la loba consiguio dirigir a su amiga de regreso al sendero y por unos breves segundos llego a creer que todo iria bien, que Indigo se serenaria y encontraria las fuerzas necesarias para continuar. Pero fue una esperanza efimera. Un nuevo relampago centelleo a traves del bosque y, cuando su resplandor destaco en espantoso relieve el rostro de Indigo, Grimya vio como esta ponia los ojos en blanco. La loba proyecto una frenetica suplica, pero la muchacha se balanceo impotente, se desplomo hacia adelante y cayo boca abajo sobre el suelo. Durante unos segundos permanecio inmovil; luego intento incorporarse, apoyandose en las manos, y se doblo hacia el frente vomitando un fino hilillo de bilis y sangre.

El panico se apodero de Grimya cuando esta comprendio que Indigo habia llegado al limite de sus fuerzas. La loba no tenia fuerza suficiente para arrastrar a su amiga a un lugar seguro, y empezo a dar vueltas en circulo a su alrededor, gimiendo y lloriqueando y dandole golpecitos con el hocico. Pero Indigo ya no era capaz de responder; permanecia acurrucada en el suelo, abriendo y cerrando las manos espasmodicamente, con un desagradable gemido vibrando en la garganta.

Finalmente, Grimya dejo de girar a su alrededor y, por entre la cortina de lluvia, contemplo con desesperacion el sendero que se extendia ante ella. No queria abandonar a Indigo, pero con eso tampoco conseguiria ayudarla, y cada momento perdido aqui inutilmente no haria mas que empeorar las cosas. Necesitaba ayuda humana. Unia, que encontrar a alguien.

Se acerco a Indigo, intentando explicarle su razonamiento y decirle que pensaba ir en busca de ayuda, pero comprendio al instante que cualquier explicacion careceria de sentido. Lloriqueando, dio media vuelta y empezo a avanzar con paso envarado y cansado, chapoteando en el agua que se convertia ya en un torrente ininterrumpido y cada vez mas profundo, corriendo, con las pocas energias que le quedaban, sendero abajo. Mientras corria, la loba rezaba en silencio a la Madre Tierra para que tuviera piedad de ella y la ayudara, para que le permitiera encontrar a un cazador o lenador, para que le permitiera encontrar un lugar en el que poder refugiarse, cualquier cosa, cualquier cosa que ayudara a Indigo...

Nada mas doblar una curva del sendero, descubrio el kemb y, al frenar en seco, resbalo sobre el enfangado suelo con un ganido de sorpresa.

Durante algunos instantes apenas se atrevio a creer lo que veian sus ojos. El kemb —esta era una de las pocas palabras del idioma local que habia aprendido hasta ahora— Era una construccion de madera de un solo piso, parecida a una cabana, con un techo de hojas de palma y erigida sobre cuatro postes cortos pero resistentes que la mantenian lejos del alcance del agua y las serpientes. Una galeria cubierta recorria toda la fachada, con un tramo de peldanos de madera que conducian hasta ella. Del interior, distinguibles para el olfato de Grimya incluso entre los desagradables olores del bochornoso y empapado bosque, urgian los aromas entremezclados del humo de un fuego de lena, de comida cocinandose y de sudor humano.

?La Madre Tierra habia respondido a sus oraciones! Grimya corrio a la escalera y subio el cono trecho entre ganidos y ladridos. Se escucharon unas voces sorprendidas en el interior del kemb, acompanadas del estrepito de algo que caia al suelo; luego, un hombre fornido y de tez morena aparecio en la puerta, seguido de una mujer regordeta. Los ojos del hombre se abrieron desmesuradamente al ver a la temblorosa y empapada loba, y lanzo una retahila de palabras que sonaron enojadas y asustadas a la vez, al tiempo que agitaba los brazos con energia.

Grimya retrocedio con el estomago pegado al suelo, gimoteando; luego se dio media vuelta y empezo a ladrar en direccion al bosque antes de volverse otra vez y dirigirle una mirada de desesperada suplica. El hombre arrugo el entrecejo, vacilante, y la mujer dijo algo, meneando la cabeza. Grimya, furiosa consigo misma por la frustracion de ser incapaz de comunicarse con mas claridad, intento de nuevo transmitir su mensaje. El hombre debio de comprender, pues, tras un rapido intercambio de frases con la mujer, grito algo al interior del kemb y otro hombre, mas joven, hizo su aparicion. Los tres se acercaron a Grimya con mucha cautela, sin aproximarse demasiado y sin dejar de hablar en tono interrogativo. La loba meneo la cola, la lengua colgando por entre los dientes; luego bajo la escalera corriendo, volvio la cabeza para mirarlos y lanzo un apremiante ladrido.

Ambos hombres desaparecieron de inmediato en el interior de la cabana y la loba temio que no la hubieran comprendido, pero, al cabo de un momento, volvieron a salir, el mas joven armado con un pesado baston y el mayor con un machete, y los dos descendieron los peldanos a toda prisa para reunirse con la loba. Grimya dio un salto en el aire, agradecida, para lamer la mano del mas joven —se mantuvo prudentemente alejada del cuchillo del otro, no fuera el caso que este malinterpretara su gesto— y echo a correr por el sendero. Oyo como los hombres maldecian profusamente la tormenta, pero parecia como si estuvieran habituados a tales condiciones climaticas, pues la siguieron con rapidez y paso firme.

Por fin Grimya vio delante de ella la figura acurrucada inmovil de Indigo. La joven estaba tumbada de costado ahora, con rios de agua rodeandola por todas partes, y la loba se dio cuenta de que, en un principio, los hombres creyeron que estaba muerta. Pero, cuando se inclinaron ante ella, la muchacha se movio y sus parpados se agitaron y se abrieron para mostrar unos ojos enrojecidos que miraban sin ver.

El hombre de mas edad lanzo una aguda exclamacion mas de volverse hacia la loba y realizar un gesto conciliador al tiempo que le hablaba despacio y con dulzura. El mas joven levanto a Indigo y se la echo sobre el hombro, equipaje incluido. Luego, algo tambaleante bajo todo aquel peso, se dio la vuelta y empezo a avanzar pesadamente de regreso al kemb.

De no haber sido porque la ansiedad eclipsaba cualquier otra consideracion, Grimya quizas habria pensado que formaban una curiosa procesion cuando el kemb aparecio ante ellos. Desde luego, su llegada llamo la atencion. La mujer regordeta se encontraba de pie en la galena, esperando verlos aparecer a traves de la lluvia, y, cuando por fin alcanzaron la escalera, varias otras personas se habian reunido ya con ella; todas ellas hablaban y lanzaban exclamaciones de sorpresa. Grimya descubrio a otro hombre joven, a una abuela desdentada, a dos mujeres jovenes y a un pequeno numero de ninos entre los alli reunidos. La rodearon en un instante y, dandole palmaditas, la obligaron a recorrer la Baleria y a pasar al otro lado de la puerta de hojas de palma, donde se vio sepultada por manos y rostros curiosos mientras sus rescatadores se llevaban a Indigo a otra parte. Alguien intento envolverla en un gran pedazo de tela que apestaba a ceniza y a manteca rancia. Grimya se debatio, deseando tan solo seguir a los hombres que se llevaban a Indigo, pero la rodeaban demasiados rostros ansiosos y la sujetaban demasiados brazos, y de repente se sintio muy cansada para resistirse. Empezo a temblar; luego, bruscamente, las patas se negaron a aguantarla y se desplomo sobre el suelo como un cachorro recien nacido. Dos de las mujeres empezaron a arrullarla y a hacerle carantonas, y alguien le coloco un cuenco de agua salobre bajo el hocico. No le apetecia pero se obligo a lamer unos sorbos para no parecer desagradecida, ante los aplausos satisfechos de sus cuidadores.

Entonces una de las mujeres jovenes se arrodillo junto a ella y empezo a secar su pelaje con la tela que olia a rancio. Grimya lloriqueo y dilato las narices en busca del olor de Indigo. Intento ponerse en pie; la muchacha la obligo a echarse de nuevo con una dulce risa, y un nino pequeno, mas atrevido que sus hermanos, se abrio paso por entre los apinados rostros y cuerpos para acariciarle el hocico. Grimya ya no tenia fuerzas para protestar, y tampoco podia decirles que su unica preocupacion era su amiga, de modo que el ganido se convirtio en un ahogado gemido y luego en un total silencio. Se sentia tan cansada... Los ojos se le cerraron; el contacto de la mano del nino resultaba muy reconfortante, y otros, perdido el miedo inicial, extendian ya las manos para acariciarla mientras la muchacha murmuraba palabras de consuelo.

Sin duda, penso Grimya, Indigo estaria bien ahora. Estas personas eran generosas y amables, y la habian ayudado cuando lo necesitaba. No habia nada que temer. La Madre Tierra habia escuchado sus ruegos. Agotada, pero a la vez reconfortada, Grimya se durmio.

Cuando desperto, la lluvia habia cesado. Con su cese, un silencio espectral descendio sobre el bosque; en el exterior, las criaturas amedrentadas por la tormenta no habian reunido todavia el valor de reiniciar sus gritos, e incluso estaban ausentes los pequenos ruidos nocturnos propios del bosque. La luz de la luna se filtraba debilmente por entre el dosel de hojas y penetraba por las ventanas, formando manchas borrosas sobre el suelo del kemb, y, por encima de su cabeza, Grimya escucho, entremezclados con el sordo gotear del agua, los movimientos furtivos de los insectos que reanudaban su actividad en la empapada techumbre de palma.

Se puso en pie. La mujer la habia depositado sobre una burda manta y habia dejado un plato de carne a poca

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