Las mandibulas de Grimya se abrieron en una demostracion de placer.

—Me gus...ta el mar —dijo con su voz gutural y entrecortada—. Pero es agradab...le estar de nuevo en tierra fir...me. Y hace frrrio aqui; no como los dias y noches que pasamos en el estrecho de las Fauces de la Serpiente. El aire huele a limpio. Cre... creo que me gus...tara estar en este pais.

Los musculos del rostro de Indigo se crisparon, pero solo por un instante, antes de que el reflejo que habia inculcado con decision en su mente viniera en su rescate y la obligara a relajarse de nuevo. No debia pensar en las terribles asociaciones que la isla-continente de El Reducto tenian para ella. Al llegar a las costas del enorme continente occidental, le resulto imposible hacerse a la idea de que debia seguir hacia el norte. No queria ir alli. Temia los dolorosos recuerdos y las emociones que el lugar resucitaria, y acepto cualquier trabajo que pudo encontrar en los muelles y los botes locales de pesca, para poder comer Grimya y ella y no tener que seguir adelante. Fue aplazando asi durante dos anos el viaje antes de enfrentarse al hecho de que, quisiera o no, debia superar su cobardia y hacerse a la mar. Una vez que la decision estuvo por fin tomada resolvio ignorar sus temores y mirar al futuro con, al menos, cierto grado de estoicidad. Hasta ahora lo habia conseguido, y no era ese el momento de dejarse desmoralizar. «Aparta semejantes pensamientos», se dijo. Para ella ese era un pais nuevo, y los vinculos que tuviera de forma indirecta con el en otra ocasion habian quedado enterrados cuarenta anos atras.

Grimya volvio a hablar, esta vez en tono lastimero.

—Tengo ham... hambre. —Inclino la cabeza hacia el suelo—. ?Cuando com...irnos por ultima

vez?

Indigo se sacudio las preocupaciones y su mente regreso al presente. Su ultima comida la hicieron a primeras horas de aquella manana y de forma precipitada; un inesperado viento de popa empujo a La Flecha del Norte hasta el atestado puerto de Mull Barya con varias horas de antelacion sobre lo calculado, y en las prisas por preparar el barco para el atraque no hubo tiempo de pensar en nada mas.

—Lo siento, carino —repuso con una sonrisa—. Bajaremos a ver que te puede ofrecer la cocina de este lugar.

—Extendio la mano hacia el pequeno tocador y tomo una tablilla que la camarera le habia traido poco antes. En ella estaban anotados los platos que el hostal serviria a sus huespedes aquella noche; le impresiono la oferta—. Habra un buen surtido de carnes —anadio.

—Preferiria ir de ca...za —observo Grimya—. Pero no creo que eso fue... fuera sssensato aqui.

—No. Pero no te inquietes; sera diferente cuando abandonemos Mull Barya y nos dirijamos hacia el norte a tierras deshabitadas.

—?Cu... cuando crees que sera eso?

—No lo se. Dentro de dos dias; quiza tres. No quiero retrasarlo, pero debemos asegurarnos de que estamos bien pertrechadas y aprovisionadas. —Miro en direccion a la ventana—. El invierno llega adelantado este ano, segun dicen. Los vientos del norte ya han empezado a soplar.

—Sssi; mi nariz me dice que pronto ne...vara. Seria prudente llegar a nuestro des...tino antes de que empiecen las nevadas mas fuertes. —Parpadeo—. Sea cual sea nuestrrrro des...tino.

Indigo se giro hacia el lugar donde dejara las ropas. Entre ellas habia una vieja bolsita de cuero sujeta a una tira tambien de cuero en forma de lazo. Abrio la bolsita y la coloco boca abajo sobre la palma de la mano. De ella cayo un pequeno guijarro, de superficie lisa y forma curiosamente simetrica, pero aparte de eso, a primera vista, no tenia nada de extraordinario, Indigo lo sostuvo en alto, se concentro por un momento y un diminuto punto de luz dorada aparecio en el interior de la piedra. Durante un instante parpadeo justo en el centro, luego con un unico pero decidido movimiento se traslado a un lado y se mantuvo fijo en el extremo del guijarro.

—Sigue indicando hacia el norte, —Indigo mostro la piedra-iman a Grimya—. Asi pues, no vamos a encontrar nuestro objetivo en Mull Barya.

Devolvio el guijarro al interior de la bolsa y se la colgo al cuello, sintiendo que la piedra se instalaba en el lugar acostumbrado entre sus pechos. Durante anos de vagabundeo habia demostrado ser una guia infalible, pero la muchacha noto por un momento una punzada de inquietud mientras se preguntaba cuanto mas alla tendrian que viajar antes de que la piedra-iman les informara de que habian encontrado lo que buscaban. Igual que su propio hogar en el lejano sur, los inviernos aqui eran duros e impredecibles, y nadie con una pizca de seso se lanzaria alegremente en direccion a las regiones polares sabiendo que el tiempo empeoraria aun mas. Habia estudiado un mapa de El Reducto, y sabia que en el interior, lejos de las zonas costeras mas densamente pobladas, los municipios y a veces incluso los poblados eran escasos y estaban muy apartados entre si. Era un territorio extenso, y las distancias resultaban enganosas en la pequenisima escala de un mapa. Podian quedarles aun tres semanas o un mes como maximo antes de que el clima hiciera la marcha adelante demasiado peligrosa; debia asegurarse de escoger una ruta que les permitiera esperar en algun pueblo o granja a que pasara el invierno si es que era necesario. El proyecto precisaba una cuidadosa planificacion.

Un suave lloriqueo se escapo de la garganta de Grimya.

—?Comeremos pronto? —inquirio, quejumbrosa.

—?Que? Oh..., perdoname, carino; estaba en la luna. Debes de estar hambrienta. —Dio a sus cabellos una ultima y vigorosa friccion, y se puso en pie—. Deja que me ponga ropa limpia, y comeremos. Nuestros planes pueden esperar hasta manana.

—De modo que vais hacia el norte... ?no? —El hombre sonrio y sus ojos casi desaparecieron entre los pliegues de su rostro curtido por el viento.

Indigo le devolvio la sonrisa e, incapaz de recordar ningun nombre de los municipios de su mapa, disimulo.

—Si, voy en esa direccion.

—Bien. —Estiro los pies en direccion al fuego que chisporroteaba en la enorme chimenea—. Como dije, lo mejor que podeis hacer es ir a Pitter para buscar todo lo que necesiteis. Durante los ultimos veinte anos le he comprado a el los caballos y avios, y siempre me ha tratado bien. Y podeis decirle que yo os lo he dicho.

—Gracias, lo hare.

Indigo le habia cogido simpatia a aquel desconocido, cuyo nombre, cuando se presento, habia sonado a algo parecido a «Rin» o «Reene»... Aunque la lengua de El Reducto era similar a la de las Islas Meridionales, la joven todavia tenia algunas dificultades con los dialectos locales. Sin la menor timidez ni preambulo, el hombre se habia acercado a la mesa a la que ella estaba sentada en el comedor del hostal preguntandole si podia acompanarla. No muy segura de sus motivos, la joven tuvo intencion de rehusar cortesmente pero algo en sus francos modales la hizo vacilar. «Sin tonterias», habia dicho el hombre con una sonrisa carente del menor rastro de artificio; «simplemente pensaba que seria mas agradable para ambos disfrutar de la comida en mutua compania que solos». Y asi, pues, habian iniciado la conversacion, y Rin o Reene pidio una jarra de vino de miel que le aseguro era el mejor que podia encontrarse en Mull Barya aunque costara la mitad que alguno de las otras cosechas.

Indigo dedujo que aquel hombre era lo que los habitantes de Mull Barya denominaban un barrin, un comerciante que compraba ganado vivo a los boyeros para luego sacrificarlo, salarlo, revenderlo y ser enviado al exterior; en esa epoca del ano, le dijo el, pasaba la mayor parte del dia en el puerto, y El Sol de la Manana, le facilitaba comida y un bien merecido descanso antes de regresar a su casa situada a las afueras de la ciudad. Aunque su aspecto y modales eran sencillos, la joven tuvo la impresion de que era un hombre muy rico.

Ahitos de buena comida y con la mitad de la jarra de vino todavia llena, se retiraron a la enorme chimenea de la sala principal, con sus bancos, sus almohadones y su rugiente fuego, para reposar mientras caia la noche y el viento empezaba a gemir en el exterior como un poderoso espiritu agonizante.

—La gente de por aqui llama a eso el Quejumbroso —le dijo Rin. (No muy segura todavia, habia decidido de forma totalmente arbitraria pensar en el como Rin)—. Se trata del viento del norte; un signo seguro de que las primeras nevadas fuertes del invierno estan en camino. Si quereis un buen consejo, Indigo, cuando veais a Pitter manana debeis decirle adonde vais. Sabra exactamente lo que necesitareis para tal viaje y os lo facilitara todo.

—Eso hare.

Indigo no opuso la menor objecion cuando el ofrecio servirle mas vino. El hombre lleno los dos vasos —de cristal verde oscuro, una rareza e, imagino la muchacha, muy caros—; luego parecio vacilar.

—Indigo, me perdonareis si soy impertinente, pero... ?estais segura de estar equipada para esta empresa?

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