
La idea de conseguir agua fresca y potable, de poderse lavar la arena de los cabellos y las ropas, resultaba maravillosa. Podia confiarse en la agudeza visual de
La amorfa mancha que tenian delante cambio rapidamente, convirtiendose en un conjunto de arboles larguiruchos y matorrales a traves de los cuales se divisaba con claridad el centelleo del agua. El oasis era grande; estaba situado en una hondonada natural en la que crecia un poco de hierba, y a medida que se acercaban incluso Indigo con sus inferiores sentidos humanos, pudo oler el cambio en el aire cuando el viento transporto indicios de humedad hacia ellas. El sol era una vivida llamarada naranja a sus espaldas; el cielo que tenian delante empezaba a cambiar de un tono dorado y verde a un suave purpura, con algunas debiles estrellas brillando en el horizonte. Estaban solo a unos cien metros de los arboles cuando
—?Que sucede?
Indigo tuvo que luchar con el chimelo para que redujera la marcha; tambien el habia olido el agua y estaba ansioso por llegar a ella.
La loba tenia las orejas pegadas a la cabeza; mostro los dientes en un grunido vacilante.
—No... lo se. Pense que no habia nadie aqui, pero... estaba... equivocada.
El pulso de Indigo se acelero y miro con atencion hacia adelante.
—No veo nada.
—No puedes, aun no. Pero hay... un animal...
—
Habia urgencia en la llamada de
—?Por la Gran Diosa!
El inmovil espejo del oasis con su reborde de vegetacion quedaba muy claro ahora en todos sus detalles. En su lado sur, a unos veinte metros del agua, un chimelo yacia inmovil.
Y debajo de el, sujeto por su cuerpo, habia lo que desde la distancia parecia un fardo de ropa de brillantes colores.
Sin detenerse a reflexionar, Indigo espoleo a su montura ladera abajo y a traves de la hierba hasta donde yacia la bestia caida. Se deslizo fuera de la silla y, con
El chimelo estaba muerto, los cestos de su silla desperdigados a su alrededor. El accidente debia de haber sucedido hacia muy poco, ya que el cadaver estaba aun caliente y no habia aparecido el
Se agacho con rapidez para tomar la delgada muneca de la mujer y palparla con cuidado. Se percibia un pulso, irregular pero bastante fuerte...
—Esta viva. —En su voz se pinto el alivio.
—?Es... ta... muy malhe... rida?
—No lo se. Tendremos que intentar mover el cuerpo del chimelo y sacarla de ahi.
—No sera facil. Puede pro... ducirle heridas pe... peores.
—Lo se. Pero tenemos que arriesgarnos; no podemos dejarla tal como esta.
Indigo contemplo especulativa al chimelo. Era lo bastante fuerte para levantarlo algunos centimetros quizas y solo durante algunos segundos; pero con la ayuda de
—Sujeta las ropas del jinete, en la parte del hombro —dijo—. Y en cuanto yo levante al animal, tira tan fuerte como puedas.
—?Madre Tierra!
Con una considerable sensacion de alivio Indigo dejo caer el cuerpo, y se dirigio a cuatro patas hasta donde