Indigo echo un vistazo por la ventana al otro lado del patio, donde, a cierta distancia en el extremo mas alejado de los limites del palacio, se alzaba un solitario minarete que se recortaba en el cielo sin nubes. Al pie de esa torre, aunque oculto por el revoltijo de las paredes intermedias, se levantaba un anexo de dos pisos del ala norte del palacio, en el que se habia instalado a Agnethe desde la caida del antiguo Takhan.

Sintio una punzada de remordimiento al darse cuenta de que, durante todo el mes que habia transcurrido, apenas si habia pensado en la mujer cuyo lugar en la vida de Jessamin habia ocupado de forma tan efectiva. Se habia beneficiado de la desgracia de Agnethe, y aunque no le debia ninguna lealtad directa a Khimiz, de pronto sintio el deseo de hacer algo para restablecer el equilibrio.

—?No ha habido ningun cambio en la actitud de la Takhina Viuda? —pregunto con cierta timidez.

—Ninguno. —El rostro de Phereniq se ensombrecio—. Hemos intentado razonar con ella, pero se niega a escuchar a nada de lo que tengamos que decir. No quiere aceptar que no le deseamos ningun mal, y que hay un lugar de honor en la corte reservado a ella. Y cuando intentamos hablarle de Jessamin, se limita a volver la cabeza y a decir que no quiere saber nada. Creo que piensa que si muestra algun interes lo tomariamos como una admision de derrota. —Se quedo mirando con atencion los graficos que tenia sobre la mesa frente a ella durante unos momentos, luego meneo la cabeza con tristeza—. No comprendo como una

mujer puede anteponer su orgullo al amor por su propio hijo. Parece antinatural.

Indigo murmuro su asentimiento, pero en privado penso que sabia lo que en realidad motivaba a Agnethe. La clave era el odio. Convertida en viuda, arrojada fuera de su querido palacio, su hija arrebatada de su lado, el odio era todo lo que le quedaba a Agnethe; y se aferraria a el, lo alimentaria, sacrificaria cualquier cosa para mantener encendidas sus sombrias llamas. Y la llama mas poderosa de todas debia de ser su deseo de vengarse del hombre que se habia apoderado del trono de su esposo y ahora, indulgente en su triunfo, le ofrecia la mano abierta de la amistad.

La revelacion la sacudio con tanta fuerza que Indigo tuvo que morderse la lengua para no lanzar una exclamacion de sorpresa. Todo este tiempo, todos los dias de busqueda de una pista; y no lo habia visto. Habia sido una estupida, ya que en todo Khimiz no podia encontrar mejor aliada para su mision que Agnethe...

Phereniq se fue casi enseguida, e Indigo se quedo mirando el grafico que habia dejado durante un rato: el horoscopo de Jessamin para aquel dia. Para ella, el entramado de lineas, curvas y circulos de colores no eran mas que una pintura; bellamente ejecutada pero sin significado. Sin embargo, para Phereniq, cuyas creencias religiosas y supersticiosas eran tan fuertes como las de cualquier khimizi, el grafico era una parte vital de la vida, que presidia sobre cualquier otro aspecto de la actividad diaria.

?Que era?, se pregunto, lo que Phereniq veia cuando trazaba y leia la carta astral de Augon Hunnamek. Aunque afirmaba no ser clarividente, su dominio de la ciencia de las estrellas no admitia discusion. ?Pero podia, incluso el mejor de los astrologos, detectar los signos —si realmente tales signos eran visibles— de un demonio con la apariencia de un humano?

Dejo que el pensamiento se esfumara. La especulacion no servia de nada: sin un nivel de comprension adquirido tan solo despues de anos de estudio, no podia responder a tal cuestion. Y ademas, tenia otras cuestiones mas urgentes de las que ocuparse.

Pero, para su total frustracion, Indigo no tuvo oportunidad de meditar mas profundamente su embrionaria idea con respecto a Agnethe. Jessamin, con inocente perversidad, decidio comportarse de forma caprichosa durante la mayor parte del dia, y a Indigo, su conciencia no le permitio dejar que Hild sola se encargara de calmar, acunar y cantar canciones de cuna a la discola criatura. Al caer la noche se sentia agotada, y no pudo hacer otra cosa que derrumbarse en su lecho y rezar para que el sueno no se hiciera esperar. Jessamin, no obstante, no dejo de despertarse y llorar a intervalos durante toda la noche, e Indigo y Hild solo consiguieron tranquilizarla cuando apenas faltaban dos horas para el amanecer. Hild, ojerosa y tambaleante, se fue agradecida a sus habitaciones, e Indigo pudo por fin tumbarse en su cama y cerrar los ojos.

Sin embargo, el sueno se negaba a acudir. Habia ido mas alla del cansancio para penetrar en un inquieto y vigil limbo, y por ultimo se sento en el lecho otro vez con un suspiro, dandose cuenta de que no tenia la menor posibilidad de descansar. A los pies de su cama una sombra se movio de repente, y Grimya, que habia sido la unica que habia dormido sin que la molestaran los lloros de Jessamin, se agito y levanto la cabeza. Al ver la silueta de Indigo la loba pregunto en voz baja:

—?Indigo? ?Estas despierta?

Indigo se incorporo mejor.

—No puedo dormir. Ya no creo que lo consiga ahora.

Grimya se puso en pie, se desperezo y luego se sacudio.

—Entonces acompaname en mi recorrido. Es muy agradable con las primeras luces. Podemos ir a la playa situada mas alla del puerto y contemplar como las olas banan la orilla.

Grimya no podia soportar verse encerrada entre cuatro paredes durante mucho tiempo, y se habia acostumbrado a salir cada dia antes del amanecer. Unirse a ella en tal excursion resultaria un buen tonico tanto fisico como mental, penso Indigo, y, con una sonrisa, estiro los brazos y echo a un lado la liviana colcha.

—Esperame —dijo—. No tardare mas de cinco minutos.

Los primeros rayos del sol caian sobre Simhara desde el este cuando Indigo y Grimya regresaron a palacio. Habian paseado por calles oscuras y desiertas hasta llegar al puerto, luego habian girado al sur en direccion a la playa donde la marea del golfo batia y retumbaba contra una franja de arena en forma de media luna, y donde Grimya pudo dar salida a la energia reprimida en una carrera por la orilla que a Indigo le trajo a la memoria los pocos dias felices que habian pasado durante el viaje con la caravana de Vasi Elder.

Las lamparas empezaban a apagarse en la ciudad mientras emprendian el camino de regreso bajo la debil luz grisacea que anunciaba la salida del sol. En las puertas del palacio, los adormilados centinelas reconocieron a Indigo y las dejaron pasar con un gesto de cabeza y una sonrisa. Empezaron a cruzar los jardines, aspirando el humedo perfume de las enredaderas y las flores, cuando de repente Grimya se detuvo en seco y alzo la cabeza con las orejas erguidas hacia adelante.

?Grimya? —inquirio Indigo—. ?Que sucede?

«Alla... mucha, gente. Ha ocurrido algo.»

Indigo levanto los ojos. Frente a ellas, se recortaba contra la pared del jardin la palida silueta de un minarete, y un frio hormigueo la recorrio al reconocer la torre que se alzaba junto a la prision de Agnethe. Con una terrible premonicion, abandono el sendero y corrio hacia la enrejada puerta norte, con Grimya pisandole los talones.

El movimiento de gente y el murmullo de voces apagadas y nerviosas les dio la bienvenida al pasar al otro lado de la puerta, y vieron que unas quince o veinte personas, en su mayoria sirvientes pero tambien algunos milicianos, se agolpaban en la entrada del anexo. Al otro lado de las dobles puertas abiertas brillaban las lamparas, aunque su iluminacion resultaba superflua bajo la luz cada vez mas fuerte del sol, y justo cuando Indigo y Grimya se acercaban, salio un pequeno grupo de su interior. Dos mujeres cubiertas con velos eran escoltadas por mas soldados, y parecian estar llorando; tras ellas salio un senescal con dos ministros de la corte, y con ellos iba Phereniq. Indigo pronuncio su nombre; la astrologa levanto la cabeza, la vio, y hablo brevemente con sus companeros antes de acercarse a toda prisa al lugar donde Indigo y Grimya aguardaban junto al pequeno grupo de curiosos.

Indigo contemplo su expresion afligida, y se sintio invadida por un escalofrio de temor.

—Phereniq, ?que ha sucedido? —inquirio apremiante.

—Es la Takhina Viuda —la voz de Phereniq era inexpresiva—. Esta... —Se cubrio el rostro con una mano, e Indigo se dio cuenta de que temblaba—. Un senescal la encontro hace media hora, en el patio trasero del anexo. Debio de escaparse durante la noche mientras sus criadas dormian, y pensamos que... salto desde lo alto del minarete.

—Madre Todopoderosa... —musito Indigo.

Los ojos de Phereniq estaban llenos de lagrimas.

—No creo que pueda olvidar jamas la vision de ese pobre cuerpo destrozado —dijo con voz temblorosa—. El Takhan esta totalmente anonadado, y lleno de pesar. Esta con ella ahora: queria orar junto a ella durante un rato antes de que la saquen... ?Oh, Indigo, esto es toda una tragedia!

Indigo sintio un nudo en la garganta.

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