hierbas, y durante un tiempo la muchacha se calmaba, pero a poco el desagradable ciclo se iniciaba de nuevo.

Las mujeres hacian todo lo que podian, pero con la llegada de la tarde resulto evidente para todos los habitantes del kemb que Indigo no respondia al tratamiento. La fiebre habia empeorado, los intervalos entre los ataques de delirio eran cada vez mas cortos, y los limitados conocimientos curativos de las mujeres habian llegado a su fin. Grimya comprendio que habian renunciado a toda esperanza de curarla por medios normales cuando, al caer la noche sobre el bosque, todas las mujeres de la casa penetraron en la cerrada y sofocante habitacion y se reunieron alrededor del lecho. Encendieron unas velas cortas y gruesas que desprendian un humo espeso que hizo que Grimya mostrara los dientes inquieta, y empezaron a repetir un curioso cantico desafinado mientras la mas anciana agitaba por encima de la cabeza de Indigo un baston cincelado y adornado con borlas.

Eran rezos o conjuros... Habian aceptado la derrota e intentaban ayudar a la enferma con el ultimo recurso de apelar a la magia, o a los dioses o poderes que veneraran. Grimya se estremecio al ver que el monotono cantico parecia no terminar jamas. Luego, incapaz ya de soportarlo por mas tiempo, se escabullo por entre la cortina hasta el pasillo, donde se tumbo con el hocico sobre las patas delanteras, llena de desdicha.

Las mujeres siguieron con su vela hasta el amanecer. De vez en cuando los canticos se detenian durante unos instantes, y Grimya levantaba la cabeza entre asustada y esperanzada; pero entonces el murmullo de las voces volvia a iniciarse y aquel ritual de pesadilla seguia adelante. Sola en el pasillo, sin otra compania que sus propios pensamientos, la loba se preguntaba una y otra vez que iba a ser de Indigo. Estaba segura de que las mujeres pensaban que su companera iba a morir, y ella no podia transmitirles la verdad: que Indigo no podia morir, sino que estaba condenada a seguir viviendo, tal y como habia hecho durante casi cincuenta anos, sin envejecer y sin la amenaza —o la promesa— de la muerte.

Sin embargo, aunque el destino pudiera haberla convertido en inmortal, no la habia hecho inmune a males y enfermedades, y Grimya no sabia que podia suceder a su amiga si la fiebre no remitia. ?Quedaria atrapada en una especie de limbo, reducida a una envoltura inerte, pero aferrada todavia a la existencia fisica? ?Se veria afectado su cerebro, destrozado el cuerpo mas alla de toda esperanza de recuperacion? Grimya no conocia las respuestas, y sus conjeturas la asustaban.

La loba dio alguna que otra cabezada a medida que avanzaba la noche, pero siempre aparecian pesadillas desagradables listas para saltar sobre ella y arrancarla de su sueno con un estremecimiento. Por fin, no obstante, vio como los primeros indicios del alba empezaban a iluminar la estrecha ventana del final del pasillo, y, cuando se levantaba, alzando el hocico para olfatear el cambio en el aire, la cortina de la puerta de Indigo se movio y salieron las mujeres. Dirigieron una rapida mirada a la loba pero no dijeron nada y se alejaron en direccion a la habitacion principal. Solo la joven que habia sido la primera en ganarse la amistad de Grimya, y que fue la ultima en salir, se detuvo y bajo la mirada.

?Ssh!

Se llevo un dedo a los labios y luego se agacho para acariciar la cabeza de Grimya, hablandole con su voz suave y pausada, pero tambien pesarosa. La loba empezaba a comprender poco a poco algunos retazos del idioma nativo. Conocia las palabras que significaban «no», «tranquila» y «dormir», y podia hacerse una idea del significado de algo por la inflexion de la voz, de modo que supuso que la mujer intentaba decirle que Indigo dormia y no podia hacerse nada mas por el momento. La loba le lamio la mano —era la unica forma que conocia de demostrar su gratitud por la amabilidad y persistencia de la familia— Y, mirando esperanzada en direccion al umbral, lanzo un gemido inquisitivo. La mujer sonrio, aunque con tristeza, y aparto la cortina a un lado para dejar pasar a Grimya.

Desde el lecho, le llego la jadeante respiracion de Indigo. Intento sondear la mente de su amiga en busca de Cualquier senal de reconocimiento, o incluso de vida, pero no encontro nada, Indigo estaba totalmente inconsciente, y no habia duda de que muy enferma. El sofoco del rostro se habia transformado en dos brillantes manchas febriles en las mejillas, tenia la piel arrugada y como resquebrajada, y los ojos tremendamente hundidos, lo que le daba un espeluznante aspecto cadaverico. Grimya la contemplo durante un buen rato, los ojos ambarinos llenos de afliccion. Luego, enojandose consigo misma, porque sabia que debia aceptar que no habia nada que pudiera hacer para ayudar a Indigo, o incluso comunicarse con ella e intentar consolarla, se tumbo a los pies de la baja cama para continuar con la vela que las mujeres acababan de abandonar.

Aquella manana resulto interminable para Grimya. Los sonidos de actividad humana se filtraban a traves de las delgadas paredes del kemb desde la habitacion almacen, confundiendose con el soporifico zumbido de fondo de la jungla que rodeaba la edificacion como una blanda manta. Uno de los ninos le llevo un plato de comida y un cuenco de agua, pero, aunque bebio un poco, la loba no tenia hambre y la comida permanecio intacta.

Indigo murmuraba en su anormal sueno, revolviendose de un lado a otro como si intentara escapar del particular infierno de la fiebre. En dos ocasiones grito en voz alta en el idioma de su antiguo pais de origen, llamando a su padre y a su madre y hermano, que llevaban muertos mas de medio siglo, y gritando, tambien, el nombre de Imyssa, su anciana ninera. La mujer joven aparecio al momento al escuchar los gritos y consiguio tranquilizarla, pero, cuando se fue, Indigo empezo a llorar con largos y terribles sollozos desquiciados, y sus labios secos y su inflamada lengua musitaron otro nombre que Grimya conocia muy bien: Fenran; el amor que Indigo habia perdido, el hombre cuyo cuerpo y alma se encontraban retenidos en un mundo entre mundos, y al que sonaba con liberar. La loba cerro los ojos y volvio la cabeza cuando el murmullo vibro a traves de la sofocante habitacion, sintiendo que se inmiscuia en algo en lo que no tenia derecho a aventurarse, y lamio con la lengua el hirviente aire mientras intentaba refrescarse y pensar en otras cosas.

Grimya no podia calcular las horas en esta latitud desconocida, pero considero que debia de ser cerca del mediodia cuando escucho el ruido de gente que llegaba al kemb. La alerto el sonido de pies golpeando sobre los peldanos de madera; luego se escucharon exclamaciones, sofocadas apresuradamente, y nuevas voces —tres, o quiza uno— en la sala almacen. Grimya levanto la cabeza, las orejas estiradas al frente para captar los matices de los desconocidos sonidos. Tenia toda la impresion de que los recien llegados eran personas de cierta importancia, ya que la familia parecia hablar en tono respetuoso y parecia como si se llevara a cabo una especie de interrogatorio. Entonces la puerta situada al final del pasillo se abrio con una violenta sacudida y cuatro mujeres desconocidas hicieron su aparicion.

Grimya, que se encontraba tumbada en el pasillo, se puso de pie al instante, aguijoneada por dos instintos independientes y violentos que sacudieron su mente de forma simultanea. Las recien llegadas eran desconocidas, una incognita, y por lo tanto enemigas potenciales. Pero, junto con esto, sus agudos sentidos psiquicos habian registrado una acentuada sensacion de poder.

El jefe del grupo vio a Grimya y levanto una mano para detener la pequena procesion. Era una mujer de mediana rilad, piel caoba, cabellera negra y aspecto

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rechoncho, con grandes pliegues de grasa en los brazos desnudos y el pecho apenas cubierto. Llevaba una bolsa de piel colgada de un hombro, y en la mano derecha sujetaba un pesado baston. La mujer se quedo inmovil con las piernas clavadas en el suelo como pequenos troncos de arbol, y las intrincadas tallas de hueso que le colgaban sobre el rostro sujetas a una cinta de cuero que le rodeaba la cabeza tintinearon entre si mientras contemplaba a Grimya con expresion feroz. Sus tres acompanantes eran mas jovenes pero no menos intimidantes. Mas altas y delgadas que su jefe, llevaban los cabellos peinados en un complicado sistema de trenzas; dos de ellas tenian sigilos pintados en mejillas y barbilla, y las tres llevaban machetes colgados a la cintura.

Los pelos del lomo de Grimya se erizaron; les mostro los clientes, no queriendo demostrar una agresividad abierta pero indicando de todos modos que no se la podia tomar a la ligera. Entonces hizo su aparicion la mujer joven del kemb, abriendose paso por entre el grupo con gestos pacificadores y conciliadores. Tras hablar con la mujer gorda en tono respetuoso, inclinando la cabeza y juntando las manos, se acerco apresuradamente a Grimya y la tranquilizo, dandole a entender que las mujeres no constituian ninguna amenaza. La loba se apaciguo, aunque el halo de poder seguia inquietandola, y el grupo siguio adelante sin hacerle caso, en direccion a la cortina que cubria la entrada de la habitacion de Indigo. La loba intento seguirlas pero, llena de nerviosismo, la joven la empujo hacia atras, repitiendo con gran enfasis la palabra que Grimya creia significaba «ayuda».

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