rebelaban contra el fetido y sofocante calor, y necesito de todas las energias que pudo reunir para regresar con paso lento y laborioso al lugar donde el camino se cruzaba con un sendero que surgia de la jungla. En este punto los matorrales invadian el desigual sendero ofreciendo una cierta proteccion, aunque no refugio, y
Indigo estaba sentada en medio de las tres bolsas que constituian todas sus pertenencias. Tenia los hombros caidos y la cabeza inclinada hacia adelante, de modo que la larga cabellera rojiza tachonada de hebras grises le ocultaba el rostro como una cortina humeda; grandes manchas de sudor oscurecian la delgada camisa y los amplios pantalones. Ya desde lejos,
—?In-digo!
La voz de
—In-digo, no..., no podemos quedarnos aqui mas tiempo. Se..., se acerca un te...
Indigo levanto la cabeza. Tenia los ojos enrojecidos y un velo de sudor daba a la palidez de su rostro un brillo preocupantemente artificial. La joven contemplo a
—Me siento... —Se interrumpio e intento limpiarse la boca, pero no parecio capaz de coordinar los movimientos de la mano y abandono el intento—. Me siento tan
El corazon de
—?In-digo,
—Mi cabeza... —Indigo se mordio el labio inferior y cerro los ojos cuando un movimiento imprudente le provoco una mueca de dolor—. Me
—Pero...
—No. —Pronuncio la palabra con los dientes apretados, de modo que surgio casi como un lastimoso grunido —. No, lo... lo comprendo. Tenemos que seguir. Si. Estare bien. Si consigo... —sus manos se agitaron debilmente en el aire en un intento de asir su equipaje—... si consigo recoger esto. No pienso dejarlas.
Muy despacio, saco el cuerpo de su contraida postura, moviendose como una vieja artritica.
—No —dijo de nuevo antes de que
Si... —Sacudio la cabeza cuando la lengua se nego a obedecer y no le permitio finalizar la frase. Durante quiza medio minuto permanecio inmovil balanceandose ligeramente; luego parpadeo y respiro hondo—. Los pajaros... — murmuro— ya no cantan.
—Saben lo que se aproxima.
—Si. —Indigo movio la cabeza afirmativamente—. Lo saben, ?verdad? Refugio. Hemos de encontrar..., encontrar refugio.
Por un terrible instante,
Reprimiendo un ganido entristecido, el animal se detuvo unos instantes para levantar la cabeza en direccion a la cada vez mas oscura boveda de hojas que se extendia sobre sus cabezas, y luego salio en pos de Indigo.
La tormenta llego con el veloz crepusculo tropical. El primer relampago ilumino el bosque con un silencioso fogonazo, y, a modo de aterrorizada respuesta, en las profundidades del bosque algo chillo como una mujer asesinada. No hubo trueno y, en un principio, tampoco lluvia, pero el calor y la humedad se volvieron mas acuciantes y la tierra exhalo un nuevo y poderoso soplo de putrefaccion. Cuando un segundo venablo blanco hendio la oscuridad,
La joven no parecia advertir los relampagos; tenia los ojos abiertos pero desorbitados y febriles, como si contemplara un imaginario mundo de pesadilla creado por su propia mente, y los labios se movian como si murmurara para si. La loba se detuvo y espero a que la alcanzara; entonces el corazon se le contrajo al escuchar los primeros siseos —como un millar de serpientes colericas— por encima del dosel de hojas sobre sus cabezas. En cuestion de segundos, empezo a llover.
No era como las benignas lluvias estivales de su tierra natal, tan lejos de alli, en otro continente y otra era. Ni tampoco se parecia a los poderosos diluvios que cada primavera, para anunciar el despenar de la vida, barrian los bosques que la habian visto crecer. Esta lluvia no traia vida, sino muerte. Una catarata, un cataclismo, cayendo a raudales del cielo en un torrente salvaje que apaleaba los arboles y erosionaba la tierra y transformaba el mundo en un infierno abrasador y anegante del que no habia escapatoria. Esta lluvia era
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el lomo para protegerse del maloliente aguacero, contemplo a traves del agua que le anegaba los ojos la figura vacilante e inestable que la seguia y comprendio que Indigo no podria soportar el ataque.
—
La loba grito tan fuerte como pudo, pero el rugido cada vez mayor del diluvio ahogo su voz, y, cuando intento comunicarse telepaticamente con la joven, encontro un ardiente muro de fiebre y nauseas que el razonamiento no podia penetrar, Indigo se estremecia impotente balo el aguacero, tenia los cabellos pegados a la cabeza y los hombros, y habia perdido todo sentido de la direccion.
Los primeros riachuelos empezaban a formarse en los margenes del sendero y se expandian sobre un terreno demasiado reseco para absorberlos. En cuestion de minutos, el camino quedaria inundado;
—
Echo a correr en pos de la vacilante y desconcertada figura, y esta vez consiguio sujetar una de las tiras de las bolsas que la muchacha llevaba a la espalda. Columpiandose en las patas traseras, perdiendo casi el equilibrio,