la luz de la hoguera, a tiempo para ayudar a la mujer cuando, mareada, abrio los ojos e intento incorporarse.
—?Que...? —Una mano se extendio hacia adelante, pero sin coordinacion, y parpadeo indecisa ante las llamas—. ?Que sois...?
—Os desmayasteis —le dijo Indigo—. Todo esta bien; no pasa nada. Mirad. —Indico el cesto y a la criatura, la cual con extraordinaria placidez se habia vuelto a dormir—. Vuestra hija duerme profundamente, y tenemos un fuego para calentarnos. Hay comida en mis alforjas; podemos descansar aqui a salvo durante la noche.
—?No! —Los ojos de la mujer se desorbitaron al comprender—. ?No podemos quedarnos aqui! ?Me estaran buscando..., debemos huir!
—?Buscandonos? —Indigo se sintio perpleja.
—?Si! Oh, ?es que no lo comprendeis? ?No sabeis quien soy? —Y cuando la expresion de Indigo continuo en blanco, ella anadio—: Soy Agnethe. ?Soy la Takhina!
Indigo la miro anonadada. La Takhina, esposa del actual Takhan de Khimiz, alrededor de cuya corte giraba toda la ciudad de Simhara. Con la caida de la ciudad habia dado por supuesto que la familia gobernante debia de haber muerto o habia sido capturada.
Mas lagrimas empezaron a caer sobre las manos entrelazadas de Agnethe.
—?Comprendeis ahora? —dijo con desesperacion—. ?No hay tiempo para hogueras, ni para descansar! No me atrevo a quedarme aqui: ?debo ir hacia el norte, antes de que me encuentren! Y me estaran buscando. —Su rostro se contrajo en una mueca de amargo odio—. ?Madre del Mar, ya lo creo que me estaran buscando!
Indigo se agacho delante de ella.
—?Que hay del Takhan? —pregunto apremiante—. ?Esta vivo?
—No lo se. —Agnethe sacudio con fuerza la cabeza—. Pero si esta muerto... ?Oh, por la Diosa, si esta muerto, entonces Jessamin, mi bebe, ella es nuestro unico hijo!
Indigo comprendio. Si habian matado al Takhan, entonces la criatura que dormia en el cesto a pocos pasos era el legitimo gobernante de Khimiz. Y si los invasores la encontraban antes de que Agnethe pudiera llevarla a lugar seguro, era improbable que cualquiera de las dos volviera a ver otro amanecer.
—?Por favor! —le rogo Agnethe—. ?Debeis llevarosla lejos de aqui, muy lejos de Khimiz!
Indigo sabia que debia ayudarlas si le era posible. Su mision se habia convertido en cenizas: acercarse a Simhara ahora seria una total estupidez, y nada perdia dando media vuelta. Una vez que la Takhina y su hija hubieran sido puestas a buen recaudo, ella y
—Takhina, no quiero ni vuestro dinero ni vuestras joyas —repuso—. Pero no podemos marchar de aqui antes de la manana. No estais en condiciones de viajar...
Agnethe la interrumpio.
—?No, no! ?Debeis dejarme y llevaros la nina! Buscad a los falorim, contadselo...
—?No puedo abandonaros! —Indigo estaba anonadada—. Si los que os buscan vienen...
—?No me importa! ?Todo lo que importa es mantener a Jessamin fuera de su alcance a cualquier precio! ?Tomad vuestro chimelo ahora mismo, y partid! —La voz de Agnethe se elevo histerica—. ?Debeis hacerlo! ?Debeis hacerlo!
—No, Takhina. ?No os abandonare a la muerte!
Agnethe apreto los punos y se los llevo a las sienes.
—Oh ?por que no lo comprendeis? —Agarro las manos de Indigo—. La mataran, ?no os dais cuenta? ?Mataran a mi nina! Nacio antes del amanecer del decimocuarto dia bajo la constelacion de la Serpiente:
—Takhina, no... —empezo a decir Indigo.
Pero antes de que pudiera seguir,
—
—Sssshh... ?olor!
La palabra surgio como un grunido de advertencia, apenas reconocible.
—?Que? —chillo Agnethe—. ?Que sucede?
Y en ese mismo instante
—?Al... erta! ?Al... erta!
Indigo se incorporo de un salto, al tiempo que su mano se movia instintivamente hacia el lugar donde el cuchillo de afilada hoja que habia sido el regalo de despedida de Macee colgaba de su funda. Vislumbro un movimiento borroso en la traidora oscuridad que envolvia los arboles, pero sus pupilas estaban contraidas de mirar el resplandor del fuego, y varias manchas brillantes danzaron ante sus ojos, desconcertandola.
—
Vio como la loba intentaba saltar hacia adelante y corrio hacia ella; la sujeto por el cogote y la echo hacia atras. Entonces Agnethe lanzo un grito y una docena o mas de hombres montados en chimelos surgieron de la negra marana de la vegetacion.
—?Jessamin!
La Takhina empezo a aullar como una demente y se arrojo en direccion al cesto. Se abalanzo a gatas, lo tomo entre sus brazos y se puso en pie tambaleante. Unas voces masculinas empezaron a gritar en una lengua desconocida mientras Agnethe comenzaba a correr enloquecida en la direccion al oasis, y algo silbo en el aire con un zumbido maligno y siseante que sono terriblemente familiar a los oidos de Indigo. El arquero erro el blanco y se escucharon mas gritos; Indigo vio como una figura era derribada de su montura por uno de sus companeros, luego otro hombre habia saltado ya de su silla y corria tras Agnethe. Oyo gritar a la Takhina cuando este la alcanzo y la arrojo al suelo, y el debil berrido de protesta del bebe al tumbarse el cesto.
Indigo saco su cuchillo con un rapido movimiento mientras la rabia y el temor estallaban en una terrible confusion en su mente. Se lanzo hacia adelante sin detenerse a pensar, empujada por el deseo de ayudar a Agnethe, y otros tres hombres surgidos de la oscuridad le cerraron el paso, Indigo se detuvo en seco. Jadeante, esgrimio el cuchillo en alto, pero entonces
Indigo se volvio muy despacio. La luz de la hoguera caia sobre sus asaltantes, les daba un misterioso resplandor e iluminaba las armas que apuntaban a su estomago. Con una extrana sensacion de vertigo, Indigo reconocio las delgadas formas metalicas, las cuerdas tensas y las pesadas saetas listas. Eran ballestas. Conocia muy bien su mortal precision y su eficiencia, ya que la ballesta habia sido siempre su arma favorita. Y estas eran enormes, bestiales, letales. No tenia la menor esperanza contra ellas.
Uno de los guerreros sonrio y, apuntando todavia con la ballesta sujeta en una sola mano, le hizo senas.
—
El peso del cuerpo de