Segun el somero mapa que habia adquirido en la Oficina de Tasas para Extranjeros de la ultima ciudad importante de su ruta habia deducido que su proximo destino se encontraba a tan solo dos o tres kilometros mas alla, y calculaba que llegarian a sus limites una hora o mas antes de la puesta del sol.

Confiaba en que este nuevo poblado ofreceria mas que el ultimo. Aunque no la habian expulsado exactamente de la ciudad, se le habia dado a entender con toda claridad que su marcha seria bien recibida, y tan solo una persona —la mujer de mediana edad con la que habia tratado en la Oficina de Tasas— se habia ablandado lo suficiente para anadir que la poblacion de Alegre Labor, a unos cinco kilometros al este, era famosa por prosperar con menos diligencia que su propio y magnifico pueblo y por lo tanto podria tener necesidad de sus habilidades. Asi pues volvio a tomar la carretera durante otros tres dias, durmiendo en la cuneta (y dando gracias de que las heladas del otono no hubieran llegado aun al pais), sin encontrarse con nadie, y confiando en que la mujer hubiera estado en lo cierto.

Las pulcras hileras de sembrados de verduras empezaban ya a dejar paso a bancales de otros cultivos; altas matas de judias cuidadosamente sujetas por postes con cuerdas de canamo pasadas entre ellos; bajos matorrales arbustivos repletos de oscuros arandanos y los exuberantes cultivos veraniegos de hortalizas que no serian cosechados hasta el invierno. La carretera empezaba a serpentear a medida que descendia por las suaves laderas de la montana, y a unos cientos de metros mas alla distinguio uno de los omnipresentes abrevaderos; un pozo protegido por un pequeno torreon con techo de paja. Fuera de la caseta del pozo se encontraba el acostumbrado guarda, pero ademas de la ya familiar silueta rigida y silenciosa habia tambien varias otras agrupadas alrededor de la entrada. La calidad de sus ropas las senalaba como personas de cierto rango; mientras se acercaba, la muchacha observo que una de ellas llevaba incluso la banda de color de un funcionario de la ciudad.

Ella habria seguido adelante sin una palabra ni una mirada, tras haber aprendido que este era el procedimiento correcto, pero antes de llegar a su altura la figura que llevaba la banda se aparto del grupo y alzo la mano, con la palma hacia afuera, indicandole que se detuviera. Ella tiro de las riendas de su montura, y desmonto a dos pasos de donde el otro se encontraba.

—Este es un dia magnifico, y permite la labor en los campos.

El funcionario inclino la cabeza mientras hablaba, mostrando el nivel exacto de cortesia que correspondia a un extranjero contra el que —por el momento— no existia motivo de hostilidad. La joven realizo una inclinacion ligeramente mas profunda como respuesta y contesto al solemne saludo.

—Estos campos proporcionan gran placer al ojo del extranjero. —Poseia una gran facilidad para los idiomas y habia aprendido la lengua del pais con rapidez, junto con sus muchas y variadas formas de expresion—. Ser testigo de su generosidad resulta una experiencia edificante.

El funcionario se sintio claramente satisfecho por su respuesta, ya que se dirigio directamente a ella ahora.

—?Viajas a la ciudad de Alegre Labor?

—Con esperanza y optimismo, senor, si.

—Ya.

Sus ojos, que eran extraordinariamente palidos, abarcaron el pequeno sequito de la muchacha; luego avanzo despacio hasta sus ponis y los examino con mas atencion, palpando con mano experta los ijares y las patas traseras. Uno de los animales echo las orejas hacia atras y pateo el suelo; el funcionario se enderezo al momento.

—Son animales de buena calidad. ?Es eso lo que haces? ?Vendes ganado?

La muchacha sacudio la cabeza negativamente, al tiempo que se pasaba una mano por el rostro en senal de humildad.

—Este no es mi valor. Mi merito se encuentra en otra parte —repuso sonriente—. Soy medica.

—?Una medica? —La expresion del hombre se animo un tanto—. Una profesion util y valiosa. ?Esperas encontrar empleo en Alegre Labor?

La joven realizo una nueva inclinacion de cabeza.

—Ese es mi deseo, si existe necesidad mis servicios.

El hombre recapacito sobre esto ultimo unos instantes antes de responder:

—Puede que asi sea.

Introdujo una mano en un bolsillo abierto en su banda, y al cabo de un momento saco un corto bastoncillo de madera tallada con un pedazo de cinta naranja atado a el. Se lo tendio, diciendo:

—Puedes llevar esto a la Oficina de Tasas para Extranjeros. Se te facilitara alojamiento a un precio razonable, y puedes permanecer en el Enclave de los Extranjeros hasta que haya tenido lugar una estimacion de tu utilidad. —Inclino la cabeza y dejo que su boca se curvara en una leve sonrisa de altivez. Comprendiendo que esto era la senal de que la conversacion habia concluido, la muchacha volvio a inclinarse una vez mas.

—Te agradezco tu generosidad, y te deseo un buen dia.

Volvio a montar, tiro de las riendas del poni de carga y se puso en marcha. A diferencia de los labriegos, el funcionario no se molesto en seguirla con la mirada mientras se alejaba sino que se volvio de inmediato para reanudar la discusion con sus companeros; el rumor de sus voces floto en la brisa, apenas audible, mientras las dos viajeras se alejaban por la pedregosa carretera.

Durante unos minutos todo permanecio en silencio a excepcion del sordo golpear de los cascos de los ponis y el repiqueteo mas suave de patas almohadillas sobre el polvo. Entonces, cuando no existio la menor duda de que ninguno de los miembros del grupo reunido alrededor de la caseta del pozo podia oirlas, el animal moteado parecido a un perro miro atras por encima del lomo y alzo los ojos hacia el rostro de la joven. Las mandibulas se abrieron, y una voz ronca y gutural broto de su garganta.

—No me... gusto ese hombre, Indigo. No es muy importante, pero sssse cree que lo es.

El adusto rostro de la muchacha se ilumino de improviso, y su boca se distendio en una amplia sonrisa. Eran las primeras palabras que pronunciaba Grimya desde que habian avistado los campos cultivados; habia estado demasiado asustada para utilizar la voz, por temor a que alguien las escuchara y descubriera su secreto, que solo ella y su amiga humana compartian desde hacia mas anos de los que ninguna de las dos queria recordar. Grimya no era una perra sino una loba, nacida en los bosques del gran continente occidental y expulsada de su manada porque era una mutante con la habilidad de hablar como los humanos. El vinculo establecido entre Grimya e Indigo era inquebrantable e indisoluble, y existia desde hacia mas de cincuenta anos, pues ambas compartian otro secreto, mas profundo y extrano que la mutacion de la loba. Durante medio siglo, desde que se embarcaron en su largo y azaroso viaje, ninguna de las dos habia envejecido un solo dia. Disfrutaban del don —o la maldicion— de la inmortalidad, Indigo intentaba no insistir demasiado en el lejano recuerdo de como, por su propia necedad, habia hecho caer sobre si la carga que representaba no envejecer, no cambiar, poseer una vida eterna; pero incluso ahora todavia se preguntaba por que Grimya, que no le debia nada, habia escogido por propia voluntad compartir su carga. La loba habria facilitado una sencilla respuesta a la pregunta —era una criatura sin complicaciones, y su lealtad carecia de cautelas ni limites— pero todavia, a veces, Indigo despertaba en plena noche y daba gracias en silencio, no sin cierta perplejidad, por el amor y companerismo de la loba que la habia salvado en mas ocasiones de las que queria contar.

Sonrio ahora ante las palabras de Grimya, que eran prosaicas, categoricas y directas. En su forma acostumbrada habia evaluado al funcionario y emitido su juicio; e Indigo sospechaba que, tambien como de costumbre, su juicio era acertado.

—Al menos se ha mostrado deseoso de ser servicial, lo cual es mas de lo que podemos decir de las ultimas personas con que nos hemos tropezado. Y nos ha dado este simbolo. — Con suavidad pero con energia agito el pequeno baston con su brillante cinta, mientras intentaba recordar lo que habia aprendido sobre la extraordinaria complejidad de colores de rango que utilizaban los funcionarios de este pais. Naranja... El tono de un funcionario menor, penso, pero incluso los funcionarios menores tenian un gran peso en esta tierra donde a los extranjeros se los miraba con desconfianza en el mejor de los casos y con franca hostilidad en el peor—. Al menos, nos garantizara un respiro de unos cuantos dias en el Enclave de los Extranjeros. —Bajo los ojos hacia Grimya con expresion comprensiva—. ?Y una oportunidad para que tus patas descansen!

Continuaron su camino, pasando junto a mas campos bien cuidados y mas labriegos que trabajaban afanosamente en silencio, Indigo conto otros dos de los postes que indicaban medio kilometro y que estaban colocados a intervalos a lo largo de la carretera; luego otra curva, mas cerrada y empinada que las anteriores, las

Вы читаете Espectros
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×