rebelaban contra el fetido y sofocante calor, y necesito de todas las energias que pudo reunir para regresar con paso lento y laborioso al lugar donde el camino se cruzaba con un sendero que surgia de la jungla. En este punto los matorrales invadian el desigual sendero ofreciendo una cierta proteccion, aunque no refugio, y Grimya habia esperado que acertara a pasar alguien por alli, un lenador quizas, o incluso una carreta de bueyes que se dirigiera a alguno de los poblados situados en las profundidades del bosque... Pero habia sido una esperanza inutil, y ahora ya no se atrevia a esperar mas.

Indigo estaba sentada en medio de las tres bolsas que constituian todas sus pertenencias. Tenia los hombros caidos y la cabeza inclinada hacia adelante, de modo que la larga cabellera rojiza tachonada de hebras grises le ocultaba el rostro como una cortina humeda; grandes manchas de sudor oscurecian la delgada camisa y los amplios pantalones. Ya desde lejos, Grimya vio como los hombros de la joven se agitaban convulsivamente cada vez que respiraba, y, al acercarse mas, pudo escuchar los jadeantes estertores que surgian de la garganta de su amiga.

—?In-digo!

La voz de Grimya rompio bruscamente el silencio. Dado que en el bosque no habia mas que animales y pajaros que pudieran oirla, la loba no intento ocultar su peculiar habilidad para hablar las diferentes lenguas de los humanos, y se adelanto corriendo para lamer las flaccidas manos de Indigo caidas sobre el regazo de la muchacha.

—In-digo, no..., no podemos quedarnos aqui mas tiempo. Se..., se acerca un te... temporal. ?Hay que encontrar refugio!

Indigo levanto la cabeza. Tenia los ojos enrojecidos y un velo de sudor daba a la palidez de su rostro un brillo preocupantemente artificial. La joven contemplo a Grimya durante un instante como quien contempla a un desconocido; luego un destello de embotada comprension se abrio paso hasta la superficie.

—Me siento... —Se interrumpio e intento limpiarse la boca, pero no parecio capaz de coordinar los movimientos de la mano y abandono el intento—. Me siento tan mareada...

El corazon de Grimya se lleno de compasion, pero el miedo fue mas fuerte.

—?In-digo, debemos seguir! Hay peligro aqui. —Dirigio una rapida mirada arriba y abajo del sendero, lamiendose las quijadas llena de nerviosismo—. No podemos arr... arriesgar... nos a permanecer aqui y esperar a que pase alguien. Es un riesgo demasiado grrrande. Por favor, Indigo. Por favor.

—Mi cabeza... —Indigo se mordio el labio inferior y cerro los ojos cuando un movimiento imprudente le provoco una mueca de dolor—. Me duele tanto... No consigo hacer que el dolor pare, no puedo hacer que se vaya...

—Pero...

—No. —Pronuncio la palabra con los dientes apretados, de modo que surgio casi como un lastimoso grunido —. No, lo... lo comprendo. Tenemos que seguir. Si. Estare bien. Si consigo... —sus manos se agitaron debilmente en el aire en un intento de asir su equipaje—... si consigo recoger esto. No pienso dejarlas.

Muy despacio, saco el cuerpo de su contraida postura, moviendose como una vieja artritica. Grimya la contemplo con ansiedad, enojada consigo misma por su incapacidad de ayudar mientras Indigo recogia como podia las tres bolsas y se las echaba a la espalda. Por fin quedaron bien colocadas, Indigo intento incorporarse, dio un traspie y se agarro a una rama baja para mantener el equilibrio.

—No —dijo de nuevo antes de que Grimya pudiera hablar—. Puedo andar. De veras. —Solto la rama con precaucion y dio dos pasos vacilantes en direccion al sendero. Su rostro y cuello enrojecieron, y el sudor volvio a correr por su frente y le cayo sobre los ojos—. Pu... puede que tenga que detenerme. Dentro de un rato.

Si... —Sacudio la cabeza cuando la lengua se nego a obedecer y no le permitio finalizar la frase. Durante quiza medio minuto permanecio inmovil balanceandose ligeramente; luego parpadeo y respiro hondo—. Los pajaros... — murmuro— ya no cantan.

—Saben lo que se aproxima.

—Si. —Indigo movio la cabeza afirmativamente—. Lo saben, ?verdad? Refugio. Hemos de encontrar..., encontrar refugio.

Por un terrible instante, Grimya penso que Indigo iba a derrumbarse alli mismo y no podria volver a incorporarse, pero, con un supremo esfuerzo, la joven consiguio recuperar el control de sus embotados sentidos y empezo a andar. Al mismo tiempo, mediante el profundo y arraigado vinculo telepatico que compartian, la loba percibio una parte de la fiebre que ardia en la cabeza de su companera, y un escalofrio involuntario le recorrio el cuerpo al darse cuenta de que la inminente tormenta no era en absoluto el peor de los peligros a los que tenian que enfrentarse ahora.

Reprimiendo un ganido entristecido, el animal se detuvo unos instantes para levantar la cabeza en direccion a la cada vez mas oscura boveda de hojas que se extendia sobre sus cabezas, y luego salio en pos de Indigo.

La tormenta llego con el veloz crepusculo tropical. El primer relampago ilumino el bosque con un silencioso fogonazo, y, a modo de aterrorizada respuesta, en las profundidades del bosque algo chillo como una mujer asesinada. No hubo trueno y, en un principio, tampoco lluvia, pero el calor y la humedad se volvieron mas acuciantes y la tierra exhalo un nuevo y poderoso soplo de putrefaccion. Cuando un segundo venablo blanco hendio la oscuridad, Grimya volvio la cabeza para contemplar preocupada a Indigo que avanzaba tambaleante dos pasos mas.

La joven no parecia advertir los relampagos; tenia los ojos abiertos pero desorbitados y febriles, como si contemplara un imaginario mundo de pesadilla creado por su propia mente, y los labios se movian como si murmurara para si. La loba se detuvo y espero a que la alcanzara; entonces el corazon se le contrajo al escuchar los primeros siseos —como un millar de serpientes colericas— por encima del dosel de hojas sobre sus cabezas. En cuestion de segundos, empezo a llover.

No era como las benignas lluvias estivales de su tierra natal, tan lejos de alli, en otro continente y otra era. Ni tampoco se parecia a los poderosos diluvios que cada primavera, para anunciar el despenar de la vida, barrian los bosques que la habian visto crecer. Esta lluvia no traia vida, sino muerte. Una catarata, un cataclismo, cayendo a raudales del cielo en un torrente salvaje que apaleaba los arboles y erosionaba la tierra y transformaba el mundo en un infierno abrasador y anegante del que no habia escapatoria. Esta lluvia era maligna. Grimya encorvo

8

el lomo para protegerse del maloliente aguacero, contemplo a traves del agua que le anegaba los ojos la figura vacilante e inestable que la seguia y comprendio que Indigo no podria soportar el ataque.

?Indigo!

La loba grito tan fuerte como pudo, pero el rugido cada vez mayor del diluvio ahogo su voz, y, cuando intento comunicarse telepaticamente con la joven, encontro un ardiente muro de fiebre y nauseas que el razonamiento no podia penetrar, Indigo se estremecia impotente balo el aguacero, tenia los cabellos pegados a la cabeza y los hombros, y habia perdido todo sentido de la direccion.

Los primeros riachuelos empezaban a formarse en los margenes del sendero y se expandian sobre un terreno demasiado reseco para absorberlos. En cuestion de minutos, el camino quedaria inundado; Grimya podria quizas escapar facilmente al agua, pero Indigo no poseia la energia necesaria ni —en aquel estado febril— el ingenio para encontrar refugio.

Grimya agarro con los dientes el borde de la camisa de Indigo y tiro de el con todas sus fuerzas. La tela se desgarro; Indigo giro en redondo, tambaleante, y dio un traspie en direccion a la maleza. Nuevos relampagos acuchillaron los cielos, y el titanico crujido de un rayo al caer sobre el bosque hizo que Grimya lanzara un ganido y diera un salto atras, atemorizada. A lo lejos se escucho el rugido de un arbol al incendiarse, y luego el chisporroteo del fuego y el agua al unirse y entablar combate. Todo el bosque estaba envuelto en una luz cadaverica y parpadeante, y las ramas se doblaban y agitaban como si los arboles luchasen por arrancar las raices del suelo y huir.

?Indigo! —volvio a gritar la loba, frenetica ahora—, ?Indigo, por aqui! ?Ven!

Echo a correr en pos de la vacilante y desconcertada figura, y esta vez consiguio sujetar una de las tiras de las bolsas que la muchacha llevaba a la espalda. Columpiandose en las patas traseras, perdiendo casi el equilibrio,

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