– ?Que pasa? ?Te da miedo la oscuridad?

– No. De hecho, pensaba en tu seguridad. Es tarde para que vayas por ahi sola. Sobre todo si los ladrones de gasolina andan por aqui.

– Eso es un inesperado gesto de caballerosidad por tu parte.

– No soy el lobo malo que crees que soy.

– Gracias por la oferta, pero ?que te parece si usamos el telefono de Constant Cravings? Preparare un cafe y sacare las galletas mientras esperamos a que venga el servicio de ayuda en carretera.

– Eso suena bien. Gracias.

– No tienes que sorprenderte porque haya hecho algo agradable.

– ?Ah? ?Quieres decir igual que tu no te sorprendiste porque yo hiciera algo cortes?

– Exacto -dijo ella.

– Bueno, en ese caso… Lo siento.

Ella lo miro durante unos segundos y sonrio.

– No, no lo sientes. Cielos, mientes muy mal.

– Eso dicen.

– Debes de ser malisimo jugando al poquer.

– Por eso prefiero jugar al blackjack.

Empezaron a atravesar el jardin y tomaron un atajo por el cesped. Lacey continuo con los brazos cruzados y camino lo mas deprisa posible para entrar en calor. Estaban a medio camino cuando oyeron una especie de clic, varias veces.

– ?Que ha sido eso? -pregunto Evan deteniendose.

– No estoy segura -contesto Lacey, y se detuvo tambien. De pronto, salieron del suelo montones de tubos de metal. Ella se dio cuenta de lo que pasaba y, en ese mismo instante, sintio una lluvia de agua helada.

– Son los…

– Aspersores. Ya. Me han empapado el trasero. Maldita sea, ?podria pasar algo mas esta noche?

– Por favor, no vuelvas a decir eso. Yo lo hice antes y descubri que si, que podia pasar algo peor -noto otra lluvia de agua helada y respiro hondo.

– Bueno, sera mejor que no nos quedemos aqui, mojandonos -la agarro de la mano y empezo a correr.

Lacey intento mantener el paso a la vez que saltaban de un lado a otro, tratando de evitar los aspersores. Estaban llegando al final del cesped, justo delante de Constant Cravings, cuando ella se resbalo en la hierba. Grito y se aferro a la mano de Evan para mantener el equilibrio, pero no lo consiguio y cayo de espaldas. Al instante, noto que algo pesado le caia encima.

Levanto la vista y se encontro mirando al rostro de Evan. Durante unos segundos, sintio que le costaba respirar al notar la presion de su cuerpo sobre el de ella. Y… «Oh, cielos». Era agradable.

– Lacey… -el se incorporo sobre los brazos, pero permanecio con la parte inferior de su cuerpo apoyada en ella-. ?Estas bien?

«No, creo que no. Y creo que todo es culpa tuya». Lacey se movio una pizca y, al sentir que su cuerpo empapado resbalaba contra el de el, se quedo paralizada. El la miro y permanecio quieto, pero una parte de su cuerpo se movio de forma independiente.

Santo cielo. ?No se suponia que el agua fria tenia un efecto calmante en los hombres? Una de dos, o Evan ocultaba un calabacin en los pantalones, o esa teoria acababa de demostrarse erronea. El apreto los dientes y se retiro.

– ?Estas bien? -le pregunto otra vez. Ella asintio y se sento. Evan la sujeto por los hombros y ella sintio el calor de sus manos a traves de la blusa mojada. Mirandolo a los ojos, trago saliva y contesto: -Estoy…

Plash. Una ducha de agua fria le mojo el rostro. El aspersor continuo moviendose y mojo la frente de Evan. El fruncio el ceno y Lacey tuvo que toser para no reirse al ver como le caian gotas de la nariz y la barbilla.

– Estoy bien -consiguio decir-. Mojada y helada, pero bien.

– Me alegro -dijo el poniendose en pie. Despues le dio la mano para ayudarla-. Salgamos de aqui antes de que tengamos que construir una balsa para salir remando.

Lacey le dio la mano pero, al ponerse en pie, sintio un fuerte dolor en el tobillo.

– ?Ay! -exclamo saltando sobre el otro pie-. Maldita sea. Creo que me he torcido el tobillo.

– ?Te duele?

– Si, me duele. Si no, no habria dicho «?ay!».

Evan se agacho y la tomo en brazos.

– ?Que haces?

– Creo que es evidente -dijo el-. Te voy a llevar en brazos hasta la tienda.

– Puedo caminar -dijo ella, a pesar de que se agarro a su cuello-. O al menos, cojear.

– Si, a un ritmo que haria que nos libraramos de los aspersores la semana que viene -subio a la acera, fuera del alcance de los aspersores, y se dirigio hacia Constant Cravings.

– Bastante impresionante para un chico que pasa todo el dia sentado detras de un escritorio -dijo ella.

– No me paso el dia detras de un escritorio.

– Da igual, yo no soy un peso ligero.

– Eres… -se callo y la miro de arriba abajo. Apreto los dientes y la miro a los ojos-. No pesas mucho -se detuvo frente a la puerta de la tienda-. ?Donde esta la llave?

– En mi bolso -Lacey se mordio el labio inferior-. Y se cayo cuando tropece.

– Imagino que no lo recogiste…

– Bueno, lo habria hecho si no me hubieras tomado en brazos como un saco de patatas.

– Vaya, perdona por haber tratado de ayudarte. La proxima vez te dejare tirada en el suelo sobre la hierba mojada.

– Esta bien. Tienes razon. Lo siento, y te agradezco la ayuda.

El arqueo las cejas y pregunto:

– ?Te has golpeado la cabeza al caer?

– Ja. No. Pero se pedir perdon cuando me equivoco.

– Disculpa aceptada. Y ahora, volviendo al tema de tu bolso… -se dio la vuelta y vio un bulto en el lugar donde se habian caido.

Ella no pudo evitar un quejido.

– No puede ser. Ese bolso era nuevo. Y es de ante.

– Quejate mas tarde. Ahora tengo que ir a por el, y eso significa que tengo que dejarte en el suelo -la solto con cuidado dejandola resbalar sobre su cuerpo.

Ella respiro hondo al sentir su torso musculoso.

– ?Te he hecho dano?

Su mirada era paralizante. Y su voz, profunda, como si acabara de despertar de una noche de sexo apasionado. Ella sintio su calida respiracion sobre los labios frios y se percato de lo cerca que estaban sus bocas.

En ese momento, experimento una sensacion extracorporea, como si, desde fuera, se viera inclinandose hacia delante para besarlo. Pestaneo y la imagen desaparecio de inmediato.

– Lacey, ?te he hecho dano?

Al oir preocupacion en su voz, volvio a la realidad. Y como no se fiaba de su voz, nego con la cabeza sin hablar.

– Apoya la mano contra la pared y no pongas peso en el tobillo que te has lesionado -espero a que obedeciera y la solto-. ?Aguantaras asi un minuto, mientras voy a por tu bolso? ?O necesitas sentarte?

– Estoy bien -dijo ella, sin estar convencida de que lo estuviera. Desde luego, su duda no tenia nada que ver con el tobillo, sino con lo que habia sentido al tener su cuerpo tan cerca-. Vete.

«Ya. Antes de que vuelva a agarrarme a ti. Deseo acariciarte el torso y el abdomen para comprobar si de verdad son tan increibles como parecen. Y tambien mirar dentro de tus pantalones para ver si es cierto lo que senti en el cesped».

– ?Uy! -exclamo ella. Y al ver que el la miraba preocupado, le dijo-: Estoy bien. De veras. Vete.

El asintio y regreso corriendo a la zona mojada. Ella se fijo en como la ropa mojada resaltaba sus anchas espaldas y su firme trasero.

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