lamentaba no haberle abofeteado. Bien, perfecto. Eso abreviaria aun mas sus interacciones.

Nathan saludo a lady Victoria con una formal reverencia y volvio a erguirse cuan alto era. Recordaba que ella era ligeramente mas alta que la media, aunque bien era cierto que la coronilla de la joven apenas le llegaba al hombro. Ahora que estaba mas cerca de ella, pudo apreciar su cutis perfecto, tan solo matizado por un favorecedor tono rosado. Lo cierto es que se la veia muy sonrojada. Probablemente a causa del excesivo calor reinante en el interior del carruaje. Sorprendentemente, y a pesar de lo que, como el bien sabia, debia de haber sido un arduo viaje, Victoria no mostraba el menor indicio de cansancio. No, se la veia fresca y preciosa. Remilgada, dotada de una fria elegancia y convertida en una verdadera dama. Aun asi, a Nathan no le cupo la menor duda de que la muchacha no tardaria en caer en alguna depresion como la mayoria de las senoras de su rango y acabaria por recostarse en todas y cada una de las tumbonas de Creston Manor a la primera ocasion.

La mirada de Nathan estudio con atencion los ojos de Victoria, reparando en su vivida tonalidad azul, que resultaba aun mas destacable por la media luna trazada por las pestanas oscuras que los coronaban. La ultima vez que los habia visto, esos ojos estaban semicerrados y velados de pura excitacion. Y luego estaba esa boca… tan lujuriosa y carnosa. Aunque todo en el comportamiento y en el atuendo de Victoria resultaba perfectamente remilgado, nada habia de remilgado en sus labios. Nathan recordo al instante el delicioso sabor de esos labios, y cuan aterciopelados los habia sentido bajo los suyos. En los ultimos tres anos, la joven se habia transformado en una preciosidad mayuscula. Pero Nathan ya no percibia ese brillo travieso en sus ojos, esa juguetona curva en sus labios, y distraidamente se pregunto cual podia ser la causa de semejante cambio. A buen seguro habria decidido acertadamente que besar a desconocidos en la galeria no era una buena idea. Aunque poco le importaba a el. No, en absoluto. Victoria ya le habia dejado fuera de combate en una ocasion… no pensaba darle la oportunidad de repetirlo. Preferia mil veces a una mujer sencilla, afectuosa y dulce que una de esas bellezas engreidas y frias de invernadero.

– ?Como esta, lady Victoria?

Ella alzo la cabeza y, aun a pesar de la diferencia de altura entre ambos, se las ingenio para lanzarle una mirada despectiva, como si fuera una princesa y el el mas humilde de sus servidores.

– Doctor Oliver… -La mirada de Victoria volvio a recorrer su sucio atuendo y arrugo la nariz, sin duda percibiendo el ofensivo olor de Reginald y de Petunia. Cuando las miradas de ambos volvieron a cruzarse, ella anadio-: Sigue usted exactamente tal como le recuerdo.

Aunque Nathan deberia haberse sentido insultado ante la insinuacion lanzada por ella que apuntaba a que la ultima vez que se habian visto el estaba sucio, desalinado y olia como un demonio, se sintio sorprendentemente divertido por el comentario.

– Me honra que se acuerde usted de mi, senora mia. Nuestro encuentro fue… breve.

Ella mascullo algo que sono sospechosamente a «no lo suficientemente breve» y luego dijo:

– Esperaba que serian su hermano o su padre quienes nos recibieran.

– Ninguno de los dos esta en casa en este momento, aunque regresaran a cenar esta noche. Mientras tanto, Langston y la senora Henshaw lo tienen todo preparado para su visita.

– Excelente. Ni que decir tiene que estamos ansiosas de poder instalarnos y refrescarnos un poco despues del viaje.

– Naturalmente. -Aunque, a juzgar por el aspecto de absoluta frescura que percibio en ella, Nathan no fue capaz siquiera de imaginar que necesidad tenia Victoria de refrescarse. Extendio el brazo hacia la casa-. Siganme, se lo ruego.

Victoria se sujeto con la mano la falda del vestido, echo a andar tras el doctor Oliver y dejo escapar un suspiro de alivio al no tener que seguir obligada a mirar esos intrigantes ojos salpicados de pequenas motas doradas que veian demasiado, que sabian demasiado; a no tener que ver esa deliciosa boca que con tanto detalle la habia iniciado en las maravillas del arte de besar. Diantre, estaba extremadamente acalorada y sin duda le faltaba el aliento, y, por mucho que se empenara en querer culpar de ello a la fatiga provocada por el viaje, lo mas extenuante que habia hecho habia sido permanecer sentada y su conciencia no le permitia dar vida a una mentira tan flagrante.

No. El doctor Oliver era sin duda la fuente de su incomodidad, y bien era cierto que no lograba recordar haber vivido una situacion mas vejatoria que esa. ?Que demonios le ocurria? Ese hombre tenia un aspecto espantoso. Sucio. Desalinado. Era la completa antitesis de la imagen del caballero. Y olia como si hubiera pasado el dia limpiando los establos y sometido a una ardua labor. Sin la camisa…

La mirada de Victoria se poso en la espalda ancha del doctor y al instante noto como una oleada de calor le ascendia desde el pecho. Sabia por fin lo que ocultaba su camisa sucia y arrugada, o al menos lo que habia podido ver desde la distancia. Ojala esa distancia no hubiera sido tan enorme…

Puso fin a tan perturbadora cavilacion antes de que pudiera echar raiz y colmarle la cabeza de imagenes que no deseaba… imaginar. Al parecer, desde que habia leido la Guia femenina (cosa que habia hecho en media docena de ocasiones) sus cavilaciones habian ido decantandose cada vez mas hacia cosas de esa indole. Aunque, naturalmente, esa era la mision del libro: animar a las mujeres a cambiar el modo en que se veian a si mismas y tambien a los hombres. Animar a la mujer moderna actual a tomar las riendas de su destino y no permitir que este quedara determinado exclusivamente en funcion de su sexo. Victoria se habia tomado las ensenanzas del libro muy a pecho. Y hasta la fecha estaba merecidamente orgullosa de su actuacion. Habia logrado impedir que sus labios enloquecieran atacando a los demas de forma indiscriminada, aunque eso habia requerido esfuerzo, pues tenia cierta tendencia a balbucear cuando se ponia nerviosa, y, maldicion, ese hombre la ponia realmente nerviosa.

Alzo la barbilla e irguio los hombros. Era una mujer moderna. Y, como tal, aunaria su fortaleza, no olvidaria en ningun momento con quien estaba lidiando, y pondria su plan en accion. No era la misma chiquilla inocente que el doctor Oliver habia conocido hacia tres anos. Su voz interior la advirtio de que, para su desgracia, el seguia siendo el mismo hombre devastadoramente atractivo que ella habia conocido. Pero Victoria podia resistirse con facilidad a sus encantos. Sabia muy bien la clase de rufian que era. Y muy pronto le haria saber que no era una mujer con la que podia jugar a su antojo. La consolo el hecho de que se presentaba a la batalla bien armada con su Guia femenina y con un plan infalible.

El sendero de grava crujio bajo sus zapatos, arrancandola de sus cavilaciones. Aparto bruscamente la mirada de la espalda del doctor Oliver para abarcar con ella la majestuosidad de Creston Manor, y no pudo negar el sorprendido placer que experimento ante la magnificencia de la casa. Dos impresionantes escaleras de piedra ascendian en graciosa curva, perfilandose como dos brazos en actitud de bienvenida, prestos a abrazar a todo aquel que se aproximara a la imponente doble puerta de roble. Las ventanas resplandecian, reflejando la dorada luz del sol, y las vetustas y altisimas columnas de ladrillo concedian a la estructura una atmosfera del encanto del viejo mundo que encandilo el sentido de la proporcion de Victoria.

Poso la mano sobre la negra y brillante barandilla de hierro forjado y siguio escalera arriba tras los pasos del doctor Oliver. Alzo la mirada y se encontro mirandole la espalda. Habia que estar ciega (y ella tenia una vista excepcionalmente aguda) para no percatarse del modo en que los pantalones se adaptaban a sus musculosas piernas. En como esos musculos se flexionaban con cada escalon. En la firmeza de sus caderas. En la anchura de la espalda. La fascinante forma de su… trasero.

Que terriblemente exasperante resultaba que Nathan tuviera un aspecto tan maravilloso por detras como por delante. Cuan increiblemente irritante que, a pesar de lo sucio que estaba, del sudor y de oler como si hubiera estado retozando el dia entero en un granero sucio, Victoria tuviera que agarrarse con fuerza a la barandilla para dominar el abrumador deseo de estirar la mano y tocarle.

Y cuan absolutamente turbador y frustrante que el corazon le hubiera dado un vuelco en el pecho en cuanto habia visto a Nathan. Exactamente como le habia ocurrido tres anos atras, la primera vez que sus ojos habian reparado en el. Diantre. ?Que demonios le ocurria? Sin duda el largo viaje le habia mermado el juicio, pues simplemente el descuidado aspecto del doctor Oliver era ya prueba fehaciente de que seguia siendo tan poco caballero como el dia en que se habian visto por vez primera. Bien, en cuanto se hubiera dado un bano, se hubiera cambiado de ropa y hubiera disfrutado de una comida caliente y de una buena noche de descanso en una cama decente volveria a recuperar el juicio.

Aun asi, era innegable que el doctor Oliver seguia siendo demoniacamente atractivo. Quiza aun mas. Por fortuna, Victoria sabia la clase de grosero que era y eso le impediria perder la cabeza. Sin embargo, durante los breves segundos en que ambos se habian estudiado, habia notado que habia en el algo distinto… algo en sus ojos

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