—Vio que la joven arrugaba el entrecejo, y se apresuro a anadir—: No me malinterpreteis, no intento fisgar. No es asunto mio adonde vais ni por que, pero El Reducto puede ser un pais complicado para aquellos que no estan acostumbrados a el. Aqui en Mull Barya no habeis tenido motivo de preocupacion; se pone algo violento a veces cuando los ganaderos vienen en gran numero, pero basicamente es un lugar relativamente civilizado. En cambio el interior... Bueno, alli la cosa es bastante diferente.

La muchacha le dirigio una amable sonrisa.

—Puedo cuidarme. Y tengo a Grimya conmigo.

Grimya levanto la cabeza, miro a Rin y este extendio la mano para palmearle la cabeza aunque lo desconcerto un poco la extrana expresion que habia en sus ojos, como si el animal hubiera comprendido sus palabras.

—Lo se —repuso—, y no hay mejor guardaespaldas que un perro lobo. Pero puede que ni siquiera Grimya pueda protegeros de algunas de las cosas que podeis encontraros.

—?Que clase de cosas?

—El tiempo no os favorecera —replico con un encogimiento de hombros—, eso para empezar. Ventiscas, ceguera producida por el reflejo de la nieve, incluso el frio. Sera peor de lo que esperais.

—Lo dudo. Naci y me crie en el lejano sur; he experimentado suficientes inviernos polares como para no correr riesgos.

—Bueno, eso es un punto a vuestro favor —concedio Rin con un gesto conciliador—. Pero aqui tenemos animales salvajes que no habeis visto antes. No solo los lobos; son inofensivos a menos que esten hambrientos, y hay suficiente caza para asegurar que no suceda muy a menudo. Son los otros los que me preocupan; los osos, y los grandes felinos... Tigres de las nieves les llamamos. No desdenan atacar a pequenos grupos, y mucho menos a viajeros solitarios. Y desde luego tambien estan las sabandijas humanas con las que hay que tener cuidado.

—Existen sabandijas humanas en todas partes.

—Lo se. Pero cuando los poblados y hasta las granjas estan como minimo a casi cien kilometros de distancia unos de otros, la civilizacion es mas bien escasa. Gran cantidad de gente se gana la vida aprovechandose de otros; algunos weyers ni siquiera toleran la presencia de un extrano en lo que ellos consideran su territorio y los matan en cuanto los ven.

—?Weyers? —inquirio Indigo, perpleja.

—Gentes raras, disidentes..., resulta dificil de explicar. Gentes que viven tan aisladas que han desarrollado todo tipo de curiosas creencias y costumbres. No se mezclan con otras gentes, se casan entre ellos, y no quieren que aparezca ningun extrano para contaminar su locura con una bocanada de sensatez.

—Comprendo lo que quereis decir. —Le sonrio—. Pero eso no me hara cambiar de idea.

—No. —Rin le devolvio la sonrisa con expresion apesadumbrada—. No crei que lo consiguiera. Pero al menos os he advertido, ?de modo que esta noche puedo meterme en la cama con la conciencia tranquila!

—Y yo os lo agradezco. —Indigo bajo la mirada en direccion a Grimya—. Las dos os lo agradecemos. —Termino su vino, y nego con la cabeza cuando el dirigio la mano otra vez a la jarra—. No, la verdad es que creo que debo retirarme ahora si quiero estar en condiciones por la manana. —Se puso en pie—. Gracias por vuestra compania y vuestro consejo. He disfrutado mucho con nuestra conversacion.

—Yo tambien. —Rin se levanto, extendiendo la mano para tomar los dedos de la joven—. Solo lamento que no os quedeis mas tiempo en Mull Barya. Incluso todo el invierno. Pero quiza volvamos a encontrarnos. —Eso espero. Buenas noches... y adios.

Mientras tomaban la curva de la escalera que las ocultaba de cualquiera que estuviese abajo, Grimya dijo mentalmente a Indigo:

«Me gusta ese hombre. Es honrado. Y lo que dice tiene mucho sentido.»

«A mi tambien me gusta», resalto Indigo.

«?Seguiremos su consejo?»

«Desde luego. Y despues de lo que nos ha dicha, creo que me comprare un cuchillo mejor junto con las otras cosas que necesitaremos para nuestro viaje.»

Llegaron ante la puerta de la habitacion y entraron. Durante su ausencia alguien habia vaciado la banera y dejado tres velas encendidas en una palmatoria sobre la repisa de la ventana. Mientras se sentaba en la cama, Indigo encontro tiempo para sentirse satisfecha por no haberse alojado en una de las tabernas del puerto, donde tales atenciones eran inexistentes. De abajo llegaba todavia un ahogado murmullo, pero al otro lado de la ventana la calle estaba casi desierta, solo algunas farolas ardian a intervalos a lo largo del sendero de tablas. Por encima de las siluetas de los tejados bajos de las casas, el cielo nocturno mostraba un aspecto plano y quebradizo; las nubes habian tapado luna y estrellas, y el viento habia disminuido su violencia hasta quedar reducido a un silbido suave interrumpido por ocasionales rafagas. Resultaria extrano estar tumbada en una cama en lugar de una litera, sin el arrullo del mar ni el balanceo de un barco para acunarla, penso Indigo, pero estaba tan cansada que dormiria profundamente a pesar de encontrarse en un ambiente desconocido.

Grimya se acerco a la ventana, olfateando las corrientes de aire que se filtraban entre las rendijas del marco de madera.

—?Hace frio! —exclamo con satisfaccion.

Indigo saco un camison de su bolsa y lo desplego con una sacudida.

—?Quieres ir afuera a explorar?

—N...O. No creo que fue...ra sensato aqui. Ademas habra muuucho tiempo para cor...rer y cazar cuando iniciemos nuestro viaje. —La loba se dio la vuelta y se dirigio despacio hacia la alfombra situada junto a la cama—. Voy a dormir.

Indigo echo hacia atras las dos gruesas mantas de lana que cubrian la cama y empezo a ahuecar las almohadas. Le vino a la mente un fragmento de una cancion y, sin pensar, se puso a tararearla... Luego se detuvo.

Grimya alzo la cabeza, la miro y dijo:

—Esa es una cancion de la Compania Comica Brabazon.

—Si... —respondio Indigo con voz tensa.

Se produjo un incomodo silencio. Luego la loba continuo:

—Es extrrrano, ?no es asi?, pensar que para ellos la primavera justo emp... empieza. De...be ser casi el mes de la Floracion en Bruhome ahora.

Indigo asintio, incapaz de contener las imagenes que se agolpaban de repente en su cerebro. Veia los primeros brotes que aparecian en arboles y arbustos, los rios crecidos, los rebanos que aumentaban. Y los rostros de Constancia Brabazon y sus trece hijos, la familia de comicos itinerantes con quienes Indigo y Grimya habian vivido y viajado durante diez anos. Los Brabazon habian sido autenticos amigos, y la separacion, cuando por fin llego de forma inevitable, le produjo a Indigo una pena abrumadora. Pero no tenia eleccion: mientras Grimya y ella habian permanecido inalterables y sin envejecer durante el tiempo que permanecieron juntos, los anos empezaban a notarse en los Brabazon y el contraste se hacia demasiado evidente para pasar inadvertido mucho mas tiempo.

Indigo recordo en especial a sus tres amigos mas queridos entre los hijos de Constancia. Franqueza, que se habia enamorado de ella pero habia aprendido a aceptar que no era para el. Modestia, extravagante e imprudente, con su melena de rojos cabellos y su intensa mirada. Caridad, serena y prudente para su edad, una segunda madre para los hermanos mas pequenos. Uno por uno, a medida que transcurrian los anos, habian ido cambiando e independizandose. Se derramaron lagrimas de tristeza y de alegria al mismo tiempo en la boda de Cari con el hijo de un ciudadano de Bruhome, y hubo risas y bailes cuando Esti se caso con un picaro de negros cabellos que tenia tal habilidad para tocar el violin que rivalizaba con la del propio Constancia, aportando un nuevo actor que engroso as filas familiares. Transcurrieron mas anos; hubo otras bodas, nacimientos y hasta los mas pequenos dejaron atras la infancia para convertirse en adultos bellos o sin demasiado atractivo segun les hubiera tocado en suerte. Y cuando llego por fin el dia en que Piedad, la mas joven de los hijos de Constancia, anuncio su compromiso, Indigo paso bruscamente de su feliz ensonacion a advertir que su estancia con la familia debia terminar. Piedad tenia seis anos cuando Constancia Brabazon tomo bajo su proteccion a Indigo y a Grimya: ahora la nina era ya una mujer hecha y derecha, Indigo miro a su alrededor, a los muchachos que habian crecido, desarrollado musculos y tomado esposa, a las muchachas con los hijos chillando alrededor de sus faldas. Y contemplo al mismo Constancia, cuyos cabellos que habian sido de un violento color rojo eran ahora entrecanos y empezaban a blanquear en las sienes, y se dio cuenta de que era hora de

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