sonido del instrumento la distrajera.

—Tienes razon, Grimya. No puedo discutir tu logica. Pero no me gusta esta situacion. — Se levanto, y paseo por la habitacion en direccion al ventanal y al balcon situado al otro lado—. No me gusta.

«Nadie te pide que te guste. Ya lo sabiamos. Pero se nos ha dado una oportunidad, y no creo que importe de que lado ha venido esa oportunidad. Tenemos una tarea que realizar, y debemos hacer todo lo posible por llevarla a cabo. Eso es todo lo que cuenta.»

—?Entonces crees que deberia aceptar la oferta del usurpador?

Grimya hundio la cabeza indecisa.

«No tengo derecho a tomar tal decision.»

—Pero necesito tu consejo, —Indigo regreso, se agacho, tomo el hocico de la loba entre sus manos y clavo la mirada en sus ojos dorados—. Algunas veces ves las cosas con mucha mas claridad que yo. Ayudame, Grimya, por favor.

Grimya lanzo un apagado ganido y lamio los dedos de Indigo.

«Entonces... creo que deberiamos quedarnos. Creo que es nuestra unica oportunidad de enfrentarnos al demonio. Pero eres tu quien debe tomar la decision final.»

Y la amarga verdad era, se dijo Indigo mas tarde, mientras yacia en su lecho y contemplaba el techo en sombras de su habitacion, que no podia decidirse a tomar esa decision, para bien o para mal.

En el suelo, junto a ella, Grimya dormia. No habia habido nada mas que decirse despues de su conversacion; Indigo habia decidido pensarlo de nuevo por la manana, pero secretamente sabia que el dilema no se desvaneceria con el alba. Lo cierto era —cosa que no habia querido admitir ante Grimya— que sentia miedo. No miedo de comprometerse a llevar a cabo la tarea que la aguardaba, sino miedo de quedarse en Simhara y de esta forma verse obligada a vivir con los dolorosos recuerdos que la ciudad le traia. Se sentia terriblemente avergonzada de aquel sentimiento, pero la verguenza no era suficiente para erradicarlo. Todo lo que deseaba era darle la espalda a Khimiz y a todo lo que significaba, y huir de regreso al mar donde, por un tiempo, habia podido olvidar los horrores del pasado y sentirse en paz.

El ventilador crujia monotono; el sonido resultaba irritante pero era preferible al sofocante calor de una noche de verano en Simhara. A lo lejos escuchaba los debiles sones de la musica, intermitentes en la perezosa brisa; intento concentrarse en ella, con la esperanza de que calmara su inquietud y le permitiera, al fin, caer en el sueno. Cerro los ojos, pero le escocian los parpados y uno de los almohadones del lecho le presionaba de forma molesta en la espalda; abrio los ojos otra vez y volvio la cabeza.

Por un momento, la oscura habitacion parecio adoptar una dimension adicional. Era un sindrome que conocia bien; la ultima alucinacion consciente de una mente agotada antes de hundirse en las pesadillas. Pero estaba despierta. Desde luego que tenia que estar despierta.

Entonces, de repente, todo rastro de color en la escena se desvanecio para volverse gris, y su madre aparecio en medio de la habitacion.

Indigo abrio la boca en un horrible grito, pero ningun sonido salio de su garganta. Intento incorporarse en el lecho, pero se encontro con que no podia moverse, su mente separada del cuerpo e incapaz de controlarlo. La reina Imogen, gris como una estatua, gris como las cenizas, contemplo la forma yacente de su hija, y le sonrio con dulzura. Sus labios se movieron, pero Indigo no logro oir absolutamente nada.

«?Ma... madre?» Intento susurrar la palabra pero tambien ella estaba muda.

Y entonces su sueno consciente se paralizo, al tiempo que los ojos de la reina y su lengua se volvian de un brillante tono plateado, y una risa inhumana, como pedazos de cristal que cayeran sobre un suelo de piedra, surgio de los labios del fantasma. Conocia aquella risa. Dormida y despierta la habia escuchado, y era el sonido que mas odiaba por encima de todos.

Nemesis.

—Afectuosos saludos, Indigo, hermana mia. —El rostro de Imogen era ahora el del demonio; la pequena boca depravada de la criatura sonriente, los dientes de gato blancos e iguales en la penumbra, el pelo plateado como una aureola fantasmal en torno a su cabeza— De modo que por fin has encontrado el cubil de la serpiente.

Su voz —o un remedo de su voz; no era real, se dijo Indigo, no era real— habia regresado, y siseo.

—?Fuera de aqui, inmundicia! No tienes nada que hacer aqui!

—Donde tu estes es donde yo debo estar, porque somos una y la misma persona. Vigila la llegada del Devorador de la Serpiente, Indigo. ?Recuerdas la advertencia? ?O has caido ya bajo su influjo?

La echadora de cartas en Huon Parita... Aunque su cuerpo estaba muy lejos, sintio el sudor correr por su rostro y su pecho.

—?Vete! —aullo de nuevo—. Dejame en paz. ?Te destierro, te maldigo! ?Dejame estar!

Nemesis lanzo una ahogada risita.

—Te maldices a ti misma, hermana. La maldicion caera sobre ti, y toda la humanidad contigo. El Devorador de la Serpiente se alza, y no puedes interponerte en su camino.

La obscena mezcla de su madre y del demonio que tenia delante se contorsiono de repente, y otro rostro reemplazo al de Nemesis: un rostro anciano, arrugado, marcado por los narcoticos, astuto. Las desdentadas encias se abrieron, y la voz de una vieja bruja chillo:

—?Cartas de plata para mi senora y su hermoso perro gris?

E Indigo se desperto gritando.

CAPITULO 8

Si alguien, incluso Grimya, le hubiera preguntado, no habria podido explicar su razonamiento, ya que no tenia sentido. Pero la logica no habia tomado parte en esto: la pesadilla habia sido el catalizador. Quiza, penso Indigo con amargura, eso era exactamente lo que habia pretendido Nemesis: en cuyo caso era una loca por contestar a su desafio. Pero loca o no, creia firmemente que no le quedaba otra opcion.

El sol apenas si se habia elevado en el horizonte cuando busco a un criado y le pidio que le indicara como llegar a las habitaciones de Phereniq. Entre la humedad de a noche y el abrasador calor del mediodia, las primeras horas de la manana facilitaban un pequeno oasis de fresco alivio, pero que no servia de nada para aliviar la obsesiva —?o seria mejor decir atosigante?— sensacion de opresion que habia sentido desde que despertara de su pesadilla.

Si Phereniq se sorprendio al verla a aquellas horas, no mostro la menor senal de ello, haciendo pasar con gran solemnidad a su visitante a una pequena antecamara cuyas paredes estaban cubiertas de cartas astrales. La puerta se cerro tras ellas, y Phereniq estudio el rostro de Indigo durante un momento. No hizo el menor comentario sobre lo que vio, pero dijo con suavidad:

—?Que puedo hacer por vos?

—Yo... —Indigo vacilo, luego comprendio que se sentia demasiado cansada y confusa para discursos muy elaborados, y repuso con sencillez—: Deseo aceptar la oferta del Takhan.

Phereniq sonrio.

—Si —replico—. Ya pense que lo hariais. Y me alegro.

Durante unos minutos permanecieron en silencio, Indigo queria sentarse, pero no pudo ver ninguna silla cerca. Entonces, de repente, Phereniq se adelanto y la tomo del brazo.

—?Indigo? Estais muy palida..., ?os encontrais bien?

—Si; es... —Indigo se sacudio con un esfuerzo las opresivas imagenes de la pesadilla y de las mofas de Nemesis—.

He dormido mal esta noche. Una desagradable pesadilla me ha dejado una persistente sensacion de desasosiego, creo —dijo, intentando parecer despreocupada.

—?Os gustaria hablar de ello? —inquirio Phereniq.

Indigo forzo una sonrisa.

—No. Gracias, se... me pasara enseguida.

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