hubiera olvidado-. Estoy invitada a dar una tanda de lecciones magistrales en el Conservatorio de Pekin. ?No te acuerdas?

– ?Asi que pensais seguir adelante con el plan? ?Y llevaras las piezas? -pregunto el, sorprendido de su decision.

Ella no trato de disimular la autocomplacencia.

– Naturalmente que lo pensamos, es decir, lo pienso.

– ?Y como? ?Cuantas piezas son? ?Tres? ?Cuatro?

– Cuatro. Llevo siete maletas, y el ministro de Cultura ira a recibirme al aeropuerto. Dudo mucho que busquen antiguedades en los equipajes que entran en el pais.

– Pero, ?y si las encuentran?

Ella agito una mano en un ademan genuinamente teatral.

– Siempre podria decir que eran un presente que llevaba para el pueblo de China, que pensaba ofrecerselo despues de dar las lecciones, en prueba de gratitud por haberme invitado.

El estaba seguro de que, llegado el caso, asi lo haria y que saldria bien librada. Se echo a reir.

– Te deseo suerte.

– Gracias -dijo ella, segura de no necesitarla.

Estuvieron callados durante un rato. Brett, aunque invisible, estaba presente. Pasaban embarcaciones tableteando. El camarero les llevo las bebidas y ellos se alegraron de la distraccion.

– ?Y despues de China? -pregunto el finalmente.

– Muchos viajes hasta finales del verano. Es otra de las razones por las que he querido pasar el fin de semana con los ninos. Tengo que ir a Paris, a Viena y a Londres. -Como el no respondiera, agrego, alegrando el tono-: Tengo que morirme en Paris y en Viena, «Lucia» y «Violetta».

– ?Y en Londres? -pregunto el.

– Mozart. «Fiordiligi». Y, despues, mi primer intento con Haendel.

– ?Brett ira contigo? -pregunto el tomando un sorbo de su bebida.

Ella volvio a mirar hacia la iglesia, la iglesia del Redentor.

– Ella se quedara en China por lo menos durante varios meses -fue toda la respuesta de Flavia.

El volvio a beber y miro el agua, advirtiendo subitamente la danza de la luz en su rizada superficie. Tres gorriones se posaron cerca de sus pies, buscando comida. Lentamente, el alargo la mano, tomo un pellizco del brioche que habia en una fuente delante de Flavia y los echo a los pajaros. Ansiosamente, estos se abatieron sobre el despedazandolo y cada uno se fue a comer su parte en lugar mas seguro.

– ?Su carrera ante todo? -pregunto el.

Flavia asintio y se encogio de hombros.

– Me parece que se la toma mas en serio que… -dejo la frase sin terminar.

– ?Que tu la tuya? -pregunto el con escepticismo.

– Yo diria que, en cierto modo, si. -Al ver que el iba a protestar, le puso la mano en el brazo y explico-: Mira, Guido, cualquiera puede ir a escucharme y luego romperse las manos aplaudiendo, sin que por ello tenga que entender de musica o de canto. Basta con que le guste el traje, o el argumento, o quiza solo grita brava porque es lo que gritan todos. -Al ver que el no parecia convencido, insistio-: Es la verdad. Puedes creerme. Despues de cada funcion, mi camerino se llena de personas que me dicen cuando les ha gustado mi actuacion aunque aquella noche haya cantado como un perro. -El observo como cruzaba por su cara el reflejo de este recuerdo, y comprendio que decia la verdad.

»Y ahora piensa en lo que hace Brett. Son muy pocas las personas que saben algo de su trabajo: solo quienes estan realmente enterados de lo que hace, y todos son cientificos que pueden valorarlo. Supongo que la diferencia entre nosotras es que a ella solo pueden juzgarla sus pares, personas de su mismo nivel, por lo que el baremo es mucho mas alto y el elogio tiene mucho valor. A mi puede aplaudirme cualquier imbecil por puro capricho.

– Pero lo que tu haces es hermoso.

Ella se rio de buena gana.

– Que Brett no te oiga decir eso.

– ?Por que? ?Es que a ella no se lo parece?

Sin dejar de reir, ella explico:

– No lo entiendes, Guido. Brett piensa que lo que ella hace tambien es hermoso, y que las cosas con las que trabaja son tan hermosas como las arias que yo canto.

El recordo entonces que en la declaracion de Brett habia un punto oscuro que el deseaba aclarar. Pero no hubo tiempo: ella estaba en el hospital y, al salir de el, abandono Venecia inmediatamente despues de firmar la declaracion oficial.

– Hay algo que no comprendo -empezo, y se echo a reir al darse cuenta de la gran verdad que acababa de decir.

La sonrisa de ella era vacilante, inquisitiva.

– ?Que?

– Es algo de la declaracion de Brett -explico el. La cara de Flavia se relajo-. Escribio que La Capra le habia mostrado un bol, un bol chino. He olvidado a que milenio se atribuia.

– El tercer milenio antes de Cristo -dijo Flavia.

– ?Te hablo de ello?

– Naturalmente.

– Entonces quiza puedas ayudarme. -Ella asintio y el prosiguio-: En su declaracion, dijo que lo rompio, que lo dejo caer al suelo deliberadamente.

Flavia asintio.

– Si, hablamos de ello. Eso me dijo. Asi ocurrio.

– Pues es lo que no comprendo -dijo Brunetti.

– ?El que?

– Si tanto ama esas cosas, si tanto trabaja por salvarlas, entonces el bol a la fuerza tenia que ser falso, ?se trataba de una de esas imitaciones que La Capra compraba creyendolas autenticas?

Flavia no dijo nada y volvio la cabeza hacia el molino abandonado que se levantaba a un extremo de la Giudecca.

– ?No? -insistio Brunetti.

Ella se volvio a mirarlo, el sol la iluminaba por la izquierda, recortando su perfil sobre los edificios del otro lado del canal.

– ?No, que? -pregunto ella.

– Tenia que ser una imitacion, o no la hubiera destruido.

Durante mucho rato, el penso que ella se habia abstraido para no contestarle. Los gorriones volvieron y esta vez Flavia desmenuzo el resto del brioche en pequenos fragmentos y se los echo. Los dos contemplaron a los pajaritos que engullian las migas doradas y miraban a Flavia pidiendo mas. Luego, al mismo tiempo, levantaron la mirada de los gorriones que piaban y sus ojos se encontraron. Al cabo de un largo momento, ella volvio la cara hacia el muelle por el que vio venir a sus hijos con cucuruchos de helado en la mano.

– ?Que dices? -pregunto Brunetti, que necesitaba la respuesta.

Sobre el agua resonaban las carcajadas de Vivi.

Flavia se inclino y otra vez le puso la mano en el brazo:

– Guido -empezo, sonriendo-, eso ya no importa, ?no te parece?

DONNA LEON

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