Fran intercambio una mirada con Indigo, y aquella simple ojeada fue suficiente para decir a ambos que no era Esti la unica que fracasaba en el intento, Indigo penso que de nada
servia preguntar a Fran que era lo que habia intentado hacer aparecer en este mundo lleno de ilusiones, y tampoco servia de nada catalogar sus propios vanos intentos.
—Quiza lo intentamos con demasiada fuerza..., demasiado conscientes de lo que hacemos. —Alzo ligeramente los hombros—. Sospecho que se precisa mas que un simple deseo.
—?El estimulo del miedo? —sugirio Fran.
—Eso, o el dolor, o algo parecido. Al menos hasta que hayamos aprendido un poco mas de lo que sabemos de momento. Es la diferencia, ?no es asi?, entre querer e imponer la fuerza de voluntad.
Le parecio que Fran comprendia; aunque Esti por su parte estaba dubitativa.
—Yo no veo que exista ninguna diferencia —dijo la joven pelirroja—. Si quieres que algo suceda, quieres que suceda y eso es todo. No; creo que soy yo. —Levanto la mano y se la mostro—. Despues de todo, Indigo, tu quemadura se curo; la mia sigue... —Su voz se apago.
—Yo... pero si yo no... —Esti los observo con atencion, asombrada—. Pero...
—Pero lo hiciste —intervino Indigo—. Dime, Esti: mientras andabamos, ?notabas si te dolia la mano?
—Si. La sentia dolorida, de la forma en que duelen las quemaduras cuando empiezan a cicatrizar, y me molestaba muchisimo...
—?Y deseaste que se acabara de una vez?
Esti asintio.
—El estimulo del dolor —repuso Fran con suavidad.
—Pero yo no intente... —protesto Esti.
—No. Pero lo
Fran miro por encima del hombro hacia el Morro del Carnero, y el camino que se curvaba a su alrededor en direccion a su desconocido destino.
—Puede que tengamos estimulos suficientes cuando tomemos esa curva y descubramos lo que nos aguarda tras ella.
—No digas eso —protesto rapidamente Esti—. ?Si se que tengo que volverlo a hacer, nunca conseguire hacerlo!
—Bueno, de nada sirve esperar una caida antes de que suceda. —Mientras hablaba, Indigo tomo el arpa que pendia de su hombro, al tiempo que contemplaba pensativa la carretera—. Toquemos algo hasta llegar a Bruhome. Despues de todo formamos parte de la Compania Comica Brabazon... y le demostraremos al demonio lo que pensamos de sus intentos por intimidarnos.
Personalmente, dudaba de que el demonio, o lo que fuera que pudiera acecharlos, se dejara influir por una bravata; pero lo hacia con la intencion de cambiar el estado de animo general por otro mas animado y positivo, y sintio un gran alivio al ver que los ojos de Esti se iluminaban fervorosos.
—La favorita de papa —sonrio Fran; entonces su expresion cambio y miro a Indigo inquieto—. ?Crees que... papa y Cari? Si existe una imagen de Bruhome ahi delante, ?crees que ellos pueden estar ahi?
—Si estan, nos oiran llegar —dijo Esti con energia—. ?Vamos, Fran! ?Toca!
Indigo le sostuvo la mirada a Fran, comprendiendo que el muchacho pensaba en la mujer del paramo. Tambien ella temia lo que pudieran encontrar, pero si era eso lo que debian encontrar no podrian posponerlo eternamente. Meneo debilmente la cabeza, advirtiendole que no dijera nada a Esti, y por fin el muchacho alzo los hombros en un leve encogimiento.
—Muy bien. —Saco su flauta—. Cuando quieras.
Esti avanzo unos pasos dando saltitos y empezo a batir palmas en un alegre son de marcha. Los dedos de Indigo se posaron sobre el arpa y dejo que la melodia, con su entrecortado ritmo para imitar el andar de una yegua coja, tomara forma en su mente. Una pausa y un titubeo, y uno, dos,
El arpa y la flauta empezaron a sonar a la vez, y Esti lanzo un alarido de triunfo al tiempo que efectuaba una pirueta en el aire, se posaba en el suelo sobre los talones e iniciaba la comica danza. La muchacha se fue acercando hacia el risco que ahora se
La sorpresa le hizo dar un acorde falso, y Fran levanto los ojos asustado, al tiempo que se sacaba la flauta de los labios para exclamar:
—?Que... ?
—?No pasa nada! ?Sigue tocando!
Indigo recupero con un esfuerzo su autocontrol y se inclino otra vez sobre el arpa. La vision habia sido efimera, se habia desvanecido al instante, pero por un extraordinario momento los habia visto bailando detras de Esti. Personas, animales, criaturas que eran un poco de cada cosa, que reian y se divertian al son de la alegre melodia. Por un momento, la imaginacion se habia convertido en realidad.
Esti iba por delante de ellos ahora. Habia llegado al recodo, e Indigo y Fran tuvieron que acelerar el paso para alcanzarla. Rodearon tambien ellos dos la estribacion y estuvieron a punto de chocar con Esti, que se habia detenido en seco.
Era realmente Bruhome. Alli estaba el viejo puente de piedra con sus desgastados pretiles, tendido sobre el rio. Tambien alli se transformaba el polvoriento camino en un sendero adoquinado que se unia con la calle principal de la ciudad. Alli estaban las casas y las tiendas y los puestos del mercado, con el caracteristico tejado de dos aguas lleno de adornos de la Casa de los Cerveceros dominando la mezcolanza de tejados.
La inmovilidad y el silencio, como un velo mortuorio, dominaban la escena.
—Esta todo... tan
Ni Indigo ni Fran se sintieron capaces de contestarle. Ver Bruhome —aunque se tratara de una falsa Bruhome— reducida a una vision sombria y desierta le resultaba bastante desconcertante a Indigo: para los Brabazon, que habian conocido su brillante y vital bullicio desde la infancia, esta vision debia de resultar mas grotesca de lo que podia siquiera imaginar.
Desde luego ya no podian continuar con la musica y la danza. Fran guardaba ya el caramillo, todo pensamiento de diversion olvidado. Su rostro estaba desencajado y parecia hipnotizado por la silenciosa ciudad, mientras que Esti habia traspasado su atencion al suelo, escarbando en el con un tacon mientras su mente parecia vagar perdida por otro mundo.
—Tenemos que entrar —dijo Indigo al fin, con suavidad.
—Lo se —asintio Fran—. Lo mejor sera acabar de una vez.
Bajo un silencio que resultaba doblemente incomodo despues de los alegres sones de la musica, avanzaron en direccion al puente. Lo realmente desconcertante, penso Indigo mientras cruzaban, era que la escena parecia muy
Bruhome que los tres conocian.
Excepto por la espantosa sensacion de vacio...
Llegaron al otro extremo del puente, y se detuvieron al sentir el desigual contorno de los adoquines bajo los pies.
—Quiza deberiamos ir a la Casa de los Cerveceros —sugirio Fran indeciso—. Si hay alguien... o algo... por ahi, ese es el lugar mas apropiado para encontrar alguna senal de vida.