—Desde luego. —Sus dedos se crisparon y luego, de repente, volvio a enrollar el grafico y lo dejo a un lado junto a los otros—. Pero realmente ya esta bien. Debes perdonarme, Indigo; tengo tantas cosas de las que ocuparme antes de manana... Y todos debemos levantarnos temprano manana si queremos estar en plena forma. —Le dedico una fragil sonrisa—. Te vere en el banquete, una vez finalizadas las ceremonias oficiales.
Cuando estuvieron solas de nuevo,
Indigo se sirvio una copa de vino; luego, tras una breve vacilacion, saco la pequena botella de cordial de su escondite. Sospecho que no serviria de nada; la noche anterior habia tomado la cantidad acostumbrada, pero durante el ultimo mes mas o menos, los efectos soporiferos del cordial parecian haberse debilitado. Volvia a sonar otra vez; afortunadamente, nada comparable con las pesadillas sobre Nemesis que la habian atormentado al principio de su llegada a Simhara, sino suenos siniestros, informes e inquietantes que, al despertar, no podia recordar en detalle. Pero el cordial seguia siendo un calmante, y el pensar en el dulce calorcillo que recorria su garganta, y el agradable sabor que proporcionaba al vino, tenia su atractivo. Solo unas pocas gotas; cinco o seis, no mas. La ayudaria a relajarse.
El tapon de la botella salio con un debil sonido, Indigo conto con mucho cuidado seis gotas del cordial en el interior de su copa, luego se recosto en su asiento y cerro los ojos, tomando pequenos sorbos de su bebida mientras una sensacion de paz se apoderaba de ella en el silencio de la habitacion en sombras.
La manana siguiente amanecio brillante y calurosa, con un ligero viento del nordeste que soplaba del desierto, Indigo y
Empezo a sentirse excesivamente nerviosa mientras supervisaba el bano, vestido y ultimos toques en el atuendo de Jessamin. La Infanta se habia despertado llorando varias veces durante la noche, y se necesito mucha paciencia y el aliciente de su juguete preferido —el pequeno barco de Phereniq— para tranquilizarla. Pero por fin, envuelta en sus vestiduras bordadas en oro y con un diminuto aro incrustado de zafiros en la cabeza, se la llevaron de alli con los ojos muy abiertos y sin lanzar la menor queja hasta donde los mas altos dignatarios de Simhara aguardaban junto a las puertas principales del palacio.
Indigo no iba a tomar parte en la procesion triunfal que llevaria al Takhan al Templo de los Marineros para su coronacion y confirmacion. En lugar de ello, contemplaria la salida de la procesion desde uno de los minaretes mas altos del palacio, y esperaria entre los miles de invitados a que Augon Hunnamek regresara con la bendicion de la Madre del Mar para presidir el mayor banquete que Simhara hubiera presenciado durante decadas y anunciar su compromiso oficial con la Infanta, Indigo contemplaba el banquete con sentimientos contradictorios: tenia lo bastante de sibarita como para saber que disfrutaria totalmente de la ocasion en si, pero le preocupaban las implicaciones soterradas que conllevaba. Diez meses, pensaba, desde que Augon Hunnamek se habia hecho con el poder. Diez meses, y todavia seguia igual de lejos de la verdad...
A
El itinerario de la procesion era una vision espectacular. Todo el camino se habia decorado con flores y guirnaldas, y el verdor normalmente palido de principios de verano se habia convertido en un derroche de color. De los arboles colgaban enormes carillones de cristal, que unian sus brillantes voces a las de las campanas, y estandartes de brocado y seda bordados con sigilos de prosperidad y buena suerte ondeaban en el calido viento. Las amplias avenidas estaban atestadas de gente; al salir al balcon del minarete y bajar la vista hacia ella, a Indigo le parecio casi imposible que una ciudad del tamano de Simhara pudiera contener a tal multitud, y sabia perfectamente que esa muchedumbre no era nada comparada con el gentio que aguardaria en el muelle.
Una creciente oleada de sonido anuncio la aparicion de la comitiva, y la multitud se echo hacia adelante, apretandose contra la barrera humana de soldados dispuestos para mantener el orden. Primero aparecieron cuatro hileras de guerreros, hombres de Augon y soldados khimizi mezclados en igual numero; luego, un gran carruaje abierto tirado por seis chimelos y que transportaba al Takhan en persona salio de las puertas del palacio a sus pies.
El clamor que saludo a Augon Hunnamek fue ensordecedor, y cuando el carruaje abandono las puertas, varios millares de diminutas aves multicolores fueron soltados del interior de las hileras de jaulas situadas detras de los muros. Se alzaron como una tormenta de arena y sus plumas iridiscentes reflejaban la luz del sol y centelleaban, de forma que la procesion se vio momentaneamente eclipsada por lo que parecia un surtidor de joyas. Varios de los acompanantes de Indigo contuvieron la respiracion, asombrados, y el clamor de la multitud aumento aun mas. Miles de flores eran arrojadas tambien al carruaje; cuando la nube de pajaros se disperso, Indigo vio a Augon extender la mano y coger con gran destreza una guirnalda a la vez que hacia un gesto de saludo a la mujer que la habia arrojado. Resplandeciente en los ropajes de ceremonia azul verdosos que simbolizaban el mar, clave de la prosperidad de Khimiz, resultaba una figura magnifica, risuena, exuberante y exotica. Con su piel oscura y sus cabellos tan claros, incluso desde las lejanas alturas del minarete su carisma le proporcionaba una aureola que resultaba casi fisica. Era, se le ocurrio a Indigo, como si los ciudadanos de Simhara reconocieran y adularan a un semidios que residiera entre ellos. Y junto al semidios, diminuta y vulnerable en los brazos de uno de los criados de confianza de Augon, la Infanta Jessamin era sostenida en alto para recibir su parte de la adoracion del pueblo.
Indigo volvio la mirada cuando la procesion siguio adelante avenida abajo. Sus sentidos se habian exaltado a causa de la droga, y se sentia profundamente impresionada y excitada por el espectaculo y al mismo tiempo muy inquieta. La reaccion de la multitud habia desvanecido cualquier duda que le quedase sobre la aceptacion del nuevo Takhan a los ojos de su pueblo. Y habia mucho mas en aquella aceptacion que simple pragmatismo, ya que durante los diez meses de su gobierno, Augon Hunnamek no habia ahorrado esfuerzos por restaurar la asolada ciudad y demostrar que era mas que un generoso senor feudal. Habia utilizado a los mejores arquitectos de la ciudad para reparar los edificios danados; a los mas expertos botanicos para restaurar los jardines y ornar las avenidas; los artistas y escultores de mas renombre para reemplazar las estatuas y los murales destrozados por su ejercito invasor; y todo ello pagado de las arcas privadas del Takhan, sin aumentar los impuestos. Habia demostrado ser un hombre religioso al erigir cuatro nuevos altares a la Gran Madre en las puertas principales de Simhara, y habia creado una institucion benefica para mantener a los hijos e hijas de los khimizi empobrecidos que desearan entrar al servicio del templo. En el gran puerto se realizaba ya un proyecto para reforzar y ampliar algunos de los muelles mas viejos, permitiendo de esta forma que el comercio maritimo aumentara aun mas. Y, como una flor perfecta en la vigorosa marana comercial de la ciudad, el arte y la musica y la educacion y las conmemoraciones volvian a florecer bajo su generoso mecenazgo.
Con cada nueva innovacion, que era recibida con entusiasmo por el pueblo, la mision de Indigo se volvia mas ambigua e imposible. ?Como podia destruir al demonio que era Augon Hunnamek, cuando ese demonio no exteriorizaba mas que buenas acciones? Habia esperado que se comportase como un despota y un tirano, odiado como el deforme progenitor del culto de Charchad, su primer adversario, habia sido odiado; pero en lugar de ello se enfrentaba con un hombre adorado por toda una nacion, para la cual representaba la quintaesencia de la generosidad y la buena voluntad. Pero bajo aquella mascara se ocultaba un horror del que solo ella y