y a su pequeno sequito hasta su lugar de descanso. El sol estaba a punto de ponerse y largas sombras se extendian por todo el recinto, proporcionando un peculiar aspecto irreal a los edificios, de escasa altura, pero muy adornados, dispuestos aparentemente al azar a lo largo de las calles de tierra batida del Enclave de los Extranjeros. Sin hablar, con la cabeza gacha como para alejar cualquier intento que la forastera pudiera hacer para entablar conversacion, el muchacho condujo al grupo en un torpe trotecillo dejando atras una casa iluminada tras otra, hasta que llegaron a un edificio mas grande que sus vecinos, en el que la luz brotaba desde una puerta abierta y se derramaba sobre un amplio portico de madera. De pie bajo las sombras de la entrada los aguardaba una mujer delgada, aunque de aspecto maternal, con una esplendida cabellera rubia sujeta en complicadas trenzas. El muchacho corrio hasta ella y tuvo lugar una rapida conversacion en voz baja; por fin, con una inclinacion, el chico se apano del portico andando hacia atras, dio media vuelta, y echo a correr como si huyera de la peste.
Indigo y la mujer se miraron. Luego, rompiendo el silencio dejado por las pisadas del muchacho al perderse en la lejania, una voz calida dijo en una lengua que helo a Indigo hasta la medula por su familiaridad:
—No se tu nombre, forastera. Pero te ofrezco nuestra hospitalidad, pobre como es..., ?y eres doblemente bienvenida a nuestro refugio en este rincon perdido del mundo!
—No se nos deja escoger en este tipo de cuestiones. —Calpurna extendio los brazos por encima de la mesa y, sin hacer caso de las protestas de Indigo de que ya habia comido mas de lo que le correspondia, lleno su plato con una segunda racion de verduras picadas—. No, no: deja de discutir y cometelo; disfrutamos de la suficiente categoria como para que nuestra casa jamas sufra problemas de abastecimiento. Y no lo digo con intencion de ofenderte, Indigo... Muy al contrario. Pero como extranjeros, y por lo tanto lo mas bajo de lo mas bajo, estamos obligados a aceptar a todo aquel que el Comite decida alojar con nosotros; y con esto quiero decir a cualquiera. — Enarco expresivamente una ceja.
Hollend, el esposo de Calpurna, engullo el pedazo de pollo asado que masticaba y agito el tenedor.
—?Recuerdas a aquellos dos hermanos del continente occidental? Hoscos como un par de perros apaleados, no sabian ni una palabra de ningun idioma conocido en el mundo civilizado, ?y alli por donde pasaban dejaban tras ellos un fuerte olor a corral de cerdos!
Sus dos hijos, un nino y una nina a los que Indigo les habia calculado respectivamente unos ochos y diez anos, empezaron a reir desenfrenadamente ante sus palabras. Calpurna regano a ambos con una severa mirada y un golpe seco sobre la mesa, y mientras sus risas se apagaban se volvio otra vez hacia Indigo.
—Ese, querida, es el motivo de que nos sintamos doblemente agradecidos de que nos hayas sido enviada. Tener compania inteligente y civilizada en este lugar sumido en la ignorancia es una bendicion. Asi pues, tanto si te gusta como si no, tendras que resignarte a que te mimemos, festejemos y tratemos como a una reina; ?y espero sinceramente que tu estancia con nosotros sea larga!
Hollend alzo su copa; una copa magnifica, tallada y labrada de forma que reflejara el color del excelente vino.
—Yo apoyo eso. Por Indigo, y tambien por
Las palabras de ambos y la indudable sinceridad que habia tras ellas eliminaron las ultimas dudas de Indigo, quien sintio que se relajaba como no lo habia conseguido desde que ella y
Hollend y Calpurna le contaron que vivian en Alegre Labor desde hacia siete anos. Hollend tenia la desgracia, como el mismo lo denomino con cierta sorna, de ser el hijo segundon de un mercader agantiano rico e influyente cuyo interes especial se centraba en los metales, y, al morir el padre, el hermano mayor habia tomado el control del comercio de la familia en su ciudad natal, mientras que a Hollend le correspondio convertirse en emisario, para buscar y abrir nuevas fuentes de minerales en bruto. Este pais septentrional era rico en minerales de hierro, cobre, plata y niquel, y jamas habia sido explotado adecuadamente, explico Hollend; de modo que su mision fue comerciar con los comites gobernantes del pais, redactar contratos y ocuparse de que los acuerdos establecidos fueran respetados por ambas partes. Era, como admitio sin cumplidos, un trabajo arduo, pues, pese a su relativa proximidad —«?Al menos nos encontramos en el mismo continente!»—, el estilo de vida en el norte era tan diferente del lujo, el refinamiento y la vida facil del golfo de Agantine como era posible serlo.
—El gran inconveniente de esta gente —dijo, sirviendo un poco mas de vino, primero a Indigo, luego a Calpurna y por ultimo a si mismo— es que no tiene la menor idea de como apreciar ninguna de las cosas buenas de la vida. Les gusta la riqueza... No, lo expresare de otra forma; codician y anhelan riquezas por encima de todo, y se deleitan alardeando de su ultima adquisicion, pero no poseen ni una chispa de criterio. —Tomo un sorbo de vino—. Ni de buen gusto.
—Por lo que parece, Hollend, vosotros habeis hecho mucho para contrarrestar esa influencia en vuestro hogar —comento Indigo con una sonrisa.
—Bueno... —Mientras le devolvia la sonrisa, Hollend miro a su alrededor, contemplando el mobiliario de buena calidad, las alfombras, la mesa con su coleccion de elegantes platos y cubiertos—. Hemos traido de nuestro hogar todo aquello que tenia una utilidad, y realizamos alguno que otro trueque con nuestros companeros de penalidades del enclave. Supongo que nos defendemos bastante bien.
Calpurna apreto los labios con mal disimulada expresion de regocijo.
—Como de costumbre, mi esposo se hace el pesimista —acoto—. Lo cierto es que nos las arreglamos muy bien si tenemos en cuenta el criterio local. Se nos respeta... o por lo menos se nos respeta tanto como pueda respetarse aqui a un extranjero, lo que quiere decir que la gente es al menos educada con nosotros.
—Tienen que serlo —interrumpio Hollend—. Por mucho que les desagrade tener que admitirlo, saben muy bien que tienen que comerciar con el mundo exterior, y necesitan nuestra riqueza. Como ya he dicho, ansian riqueza por encima de cualquier otra cosa; pero eso no les impide mirarnos como si fueramos el polvo que pisan.
—Si, si —admitio Calpurna, pacificadora—, pero al menos son educados. Exteriormente, como minimo. ?Eso, Indigo, es una gran concesion, te lo aseguro!
Indigo recordo el comportamiento del hombre de la faja naranja que habia encontrado en el camino.
—Me cruce con uno de los funcionarios de la ciudad de camino hacia aqui —dijo—, y lo cierto es que, a su manera, se mostro cortes. Incluso me dio un objeto para que lo mostrara en la Oficina de Tasas, y creo que sin eso no habria sido tan bien recibida.
Saco de la bolsa el pequeno baston con su banderin naranja y lo mostro a sus anfitriones. Calpurna volvio a enarcar las cejas, y Hollend se echo a reir.
—?Vaya, vaya! ?El simbolo del viejo Choai! En verdad eres afortunada.
—?Es realmente un funcionario importante? Todavia no conozco el sistema de colores.
—Tio Choai... y, si, ese es el titulo que se dan a si mismos... no tiene una posicion particularmente elevada. El naranja vale mas que el rojo o el marron pero es un color de menos categoria que los amarillos, verdes, azules y demas. Pero posee influencia y, lo que es aun mas importante, es una persona dificil de complacer. Debes de poseer alguna habilidad que la ciudad necesita desesperadamente. —Los grises ojos de Hollend adoptaron una expresion traviesa—. ?La tienes?
—
—Ya se que en el lugar de donde venimos no se considera educado fisgar en los asuntos de otras personas, pero estoy seguro de que a Indigo no le importa —insistio—. Ademas, siento curiosidad por saber que motivos puede tener una joven inteligente para querer venir a un lugar como Alegre Labor. —Levanto los ojos—. Bien, Indigo, ?que
Ella ya habia previsto la pregunta, y tenia una respuesta preparada.
—Es muy simple —contesto—. Como cualquier otro, busco ganar lo suficiente para vivir. Hollend asintio,