—No, Grimya. No creo que haya sido nada acertada.

Sus talones golpearon los flancos del chimelo, y el animal se puso en marcha.

Se encontraron con los primeros refugiados antes del mediodia: una columna sombria y silenciosa que se arrastraba con estoicismo en direccion norte con las pocas pertenencias que habian podido llevarse en la huida, Indigo quiso hablar con ellos y pedir informacion, pero parecio como si la vision incluso de un solo jinete los aterrorizara, de modo que en lugar de ello condujo al chimelo lo mas lejos posible de la carretera para demostrar que no representaba ninguna amenaza para ellos. Desde una cierta distancia observo que la patetica procesion se desperdigaba, y su sensacion de pena aumento al darse cuenta de que entre ellos no habia ningun hombre en edad de luchar. Solo habia mujeres, ninos y ancianos... Cualquier hombre que pudiera empunar un arma, supuso, habia marchado en ayuda de su pais.

Se encontro con la misma escena tres veces durante aquel dia, y cuando ya oscurecia, Indigo y Grimya llegaron al pueblo —o a uno de los pueblos— que aquella gente que huia habia abandonado. Existian muchos poblados pequenos como aquel en las orillas del golfo, hachados por pescadores y pequenos propietarios que cultivaban estrechas franjas de tierra a lo largo del fertil litoral. Pero ahora no habia senales de ocupacion aqui. Las casas parecian intactas, las cosechas seguian tambien intactas en los campos, y habia varios botes de pesca varados entre las dunas. Un pequeno rebano de cabras se agolpaba a la puerta de su recinto cercado, balando hambrientas en busca de atencion, y algunas gallinas escarbaban en el polvo; un cachorro de perro bastante flaco salio disparado a esconderse cuando ellas se acercaron, pero no se veia ni a un solo ser humano.

Indigo se quedo contemplando durante un buen rato el poblado abandonado. Parecia que el invasor no habia llegado a esta zona; sin embargo, si los aldeanos se habian decidido a abandonar sus hogares, el ejercito enemigo no estaria lejos. No le hacia la menor gracia la idea de seguir viajando mientras oscurecia, y por lo tanto sugirio a Grimya que podrian improvisar un campamento entre las dunas, donde quedarian bien ocultas a la vista de cualquiera que pasase. No se atrevieron a encender un fuego, de modo que pasaron la noche comiendo frugalmente y solo alimentos crudos, y luego durmieron y montaron guardia por turnos. Durante su primera guardia, informo Grimya, un nuevo grupo de refugiados habia pasado por alli, aunque no podia decir cuantos habian sido; pero aparte de ello la noche paso sin incidentes, y con la llegada del amanecer se pusieron de nuevo en marcha.

El segundo poblado abandonado aparecio ante sus ojos a media manana. Al igual que el primero, los edificios estaban intactos; pero la atmosfera de desolacion que reinaba aqui se veia incrementada con un desagradable matiz por el hedor de la comida abandonada por los aldeanos y que ahora empezaba a pudrirse bajo el fuerte calor Por todas partes se veian zumbantes nubes de moscas, e Indigo y Grimya se desviaron hacia la playa para evitar el poblado.

—Esto es solo el principio —dijo, sombria, Grimya mientras contemplaba las casas vacias y silenciosas—. Em... empeorara a medida que avan... cemos por la car... retera.

Indigo no miraba el pueblo sino al paisaje que tenian delante. A lo lejos, una grasienta cortina de humo tenia el cielo; su origen quedaba oculto detras de unas colinas bajas, pero ella tenia mas que una ligera idea de lo que podia ser, y se la indico a la loba.

—Si Simhara ha caido, encontraremos mas que hogares abandonados dentro de poco —le informo—. Incluso aunque no haya soldados en la region, habra bandidos en busca de todo lo que puedan conseguir. Vasi tenia razon; la carretera no es segura.

Grimya capto su idea.

—?El desierto? —sugirio vacilante.

Indigo dirigio una rapida mirada especulativa en direccion al este. Desde aquella distancia no era posible ver donde la tierra fertil daba paso al desierto del Palor; pero podia percibir su presencia mas alla de la linea del horizonte, una sensacion de hostilidad, aridez, vacio.

No obstante todo ello, el desierto resultaria ahora menos peligroso que la carretera. Tenia mapas que habia comprado en Huon Parita: sin duda no serian exactos, pero le servirian de ayuda. Y la piedra-iman no le fallaria. Era mucho mejor, penso, enfrentarse a los peligros del Palor que arriesgarse a seguir por su ruta actual.

Dijo a la loba:

—Tenemos comida suficiente para varios dias. Y existen oasis en el desierto. Si viajamos hacia el interior durante un dia o dos y luego giramos, deberiamos llegar a Simhara por el nordeste. Ningun invasor se molestaria en poner centinelas en el desierto.

—Puede que no po... damos acercarnos a la ci... ciudad —observo Grimya.

—Lo se. Pero tengo que intentarlo. Tengo que hacerlo. Lo comprendes, ?verdad, Grimya?

—Claro que si. Y adonde vayas, yo te se... seguire.

Indigo se sintio avergonzada, y no era la primera vez. De nuevo conducia a la loba a privaciones y peligros, pero ni un solo instante habia flaqueado la lealtad de Grimya para con ella. No tenia derecho a esperar tal devocion, ya que no habia hecho nada para merecerla, y repuso con voz suave:

Grimya..., esta es mi batalla, no la tuya. No existe ningun motivo por el que debas arriesgar tu vida para permanecer a mi lado. Y si tu...

La loba la interrumpio.

—No, Indigo. Ya has dicho lo mismo o... tras veces. No hice caso de ellas en... entonces, y no lo ha... re ahora. Soy tu a... miga. Eso es todo lo que im... importa.

—No merezco una amistad asi.

—Eso lo decido yo.

Indigo sabia —como le habia sucedido en otras ocasiones— que no habria forma de hacer cambiar de opinion a su amiga. Y aunque saberlo no tranquilizo su conciencia, alegro su corazon.

Grimya, me parece que eres una insensata. —Parpadeo, para luego echarse a reir con timidez para encubrir la emocion que sentia—. ?Escuchame: empiezo a hablar como Vasi! Pero es cierto. —Sonrio en direccion a la loba—. Y me siento mas agradecida por ello de lo que puedo expresar.

De repente soplo una ardiente brisa procedente de tierra adentro, que agito sus cabellos y trajo un seco y penetrante aroma que desterro parte del hedor del poblado. Un soplo procedente del desierto que era como una invitacion... Indigo decidio pensar que era un buen presagio.

Hizo girar la cabeza del chimelo, y vio como sus orejas se volvian hacia adelante cuando, tambien el, olio el desierto. Entonces lo azuzo ligeramente con los talones y, con Grimya a su lado, le dio la espalda a la carretera y se puso en marcha en direccion este.

CAPITULO 3

El sol empezaba a moverse hacia poniente detras de ellas, aunque todavia no soplaba la menor brisa que mitigara el terrible calor, cuando Grimya avisto por fin una mancha verde en la distancia que interrumpia la interminable monotonia de la arena.

Habian viajado por el desierto durante un dia y medio, e Indigo empezaba a comprender el significado de la frase «locura del desierto», que habia oido de labios de algunos de los mercaderes de Huon Parita. Hasta donde podia ver en cualquier direccion, no existia nada excepto el implacable vacio del Palor, arena amarillenta confluyendo con un cielo amarillento en una total y tersa unidad. El sol se reflejaba sobre el arido terreno en enormes y temibles oleadas que difuminaban el paisaje bajo una ondulante neblina de calor, y tan solo a la llegada de la noche surgian del cegador resplandor las formas ondulantes de dunas y monticulos y devolvian a Indigo su sentido de la perspectiva. En las Islas Meridionales, su pais de origen, habia oido relatos de personas atrapadas en la tundra sin un lugar donde refugiarse durante las terribles ventiscas invernales. Personas que habian perdido el rumbo, el sentido de la orientacion y por ultimo la cordura cuando tierra, cielo y nieve se convirtieron en una sola cosa y sus mentes no pudieron resistir el impacto del blanco total a su alrededor. El desierto resultaba muy parecido a aquella letal ilusion, y dio gracias por no estar sola.

Hasta ahora, el viaje habia transcurrido sin incidentes. Viajaban durante las horas mas frescas de la manana

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