amanecer de Khimiz se convertiria en sombria desesperacion.

Una repentina explosion de voces agitadas a su alrededor rompio el hechizo. Su mente regreso bruscamente a la tierra y vio que la comitiva estaba ya casi fuera de la vista, y que sus companeros, que charlaban muy animados, se preparaban para descender de la torre. Se volvio para ir con ellos, y escucho una voz a su lado.

—?Indigo?

Un hombrecillo regordete e inquisidor, cuya piel negra casi como el azabache lo senalaba como un noble de la misma raza que Augon, le dedico una amplia sonrisa. Era un oficial del Tesoro, le parecio recordar, y un musico aficionado de cierto talento; no hacia mucho habian interpretado un duo improvisado en una fiesta de cumpleanos celebrada en honor de otro miembro del servicio, pero no podia recordar su nombre.

—Un esplendido y propicio comienzo para un gran dia, ?no crees? —Habia aprendido a hablar khimizi como un indigena del pais.

—Desde luego, —Indigo deseo que su sonrisa no resultara demasiado ridicula. El otro se aclaro la garganta.

—Tenemos varias horas antes del triunfal regreso del Takhan. Yo... ah... seria un gran placer para mi acompanarte en un paseo por los jardines de palacio. Y luego quizas un almuerzo ligero, si te apetece, antes de lanzarnos de nuevo a la refriega.

No era ni mucho menos la primera proposicion que recibia desde que se instalara en palacio, pero, inesperadamente, aquello cristalizo los sombrios pensamientos que acechaban en su mente. De forma espontanea, tuvo una nitida imagen mental de un rostro blanco y rigido, unos ojos grises atormentados por el dolor, y unos oscuros cabellos empapados de sudor.

Fenran. Su torturado y perdido amor. Y el estaba en el fondo de todo aquello. El era el acicate, la esperanza, la razon por la que nunca podia darse por vencida, por la que jamas podia abandonar su compromiso, jamas admitir la derrota...

Indigo escucho su propia voz, y le sono como la voz de un extrano.

—Gracias —dijo con frialdad—, pero no.

El hombre del Tesoro se encogio de hombros filosoficamente para ocultar su desilusion. La realidad se materializo de nuevo ante los ojos de Indigo y sintio pena por el. Se obligo a relajarse e intento dulcificar la negativa.

—La Infanta ha pasado muy mala noche y apenas si pudimos dormir. Siento la necesidad de descansar un rato antes del banquete.

El rostro del hombre se ilumino.

—Desde luego. Entonces, quiza, ?puedo pedirte que me reserves un baile esta noche?

Indigo se sintio como si de repente la hubiesen sumergido en agua helada. Volvio la cabeza sobre el hombro mientras empezaban a descender las escaleras, y escucho como la multitud seguia vitoreando al Takhan.

—Sera un placer —repuso.

Al menos eso si podia concederselo a su aspirante a pretendiente, ya que le debia algo, aunque el jamas lo sabria. Por tan solo un instante le habia devuelto los agridulces recuerdos que eran todo lo que le quedaba de Fenran. Y ello le habia facilitado el

catalizador. Era suficiente. Era suficiente.

CAPITULO 10

—?Ha sido maravilloso! —Los ojos de Phereniq centelleaban bajo la luz de los faroles que habian convertido la enorme sala en una reluciente fantasia, y sus manos se movian animadas en un vano intento de expresar sus sentimientos—, ?Indigo, debieras haber visto el gentio! Cantaron, ?sabes?, cantaron en honor del Takhan y de la Infanta. Un coro como jamas habia oido, y todo de forma improvisada. Te habria conmovido.

Indigo dirigio una rapida mirada en direccion al estrado donde el Takhan estaba sentado en su trono. Augon se recostaba en el enorme sillon para tomar una nueva copa de vino que le tendia un criado. Su sonrisa parecia abarcar a todos los que lo rodeaban, y la diadema de su cabeza brillaba deslumbrante bajo la luz de una enorme esfera de cristal llena de velas encendidas que colgaba sobre el trono. El banquete habia terminado; la fiesta estaba ahora en pleno apogeo, y el baile y las diversiones continuarian hasta bien entrada la noche. Bastante antes, Indigo habia salido al gran patio para contemplar el espectaculo de todo el palacio alumbrado por hilera tras hilera de lamparas multicolores que iluminaban los torreones, los muros, los jardines y las fuentes, y su terrible y ensonadora belleza la habia dejado anonadada. Hacia el oeste, las estrellas del cielo nocturno se veian eclipsadas por el llameante resplandor anaranjado de las hogueras encendidas en el puerto a modo de faros, y la celebracion continuaba por toda la ciudad con musicos, bailarines, acrobatas y oradores que salian a las calles.

Phereniq habia descrito las ceremonias del Templo de los Marineros, donde Augon, postrado ante el gran altar, habia recibido la bendicion de la Madre del Mar en manos de Sus acolitos. Para aquella ocasion excepcional se habian sacado de su santuario dos de los Tres Regalos de Khimiz: el Tridente, secular simbolo de la autoridad del Takhan, habia sido colocado ceremoniosa y solemnemente en manos de Augon, lo cual significaba que el pais quedaba bajo su custodia; mientras que se habia puesto la Red de oro, el simbolo de la Takhina, sobre la diminuta cabeza de Jessamin, a quien se le concedia a su vez la bendicion de la Diosa. Cuando su recien entronizado senor salio a la escalinata de marmol, habia dicho Phereniq, la multitud habia aullado aclamandolo, y cuando se dirigio al puerto para arrojar guirnaldas de flores desde los muelles antes de su inmersion ritual en el mar, habia prorrumpido en un improvisado himno de alabanza, no solo a la Diosa sino tambien al hombre que era, para los khimizi, su mejor campeon.

—Incluso los falorim estaban emocionados —anadio Phereniq, con un gran suspiro—. Vi su delegacion, y cantaban junto con los demas. ?Fue un gran homenaje!

Habia habido unos quince o veinte miembros de las tribus falorim en el banquete. Al pasear la mirada por la sala, Indigo los vio de nuevo, en un pequeno y relativamente austero enclave, conspicuos en sus severas ropas del desierto. Por un momento, al recordar al grupo que habia visitado la caravana de Vasi Elder cuando la invasion, se sintio mas que un poco esceptica sobre su pretendida lealtad; pero luego razono que los falorim no eran mas pragmaticos que las doce o mas naciones extranjeras cuyos embajadores habian venido tambien a amontonar regalos y felicitaciones para Augon y a jurarle su amistad.

Se disponia a llenar la copa de vino, mientras escuchaba lo que Phereniq continuaba

contandole sobre la investidura, cuando una mano toco su brazo. Se dio la vuelta, y se encontro cara a cara con el oficial del Tesoro.

—Indigo. Los musicos han descansado y estan listos para empezar de nuevo, y has prometido que serias mi pareja.

Se iniciaban los primeros acordes de una danza tradicional; las parejas empezaban a colocarse en el centro de la sala, Indigo se puso en pie.

—Phereniq, ?me perdonaras...?

La astrologa le dedico una carinosa sonrisa.

—Claro que si.

La danza se inicio e Indigo, concentrada solo parcialmente en la charla de su pareja, se dedico a contemplar a las otras parejas de la habitacion. Segun pudo observar, un rostro en particular parecia aparecer en su campo de vision mas a menudo que cualquier otro. Era la pareja de una mujer menuda de cabellos oscuros, pero a cada momento el giro de la danza los acercaba. Sin duda no era mas que casualidad, pero cuando sus miradas se encontraron brevemente por quinta vez, Indigo se dio cuenta de que el la observaba.

Leando Copperguild. Su pensamiento regreso al breve pero extraordinario encuentro del dia anterior, y empezo a sentirse claramente inquieta. Resultaba imposible imaginar que habia impulsado a Leando a hablarle de la forma en que lo habia hecho despues de diez meses de tacita hostilidad. Aunque era consciente del peligro de buscar esquemas donde podia no haber ninguno, parecia una coincidencia muy sospechosa: Leando gozaba de la confianza de Augon Hunnamek, y parecia ansioso por dar prueba de sus aptitudes al servicio de su nuevo senor. Y ahora, este repentino esfuerzo por atraer su interes.

El baile tocaba a su fin. Una educada ovacion recibio el acorde final de los musicos, y mientras el oficial del

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